Por: Líneas De Fuga. 04/07/2020
Existe en nosotros como seres humanos una experiencia fundamental que es característica de nuestra especie y que no podemos eludir: la experiencia de la nada. La nada, a diferencia de los entes, no se nos presenta como un objeto que nos hace frente, sino que como una experiencia/sensación/vivencia, que no es exclusiva de filósofos, artistas, académicos o eruditos. Todas las personas experimentos en algún momento la nada. La nada se experimenta a partir de un determinado estado de ánimo: la angustia. La nada se descubre en la angustia. Todos en determinados momentos hemos sentido angustia. El estado de ánimo de la angustia nos abre las puertas a la experiencia de la nada, y es ahí en donde afloran las preguntas fundamentales de la existencia: ¿Cuál es el sentido de la vida? ¿Qué hago aquí? ¿Qué es el ser? ¿Por qué el ser y no la nada?
En nuestra sociedad actual LA NADA se hace carne, se cronifica, se materializa y se expande en una inmensa acumulación de dispositivos, de espectáculos y de mercancías. Todo lo que experimentamos se experimenta como vacío. Como nada. Esta experimentación generalizada la podemos entender como la crisis de la presencia.
La presencia es la manera en que nos relacionamos con el mundo en su totalidad. Hay diferentes tipos de presencia; las hay del tipo más leve, más auténticas, más espesas, más nocivas, más potentes. A lo largo de la historia occidental la presencia ha sido de tipo soberana, es decir, autoritaria. La palabra soberano viene del latín superanus, compuesta de super (encima, más) y el sufijo anus (pertenencia, procedencia, relación). Soberano se refiere a alguien o algo que tiene autoridad por sobre el resto. Esta presencia soberana podemos situarla históricamente en los inicios de la modernidad capitalista (pensemos en Descartes: pienso, luego existo), en donde se establece una separación entre nosotros y el mundo, entre nosotros y las demás especies, entre nosotros y nuestra comunidad, entre nosotros y nosotros mismo. Esta separación que la presencia soberana autoritaria inaugura, hoy en día entra en colapso y en crisis. Este colapso es la crisis de la presencia generalizada, la cual, no olvidemos, EXPERIMENTAMOS.
La crisis de la presencia es la experiencia de nuestra situación actual, en donde cae y colapsa todo aquello que teníamos garantizado; colapsa nuestra percepción, nuestra unidad, nuestra comunidad, y al mismo tiempo, el proyecto de la modernidad (la presencia soberana) y el proyecto del capitalismo (en este punto modernidad y capitalismo coinciden). Marx, en el capítulo 1 del Capital analizó la mercancía, aquella célula de la economía burguesa, la cual contiene en sí profundas contradicciones y la cual está repleta de reticencias metafísicas, fantasmagorías y abstracciones. La mercancía en el momento en que aparece, despliega una determinada metafísica, es decir, un determinado mundo y un determinado modo de aparecer de las cosas. Este mundo que la mercancía inaugura es el mundo del capital.
La expansión final y total de la mercancía Tiqqun la entiende, al igual que Debord, bajo la forma del Espectáculo. El espectáculo es el momento en que la mercancía ocupa todas las esferas de nuestras vidas; el espectáculo es el movimiento autónomo de lo no viviente. El nacimiento del Espectáculo como fase final del capitalismo, coincide con el nacimiento de un nuevo tipo de ser humano en la tierra que evidencia la crisis de la presencia que hablamos: el Bloom.
El Bloom es el residuo de la sociedad capitalista. Es la última fase del proletariado. Es aquella persona fragmentada y separa de principio a fin, es aquella persona en que la angustia es constante, y en donde el Espectáculo a través de distintos dispositivos se encarga de mantenerlo en la angustia. Es decir, para el Bloom, la angustia más allá de ser una experiencia fundamental que comparte con todas las demás personas (!) y que lo coloca en la experiencia de la nada (como apuntamos más arriba), es una forma de control. Los dispositivos mantienen el control de la angustia y aparentemente quieren ayudarnos a salir de ella, pero sólo la alimentan, la envían a un sitio donde no se vea y donde crece silenciosamente hasta desbordarse. Los dispositivos funcionan como placebos. La crisis de la presencia está allí en el sufrimiento cuando falta el amor, en el aburrimiento cuando no está el teléfono, en la familia pequeño-burguesa que no tiene el televisor al momento de almorzar, en el economista sin su “libre mercado”. La crisis de la presencia está en todas partes y es más intensa dependiendo de las situaciones y las maneras de afectarse que tiene cada quién. La experiencia de la crisis de la presencia generalizada se apacigua gracias a los dispositivos. Estos dispositivos, en la medida en que crecen cuantitativa y cualitativamente, nos despojan de nuestra capacidad de enfrentarnos a la angustia, y en última instancia, de enfrentar a la nada. Los dispositivos nos quieren incapaces de enfrentar la angustia; nos quieren tristes, nos quieren trabajando, nos quieren dóciles, nos quieren dominados. Los dispositivos no son neutrales; son uno de los tantos productos de la sociedad capitalista.
La metafísica crítica que presenta Tiqqun es aquella que niega la metafísica mercantil del Espectáculo. La metafísica crítica es la ofensiva contra la crisis de la presencia. La metafísica crítica es aquella que observa el desastre para tomar desde allí su fuerza y subvertir el mundo de la mercancía. La metafísica crítica es una mirada filosófica que justifica y cataliza la insurrección. La metafísica crítica es una elaboración que busca otra forma de habitar el mundo en su totalidad (los afectos, lo económico, lo personal, y sobre todo lo comunitario). La metafísica crítica propicia las herramientas mediante las cuales deberíamos ser capaces de salir de la angustia y subvertir la crisis de la presencia. Estas herramientas necesariamente son comunitarias.
La metafísica crítica en tanto que se posiciona a la ofensiva de este mundo, busca la abolición del Bloom y la composición de una comunidad humana auténtica en donde se incrementen nuestras potencias y en donde se destruyan las separaciones. Para eso, la metafísica crítica justifica, aporta y cataliza todas las formas del crimen que atenten contra este mundo. La metafísica crítica en primera instancia pretende ser una ciencia de los dispositivos (¡busca comprenderlos y destruirlos!). En última instancia, la metafísica crítica es una ciencia criminal, en tanto que es allí en donde la presencia en crisis es capaz de reapropiarse y recomponerse.
Para termina, piensa en aquellas situaciones en donde te apropiaste de tu presencia en crisis y en donde todo tu entorno se transformó, ya que adquirió otra espesura, otra atención, y tú adoptaste otra disposición. Cuando robas en el supermercado, por ejemplo, tu cuerpo y tu presencia se dispone para no ser percibido; tomas atención a las cámaras, a los ciudadanos, a los guardias, a los “puntos ciegos”. Lo mismo pasa en el enfrentamiento con la policía, todo adquiere otro “color”: la cuneta, la policía, tus compas, tus armas, la distancia, la calle, la luz, la luna, tus movimientos. Todo importa, ya que tomas atención a tu presencia, es decir, a tu manera de estar-en-el-mundo. Te apropiaste de tu presencia.
De esta forma, el estudio de los dispositivos es el paso previo para pasar a la ofensiva, recuperar nuestra vida y recomponer nuestra manera de habitar el mundo.
Es decir, la presencia.
Superar la crisis de la presencia.
Crear las herramientas para enfrentar la angustia.
Destruir la NADA materializada que está en todas partes.
Vivir.
LEER EL ARTÍCULO ORIGINAL PULSANDO AQUÍ
Fotografía: Líneas De Fuga.