Por: Democracia Abierta. 28/10/2022
El presidente de El Salvador, Nayib Bukele, modificó la ley para perpetuarse en el poder lo que vaticina un futuro oscuro para el país y la región entera.
El 15 de septiembre, mientras el Salvador celebraba su día de independencia, el presidente Nayib Bukele dio a conocer su deseo de ser reelegido una vez finalice su primer mandato de cinco años.
Con su anuncio, Bukele se convirtió en el primer presidente del país que buscará la reelección inmediata, amparado por una resolución que modificó la antigua ley que impedía que los mandatarios pudieran gobernar durante dos periodos consecutivos.
Lo anterior sucedió en septiembre de 2021 cuando, en un proceso polémico, los magistrados de la Sala de lo Constitucional de la Corte Suprema, electos por aliados de Bukele en el Congreso, decidieron que los presidente salvadoreños pueden ser reelegidos tras su primer mandato, si bien la Constitución de El Salvador niega un segundo periodo para cualquier presidente .
Aon constantes las denuncias internacionales que acusan al gobierno Bukele de violaciones a los derechos humanos, pero esto no impide que el presidente “millenial”, como le apodan algunos, busque una reelección, aunque sea de forma ilegítima.
La forma más sencilla de entender cómo Bukele logró modificar las reglas de juego democrático es volver a los cimientos sobre los que ha construido su poder: eliminando los espacios de contrapeso o de control a su gestión. Biuquele ha buscado una concentración absoluta del poder y controlar el Poder Judicial. Cuando el presidente salvadoreño logró dictar qué magistrados quedaban en la Corte Suprema del país, sentó las bases poara que, hace un mes, éstos decidieran que podía lanzarse pa la reelección. Según interpretan partidariamente estos magistrados, la Constitución del país daría pie a un segundo mandato presidencial consecutivo.
La decisión de Bukele refuerza el carácter autocrático de su gobierno y pone en evidencia su hipocresía; en 2013, seis años antes de llegar al poder, aseguró en un medio nicaragüense que “ningún presidente de El Salvador puede ser reelegido, y eso para garantizar que una sola persona no se mantenga en el poder”.
Popularidad local y rechazo internacional
Desde su ascenso al poder en junio de 2019, Nayib Bukele ha ocupado portadas de medios de comunicación de todo el mundo por sus polémicas decisiones, su carácter dictatorial y sus estrictas medidas para combatir la violencia.
Por un lado, está la denominada “guerra contra las pandillas” en la que se han llevado a cabo cerca de 53.000 detenciones de muchachos señalados de ser parte de grupos delictivos y que, según Naciones Unidas, han provocado más de 6.500 denuncias de atropellos a los derechos humanos. Por otro lado, aprobó el curso legal del Bitcoin, una criptomoneda, en El Salvador, poniendo en jaque al sistema financiero.
Bukele ha demostrado su radicalismo al comparar sus acciones contra las pandillas con la erradicación del nazismo:
Para sacar adelante estas medidas, el presidente salvadoreño aprobó un régimen de excepción que suspendió derechos fundamentales y que se ha venido renovando desde marzo de 2022 sin oposición del Legislativo, controlado por el partido de Bukele.
Aunque este régimen pone en riesgo los derechos humanos, muchos salvadoreños lo han justificado asegurando que es lo que el país necesita para resolver sus problemáticas internas.
Así, no es sorpresivo que desde el anuncio de su candidatura a la reelección Bukele haya recibido el apoyo del 60% de los salvadoreños, que afirman que lo apoyarán en su búsqueda de un segundo periodo presidencial.
Todos los aspectos que la comunidad internacional califica como “graves” y como ataques a los derechos humanos, son aplaudidos por buena parte de la ciudadanía de El Salvador. La mayoría de los salvadoreños todavía no perciben que la falta de institucionalidad y de división de poderes debido a que, en el pasado reciente, los poderes públicos fueron arrasados por la corrupción.
El recuerdo de la enorme desigualdad y la impunidad que dominó el país es, sin duda, lo que permite a Bukele imponer su autoritarismo y opacidad, que se disfrazan de acciones efectivas puesto que parecen abordar las necesidades básicas insatisfechas y propiciar una mejoría de la seguridad de las calles. Bukele exhibió su juventud y su carisma, y se presentó como un salvador del descontento de los salvadoreños..
Los organismos internacionales, sin embargo, han deplorado la posibilidad de reelección de Bukele desde que se aprobara en 2021, y han hecho llamados urgentes para que la población y los entes de control de El Salvador frenen las intenciones del presidente.
El ex director para las Américas de Human Rights Watch (HRW) José Miguel Vivanco, cuando se aprobó la reelección, dijo que el hecho significaba que “la democracia en El Salvador está al borde del abismo”. La realidad es que, aunque Bukele se muestre como un líder certero y justiciero, Vivanco no se equivoca.
Si el presidente millenial gana de nuevo, El Salvador podría acompañar a Nicaragua convirtiéndose en una dictadura donde la ley ley se somete a una sola voz, a un solo hombre fuerte.
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Fotografía: Open democracy