Por: Adolfo del Ángel Rodríguez. Columna: La Serpentina. 27/01/2022
La situación política actual en nuestro país, ha sido reducido dramáticamente en un blanco y negro preocupante, ya que en el ámbito social mexicano al parecer solo se puede pertenecer a dos bandos: los que están con el presidente y los que no, es decir, los corruptos, los que pertenecen a la mafia del poder, los que no quieren al país. Es una categorización simple que, lejos de abonar al progreso del país, solo divide e impide que se pueda ver con claridad lo que sucede alrededor.
Al parecer una de las estrategias básicas que le han permitido al Presidente de la República mantenerse en el gusto del electorado es precisamente esa polarización de la sociedad, además de las dádivas otorgadas a los más necesitados, en vez de poner atención a los temas centrales del país que permitan desarrollar condiciones óptimas para un desarrollo estructural que permita una mejor distribución de la riqueza.
Analizando la situación actual del país, desde el gobierno se ha tejido la idea de que el país ahora es del pueblo, ondeando la bandera de que los “pobres son primero”, discurso con el que se inundan todos los medios oficiales, institucionalizando la idea de que ser “pueblo” es asumirse “pobre”, lo que refuerza con la idea de “austeridad republicana” con la que supuestamente opera el gobierno.
En esta situación, es conveniente recordar lo que nos dicen Berger y Luckmann (1997) acerca de la institucionalización, la cual “se genera a partir de las acciones repetidas”, que se convierten en típicas. Es el mecanismo para explicar el orden social: “Las instituciones han sido concebidas para liberar a los individuos de la necesidad de reinventar el mundo y reorientarse diariamente en él”, lo que explica la persistencia aparecer todos los días a las 7 de la mañana en las pantallas del todo el país.
Aquí cabría reflexionar en el problema que se nos presenta: que la población se asuma como pobre, es decir, que se institucionalice y que se siga haciendo un bucle en beneficio del gobierno: hay que ayudar los pobres, que cada vez son más y, como lo dice Enrique Sánchez Ludueña, “se da la paradoja de que, para seguir existiendo, tengan que mantener aquello que supuestamente solucionan. Nuestro salvador es, simultáneamente, una de las causas de nuestro problema. Al institucionalizarlo, el problema se mitiga, pero también se crea una relación de dependencia. Se reduce la capacidad de resolver la situación por uno mismo. Y se pierde perspectiva al estar encerrado en la institución” (https://www.otraspoliticas.com/politica/la-institucionalizacion-de-la-pobreza/).
Al final, lo que se nota en la superficie es la entrega de los bonos en manos de los más desprotegidos, lo que da la certeza a quienes lo reciben de que en verdad importan al gobierno, de que por primera vez en la historia son tomados en cuenta; certeza de que, sobre todo, no hay intermediarios que se queden con el recurso que deben recibir, en un acto en el que el Estado busca presencia, es decir, busca ser el “benefactor”, el bueno de la película. Ya no es una dependencia la que otorga el recurso, es el Presidente de la República.
Al institucionalizar la pobreza sin duda también se fortalece el electorado para seguir recibiendo los beneficios, sin tomar en cuenta además el bucle en el que se está entrando, pues debemos considerar “que los programas sociales son muy semejantes a los de los albores del neoliberalismo en México -tipo Solidaridad-. Además, se financian con austeridad y redistribuciones administrativas que nunca serán suficientes; así que la legitimidad política que dan los periodos de crecimiento y distribución está limitada de antemano”, (https://robertogonzalezvillarreal.com.mx/wp-content/uploads/2021/06/amlo-1.pdf) así que cabría preguntarnos hasta cuándo serán sostenibles o qué habrá que sacrificar para poder seguir siendo viables.
Pensar que solo las dádivas o el ataque a la corrupción son la solución para sacar adelante al país, es reducir el problema a lo mínimo, es decir, a lo cotidiano, a resolver el aquí y el ahora, cuando su conformación es un entramado complicado que requiere atenderse desde diferentes perspectivas, lo que requiere un arduo análisis para comprender que “tras la sobre-explotación, la precarización, la depredación ecológica, los feminicidios, el racismo, la homofobia, la pigmentocracia, no se encuentra la corrupción solamente, sino el capital, el neoliberalismo, el heteropatriarcado; es decir, todos los dispositivos de opresión sistémica que el capital ha ensamblado” (https://robertogonzalezvillarreal.com.mx/wp-content/uploads/2021/06/amlo-1.pdf). Así, mientras la pobreza se institucionaliza, se invisibilizan los problemas que en realidad importan, pues al parecer a este gobierno le interesa estar en el top ten; le gustan los reflectores y estar presente en las pantallas de los hogares mexicanos todos los días, sin falta, a costa de no querer ver más allá de la inmediatez de su popularidad.