Por: Juanita Rico. openDemocracy. 18/08/2020
Óscar Montero nació en la Sierra Nevada de Santa Marta al norte de Colombia, el hogar de cuatro tribus indígenas ancestrales: kankuamos, koguis, arhuacos y wiwas. Él es kankuamo pero, por la violencia y persecución a líderes sociales, no pisa su tierra hace 15 años. Su vida está dedicada a llevar un mensaje de paz en nombre de su pueblo y de todos los pueblos indígenas del país. Politólogo de la Universidad Nacional tiene en la cabeza la realidad de estos pueblos como pocos. Aquí su testimonio.
Oscar David Montero de la Rosa, mi nombre. Indígena kankuamo, mi origen. Nacido y criado en la Sierra, en la comunidad chemesquemena, que está entre tres departamentos: Magdalena, Cesar y Guajira.
Mi pueblo vive al suroriente de la Sierra, con el río Guatapurí a sus pies. Tengo 32 años y una hija que es la luz de mis ojos. Ella tiene doble nacionalidad indígena: de padre kankuamo y madre nasa, el pueblo ancestral indígena que habita en el Cauca.
En la Sierra hay 12 comunidades en total y 36 cuencas hidrográficas. Las comunidades ancestrales tenemos nuestras organizaciones y dinámicas culturales, políticas, judiciales y territoriales propias.
Para nosotros, el territorio es sagrado y estamos unidos a él desde que nacemos, porque cuando nuestras madres dan a luz entierran nuestros ombligos en la tierra. Así, la fuerza de la Sierra está siempre con nosotros y nosotros siempre estamos con ella.
La violencia contra los pueblos indígenas ha sido implacable. El pueblo kankuamo en especial ha sufrido el mayor genocidio indígena estructural y cultural en la historia del país. Hoy, tenemos población kankuama en varias ciudades como Bogotá, Valledupar, Santa Marta, Riohacha y Barranquilla.
Vivimos por fuera de nuestro territorio ancestral. Somos más de 450 kankuamos asesinados a lo largo de muchos años y por diferentes tipos de violencias: la de las FARC-EP, la de la fuerza pública y la del Estado. Este genocidio no termina. Nuestra memoria es un tejido que se escribe con sangre y muestra nuestra resistencia.
Desde 1942 comenzó esta violencia. Nos tildaron de “salvajes” y exterminaron nuestras formas de vida para conformar “América”. Luego vinieron otros discursos que nos aniquilaron. La Colonización, La Independencia, La República y ahora el “Bicentenario”.
Nosotros vivimos en lugares estratégicos que son la puerta de entrada al Cesar y a Valledupar. Además, nuestro territorio siempre está en disputa. Un ejemplo actual es el del río Guatapurí donde quieren construir la represa besotes.
Cuando llegó la violencia guerrillera buscaron desarticular y partir el tejido social kankuamo.Las guerrillas involucraron a muchos miembros de manera forzada. Los unieron a sus filas. Luego llegaron los paramilitares, hicieron lo mismo, y quedamos en una disputa compleja en la que nos matábamos entre nosotros.
Yo conozco la violencia desde niño cuando éramos usados como escudos humanos en enfrentamientos de la guerrilla en nuestro territorio. Lo viví. Lastimosamente lo sigo viviendo. Mi hija tiene en su cabeza el mundo indígena, su capacidad de percibir, y a cada rato me dice que no quiere que me pase nada.
En 2005, mi padre fue asesinado por los paras dirigidos por Jorge 40 y Alias 39 que se encargaban del Bloque Norte del Caribe en Colombia. En esa zona hacían y deshacían. Él era un líder indígena kankuamo y docente en la Sierra.
A mi padre lo mataron porque, en esa época, asesinaron en la Sierra a Consuelo Araujo Noguera. Ella fue ministra de Cultura y esposa del ex procurador general Edgardo Maya. En su asesinato, hubo diferentes versiones y una decía que quienes la habían asesinado eran indígenas kankuamo, guerrilleros, de apellidos Arias y Montero. Por eso, asesinaron a todos los Arias y Montero kankuamo.
En versiones libres de los paras, personas implicadas en el caso afirmaron, en versión libre en la Fiscalía, que él fue ejecutado porque decían que era guerrillero y como venganza política.
Dentro de mis investigaciones pude demostrar que Hernando Molina Araujo, ex gobernador del Cesar, ordenó el asesinato de mi padre. Logramos que la Corte Panamericana diera orden de captura contra él por ser el autor intelectual del crimen. Pero en 2019 salió en las noticias que el señor Araujo quedó libre de culpa.
Escapar para dialogar
Después del asesinato de mi padre, me fui de la Sierra por amenazas a Valledupar. Ahí comencé a tomar su liderazgo, empiezo a abrirme a otros espacios para buscar justicia por su muerte y no dejar su caso en la impunidad.
Ingreso a la Universidad Nacional y me gradúo como politólogo. Mientras estudiaba iba medianamente al territorio en vacaciones, iba avanzando en la denuncia del asesinato y logré que su caso fuera uno de los casos de violencia hacia un kankuamo ocn más avances en materia de justicia y verdad. Sin embargo, como le dije, en 2019 eso se fue al suelo por corrupción .
Sin tregua
Hoy la situación en la que nos encontramos los pueblos indígenas es, sin lugar a dudas, una crisis humanitaria, además de sanitaria por la Covid-19.
Esta crisis humanitaria de la que hablo se repite, como ya le dije, en ciclos. Nosotros lo llamamos Genocidio por las cifras. Si hablamos de los líderes sociales indígenas desde la firma del Acuerdo de Paz a la fecha, ya van más de 250 líderes indígenas asesinados, principalmente que hacían parte de la guardia indígena, autoridades, médicos tradicionales y todos los que tienen algún tipo de reconocimiento o cargo dentro de las estructuras organizativas de sus pueblos.
