Por: Raúl Prada Alcoreza. 23/12/2024
Hay gente que busca repetir la historia de una manera forzada, a través de montajes y manipulaciones, de puestas en escena. Sabemos que la historia no se repite dos veces, sino una como realidad y la otra como comedia; empero, hay dispositivos de poder encargados de inventar la historia de nuevo, mediante procedimientos políticos, sobretodo mediante procedimientos que alteran o buscan alterar el imaginario colectivo. Hoy asistimos a uno de estos intentos de repetir la historia por segunda vez, para tal efecto se recurren a imágenes que imitan lo que ocurrió alguna vez, mediante las cuales tratan de demostrar que está volviendo a ocurrir. Por ejemplo, en Bolivia un supuesto Estado Mayor del Pueblo aparece en la escena, comandando bloqueos de caminos, como queriendo parecerse a los bloqueos de caminos y las marchas que se desataron durante la movilización prologada del 2000 al 2005, que derrocaron al modelo neoliberal y a los gobiernos de la coalición neoliberal, abriendo un proceso constituyente, del que ya hemos hablado, del que ya hemos hecho una evaluación crítica en varias exposiciones y escritos.
Sin embargo, se trata de dos contextos distintos, diferentes, contrapuestos. Resulta que el partido que ha gobernado durante dos décadas se encuentra en crisis, escindido, embarcado en una guerra intestina por la sucesión en el gobierno, suponiendo que el mismo partido vuelva a gobernar a través de las elecciones en el 2025. Algo que parece difícil, si es que no es imposible, dada la crisis, el colapso, la implosión del partido y de la forma de gobierno clientelar.
Esta gente de los agenciamientos políticos, de las estructuras de poder de los nuevos totalitarismos, considera en serio que se puede repetir la historia, con tan sólo aparentar que las condiciones de posibilidad se repiten, aunque se lo haga de una manera espectacular, por medio de montajes y procedimientos teatrales. Al incidir en los imaginarios colectivos se hace creer que la historia se repite. Sin embargo, no ocurre esto, ni puede ocurrir, no solamente porque se trata de contextos distintos, sino, sobre todo, porque las condiciones de posibilidad históricas son diferentes. Las condiciones de posibilidad de la movilización prolongada del 2000 al 2005 tiene que ver con la crisis del modelo neoliberal, implantado desde 1985, tienen que ver con la crisis social, que desató esta proyecto de ajuste estructural, que, en resumidas cuentas, replantea, de manera privada, la continuidad del despojamiento y de la desposisión del modelo colonial extractivista del capitalismo dependiente. Lo que ocurre en la tercera década del siglo XXI radica en la crisis del modelo colonial extractivista del capitalismo dependiente, sobre todo de la crisis política de la forma de gubernamentalidad clientelar. La sustitución de la convocatoria por entusiasmo, que corresponde a la primera gestión de gobierno neopopulista, 2006-2009, con la expansión intensiva y compulsiva de la conformación de clientelas, derivó, en la segunda década de gestiones de gobiernos neopopulistas, en un agotamiento, en un desgaste y en un deterioro de esta forma de gubernamentalidad clientelar. Remarcando la manera como se apropia del excedente nacional la burguesía rentista que gobierna. Este agotamiento y deterioro del ciclo de la forma de gubernamentalidad clientelar derivó rápidamente en la escalada de violencias proliferantes. Se recurre a la violencia para mantenerse en el poder, una vez que ni las clientelas son tampoco leales, ni quieren mantener su fidelidad a un gobierno, que ha disminuido el caudal prebendal.
La escisión del partido oficialista gobernante en dos alas no es otra cosa que el síntoma de su colapso. Que la pugna interna haya sido llevada al escenario nacional, como si fuera un problema del pueblo boliviano y no de un partido, justo del partido en crisis, que gobernó, intensificando extensivamente el modelo colonial extractivista del capitalismo dependiente, es muestra de una desesperación sin límites. Es muestra del asombro de los protagonistas políticos en su propio lecho de muerte. Se trata de estertores, que se pretenden ocultar, encubrir, camuflar, tratando de convencer, sin argumentos, de manera insostenible, con poses estrafalarias que de lo que está en juego es la “salvación del país”. Lo dicen personas que lo han destruido, que han asesinado el proceso de cambio, que han desnacionalizado los hidrocarburos, que han restaurado el Estado nación colonial, poniéndole el nombre de Estado Plurinacional; lo que parece ser una ironía.
