Por: Adrian Lutvak. 29/11/2024
Elon Musk rompió Twitter. Lo compró, cambió las reglas y lo puso al servicio de la ultraderecha global. Ahora y precipitado por el triunfo de Donald Trump mucha gente se plantea que es momento de dejar esa red social mientras crece como alternativa Bluesky ¿Cómo llegamos hasta acá? ¿Tiene sentido abandonar la plataforma?
¿Cómo empezó todo?
Twitter nació en 2006 por la iniciativa de un pasante que trabajaba en la empresa Odeon: Jack Dorsey. La idea era simple: una plataforma de microblogging con 140 caracteres para conectarse con amigos y conocer gente, pero un terremoto en San Francisco en agosto de 2006 fue el primer ejemplo de que la red social también servía para difundir noticias y otro tipo de acontecimientos.
A partir de ahí su crecimiento fue exponencial: en 2007, el actor Chris Messina inventó el hashtag, las protestas por la elección de 2009 en Irán fueron uno de los primeros grandes movimientos políticos donde esta red tuvo protagonismo y en 2011 fue Barack Obama el primer presidente en hacerse una cuenta en Twitter.
Uno de los problemas que tuvo históricamente esta plataforma fue la rentabilidad, ya que no generaba las millonarias ganancias que daban otras de su tipo como Instagram, Google o Facebook. Al igual que muchos de los proyectos del primer internet, Twitter era un espacio de mucha libertad sin publicidad ni funciones pagas pero con el tiempo se fue incorporando la mercantilización y la dinámica de la polarización se metió cada vez más en el funcionamiento de la plataforma.
Ernesto Calvo en el libro Anatomía política de Twitter en Argentina anticipa en 2015 con el análisis del caso #Nisman cómo el efecto de “cámara de eco” funcionaba en esta red. El algoritmo de la plataforma nos muestra a aquellas personas que piensan como nosotros, algo contraproducente para el diálogo, las posiciones intermedias y que favorece la radicalización de las posturas.
Lo que vino después fue un avance feminista a nivel internacional que tuvo como epicentro la Argentina y #NiUnaMenos, un hashtag impulsado por periodistas en Twitter. La contraofensiva o “backslash” que respondió a ese movimiento tuvo también en esta red un lugar fundamental. Pero hay dos momentos que generaron un punto de quiebre en esta historia y explican la llegada de Musk: la pandemia y la elección de 2020 que perdió Trump y terminó con la toma del capitolio en enero del 2021. En estos dos sucesos la plataforma tuvo una política de restringir mensajes de desinformación, suspender cuentas que difundan fake news y el momento culmine fue la suspensión permanente de la cuenta de Donald Trump por incitación a la violencia (que creó su propia red, Truth Social). Estas medidas fueron rechazadas por distintos sectores y en particular por el millonario dueño de Tesla que empezó ahí su campaña por hacerse cargo de la red social de pajarito para “defender la libertad de expresión”.
Y de repente llegó X
2022 fue el año que finalmente Elon Musk, la persona más rica del mundo según Forbes, se hizo cargo de Twitter. No fue una adquisición fácil sino más bien todo lo contrario. Fue una negociación donde el magnate realizaba ofertas públicas en sus tweets, y tras idas, vueltas y judicializaciones finalmente logró alcanzar un acuerdo por el que pagó 44.000 millones dólares, un precio que según especialistas estaba muy por arriba de su valor real.
El 27 de octubre Musk se hizo cargo de la empresa y despidió más del 80% de la planta. Una de sus primeras medidas fue la amnistía para cuentas suspendidas, incluyendo la de Trump, y según varios especialistas encargados de monitorear discursos de odio en redes a partir del desembarco del magnate, desde entonces se multiplicó exponencialmente el contenido racista, misógino y homofóbico en esta nueva etapa.
Uno de los mayores cambios tuvo que ver con la mercantilización de la plataforma y el lanzamiento de Twitter Blue/X Premium que cambió el sistema de verificados en la plataforma. A partir de esta modificación, quienes pagan el verificado tienen mucha más impresiones y alcance, así como también se incluye la función de monetización que permite a usuarios recibir remuneración si tienen muchas impresiones. También se limitó la función de bloqueo permitiendo a los usuarios ver el contenido público de las personas que los bloquearon. El efecto en la plataforma fue muy alto, se redujo el alcance de las cuentas “comunes” y multiplicó la llegada de cuentas verificadas dedicadas al baiteo y el trolleo que se dedican a generar escándalo o polémica para poder monetizar.
