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EL MILAGRO SERÍA QUE SE CALLARA.

por La Redacción enero 23, 2018
enero 23, 2018
1,1K

Por: Matilde Cancelos. El Ortiba. 23/01/2018

Reportaje exclusivo a Milagro Sala, a dos años de su arbitraria detención

La carta al estimado Horacio Rodríguez Larreta volvió a desempolvar un costado de Milagro Sala clausurado durante mucho tiempo. Como el saludo desde el balcón de su celda sui generis cuando preguntó a un gendarme por Santiago Maldonado, la dirigente de la Túpac Amaru vuelve a decirle al mundo que podrán fabricarle los peores tormentos, pero que los dos años de prisión no le quitaron el humor con que desarma las fuerzas del mal. Milagro acaba de reparar una bacha oxidada de la casa de La Ciénaga, cocinó puchero para ella y su compañero y protesta porque no puede creer que el Secretario ad hoc de Nación haya elegido Jujuy para comenzar a federalizar el nuevo plan nacional de derechos humanos. “Yo espero que con ese compromiso, Jujuy comience a dar libertad a los presos políticos. Que dejen de despedir a los compañeros de los ingenios: en Ledesma se están quedando desocupados, Blaquier tiene que pagar los sueldos en tiempo, el Ingenio La Esperanza tiene que incorporar a los compañeros echados, actualizar sueldos, aguinaldo. Para hablar de derechos humanos, les falta muchísimo”, dice y no para de hablar.

A dos años de la detención de la primera presa política del gobierno de Mauricio Macri, algo parece haber cambiado en la mirada de los últimos meses. La cárcel doméstica de La Ciénaga continúa con todos los controles: seguridad extrema de 26 cámaras, gendarmes por todos lados, cerco perimetral alambrado y tres días de visita a la semana, explica a El Cohete A la Luna la dirigente de la Túpac. Sin embargo, existe algo distinto: su poderoso olfato de lidereza colla para sentir el olor de la calle, le dice que no todo es igual. “Los compañeros están reaccionando: cada uno a su manera, pero si me permitís quiero decirte algo sobre el disciplinamiento que quieren imponer Macri y Morales. Lo que pasó en diciembre es que miles y miles de compañeros les dijeron: disciplinamiento, las pelotas. Y cuando ves que te dicen: ‘Estoy presente en la calle pidiendo por los jubilados, porque no quiero que me quiten el trabajo, por la Asignación Universal por Hijo, por los discapacitados, por los ex combatientes de Malvinas’, lo que ves es que han querido disciplinar con el miedo y la represión, pero no pueden, no han podido. No pueden”.

Pasaron dos años: ¿te imaginabas estar todavía presa?

Es aburrido estar todo el día metida acá, porque soy una persona que le gusta hacer cosas. Pero para mí es todo nuevo: en la cárcel tenía horarios de entrada y salida de la celda o para estar en el patio con la ranchada. Acá es diferente: el único compañero que tengo todos los días es mi marido Raúl. Charlamos, me actualizo de política. Hoy me desayuné, por ejemplo, con que estuvo (Claudio) Avruj. ¡Justo acá donde están violando todos los tratados internacionales! ¡Dónde está Blaquier, que es muy amigo de Gerardo Morales!

Llama la atención que nuevamente sea Jujuy. Siempre es zona ensayo.

No te olvides que a nosotros nos usaron como ensayo, ratitas de experimento. Acá aplican todo, y luego aplican en Buenos Aires. Está visto. Pusieron los jueces que ellos querían. Armaron una justicia para ellos, como Macri arma una justicia para él. Y esto te da plena certeza que la decisión es avanzar sin importar a quién tienen que reprimir. Avanzan y aplican el ajuste. Te llevan por delante y después cuando decís que son unos atrevidos, dicen: ¡Mirá cómo habla de mal! Los escuchás hablar contra la violencia y a favor de la paz social, pero hacen lo contrario. Acá hubo una marcha grandísima estos días por la muerte de un chico, Matías Puca: hasta hoy no se sabe, o sí se sabe por rumores, quiénes lo mataron. La marcha molestó al gobierno. Y eso es importante: si ellos decían que teniendo a Milagro presa se terminaban los cortes de calle, o terminaban los cortes de ruta o terminaban las marchas, sucede lo contrario. En este último tiempo hubo muchísimos cortes de ruta, por ejemplo Ledesma y La Esperanza. Pero también protestaron los estatales y maestros. A los maestros les dieron dos budines y una sidra por el bono navideño para cerrarles la boca y los profesores y los maestros fueron a dejarle la sidra y el budín a la Casa del Gobierno.

