Por: Miguel Urbán. 09/06/2025
El pasado febrero Elon Musk, la persona más rica del mundo, y Donald Trump, de nuevo presidente de EE UU, ofrecían conjuntamente una entrevista en Fox News, la cadena televisiva trumpista por excelencia. En ella mostraban su buena sintonía con halagos mutuos: “Quería a alguien realmente inteligente para trabajar conmigo”, afirmaba Trump, mientras Musk replicaba: “Yo quiero al presidente. Solo quiero dejar eso claro. Creo que el presidente Trump es un buen hombre”. Estábamos en el auge del idilio ultra.
Unos pocos meses después, esta historia de amor parece haber llegado a su final. Elon Musk utilizaba su red social X para atacar duramente una de las iniciativas estrella de Trump: “Lo siento, pero ya no aguanto más. Este proyecto de ley del Congreso, enorme, escandaloso y repleto de gastos superfluos, es una abominación repugnante. Qué vergüenza para quienes lo han votado: saben que han hecho mal. Lo saben”. Las declaraciones de Musk ejemplificaban el enfrentamiento frontal con Trump, quien ha defendido con entusiasmo un paquete legislativo que materializa muchas de las promesas ultraconservadoras del trumpismo.
Mucho se ha especulado sobre el imposible matrimonio entre Trump y Musk: ¿cuándo se produciría la ruptura?, ¿cómo sería? y ¿qué consecuencias podría deparar para el trumpismo? Pero nadie aventuró que fuera tan rápida y explosiva, un signo más de los tiempos acelerados que vivimos. Una ruptura del idilio ultra que no es nueva. En 2016, Trump incluyó al propio Musk como asesor empresarial durante su primer mandato, en un equipo en el que estaban también presentes altos ejecutivos de otras grandes multinacionales. Pero en 2017 llegó la que sería su primera ruptura: el dueño de Tesla abandonó el consejo consultivo ante la decisión de la Administración norteamericana de retirarse del Acuerdo de París. Una separación temporal motivada no tanto por los convencimientos ecologistas de Musk, sino más bien por sus intereses empresariales.
Parece que esta vez los intereses empresariales vuelven a estar detrás de esta nueva ruptura. A pesar de que Musk ha rentabilizado muy bien la inversión en la campaña de Trump —un reciente análisis de la revista Forbes muestra cómo la fortuna de Musk, desde que apoyó a Trump en julio pasado, creció en 170 000 millones de dólares, situándose unas semanas antes de la ruptura pública en unos 419 000 millones—, la guerra arancelaria diseñada por Peter Navarro, economista de cabecera de Trump y firme defensor de políticas proteccionistas, ha colisionado de forma directa con los intereses económicos de Musk y su conglomerado empresarial. Se ponen de manifiesto las contradicciones entre las diferentes fracciones del capital en torno al presidente norteamericano, donde el proyecto presupuestario y fiscal fue la gota que colmó el vaso y desató la actual guerra Trump-Musk.
Una guerra económica en toda regla. Esta misma semana, desde que comenzara la ruptura pública con Musk, la cotización de las acciones de Trump Media, la empresa del presidente que engloba su red social Truth Social, bajó más de un 8 %. Mientras tanto, Trump amenazaba con “terminar con los subsidios y contratos gubernamentales” que el Gobierno estadounidense mantiene con Tesla y SpaceX, dos de las empresas de Musk. Amenazas que han provocado una bajada significativa de las acciones de dichas compañías.
Pero, a diferencia de la ruptura de 2017 durante la primera Administración Trump, esta vez no solo parece mucho más profunda, sino también más peligrosa para el propio Trump. No podemos olvidar que Elon Musk jugó un papel fundamental en la victoria de los republicanos el pasado noviembre. Fue el principal donante de la candidatura de Trump –se estima que invirtió unos 300 millones de dólares, incluso llegando a comprar votos en Estados clave como Pensilvania– y puso al servicio de la campaña la red social X, que adquirió en 2022, como una potente arma electoral en favor del candidato republicano.
En este sentido, un estudio de los profesores Timothy Graham y Mark Andrejevic reveló un cambio estructural en las métricas del algoritmo de X desde enero de 2024, diseñado para exponer a los usuarios al contenido que Musk deseaba. De esta forma, el dueño de la plataforma X ha demostrado tener el privilegio de moldear el mundo a su medida, tanto en lo que respecta a sus intereses económicos como a sus inclinaciones ideológicas. El arma que ayudó a la elección de Trump se puede volver contra él en pleno divorcio.
Pero el apoyo de Musk a la campaña de Trump no consistió solo en donaciones millonarias o en poner a su disposición la red social X. El dueño de Tesla también ha intentado mimetizarse con el movimiento MAGA (Make America Great Again), eslogan que utilizó Reagan en la campaña de 1980, que Trump se apropió en la campaña de 2016 y que ha mutado en una suerte de movimiento reaccionario. Auténtico núcleo duro del trumpismo, al que Musk ha intentado seducir durante este tiempo, disputándole al propio Trump su hasta ahora indiscutible protagonismo.
De esta forma, Musk ha replicado numerosos bulos y teorías de la conspiración relacionados con el entorno del trumpismo, ha utilizado recurrentemente una gorra MAGA como insignia distintiva en sus apariciones públicas. Pero, a diferencia de Trump, la gorra no es roja, sino negra, en referencia al Dark MAGA, la vertiente más juvenil y radical del movimiento trumpista, vinculada a las redes sociales y a submundos de internet. No es casual que, en el momento más álgido del divorcio público con Trump, Musk escribiera en X: “Momento de soltar la gran bomba: Donald Trump está en los documentos del caso Epstein. Esa es la razón real por la que no se han hecho públicos. ¡Que tengas buen día, DJT!”
La acusación contra Trump de formar parte de la lista Epstein conecta con los sectores más conspiranoicos del trumpismo, que han fabricado una cantidad ingente de bulos en torno a esa lista y a por qué las autoridades se niegan a hacerla pública. De hecho, la publicación de dicha lista fue una de las promesas electorales de Trump, y su desclasificación parcial —compuesta en su mayoría por nombres ya conocidos— dejó con un cierto sabor agridulce al MAGA. Abonando aún más las teorías de la conspiración, que ahora Musk utiliza contra el propio Trump, en un giro de guion que demuestra que no estamos ante una ruptura cualquiera.
A diferencia de quien fuera consejero áulico de Trump durante el inicio de su primera legislatura, Steve Bannon —que, a pesar de su ruptura con el republicano, nunca cuestionó su liderazgo—, el magnate de Tesla está dispuesto, y parece tener la capacidad, a erosionar la misma base del trumpismo, rompiendo la unidad del MAGA, utilizando las mismas armas y estilo que han caracterizado al propio Trump. Una guerra que obligará a las diferentes familias de la extrema derecha, unidas en torno al trumpismo, a tomar partido por uno u otro contendiente, favoreciendo una ruptura de dimensiones internacionales de incierto pronóstico. Al final, como escribía Marx en el Manifiesto Comunista para describir la naturaleza efímera y cambiante del capitalismo, “todo lo sólido se desvanece en el aire”.
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Fotografía: Viento sur