Por: Rami Abou Jamous. 10/06/2025
Ayer, en la zona de Al-Mawassi, Rafah y Khan Younès, en el sur de la Franja de Gaza, miles de palestinos se abalanzaron sobre un nuevo puesto de “distribución de ayuda (in)humanitaria” que el ejército de ocupación había establecido con la asociación estadounidense con sede en Suiza Gaza Humanitarian Foundation (GHF), y que está protegida por la empresa de seguridad estadounidense Security & Risk Solutions (SRS).
Debéis haber visto las imágenes que muestran a la gente corriendo para recibir paquetes. Porque tiene hambre. Desde hace dos meses, nuestro pueblo no tiene nada que comer ni beber. Al ver estos centros, la gente se apresuró por llegar a ellos. Esto sucedió en Rafah, es decir, en medio de un terreno baldío grisáceo, porque la ciudad ha sido completamente arrasada. ¿Por qué tomaron esta decisión? Para obligar a la gente a ir hacia el sur. Es el arma del hambre: comida a cambio de desplazamiento.
Ayer era una primera prueba. El centro estaba instalado en la rotonda llamada Bandera, al oeste de la ciudad. Para atraer a los habitantes de Gaza, los israelíes publicaron fotos en las redes sociales. En ellas mostraban a personas recibiendo cajas que contenían todo lo que le falta a Gaza: un kilo de harina, un kilo de azúcar, arroz, aceite vegetal, galletas, etc. El ministro de guerra israelí, y el propio Netanyahu, lo han dicho claramente: esta distribución tiene como objetivo animar a las personas a desplazarse hacia el sur de la Franja de Gaza. Más bien deberíamos decir “para obligarlas”, porque en la situación de hambre en la que se encuentran las y los habitantes de Gaza, esta ayuda alimentaria puede marcar la diferencia entre la vida y la muerte.
Conducidos entre paneles… como las ovejas
Las condiciones debían ser las siguientes: un paquete de ayuda por padre de familia y por semana. Cada padre de familia tenía que presentar un documento de identidad para recibir una autorización de seguridad que demostrara que estaba clean (limpio), es decir, que no formaba parte ni de Hamás, ni de la Yihad Islámica ni de ninguna facción. El tamaño y la composición del paquete dependerá del número de personas por familia.
Pero ayer el ejército de ocupación abrió la puerta a todo el mundo, sin verificación de identidad. Hemos visto a miles de personas haciendo cola, incluidos niños de doce años e incluso niños más pequeños. Comenzaron a reagruparse en pasillos, que no hay duda de que habían sido instalados por los propios israelíes, y no por SRS. Estas colas estaban flanqueadas por chapas muy reconocibles: se encuentran en todos de los puntos de paso israelíes en territorio palestino, en Erez, en la frontera con Israel de antes de la guerra, pero también en Cisjordania, como en Kalandia, el punto de control en la carretera de Ramala. Los llamamos halabat, como los pasillos que utilizamos para canalizar a las ovejas, para llevarlas a beber… o al matadero.
Entonces la multitud aumentó y comenzó la avalancha. Los hombres de la empresa de seguridad estadounidense se retiraron. Los soldados israelíes, que no estaban lejos, comenzaron a disparar al aire. Obviamente, no querían disparar a la multitud, como de costumbre, por miedo a hacer fracasar la distribución. Les hubiera gustado demostrarle al mundo que su sistema funcionaba y que las y los gazatíes habían venido porque odiaban a Hamás y preferían a los occidentales. Pero cayeron en su propia trampa. Ciertamente, la gente vino en gran número. Pero se lo ha llevado todo (no me gusta usar el término “saquear”): las cajas de comida, e incluso… los halabat, siendo estas chapas un objeto muy buscado en Gaza, donde se utilizan para construir refugios improvisados. También se han llevado las mesas sobre las que se distribuía la comida, para hacer leña que alimentará los hornos de arcilla, la única forma de cocinar alimentos.
