Por: Greta Rico. 05/01/2024
La crisis climática y los fenómenos naturales relacionados representan un desafío para la seguridad alimentaria, sin embargo hay esperanza en el campo, donde familias campesinas de Oaxaca y Guerrero, han sobrevivido a la sequía y al huracán Otis, gracias a sus prácticas milenarias para sembrar maíz nativo y hacer milpa, protegiendo y fortaleciendo al mismo tiempo las semillas que han cuidado por generaciones
Pasaron entre ocho y diez mil años para que la planta de teocintle se transformara en lo que ahora conocemos como maíz. La evolución de esta planta marcó a las civilizaciones de Mesoamérica, y se volvió esencial para la vida.
La adaptabilidad del maíz a diferentes condiciones geográficas y atmosféricas le ha permitido sortear toda clase de adversidades, prueba de ello son las 59 razas conocidas que existen en México, un país tan grande y diverso.
Tan sólo en la Ciudad de México, esta particular condición hizo posible que el maíz se adaptara a las chinampas de Xochimilco y Tláhuac, a los cerros de Milpa Alta, y al frío de Tlalpan.
Sin embargo, hoy el maíz enfrenta algunas amenazas: el desarrollo inmobiliario que busca desalojarlo, una industria que prioriza los químicos y los transgénicos cancerígenos antes que las prácticas agroecológicas, y el cambio climático, con los fenómenos naturales que implica: sequías, granizadas, plagas, olas de calor, ciclones y huracanes.
Las familias campesinas, las mismas que desde tiempos ancestrales resguardan y protegen las semillas de maíz nativo, para sembrarlas cada año, garantizando así su mejoramiento y adaptabilidad, saben que, a pesar de todo, la respuesta ante la emergencia climática sigue estando justamente ahí.
Lo saben en Oaxaca, donde durante el 2023, de acuerdo con el Centro Demostrativo de Permacultura “El Pedregal”, llovió sólo la tercera parte de lo usual, un motivo de alarma para los cultivos de este y los años que vienen.
Pedro Santiago es un campesino del municipio de Huayapam. Él y su familia siempre han sembrado milpa. En años anteriores, cosechaban hasta 3 toneladas de maíz, que era suficiente para el autoconsumo de su familia e incluso podía vender el sobrante. Este año, la sequía acabó con su cosecha de frijol y calabaza.
Pedro sabe leer las nubes y el cielo, así decide cuándo sembrar la semilla para que pueda llegar a buen término. Sabe que el clima no se puede predecir y que “así es la cosecha”, pero también sabe cómo cuidar y defender la semilla, por eso va a reservar la mayor parte para sembrar el próximo año.
Margarita Pérez vive en Santa Cruz Etla, otro de los pueblos que forman los Valles Centrales de Oaxaca, ella no perdió por completo su cosecha de maíz, pero las mazorcas salieron de la mitad del tamaño que generalmente se logra, lo que al menos permitirá seguir preservando y volver a sembrar la semilla que ha estado en su familia por generaciones.
El año que viene también se prevén condiciones de sequía y calor extremos. De acuerdo con las alertas de la Comisión Nacional del Agua, Oaxaca está siendo afectado por condiciones de sequía excepcional.
De hecho el Fondo Mundial para la Naturaleza (WWF por sus siglas en inglés) advierte que “México es altamente vulnerable al cambio climático debido a sus condiciones geográficas, económicas y sociales”.
Sin duda la prueba más reciente de lo anterior ocurrió en Acapulco Guerrero, cuando en tan sólo 40 horas el fenómeno meteorológico llamado Otis, se convirtió en un Huracán de categoría 5, tocando tierra en ese puerto, el pasado 25 de octubre de 2023.
Medios internacionales, especialistas y organismos internacionales, han destacado que la intensidad de este fenómeno es sin precedentes y que puede asociarse al calentamiento que están teniendo los mares. Incluso la UNAM alertó que huracanes de esta naturaleza podrían repetirse con mayor frecuencia.
Además de afectar las costas de Acapulco y tener un impacto en su actividad turística, el huracán afectó a otros cinco municipios de Guerrero, incluyendo Coyuca de Benítez, en donde aún viven familias campesinas que hacen milpa y cultivan maíz, no para la venta, sino para el autoconsumo.
En Coyuca de Benítez, Alejandro Hernández y Aurelia Santos siembran milpa y otros productos para el autoconsumo, y si bien el huracán dañó buena parte de su cosecha, se mantienen optimistas, aun cuando saben que la cantidad de maíz que tienen almacenado no les va a alcanzar para alimentar a toda la familia el resto del año.
Un par de semanas después del huracán, en el puerto de Acapulco, en donde buena parte del alimento no se cosecha, sino que se compra, era casi imposible encontrar comida fresca o que no estuviera enlatada, pero la familia de Alejandro y Aurelia se seguían alimentando con los granos de la cosecha del año pasado.
Así como en Oaxaca y en Guerrero, familias campesinas a lo largo del país que han resguardado y defendido el maíz por generaciones, buscarán la manera de adaptar las semillas para que puedan resistir a condiciones climáticas más extremas. Sus conocimientos no son producto de años de estudio académico, sino de una herencia milenaria, y del trabajo constante con la tierra.
Durante la realización del proyecto “Maíz Chilango”, todas las personas entrevistadas coincidieron en que el “maíz no es una cosa”, sino una relación de cuidado entre la tierra y los pueblos y comunidades campesinas.
En todas ellas, aún hay conocimiento, soberanía alimentaria, y la esperanza de habitar un mundo en donde la alimentación sea un derecho y no un privilegio. Seguir hablando de maíz, y de seguridad y soberanía alimentaria ante la crisis climática en todo México es necesario, porque también es esperanza y resistencia.
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Fotografía: La dobe. A pesar de la pérdida de su cosecha de maíz y otros productos derivados de la milpa, destinados al autoconsumo y la venta, la familia de Pedro Santiago logró rescatar algunas pequeñas mazorcas en noviembre de 2023. Esto les permitirá conservar la semilla que ha estado en su familia por generaciones, en la comunidad de Huayapam, un municipio de los Valles Centrales de Oaxaca, en México / Greta Rico