Hace un mes hubo una enorme marcha de mujeres. Pareciera que, pese a tu detención, efectivamente vuelve la calle.

Hay muchísimas marchas. Contínuamente. Si venís, vas a ver comercios cerrados. El 24 y 31 los comercios solían estar abiertos hasta las seis de la tarde, pero esta vez directamente no abrieron. Es un claro ejemplo de Jujuy: no está nada bien. Hay un retroceso muy grande. Hay gloria y mejor vivir pero para los funcionarios judiciales y del Ejecutivo o para los familiares que arman empresas. Eso es corrupción. Y a mí me quieren presa para que ellos puedan seguir robando y ejerciendo el poder sobre los que menos tienen.

¿Qué cambió en estos dos años?

Cambió el contexto en el que estos tipos quisieron amedrentar. Quisieron que la gente tuviera miedo para volver a darle los negocios a las empresas amigas de la construcción, por ejemplo. En estos dos años bajaron a muchísimos cooperativistas: 15.000 personas ya no trabajan. Y hay hambre para todos. Acá, cuando cobraban nuestras cooperativas se movía todo el comercio y hoy el comercio no se mueve. No sólo perdió el mercado de ropa o zapatillas, perdieron la construcción y los proveedores. Las cooperativas movían un mercado muy, muy grande porque trabajábamos para que puedan tener trabajo las organizaciones mucho más chicas. Decíamos que todos teníamos derecho a comer, a trabajar, a vestir a sus hijos y mandarlos a la escuela. Y yo no fui a Uruguay a votar como parlamentaria, porque mínimamente ya teníamos algo hablado con el gobierno nacional sobre las cooperativas de la Túpac Amaru. Pero no había nada para las otras organizaciones. Quien te habla dijo en ese momento: “No. Es pa’todos o pa’nadie”.

Y pasó lo contrario: perdió la Túpac. Los dirigentes de organizaciones chicas terminaron arrodillados ante Morales. Antes, si aumentaba la luz, las organizaciones sociales iban y pedían explicaciones. Si aumentaba el boleto de colectivo, iban y pedían explicaciones. Eso molestó. No podían hacer sus negocios. ¡No podían! Sabían y decían: Van a venir las organizaciones a cuestionarnos. Se peleaba el aumento de agua y gas. Y lo repito porque nosotros no permitíamos que metan las manos en los bolsillos de los que menos tienen y ahora pasa eso: ellos lo que tienen es terror de que eso vuelva a pasar.

¿Y dentro tuyo, qué cambio?

Una vez dije que me preparé para muchas cosas pero nunca para estar en la cárcel. Si me preguntan si volvería hacer todo, digo que sí. Pero al comienzo no entendía nada. Y lloraba. Y me daba bronca. ¡Porque soy humana, eh! Por mis venas corre sangre, soy de carne y hueso, por los ojos corren lágrimas, muchas lágrimas. Y no podía entender por qué había tanto odio. Con el tiempo me di cuenta que todo esto es porque no perdonan que las organizaciones puedan tener una pileta de natación, el centro de salud, mandar los hijos a la escuela, ponerse las zapatillas que quieran, tener un celular, un auto, una moto o una camioneta.

¿Hubo algo bueno en estos dos años?

¿Sabés qué? Uno vio que dejó una semilla plantada. Hace más o menos un año, la gente tenía mucho miedo pero comenzó a despertar. Comenzó a nacer esa flor de rebeldía. Eso hubo de bueno. Y eso es lo que veo. Hoy los cortes son esas semillas y me da alegría: me hace sentir que no está todo perdido, que hay compañeros que tienen claro cuál es la Jujuy que quieren, esa es la semilla de la resistencia.

Tal vez la misma semilla que alguna vez te engendró a vos. En estos días, el Concejo Deliberante de Ledesma sacó una declaración contra los despidos del Ingenio. Parece histórico. Pero me hiciste acordar al comentario de una concejal: Nosotros somos tranquilos, dijo, pero una vez que perdemos las plumas, no nos para nadie.