Así que fue un fracaso lamentable. El SRS ha anunciado la suspensión de la operación durante veinticuatro horas, pero creo que llevará más de un día. Quieren introducir nuevas medidas de seguridad y, sobre todo, lanzar el verdadero dispositivo destinado a atraer al Sur a quienes, como yo, viven en el norte del enclave, creando varios centros de distribución de ayuda alimentaria. El más cercano debería instalarse dentro del corredor de Netzarim, que corta la Franja de Gaza en dos a unos kilómetros al sur de la ciudad de Gaza. Pero será un desplazamiento unidireccional, advirtió el ejército israelí. Quienes, procedentes del norte, entren en el corredor para recibir ayuda alimentaria no podrán dar media vuelta. Solo podrán ir hacia el sur.
Está claro, sigue siendo la misma estrategia de guerra psicológica: fingir que nos están salvando dándonos de comer, mientras nos destruyen. Al mismo tiempo, ha habido masacres como nunca se había visto.
Misiles que carbonizan todo donde golpean
Todo el mundo ha quedado impactado por la imagen de la niña de cinco años, Ward Al-Shaikh Khalil, que se escapaba, en medio de las llamas, de la escuela donde acababa de morir toda su familia. Esta escuela, bombardeada por Israel, albergaba a personas desplazadas. La familia de Ward era parte de ellas, ya se habían trasladado varias veces, huyendo al comienzo de la guerra de su barrio de Chajaya, en la ciudad de Gaza, para ir a Rafah, luego a Khan Younès, luego a Deir el-Balah, para regresar a la ciudad de Gaza después del alto el fuego, como muchos otros desplazados; como mi familia y yo.
La familia Al-Khalil había encontrado su casa de Chajaya destruida. Habían plantado una tienda de campaña sobre los escombros. Pero cuando Netanyahu violó el alto el fuego en marzo, Chajaya fue invadida por el ejército israelí, y la familia de Ward tuvo que huir de nuevo, para refugiarse en su último refugio: esta escuela donde fueron quemados vivos. Víctimas de una nueva tecnología israelí: misiles que carbonizan todo donde golpean. Este es un ejemplo de la estrategia israelí: alimentar y matar. Esta es la estrategia de todo poder colonial: debilitar a los colonizados para que necesiten ser rescatados. Nos matan las 24 horas del día, ejercen un bloqueo total de la franja de Gaza; y al mismo tiempo, quieren hacernos creer que es Hamás quien nos priva de comida, y que ellos, los israelíes, están aquí para salvarnos. Porque son el ejército “más moral del mundo”.
El resultado es una gran confusión en la mente de las y los gazatíes. A muchas personas les cuesta entender exactamente qué está pasando. ¿Los israelíes quieren nuestro bien? ¿Por qué nos golpean y al mismo tiempo nos dan de comer? Lo que buscan, en realidad, es destruirnos psicológicamente, destruir nuestro sentido de lo real. El enemigo que nos bombardea las 24 horas del día es ahora el socorrista.
Israel dice en esencia: sí, os privamos de comida porque Hamás está desviando la ayuda humanitaria. Utiliza este pretexto desde el principio. Comenzaron a detener la ayuda humanitaria debido, dijeron, a las bandas de beduinos u otros que saqueaban convoyes a mano armada.
El saco de harina… a 1000 euros
Como ya he dicho, sabemos que estos clanes de saqueadores están protegidos por los propios israelíes, utilizando drones que atacan a los hombres que intentan proteger los convoyes. Como por casualidad, en Rafah no queda casi nadie excepto el ejército y las bandas palestinas armadas con kalashnikovs. El ejército dice estar allí para proteger la ayuda humanitaria. ¿Pero proteger de qué y de quién? Mientras trabaja hombro con hombro con estos clanes mafiosos.
Hoy es Hamás quien está acusado de desviar la ayuda humanitaria. Puede que sea cierto, tal vez no. A menudo he tenido esta discusión con muchos amigos, entre ellos diplomáticos que me dicen: “Hay informes que demuestran que Hamás está desviando la ayuda”. Respondo con una pregunta: “¿Ya que tienes informes confiables y serios, debes saber por qué Hamás hace esto?” Pero no, no lo saben. Entonces digo: “Si fuera cierto, sería para revender la ayuda para pagar a los empleados, o para dar comida y bebida a la base popular de Hamás. Pero solo tienes en cuenta la versión israelí”.