Lo que llama la atención, en esta repetición histórica, por medio de procedimientos políticos, es que se trata de una ofensiva de las corporaciones empresariales del cultivo y la producción de la hoja de coca excedentaria, además de la industrialización de la cocaína. Estas corporaciones han declarado la guerra al pueblo y a la sociedad boliviana, han declarado la guerra a las naciones y pueblos indígenas de tierras bajas y de tierras altas. Para hacerlo, para efectuar esta acción bélica, escondiendo los objetivos subyacentes, objetivos de enriquecimiento privado, gremial, corporativo, cuyo epicentro se encuentre en la región del Chapare, se perpetra la ofensiva, que consiste en la búsqueda de la expansión del control territorial de los cárteles a todo el país. La simulación consiste en presentar esta ofensiva corporativa como si no se tratara de una proyección del lado oscuro del poder, sino del “interés nacional”. Por eso es que se denominó a la marcha anterior a los bloqueos, de la que hablamos y de los que mencionamos, “marcha para salvar a Bolivia”. Como dijimos en un escrito anterior, es sintomática esta “salvación de Bolivia”, precisamente por los que la destruyeron durante dos décadas, asesinando el proceso de cambio, perdiendo la gran oportunidad para la transformación estructural e institucional del país, optando, más bien, por el enriquecimiento privado de la burguesía rentista que gobierna.
¿Quiénes y que son los que buscan hacer creer que la historia se repite y con ella las condiciones de posibilidad de esta repetición? Esta es la pregunta. ¿Quién es y que opera en la incidencia en el imaginario colectivo, de tal manera que la sociedad crea que se repite la historia, incluso con sus mismas condiciones de posibilidad? Otra pregunta: ¿Cuál es la estructura de poder que hace posible estas maniobras, estas manipulaciones, esta incidencia en el imaginario colectivo? Ciertamente no podemos pensar en una estructura de poder estática, más bien, tenemos que pensar en los desplazamientos y en las transformaciones de esta estructura de poder, por lo tanto, en sus metamorfosis. En otras palabras, la pregunta también puede plantearse de la siguiente manera: ¿Cuál es la estructura de poder que sostiene la forma de gubernamentalidad clientelar? De la misma manera, tenemos que buscar en el devenir político y social el desplazamiento y la transformación de esta estructura de poder, que sostiene a la forma de gubernamentalidad clientelar.
La burguesía rentista que gobierna sostiene la expropiación del excedente y su privatización, en propias manos, en los mismos dispositivos del Estado a su disposición. Son las mismas estructuras del Estado subalterno las que sirven de instrumento de apropiación del excedente nacional, en manos de la burguesía rentista, en el gobierno, que supone una jerarquía piramidal en la misma estructura burocrática de los aparatos del Estado.
Sin embargo, la estructura estatal no es más que el instrumental mediante el cual se expropia el excedente nacional, por parte de la burguesía rentista que gobierna. La estructura de poder tiene que ver con el modelo colonial extractivista del capitalismo dependiente. La estructura de poder, de la que hablamos, se encuentra estructurada y conformada en las mismas relaciones de dependencia, que suponen, a su vez, estructuras de poder mundial, que tienen que ver con la colonialidad y el sistema mundo capitalista, regido ya, en la actualidad, por el capital financiero especulativo y extractivista. No hay que olvidar tampoco que estas estructuras de poder de la dependencia también han experimentado desplazamientos y transformaciones. No solamente hablamos del dominio monopólico de las transnacionales, del sistema financiero internacional, de la orden mundial de las dominaciones, sino también hablamos de lo que hemos denominado el lado oscuro del poder, que se da también de manera globalizada.
Le economía política de la producción, distribución, tráfico y consumo de drogas y estupefacientes, sobre todo, en el caso que nos compete, del estupefaciente más cotizado, la cocaína, es una economía política que funciona internacionalmente, además está imbricada y atraviesa el lado institucional globalizado de la economía mundo. En pocas palabras, el conglomerado de cárteles está imbricado en el conglomerado de trasnacionales del sistema mundo capitalista, bajo la dominancia del capital financiero, especulativo y extractivista. Lo que llamamos el lado oscuro de la economía y el lado oscuro del poder ya no está en la sombra, no está oculto, tampoco se halla en condición opaca, sino se trata de maquinarias de poder y de controles territoriales, que forman parte indispensable de la actual sistema mundo capitalista. Precisamente transformado por la concurrencia de todos estos dispositivos de poder, de todos estos agenciamientos de poder y de todas estas estructuras de poder mezcladas, en una conformación barroca del poder, del capital, de las dominaciones, en la actualidad. Dominaciones altamente concentradas en una minoría, en una hiperburguesía que maneja el mundo a su antojo.