Es así. Patricia (Gutierrez de Unidad Ciudadana) fue un cuadro muy importante que ganó en la tierra de Blaquier, también hay dos concejales del Frente de Izquierda. ¿Y qué quiere decir lo que hicieron? Que Ledesma no está de acuerdo con lo que está haciendo Blaquier. ¿Te imaginas eso en un pueblo donde todo depende de Ledesma para poder comer, para poder vivir? La gente quiere dignidad. Y eso es lo que se logró.

Hoy también hay algo distinto: Milagro Sala es una celebridad en el mundo.

(Muere de risa.) No me gusta halagarme, pero hasta hoy no puedo creer cómo se conoce nuestra organización en tantos lugares. Te juro que no puedo creer cuando vienen de España, Italia pero también de Salta o Tucumán, compañeros que no son de la Túpac pero militan por la libertad de los presos políticos. Que son de otras organizaciones o que no portan banderas políticas. Nos hacen sentir que no estamos solos, que tenemos un movimiento enorme.

Muchos dicen al visitarte se van transformados. Que se llevan algo. ¿Qué les das?

(Otra vez muere de risa.) Hablamos de muchos temas. De política, del país, de Latinoamérica. Y cuando los veo bajoneados, les digo lo que puse ahora en una carta: uno no tiene que pensar que están avasallando sus derechos, tiene que pensar que hay otros que están peor. Que no tienen qué comer o quedaron sin trabajo.

¿Podías pensar así en la cárcel?

Sí. Cada vez que nos enterábamos del cierre de una fábrica o de despidos, yo decía: ellos están peor que yo. La pelearon, pero siguen así.

En el último juicio de las bombachas, te vimos hablar sin parar frente a alguna cámara. ¿Qué pasó?

La verdad es que me tenían la boca blindada en el penal. No me dejaban hablar con nadie. Y por eso, quise decir muchas cosas pero dije lo que pude. Es feo cuando te vendan la boca y no podes defenderte. Horrible cuando te meten causa tras causa y salís en todos los medios acusada de muchísimos delitos. Y tener que ver eso. Que se te caigan lágrimas de los ojos. Y que estés sola. Y no te puedas defender. ¿Cuántas veces viví eso adentro de la cárcel? Y acá mismo también. Que quieras hablar y no puedas. Bueno, ese día fui con ese objetivo, y no se los conté ni a mis abogados. No quería que no se pusiesen nerviosos.

Dijiste que no querías que te defendiesen más, para evitar que los llenen de sanciones.

Más que nada fue para cuidarlos, porque no puede ser que cada vez que me defienden o discuten, los entren a acusar. Ellos son recontra-compañeros. Es digno y merecido los abogados que tengo, pero no lo digo por mí, sino porque son defensores del campo popular, porque el nombre de Milagro Sala representa el campo popular. Porque, de nuevo, lo que estos tipos no quieren es que el campo popular tenga vehículo, casas, celular. ¿Te acordás de González Fraga y el aire acondicionado? Uno dice: ¿por qué no puedo comprar un par de zapatillas Adidas? ¿Una casa? ¿Por qué no puedo vivir bien? ¡¿Qué: el que nace pobre tiene que vivir pobre?! ¡¿Por qué no puedo tener una moto?! Escuchame: yo me fui de mi casa a los 16 años, he laburado todo una vida, ¿y no tengo que tener nada? Ellos defienden eso: son abogados del pueblo, no son abogados de elite.

Conociste a algunos cuando defendían a las víctimas de lesa humanidad.

Yo les decía que estaban locos: ¡meterse contra estos tipos de la dictadura! Era duro porque no se lo iban a perdonar. Y duro, no porque una se cague en las patas, sabés que no soy así. Pero les decía: ¿ustedes qué espalda tienen para sostener esto? ¿Quién va a responder por ustedes si les hacen algo? Y ellos alguna vez me dijeron: Y, las organizaciones sociales. Y yo dije: ¡ups!

Como diciendo: de quién hablan.

