Por: José Manuel Ferrández Verdú. 29/08/2022
José Manuel Ferrández escribe sobre el tiempo, que hay científicos que dicen que no existe.
En portada: «Time waits for no one», de Federico Granell
Un grupo de periodistas de investigación, alarmados por unos científicos, se han puesto a buscar tiempo para hacer un reportaje acerca de una teoría nueva que afirma que el tiempo podría no existir. Al no encontrar tiempo de ninguna manera para poder dedicarse a este asunto han concluido, con enorme regocijo de dichos científicos, que en verdad el tiempo no existe y por tanto es imposible llegar tarde a ninguna parte, por lo que se largaron de vacaciones a las Bahamas, dejando sus puestos de trabajo abandonados, con la intención de reincorporarse cuando les viniera en gana, debido al gran descubrimiento de aquellos científicos con los que al final no tuvieron tiempo de reunirse, pues no podrían llegar tarde ni aunque quisieran.
Lástima que hayan tardado tanto de eso que dicen que puede que no exista, como diría Rajoy, en averiguar tan grande cosa, porque me habría gustado quedarme en los treinta o cuarenta y no pasar de ahí. Pero bueno: hay que conformarse con lo que le toca a cada uno, y yo, con 69, estoy en la mejor edad para el amor, y el amor es lo más importante del mundo, tanto si uno tiene de eso que dicen que puede que no exista, como diría Rajoy, como si no. Sin embargo, estos físicos, para tranquilizarnos un poco de esa pérdida tan inesperada, ellos mismos se han molestado en buscar un buen sucedáneo para sustituir a eso que diría Rajoy, y que no es otra cosa que la causación. Dicen que lo que hay entre los fenómenos son causas y efectos pero nada más. Alabado sea Jesucristo, acabáramos, así ya está todo tan claro como un día hermoso de primavera.
Por tanto, entre la causa y el efecto sólo hay filfa, morralla, pérdida de eso que diría Rajoy, que ojalá se hubiera dedicado el pobre a la física para poder atinar con explicaciones tan claras como éstas. Horarios de trenes y aviones, o de clases y trabajos no es por tanto más que una monstruosa construcción tardocapitalista y neoconservadora propia de una sociedad decadente y puritana que tan solo busca la desesperación, las prisas y la neurosis del común de los mortales. Y la gente se muere porque le da la gana, no porque los años los vayan borrando poco a poco.
Con lo bien que se vive sin horarios, y ahora seguro que los físicos que han suprimido lo de Rajoy nos van a pedir el oro y el moro como compensación por tan agradable hallazgo. La vida es por tanto una auténtica pérdida de eso que diría Rajoy, y los huesos de Parménides estarán dando saltos de alegría en la tumba al ver por fin confirmadas sus doctrinas sobre la inmovilidad de todo. Citarse con una chica o un chico a una hora en un lugar es, por tanto, una aberración, y un mal paso la mayor parte de las veces , como lo demuestran las estadísticas de divorcios. Si yo golpeo una bola de billar, lo que tarda en golpear a la otra es sólo causalidad, lo cual está clarísimo, y si encima hago la carambola en el billar francés, entonces podemos hablar de casualidad pura.
El famoso libro de Heidegger Ser y tiempo, ya no se va a llamar así, sino que su nuevo título será Ser y lo que diría Rajoy. Además, ahora es posible entender que Proust estuviera casi toda su vida buscando algo que no existe, sobre todo entre los abanicos de las marquesas y condesas que salen a todas horas en sus libros morrocotudos, que parece que en París no había gente normal por aquella época, sino que todo el mundo era finísimo. Hume, en cambio, va a sufrir directamente las consecuencias, pues a pesar de haber demostrado con una claridad cegadora que entre los fenómenos sensibles no puede haber la relación de necesidad que atribuimos a las causas, se va a tener que tragar todas sus palabras a la vista de las ecuaciones de estos jóvenes físicos, entre ellos un italiano llamado Rovelli, experto en una teoría rarísima llamada teoría de buches o bucles, no estoy seguro, que sustituyó a la famosa teoría de cuerdas, la cual llegó a postular hasta 11 dimensiones para el universo, como si con seis o siete no hubiera suficientes para todo el mundo. Se nota que es gente muy rumbosa a la que le sobran las dimensiones y no saben qué hacer con ellas, por lo que las aprietan en sus teorías como si fueran sardinas en escabeche.
Esta teoría de cuerdas trataba de unir la teoría cuántica con la gravedad relativista sin llegar a nada que pudiera ser comprobado con algún experimento, y claro, entonces ya es cuestión de fe, que tampoco es manca. Ahora bien, habiendo italianos de por medio, aunque sean de Verona, la ciudad del amor de Shakespeare, y de la tragedia, como he comentado antes, tengo que abrigar dudas sobre el origen de esas ecuaciones tan exageradas, que dios sabe de dónde las habrán sacado, y no me extrañaría que fueran de contrabando o bien cosa de la Mafia o la Cosa Nostra que quiere vendernos esa droga moderna de la prisa con la que nunca tenemos lo que diría Rajoy para nada de nada, sino que nos embarga la premura y siempre llegamos tarde donde nadie nos espera.
José Manuel Ferrández Verdú (Orihuela, 1953) es escritor y dibujante. Ha trabajado como escribiente durante treinta años y ha ganado un premio de cuentos cortísimos acerca de las costumbres secretas de los irlandeses, titulado O’Connor y publicado en esta misma revista. Así mismo, ha publicado relatos en las revistas La Lucerna y Empireuma, es colaborador habitual de la revista El Murmullo, que dirige Manuel Susarte, y ha escrito la novela La Torre de los Músicos, publicada en formato digital en Scribd, así como el libro Doce novelas imposibles, inédito, siguiendo el modelo de las novelas ejemplares de Cervantes, admirable poeta español de los siglos XVI-XVII.
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Fotografía: El cuaderno digital