Por: Hugo Aboites. La Jornada. 14/03/2016
Los resultados válidos y confiables, como los llama el INEE (La Jornada 1/3/16, pág. 4), del examen a 103 mil maestros de educación básica, atestiguan el enorme poder de distorsión de esa prueba. En primer lugar, porque ha hecho a un lado instrumentos más integrales, y se la ha colocado como el criterio único para el despido de profesores. Así, pueden no cumplirse otras evaluaciones (como portafolio), pero por negarse a presentar examen, 3 mil 360 serán despedidos, mientras otros 14 mil, clasificados insuficientes, ya están en la mira. Si consideramos estos datos como una muestra, significa que más de 15 por ciento (alrededor de 250 mil) en el futuro estarán despedidos o a punto de serlo.
En la historia laboral de este país es difícil recordar un recorte tan masivo del personal de una empresa o dependencia. Si se toma en cuenta lo que ocurrió con el SME –donde menos de 43 mil desempleados, bien organizados, se convirtieron en dolor de cabeza para dos gobiernos– podrá imaginarse lo que el INEE ahora regala a un país ya envuelto en una turbulencia de serias proporciones.
Peor aún, y en segundo lugar, los resultados muestran que la prueba es un monumento a la visión y pensamiento únicos. Si se tiene en cuenta que en 13 estados (de 28 que a la SEP reportan) la proporción de los profesores y profesoras consideradas insuficientes está por encima del promedio (que es de 12.2 por ciento) y el más alto tiene 28.7 por ciento, y el más bajo 5 por ciento, con 8.5 por ciento en la Ciudad de México, es evidente que los conocimientos y competencias considerados importantes en una región del centro no lo son en muchas otras, porque el porcentaje de insuficientes no debería tener variaciones tan profundas de un estado a otro, sobre todo cuando se sabe que la formación de los maestros normalistas es la misma en todo el país, que imparten las mismas materias o grados, trabajan con el mismo libro de texto. Disparidades tan profundas entonces sólo son explicables por condiciones locales, por la enorme diversidad de enclaves culturales y sociales que tiene el país y cada estado, que obligan a los profesores a utilizar y familiarizarse con un perfil de conocimientos y competencias distinto al certificado como único y verdadero de la autoridad evaluadora central. Por eso, con la prueba se está despidiendo mayoritariamente a los de los enclaves más pobres y alejados culturalmente del centro del país.
Se despide a los maestros más necesarios por su experiencia, origen y cultura local, los que mejor pueden apoyar a las enormes mayorías de población rezagada de México. Este don que hace el INEE al país es también, a mediano plazo, tremendamente explosivo, porque profundiza las enormes desigualdades y tendencias a la fragmentación que ya experimenta México.
A los evaluadores del INEE, sin embargo, esto no parece interesarles, y cuando hablan de validez y confiabilidad de la evaluación se refieren al examen mismo, no a sus implicaciones. En su lenguaje técnico, confiable significa que un instrumento mide adecuadamente; válido significa que lo que mide es precisamente lo que se quiere medir. Si se calcula el diámetro de la cabeza de una persona, el resultado en milímetros es bastante confiable, exacto, pero no es válido si se dice que ese resultado muestra su grado de inteligencia, como se creía hace un siglo. En el caso del examen del INEE, para empezar, éste no es confiable porque si bien la computadora cuenta con exactitud el número de aciertos y errores, ese resultado no tiene, ni puede tener una exactitud milimétrica.
Margen de error es el nombre inocente que dan los evaluadores al hecho de que los resultados puedan variar por razones que no tienen que ver con la sabiduría del evaluado. Por ejemplo, si el examen se presenta en la tarde y no en la mañana, con calor, en condiciones de hacinamiento, durante largas horas, bajo fuerte estrés, con preguntas confusas por irrelevantes y es de alto impacto en la vida personal y laboral, inevitablemente se reflejará en los resultados. Por otro lado, durante décadas se ha constatado que las mujeres y los hombres de origen popular (es decir, la mayoría de los maestros) reiteradamente aparecen con bajos puntajes. ¿Una prueba confiable?
El examen tampoco es válido, porque el INEE asume lo inaceptable: que un número alto de aciertos en una medición de competencias y conocimientos significa un buen docente. Es cierto que sin conocimientos básicos no tendremos buenos maestros, pero el solo saber no garantiza lo fundamental del magisterio: el compromiso y dedicación con sus estudiantes y sus comunidades, la capacidad de entender los referentes culturales que ellos tienen y sus expectativas, los obstáculos y ventajas que poseen para educarse, y otros muchos otros rasgos que constituyen la mayor riqueza y fortaleza que puede tener un sistema educativo. Son precisamente estos, quienes tienen mayor entereza ética, luchan y se rehúsan a un pésimo examen, los que están siendo despedidos.
Para Alma R., una enorme y cariñosa bienvenida. Solidaridad con los profesores Agustín y Enrique Ávila, y Alejandra Monette.
*Rector de la UACM
Fuente: http://www.jornada.unam.mx/2016/03/05/opinion/015a2pol
Fotografía: eluniversal