Ya no se puede eludir que como estructura causal de la crisis múltiple del Estado nación, mal llamado Estado Plurinacional, y del modelo colonial extractivista del capitalismo dependiente, se encuentran las corporaciones mafiosas, que ya no se satisfacen con el control territorial regional y de los circuitos, los recorridos de los tráficos y de los mercados ilícitos. Sino que se ha pasado a una etapa donde estas corporaciones mafiosas, que atraviesan las instituciones del Estado y lo controlan, que atraviesan el lado institucional de la economía y lo controlan, requieren, dicho de manera taxativa, del control pleno del poder, es decir hacerse cargo del poder. En consecuencia, la estrategia ha cambiado. Como dijimos, en escritos y en exposiciones anteriores, la señal de este cambio de estrategia y tácticas, del peso y proyección de las corporaciones mafiosas, ha cambiado; esto se ha hecho patente en la crisis política y del narcotráfico en Ecuador. Cuándo se dio la marcha, que se puso el nombre eufemista de “salvar a Bolivia”, escribimos que también en Bolivia aparecían los síntomas y señales de este cambio de estrategia y de tácticas, por lo tanto, de objetivos y finalidades de las corporaciones mafiosas, en este caso de los cárteles.
El actual bloqueo de caminos, que tiene sitiada a Cochabamba y que se extiende a Mairana, tiene como núcleo operador, es decir, como estructura operante a las corporaciones mafiosas, asentadas en la región del trópico de Cochabamba. El objetivo es hacerse cargo del poder y tener un control nacional territorial. A propósito, no se trata, como siempre hemos dicho, de una lucha entre el bien y el mal; esta concepción religiosa heredada no ayuda a la comprensión, al entendimiento y el análisis de lo que está ocurriendo, de la crisis múltiple en el presente. Se trata del desarrollo mismo de las estructuras del poder, tanto del lado institucional como del lado oscuro de las estructuras del poder, del lado visible y del lado oscuro de la economía, del lado institucional y del lado no institucional de la economía y del poder. Las transformaciones se dan en el mundo de manera rápida, repercuten esas transformaciones con la misma velocidad en los países, en la geografía política de los Estados nación. Hablamos de un mundo integrado, por lo tanto, de estructuras de poder y de la adulteración de la economía a escala mundial.
Camuflaje político
La simulación, el mimetismo, el camuflaje son procedimientos y estrategias que ya se encuentran en los organismos biológicos y de la naturaleza. El humano ha desarrollado estos procedimientos y estrategias en los ámbitos sociales y políticos, en los juegos de poder y en la guerra. Por eso, no podemos sorprendernos que la estrategia de dominación, expansión y control territorial nacional, por parte de las corporaciones mafiosas se camufle de interés político para el país, se autodenominen a marchas y bloqueos de acciones obligadas para “salvar el país”, se planteen objetivos que se presentan como reivindicaciones sociales, cuando no lo son, cuando son metas de los cárteles en concurrencia.
El problema es que para el logro de los objetivos del camuflaje político, la resonancia de los medios de comunicación les ayuda, puesto que ponen como noticia, como si fuese cierto, por lo menos, creíble, por lo menos, dicho por los protagonistas, entonces convertido en noticias sensacionalistas, que se trata de reivindicaciones sociales o reivindicaciones políticas con el objetivo de salvar al caudillo déspota y a Bolivia. Los analistas también caen en esto de servir de eco, de espacio de resonancia a las artimañas de las corporaciones mafiosas. Hace un tiempo dijimos que se trata de una guerra de cárteles y no de una guerra política, si se quiere, la guerra política es usada para encubrir la guerra de los cárteles por el control territorial, esta vez ahora por el control territorial nacional.
El otro problema es que la sociedad y el pueblo se encuentran vulnerables ante esta ofensiva bélica de las corporaciones mafiosas. El gobierno, que corresponde a una de las alas de la forma de gubernamentalidad clientelar y del partido oficialista, es cómplice de esta ofensiva, porque no la afronta, sino, más bien, intenta negociar para resolverla. Las organizaciones, empresas y colectivos afectados por el bloqueo de las corporaciones mafiosas solo recurren a denuncias y a iniciar juicios, procedimientos muy débiles para afrontar una guerra declarada. Por lo menos, hay que tomar en cuenta lo que hicieron otras sociedades y otros pueblos ante la ofensiva de los cárteles. En México se organizaron autodefensas, que los enfrentaron, los hicieron retroceder. Incluso el Estado mexicano ha criminalizado estas autodefensas y, en el fondo, ha defendido a los cárteles. Si la guerra ha sido declarada, hay que afrontarla, aunque no se quiera la guerra, de lo contrario se anticipa una rendición, un dominio absoluto y un control territorial nacional de parte de las corporaciones mafiosas.

LEER EL ARTÍCULO ORIGINAL PULSANDO AQUÍ
Fotografía: Pradaraul