Las elecciones de este año de Estados Unidos (donde Trump volvió a la presidencia) fueron un nuevo punto de inflexión. Elon Musk jugó muy fuerte tanto que fue uno de los principales actores de la campaña y en compensación fue nominado a ocupar un cargo estatal, similar al de Federico Sturzenegger, en el nuevo gobierno republicano. El algoritmo de X apostó fuerte por el triunfo Trump destacando publicaciones a su favor, ocultando y restando alcance a las demócratas y el mismo Musk se dedicó a difundir fake news. Por ejemplo, el New York Times analizó cómo en cinco días el dueño de la plataforma hizo 171 publicaciones de las cuales un tercio eran falsas, engañosas o carecían de contexto.
Finalmente el martes 5 de noviembre Trump se impuso en las elecciones y la respuesta que tuvieron millones de usuarios fue irse de X, convencidos de que se había convertido en un espacio tóxico dominado por los discursos de odio, totalmente mercantilizado y muy alejado de la posibilidad de informarse y debatir. Una alternativa que apareció en este contexto fue la aplicación Bluesky que llegó recientemente a los 20 millones de usuarios, todavía muy lejos de los 550 millones que dice tener X.
Buscando el cielo azul
Bluesky nos recuerda en varios sentidos al viejo Twitter. En primer lugar por su estética y su interfaz, también por las personas que lo impulsaron ya que fue fundada por el propio Jack Dorsey cuando aún trabajaba en Twitter. Pero la principal diferencia es que es una aplicación descentralizada y de código abierto. Eso significa que es público el funcionamiento de la plataforma y su algoritmo, que se puede interoperar con otras aplicaciones. La descentralización garantiza que si un magnate compra la plataforma, como sucedió con Twitter, la empresa no es dueña del contenido de todos los usuarios.
De todas maneras, no es la primera vez que sucede. Ya han habido varios intentos de paralelizar a Twitter/X: a la mencionada apuesta de Trump por Truth Social, se le suma que en julio de 2023 Meta lanzó Threads aprovechando el descontento que estaba generando el nuevo X. Asimismo, existe la red Mastodon que tiene un planteo similar a Bluesky sin la propaganda de tener atrás a los creadores de la red del pajarito.
Entonces, ¿qué argumentos a favor y en contra existen al momento de pensar la posibilidad de dejar X?
- La salud: El ambiente en X es tóxico y estamos viviendo en una sociedad donde los problemas de salud mental por el uso problemático de la tecnologías es moneda corriente. Si esta red está afectando tu salud mental es lógico y esperable querer abandonarla y buscar plataformas que nos generan menos daño.
- La desinformación: El portal español Maldita.es hizo un interesante manifiesto de por qué quedarse en Twitter (a propósito no lo llaman X) reconociendo que se convirtió en una herramienta de desinformación al servicio de la ultraderecha pero que es necesario estar ahí para dar la pelea aunque sea en condiciones desfavorables. Para denunciar, para escuchar y no solo hablar con los propios, y para organizar a nuestra comunidad para profesionalizar la lucha contra la desinformación.
- La batalla legal: X está en una disputa abierta con distintos gobiernos y estados del mundo. La justicia de Brasil prohibió la plataforma por no suspender las cuentas de usuarios que fueron parte del intento de golpe de Estado en ese país y logró finalmente torcerle el brazo a Musk. En el medio de ese conflicto Lula se subió al enfrentamiento y fue uno de los primeros mandatarios en crear su cuenta de Bluesky aunque cuando se resolvió el conflicto volvió a X. En este momento existe un conflicto abierto de la plataforma también con la Unión Europea aunque todavía no resuelto.
- La militancia: Hace tiempo en El Grito del Sur venimos recalcando la necesidad de organizar la militancia del campo popular en el mundo digital. La ultraderecha tiene más recursos pero también tiene una jerarquización organizativa para la intervención política en las redes que nosotros no tenemos. En este momento, por lo menos en Argentina, es discutible el sentido de abandonar una plataforma que según Data Reportal usa el 47% de la población. Estamos bastante a la defensiva en la batalla cultural para además darnos el lujo de abandonar espacios. Aunque sí o sí, ante un escenario tan adverso, es necesario dar la disputa con organización y en comunidad.
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Fotografía: El grito del sur