Por: Egbert Méndez Serrano. Perspectivas comunistas. 27/09/2024.
Ayer se cumplieron diez años de los asesinatos, las agresiones contra la población y la desaparición forzada de los 43 estudiantes de la Normal Rural “Raúl Isidro Burgos” de Ayotzinapa, en Guerrero, por parte del Estado mexicano. La noche del 26 de septiembre de 2014 visibilizó el uso de la seguridad pública como parte del aparato de la industria (capitalista) del crimen organizado, en donde los tres niveles de gobierno estuvieron involucrados.
Diversas organizaciones y colectividades se dieron cita en el Ángel de la Independencia, en la Ciudad de México. Alrededor de cuarenta contingentes acompañaron a las madres y padres de los estudiantes que siguen exigiendo justicia, pues el crimen de desaparición forzada sigue impune; la marcha concluyó en el Zócalo capitalino, ahí se refirieron a López Obrador como “este personaje, que desafortunadamente nos traicionó, traicionó su palabra”, pues no resolvió el caso ni hubo avances significativos para dar con el paradero de los normalistas.
Es emblemático que detrás del arcoíris lopezobradorista, el sexenio cierre con una movilización masiva —diez mil personas aproximadamente— del conflicto que le marcó una crisis profunda al régimen político durante el gobierno de Enrique Peña Nieto. Hoy podemos decir que con Andrés Manuel, se lograron sellar aquellas fisuras de legitimidad del Estado mexicano, no sólo por su figura (reificante, para los que la asociamos con la enajenación), sino que es todo un aparato que fue mediatizando el malestar social hasta lograr una eficiente gestión sobre los conflictos, creando un clima social que —por cierto— le ha permitido al gobierno profundizar la militarización del país, sueño que Felipe Calderón no pudo realizar.

La asignación del presupuesto para la Defensa Nacional no deja lugar a dudas, para este 2024 está muy cercano a los 260 mil millones de pesos, ¡un cifra récord! Felipe Calderón cerró con 55.6 mil millones y Peña Nieto con 81 mil millones. Se trata de un pacto que le otorga varias concesiones a la cúpula militar: hoteles, puertos, aeropuertos, vías férreas, trenes, etc., donde pueden ejercer un control cuasi monopólico de los servicios que ahí ofrecen mediante diversas empresas, entre ellas Tren Maya, Grupo Aeroportuario, Ferroviario, de Servicios Auxiliares y Conexos, Olmeca-Maya-Mexica, S.A. de C.V., Aeropuerto Internacional Felipe Ángeles, S.A. de C.V. Si bien son negocios, colocan a las Fuerzas Armadas en un ascenso como fracción de clase, con la peculiaridad de que son un órgano facultado para reprimir y educado en la escuela de la desaparición forzada, al que el proyecto de la 4T ha dotado de protección e impunidad frente al caso Ayotzinapa.
Para las almas socialdemócratas, de vocación cuatroteista, estos son puntos ciegos, secundarios o simples daños colaterales, incluso sería una socialización del Ejército, lo que habría que valorar —dicen— son los avances y señalar los retrocesos, como si de una balanza se tratara. Sin horizonte estratégico, aplauden las dádivas del gobierno (becas y apoyos) como el camino a seguir para la mejora social y ciertamente hay un bienestarismo que PRI, PAN y PRD no ofrecieron, ¿pero para qué y cuál es su fin? ¿Se puede superar el capitalismo dependiente mexicano, que ha sido el origen de los problemas sociales, mediante la caridad del Estado? Claramente no. Pero no se les puede exigir este tipo de razonamientos, el fundamento de su análisis no es la crítica del capital y su superación, para ellos, son una imposibilidad los cambios estructurales, cada que se les cuestiona por qué son tan endebles las reformas de la 4T, responden que no se puede ir más allá, porque vienen los bloqueos por parte de EEUU y sus aliados nacionales y extranjeros. Cuando antaño creían ver la revolución a la vuelta de la esquina, y luego se asombraban porque cada que llegaban la encontraban más adelante, lo que nunca dijeron es que eran ellos mismos lo que la alejaban.
Antes, la clásica retórica neoliberal se centraba en apelar a la competitividad, que no era más que un eufemismo para ofrecer a las cadenas de valor norteamericanas una fuerza de trabajo barata y políticamente desarmada. El gobierno actual, con retórica progresista, apela al programa social, para seguir ofreciendo la misma fuerza de trabajo barata, disminuyendo el malestar social y buscando apagar la organización política de la clase trabajadora. Por eso, los dos caminos han afianzado las relaciones con el aparato productivo estadounidense, precarizando el trabajo, protegiendo los ejes de acumulación de capital en la industria automotriz, manteniendo una macroeconomía neoliberal (balanza de pagos, tipos de cambio, autonomía del banco central, etc.).
La marcha de ayer, prácticamente fue la última del sexenio, nos permitió apreciar qué tan profunda fue la desmovilización que el gobierno urdió durante seis años. A pesar de la aprobación de Obrador, que algunos medios calculan hasta en 80%, la gente salió a las calles a protestar por el caso Ayotizapa que no resolvió, mostrando que el desarrollo del capitalismo en México no es un concurso de popularidad, sus contradicciones lo tienen sumido en una crisis de desapariciones forzadas, las cuales no tenemos por mero azar, es una escuela de terror sistematizado que se trasmitió por el Ejército Mexicano —en el periodo de la Guerra Sucia— a la actualidad, para beneficiar los negocios del crimen organizado.
Por lo tanto, no se trata de que la buena voluntad de AMLO se haya visto coartada por “resistencias y las redes de intereses que obstaculizan la acción de la justicia”, como lo quiso hacer ver la editorial del diario La Jornada el día de ayer —diario que recibió el mayor presupuesto de publicidad oficial del Gobierno de México en 2023 —, sino de una maquinaria estatal corresponsable en las desapariciones forzadas, que usa las mismas técnicas que en los sexenios anteriores, donde el presidente es parte. No hay que hacer un gran argumento, es simple, él y su gobierno dejaron de buscar a los estudiantes, obstruyeron las investigaciones, estigmatizaron a las madres y los padres de los 43, con ello se hicieron cómplices de su desaparición, por lo que, retomando las palabras del profesor Roberto González Villareal, Andrés Manuel López Obrador es el más reciente desaparecedor.
Fotografía: Elizabeth Sauno