Por: Carolina Vásquez Araya. Iberoamérica Social. 24/03/2018
La violación sexual es una agresión cruel, física y psicológicamente devastadora.
Los números son contundentes; miles de niñas, niños y adolescentes son violados cada día en cualquier escenario: la intimidad de su hogar, el ámbito académico, la parroquia, el camino a la escuela, el contexto de una guerra. No importa en dónde, su integridad es amenazada con la sola presencia de un hombre dispuesto a agredirlos en cuanto la oportunidad le sea propicia. Parece una historia de terror pero sucede cada día en cualquier punto del globo, oculto por el miedo y la vergüenza.
¿De dónde surgió la idea de que las niñas son presa a disposición del cazador? ¿Cuándo se reformaron los códigos y las leyes para proteger a los depredadores sexuales para interpretar -con cómplice benevolencia- su costumbre de cometer ese horrendo crimen contra víctimas indefensas como un rasgo de virilidad? La violación es una de las peores formas de violencia contra una niña o una mujer, constituye un acto vil cuyas consecuencias van mucho más allá de la destrucción de la autoestima, la marcan en todos los aspectos de su vida y definen sus relaciones futuras.
En esta especie de holocausto lento contra la niñez también toma parte protagónica el pensamiento patriarcal instalado en innumerables comunidades, el cual permite a los padres dar a sus hijas menores en matrimonio aun en contra de leyes establecidas para evitarlo. No solo las entregan a un adulto en contra de su voluntad, sino además cobran por ese intercambio transformándolas en simple mercancía, convencidos de que las mujeres están destinadas a servir y no tienen derecho a tomar decisión alguna respecto de su vida y su destino.
Entonces es cuando todo esfuerzo por generar cambios en el imaginario colectivo adquiere una enorme relevancia, es cuando los movimientos feministas adquieren un impulso adicional al enfrentar los prejuicios y la oposición pétrea de un patriarcado destinado a extinguirse por opresivo, violento, discriminatorio e ilegal. Es cuando se toma conciencia de los mensajes sutiles destinados a construir barreras y crear guetos con el único propósito de impedir el empoderamiento de las mujeres en todos los escenarios de la vida pública y privada. Es cuando toca involucrarse de manera directa desvelando los mitos y destruyendo todos esos estereotipos con los cuales hemos sido programados desde la niñez y hemos reproducido con las sucesivas generaciones…
LEER EL ARTÍCULO COMPLETO AQUÍ
Fotografía: Iberoamérica Social