Por: Carmen Sigüenz. 12/11/2023
El #SeAcabó en el mundo del arte ha comenzado hace poco, pero todavía queda un largo camino hacia la igualdad y hacia la presencia de mujeres y hombres en los museos y galerías de forma igualitaria. Según un último estudio difundido por The Journal of Cultural Economics, las obras firmadas por mujeres cotizan un 18,4 por ciento menos que las de los hombres.
También un exhaustivo estudio, ‘En manos de mujeres’, que ha presentado recientemente el Instituto de Arte Contemporáneo (IAC), hace un análisis de hasta 70 museos de todo el mundo y de él se desprende que tan solo un 30% de los trabajos españoles pertenece a mujeres, mientras que el 70% pertenecen a hombres. Esta desigualdad también se da en las colecciones, ya que solo el 32% de piezas pertenecen a mujeres y un 68% a hombres.
Una de las personas que comenzó hace décadas a dar voz y a sacar del ostracismo a las mujeres, que en su día rompieron con moldes y cánones frente a miles de obstáculos para poder mostrar sus propuestas, fue la historiadora y comunicadora Ángeles Caso, quien publicó “Las olvidadas”, en 2005.
Hoy, casi 20 años después de aquel libro, publica “Las desheredadas” (Lumen), una historia de mujeres creadoras de los siglos XVIII y XIX, un recorrido por una época crucial en la historia de Occidente. Un libro que recupera la vida de pintoras como Élisabeth Vigée Le Brun o Aldelaïde Labille-Guiard; de ilustradoras como lady Mary Montagu o la duquesa de Osuna; de científicas como la marquesa de Châtelet; las revolucionarias Olympe de Gouges y Mary Wollstonecraft, escritoras como Mary Shelley, las Brontë o Emilia Pardo Bazán o primeras feministas como Flora Tristán, Concepción Arenal o Rosario de Acuña.
Ángeles Caso publica “Las desheredas”
P.- ¿Qué ha querido hacer con “Las desheredadas”? ¿Cómo ha sido la investigación?
R.- Creo que esa es la respuesta a la pregunta de Linda Nochlin (“¿Por qué no ha habido grandes mujeres artistas?”), en efecto. Cuando ella y otras muchas historiadoras empezaron a investigar sobre las artistas en la década de 1970, parecía que apenas había habido ninguna relevante. Ahora sabemos que sí que las hubo, y muchas, pero las habían ocultado e incluso les habían saqueado la obra. Estaban enterradas en los almacenes de los museos, exhibidas bajo el nombre de un pintor varón o colgadas en los rincones más oscuros e inexistentes en los libros, o mencionadas solo como artistas aficionadas y musas, cómo no, de los artistas varones.
“Deconstruir el relato histórico patriarcal que hemos recibido”
Todo mi trabajo como historiadora se centra en el objetivo fundamental de deconstruir el relato histórico patriarcal que hemos recibido y reconstruirlo iluminando la vida de esa mitad de la población humana de la que nunca nos han hablado, la población femenina. Si yo miro hacia el pasado, el género al que pertenezco parece una enorme masa amorfa de seres anónimos, sin interés y sin historia. Pero eso no es verdad, responde a la mirada patriarcal de los sabios que inventaron la historia como disciplina académica moderna en el siglo XIX.
Mi proceso de investigación a este respecto es un “work in progress” constante y cotidiano porque, afortunadamente, casi cada día aparecen nuevas investigaciones serias y documentadas en muchos países del mundo sobre la historia de las mujeres.
P.- ¿Qué ha significado el siglo XIX para las mujeres?
R.- Siempre he pensado que el siglo XIX fue probablemente el más cruel para las mujeres en toda la historia del Occidente cristiano. Disimuló la misoginia característica de los siglos anteriores, que escondía en sí misma el reconocimiento del poder femenino, y tendió una trampa horrible para el género femenino envolviendo esa misoginia en lazos, sedas y tules.. Se inventó el estereotipo del “ángel del hogar”, sin seso, ni sexo, como el ideal al que debían aspirar las mujeres” “decentes”. No es sorprendente que el feminismo moderno naciera justo en ese momento, como una reacción de indignación ante lo que aquellas mujeres estaban soportando.
Tengo la sensación de que vamos por detrás de otros países, creo que porque la resistencia del sistema es mayor
P.- Desde que publicó “Las olvidadas” (2005) hasta hoy, ¿han cambiado mucho las cosas?
R.- Sí, sí. Se ha investigado mucho. Me refiero a la investigación seria, que suele hacerse desde la Universidad y otro tipo de entornos académicos. Todo ese trabajo permite luego que gente como yo, que nos dedicamos más a la divulgación, podamos volver a contar la historia con todos estos datos “científicos” que ya nadie puede negar. Pero todavía queda muchísimo por hacer.