Si 500 camiones de ayuda humanitaria pasaran todos los días, ¿Hamás los secuestraría ? Si todo el mundo tuviera lo necesario, no habría compradores. Lo experimentamos después del alto el fuego y la apertura de las terminales. La ayuda humanitaria había entrado en grandes cantidades, y el saco de 25 kilos de harina había caído a 5 shekels, es decir, 1,25 euros. Hace tres días, pagué por el mismo saco el equivalente a 1.000 euros. Sí, has leído bien, 1000 euros.
Las y los palestinos somos siempre escuchados con desconfianza
Si realmente quieres el bien de los palestinos que intentan sobrevivir en Gaza, haz pasar mucha más ayuda humanitaria y el mercado paralelo desaparecerá. Desafortunadamente, la mayoría de la gente todavía cree lo que dicen los israelíes, y no la palabra de las y los gazatíes. A veces nos escuchan, a veces a medias, pero siempre con desconfianza. Pero cualquier afirmación de alguien que no sea ni gazatí ni esté aquí se toma como algo serio.
Es por eso que los israelíes prohíben la entrada en la Franja de Gaza a los periodistas extranjeros, diplomáticos y, en general, a cualquier persona concernida por esta realidad. Llevamos mucho tiempo viviendo esto: nuestra palabra siempre pasa al final. Por supuesto, hay excepciones, cuando estos observadores externos son verdaderos conocedores de Gaza, como el historiador francés Jean-Pierre Filiu, a quien conocí durante su estancia de un mes en Gaza, de la que ha escrito un libro que acaba de publicarse. Sé que su historia tiene una gran repercusión en Francia, y se lo agradezco.
Le digo al mundo occidental: no escuchen a los israelíes. Es el ocupante. El ladrón no dice: “Estoy robando”. El asesino no dice: “Estoy matando”. Y cuando la víctima dice: “Me matan, me roban, me hacen morir de hambre”, no miente. Sin embargo, esta inversión de roles funciona. Nosotras y nosotros, las víctimas, somos designados como los verdugos. La máquina de guerra está acompañada de una máquina mediática.
Dejad de mirar el señuelo de Hamás
¿Quieres detener esta hambruna? Inunda Gaza con ayuda humanitaria. Y deja de mirar el espantapájaros de Hamás. Israel lo ha estado usando durante mucho tiempo. ¿Israel quiere que pasemos hambre? Es por culpa de Hamás. ¿Israel quiere deportarnos a todos a países extranjeros? Es por culpa de Hamás.
También tengo un mensaje para Hamás. No voy a volver a hablar de la diferencia entre valentía y sabiduría, pero hay que mirar más allá de la punta de la nariz, hay que mirar muy lejos. El proyecto israelí es la deportación, es un proyecto que pone en juego la existencia misma de los palestinos. No hay que darle a Israel el más mínimo pretexto para llevarlo a cabo. Sé que los negociadores presentes en El Cairo o Qatar están haciendo otros cálculos. Piensan que hay que mantener una posición firme, hacer una demostración de fuerza al ocupante. Ciertamente, Hamás sigue siendo fuerte, sigue teniendo una base popular. Tal vez no sea erradicado, pero la población lo será. Hay que ser pragmático. No es una vergüenza levantar la bandera blanca si es por el bien de nuestra población. El plan israelí ya no está oculto, está sobre la mesa. Es la deportación de 2,3 millones de personas palestinas. ¡Detened eso! ¡Haced cualquier concesión! Incluso si sois fuertes, si no quedan palestinas y palestinos en Palestina ya no habrá Hamás. Debe entender que estos miles de víctimas que se apresuran hacia el verdugo para conseguir un paquete de comida es la imagen de su derrota, que es la peor humillación de nuestro pueblo, y que esto debe parar, a cualquier precio.
28/5/2025
Traducción: Faustino Eguberri
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Fotografía: Viento sur. Gaza-reparto-alimentos. Palestinos desplazados transportan suministros de socorro de la Fundación Humanitaria de Gaza (GHF). Rafah, 29/5/2025. Foto: AFP.