Así. ¿A quién le hablaban? Un día, un pueblo tenía problemas. Un tipo de Salta sacó a los escopetazos a los pueblos originarios. Es más, hirió a dos o tres hermanos. Nos enteramos y fuimos muchos, muchos. Los compañeros empezaron a ir en colectivos, camiones, hasta que llegamos al lugar. Era un lugar muy pero muy muy lejos. Lleno de arena, ripio y arena otra vez. Y llegamos. Y logramos que estos tipos se vayan y devuelvan las tierras. Nos dijeron que era una locura lo que hacíamos, pero así comenzamos a compartir actividades. Después estuvimos marcha tras marcha de los organismos de derechos humanos en San Salvador, Calilegua y Libertador. Y empezamos a entender que los compañeros desaparecidos eran compañeros igual a nosotros, que luchaban por un buen vivir, tener casa, salud, educación, lo mismo que peleábamos nosotros. Lo mismo. Teníamos a una maestra compañera, Arédez, que daba clases en la escuela secundaria Germán Abdala de nuestra organización y explicaba por qué había que lucharla. O por qué Blaquier debía estar en la cárcel. Y al final se logró imputarlo pero después, por supuesto, la Cámara de Casación de Buenos Aires —la misma que me condenó a mi, la misma— absolvió a Blaquier. Mirá vos lo que es la vida.

Digamos que así como molestó el momento en que ustedes se convierten en partido político, también molestó Blaquier.

Un día se hizo la marcha del 24 con muchísimos compañeros, grandísima, no sé, había 200.000 personas. Y al otro día renuncia el juez, asume otro juez y ahí fue cuándo imputan a Blaquier porque ese expediente lo tenían guardado bajo cinco llaves. Bueno, esas cosas pasaron: ese es también uno de los principales motivos por los que me tienen metida acá en la cárcel.

¿Qué te ayuda estos días?

Estoy leyendo unos libros que me mandaron con la historia de compañeros de la década del ’60 y 70 a los que les armaban causas por corrupción, asociación ilícita, enriquecimiento. Y es como que empieza a cerrarme por qué te llenan de causas. O por qué me quieren en la cárcel. Y me hace sentir que estos tipos tienen miedo por esa historia: por lo que uno viene militando, porque no les va a ser fácil cerrarme la boca. No pienso tirar la toalla. Ya avanzaron mucho, me dañaron mucho, me lastimaron mucho, lastimaron a mi familia, perjudicaron a los compañeros que se quedan sin trabajo para que otros sepan lo que puede pasarles. Pero esa rebelión volvió a nacer en las calles de Jujuy. No sólo con los compañeros de los ingenios, con los estatales, con el caso de Matias Puca. Y no hizo falta que esté Milagro Sala, esa es la semilla que uno puso con mucha humildad, está y quiero agradecer por esa rebelión. Muchísimos comenzaron a salir a las calles a defender sus derechos. Y eso me deja tranquila. Y sucede no sólo en Jujuy sino el país entero. El país empezó a reaccionar.

Todo está muy mal, pero es cierto que si te quedas con los gases y las balas no vas a ningún lado.

Los compañeros reaccionan. Cada uno tiene una manera distinta. Yo no quiero justificar nada de nadie. Pero te puedo decir algo sobre el disciplinamiento que quiere imponer Macri y Morales. Lo que pasó en diciembre es que miles y miles de compañeros les dijeron: disciplinamiento, las pelotas. Y fijate lo que pasa: después de cada avance de ellos, uno mira y te terminás riendo. Yo a veces me río de todas las bajezas que me hacen. Estos tipos creen que alguna vez me van a terminar aniquilando, ¿has visto? Pero para ellos soy colla, india, rebelde y así es mi pueblo, y no nos van a disciplinar ni hacer bajar la cabeza. Fijate lo que pasó en el juicio de las bombachas. ¿Viste cómo llegué? Haciendo bromas. Es un circo, pero de ellos: creen que uno tiene que llegar con la cabeza gacha, pero conmigo particularmente no, y creo que los argentinos están demostrando que no nos van a disciplinar fácilmente. No se disciplina con el garrote, ni con bala de goma, ni quitándole los derechos a los trabajadores. No es de esa manera. Hay que ponerse algo más duro en el cuerpo y preguntarse, ahora cómo viene.

¿Qué sería ponerse algo más duro? ¿Un chaleco? ¿Con qué nos podemos cuidar?

Algo más duro, sería esto: formar conciencia. Si vos formas conciencia no vas a recular en nada, y disculpá que use esa palabra.

LEER EL ARTÍCULO ORIGINAL PULSANDO AQUÍ.

Fotografía: el ortiba

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