En España, en particular, siempre tengo la sensación de que vamos por detrás de otros países, creo que porque la resistencia del sistema es mayor. Por ejemplo, he intentado encontrar datos sobre el trabajo de las mujeres en las minas de carbón, sobre todo las de mi tierra, Asturias. Pues bien, aunque sabemos que estuvieron trabajando en los pozos desde el siglo XVIII y que seguían haciéndolo incluso durante el franquismo (de manera extraoficial, claro), nadie ha investigado todavía el tema a fondo. Este tipo de “agujeros” en nuestra historia me sorprenden y me entristecen.
¿Cuánto se ha perdido el mundo al negarles a las mujeres la posibilidad de desarrollar su talento y su inteligencia?
P.- El libro se abre con una pequeña historia inventada por Virginia Woolf sobre una supuesta hermana de Shakespeare y también con otra sobre el supuesto de que Picasso hubiera sido una niña ¿Se hubiera preocupado su padre por su formación tanto como con él ? Dos anécdotas sobre el mundo de la creación, pero se habrá encontrado muchas otras, ¿no?
R.- Me temo que la historia de la humanidad, desde hace milenios, está llena de Judiths Shakespeare y Paulas Picasso… ¿Cuánto se ha perdido el mundo al negarles a las mujeres la posibilidad de desarrollar su talento y su inteligencia…? Esta duda me resulta estremecedora, la verdad.
Josefa de Amar y Rosario Acuña en “Las desheredadas”
P.- Díganos algunas de las mujeres más injustamente olvidadas y que están en el libro.
R.- Me ha gustado mucho escribir sobre las revolucionarias francesas, que aquí no son muy recordadas pero que son fundamentales para entender lo que ocurrió en el siglo XIX. También recuperar a algunas españolas poco conocidas, como Josefa de Amar, las valientes señoras de la Junta de Damas del Madrid del XVIII, Gertrudis Gómez de Avellaneda o Rosario de Acuña. Pero sigo sintiendo que en nuestra historia hay muchos vacíos, que faltan nombres… Espero que haya jóvenes historiadoras (e historiadores, claro) que sigan profundizando en esta senda.
P.- ¿Se ha dejado muchas fuera?
R.- Sí, a muchísimas, claro. Este libro no es un manual. Lo que intento es reconstruir no solo las figuras de algunas mujeres, sino, sobre todo, el contexto en el que vivieron y crearon. Para hablar de todas necesitaría una enciclopedia entera… Me duele mucho no haber podido dedicar un capítulo a las mujeres de la música, las compositoras y sopranos del XIX, que se lo merecen. Pero la extensión del libro habría sido excesiva, y tuve que renunciar a ellas.
Ángeles Caso afirma que queda mucho por hacer
P.- Hace poco se ha presentado un exhaustivo informe sobre las mujeres en el mundo del arte con el nombre “En manos de las mujeres”, en él, entre los muchos datos que se dan sobre la desigualdad, dice que solo el 30 por ciento de las obras que cuelgan en los museos de todo el mundo son de mujeres, el 70 por ciento de hombres. ¿Cómo valora este momento en el que también las mujeres cobran menos en el mercado del arte?
R.-Desde que empezó el siglo XXI, hemos avanzado muchísimo en la visibilización de las artistas. En estos últimos años, hay continuas exposiciones centradas en mujeres y el propio Museo del Prado ha incorporado a las pintoras del XIX a sus salas sin que se haya caído el mundo… Antes estaban en los peines del almacén, ahora se pueden ver en sus paredes, tratadas como iguales de los artistas varones contemporáneos. Y no los desmerecen en absoluto. Eso es maravilloso. Pero sigue quedando mucho por hacer. Las artistas visuales contemporáneas no paran de llamar la atención sobre la realidad de su situación, muy por debajo de los artistas en cuanto a presencia, venta y cotización. Vamos caminando, pero aún queda mucha selva por desbrozar.
“El Gombrich” es una vergüenza
P.- El manual canónico sobre Historia del Arte de E. H. Gombrich solo contiene a una artista ¿Cómo lo valora?
R.- “El Gombrich”, como suele llamarse, es una vergüenza. Un libro de más de 800 páginas que resume la historia del arte desde sus orígenes hasta mediados del siglo XX y que no menciona ni a una sola mujer… Ya resultaba vergonzoso cuando se publicó en 1950, porque incluso entonces había un puñadito pequeño de artistas del pasado que eran recordadas y valoradas y un puñado mucho más grande de contemporáneas que estaban haciendo cosas muy valiosas, pero que se siga reeditando y estudiando a día de hoy es un escándalo. Deberían reeditarlo como novela y no como manual historiográfico de referencia. Porque lo malo no es que su visión sea injusta, es que, además, es mentira, una ficción. Pero ahí sigue, como texto obligatorio es escuelas de Bellas Artes y en muchas instituciones académicas… Los responsables deberían reflexionar al respecto.
P.- ¿Seguirá investigando en la misma línea en sus futuros libros?
R.- Seguiré investigando, leyendo, tirando de hilos, reflexionando, deconstruyendo y reconstruyendo… No sé si habrá más libros, pero yo, mientras viva, seguiré en esto, claro.
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Fotografía: Efeminista