Las principales razones que hemos identificado para estos asesinatos son: primero, seguir protegiendo el territorio. Eso nos cuesta la vida porque son territorios donde pasa todo. Territorios del conflicto armado, territorios del narcotráfico, territorios de la militarización, territorios de la explotación natural. Segundo, el control territorial. Tercero, los recursos naturales. Cuarto, porque somos férreos en la construcción de paz. Nosotros consideramos que somos actores de paz desde siempre porque la paz es el camino y el diálogo que hay que seguir buscando. Eso no le gusta a todo el mundo y nos asesinan por eso.
Un Acuerdo invisible
Desde que se firmó el Acuerdo de Paz, hemos sido reiterativos en que no mejoró nada. Todo sigue igual. Hubo un receso tal vez, una tensa calma de seis meses, pero la violencia siguió después de eso y más complicada de lo que pensábamos.
Para nosotros la paz territorial no ha llegado.
De las 115 tribus indígenas que habitamos el país, 70 tenemos un riesgo inminente de desaparecer, 39 ya han sido reconocidas como casos críticos por la Corte Constitucional mediante el auto 004 de 2009 y 31 pueblos tiene menos de 500 habitantes en el mundo.
Si quiere le hablo por regiones. En Nariño los awá, por oponerse a la sustitución forzada de cultivos, han tenido más de ocho líderes asesinados en lo que va de este año. En el Cauca los nasa, la tribu más afectada por el asesinato de líderes, ya lleva 63 asesinatos y contando. Ahí matan sobre todo a los miembros de la guardia indígena, una institución milenaria para nosotros. Le puedo decir, incluso, que hace dos fines de semana asesinaron a dos jóvenes indígenas, ¿por qué? no se sabe. Tenían 20 y 23 años. El modus operandi fue el de siempre: en la noche, por encapuchados que llegaron en autos de alto cilindraje. En La Guajira , aunque no sean líderes, ya van más de 5000 niños wayuu muertos por el olvido del estado. En el Chocó, los embera vieron morir hace un mes a una niña en medio del conflicto, de enfrentamientos entre las autodefensas gaitanistas y el ELN, ahí en medio de la comunidad, después de la noticia atroz de la violación de una niña embera por parte de siete, siete militares del batallón San Mateo. En Aguaclara , en Pizarro en el Baudó, mataron al gobernador indígena. Un líder joven de 24 años…y así, uno recorre el país y ve muertes.
Ahora hago parte de la Organización Nacional Indígena de Colombia-Onic, y desde ahí he liderado muchos procesos en escenarios políticos, de paz y territoriales. Fui el coordinador del Informe Nacional de Memoria Histórica de los Pueblos Indígenas en Colombia.
Lamentablemente, la situación actual de los pueblos indígenas es tremenda. Desplazados, masacrados, asesinados. Por eso proponemos un diálogo intercultural.
Pedimos que cesen las expresiones racistas y xenófobas contra nosotros. En una conversación con el ministerio de las TIC con indígenas del Cauca, los funcionarios del estado se referían a nosotros como “esos hijueputas indios siempre pidiendo”. Nosotros pedimos una construcción real de un estado pluricultural, de un estado social de derecho.
«Estamos muy preocupados»
El Gobierno Nacional no nos ha dado ningún tipo de garantías para que estemos tranquilos y podamos salvaguardar la vida.
Firman todo tipo de decretos y no hay implementación. Lo que más nos duele es que se busca justificar la muerte de los líderes indígenas.
En su instalación del 20 de julio, el presidente dijo que hubo una reducción del asesinato de líderes sociales. Decir eso es buscar la forma de invisibilizar la crisis humanitaria que vive el país.
Ahora en medio de la pandemia, el racismo sigue y vemos las afectaciones a la madre tierra. En la Sierra, donde habita el pueblo kogui, hay dragas, «catapilas», excavando y contaminando lagunas sagradas en los territorios. ¿Cómo entra esto a la Sierra en medio de la pandemia si no es con permiso de las autoridades nacionales?
El Gobierno, además, ha hecho consultas virtuales, pero siguen afectando la democracia de nuestros pueblos. En la escala de derechos estamos en el puesto más bajo. No tenemos puestos de salud, ni protección de los territorios. Con la guardia indígena y las autoridades indígenas hemos tratado de salvaguardar nuestro territorio con controles en los puestos de entrada, pero no es suficiente. La pandemia sólo agiliza el exterminio de nuestros pueblos.
Al gobierno le pedimos esto: Que nos permita vivir tranquilamente en nuestros territorios; Que cumpla lo acordado con los pueblos indígenas en el marco de la Constitución; Que se cumpla el capítulo étnico del Acuerdo de Paz y el de sustitución de cultivos; Que se generen decretos efectivos; Que se pare el asesinato de los pueblos indígenas y sus líderes en Colombia.
Óscar Montero trabaja incansablemente por las comunidades indígenas del país. Busca que se respeten cuatro principios ancestrales: mantener unidad, fortalecer cultura, tener autonomía y mantener sus territorios. Hoy, sigue con su activismo en materia de derechos humanos desde la Onic y de denuncia en la Mesa de Pueblos Indígenas, máximo interlocutor entre el Gobierno Nacional y los pueblos indígenas en Colombia. Quiere volver a su territorio, sagrado para las tribus indígenas del país, y que su hija no viva la violencia que sigue persiguiendo a las distintas etnias del país.
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Fotografía: openDemocracy.