Por: Nassim Taleb. 24/06/2022

En la mitología griega, Procusto fue el cruel propietario de una pequeña hospedería de Coridalo, Ática, a medio camino entre Atenas y Eleusis, donde se llevaban a cabo los ritos mistéricos. Procusto tenía un sentido de la hospitalidad muy particular: secuestraba a los viajeros, les ofrecía una generosa cena y luego los invitaba a pasar la noche en una cama un poco especial. Quería que encajaran en el lecho a la perfección. A quienes eran demasiado altos les cortaba las piernas con un hacha afilada; a los que eran demasiado bajos los estiraba (se decía que su nombre era Damastes o Polifemo, pero se le dio el apodo de Procusto, que significa «estirador»).
En el más puro acto de justicia poética, a Procusto le salió el tiro por la culata. Uno de los viajeros resultó ser el intrépido Teseo, que más adelante, en su heroica carrera, mataría al Minotauro. Después de la consabida cena, Teseo hizo que Procusto yaciera en su propio lecho y, para que encajara en él con la perfección habitual, lo decapitó. Así siguió Teseo el método de Hércules de pagar con la misma moneda.
En otras versiones más siniestras (como la que consta en la Biblioteca de Pseudo-Apolodoro), Procusto tenía dos camas, una pequeña y otra grande; hacía que las víctimas de corta estatura se echaran en la grande y que las altas yacieran en la pequeña.
Cada aforismo que aparece aquí trata de una especie de lecho de Procusto.
II
La mente puede ser una herramienta maravillosa para el autoengaño: no está diseñada para abordar la complejidad y las incertidumbres no lineales. En contra del discurso común, más información supone más errores: nuestra detección de pautas falsas crece cada vez más como un efecto secundario de la modernidad y de la era de la información; se produce una discrepancia entre la confusa aleatoriedad del mundo actual, rico en información, con sus interacciones complejas, y nuestras intuiciones de sucesos, obtenidas en un hábitat ancestral más simple. Cada vez hay más disparidad entre nuestra arquitectura mental y el mundo en el que vivimos.
III
Esto conduce a problemas de incautos: cuando el mapa no concuerda con el territorio hay una categoría de ingenuos —los muy educados, los académicos, los periodistas, los lectores de periódicos, los «científicos» mecanicistas, los pseudoempiristas, los dotados de lo que llamo «arrogancia epistémica», esa maravillosa capacidad para desechar lo que no han visto, lo no observado— que entran en un estado de negación e imaginan que el territorio encaja en su mapa. En términos más generales, el ingenuo es alguien que hace la reducción errónea porque sí, o quita algo esencial cortando las piernas o, mejor aún, parte de la cabeza de un visitante insistiendo en que ha conservado su persona con un 95 % de exactitud. Miremos los lechos de Procusto que hemos creado, algunos provechosos, otros más dudosos: reglas, gobiernos jerárquicos, el mundo académico, gimnasios, viajes diarios al lugar de trabajo, rascacielos de oficinas, relaciones humanas involuntarias, empleo, etc.
Desde la Ilustración, en la gran tensión entre el racionalismo (cómo nos gustaría que fueran las cosas para que tengan sentido para nosotros) y el empirismo (cómo son en realidad) hemos estado culpando al mundo por no encajar en los lechos de modelos «racionales», hemos intentado cambiar al ser humano para que encaje con la tecnología, hemos amañado nuestra ética para que encaje con nuestras necesidades de empleo, hemos pedido a la vida económica que encaje con las teorías de los economistas y hemos pedido a la vida humana que encaje en alguna narración.
AFORISMOS
- Para convertirte en un filósofo empieza por caminar con mucha lentitud.
- ¿Por qué tengo este problema obsesivo con Platón? La mayoría de las personas tienen que superar a sus predecesores; Platón logró superar a todos sus sucesores.
- Ser un filósofo es saber a priori, tras largas caminatas y razonando, y solo razonando, lo que otros, en potencia, solo pueden aprender de sus errores, crisis, accidentes y quiebras; es decir, a posteriori.
- Hace falta mucho intelecto y mucha confianza para aceptar que lo que tiene sentido en realidad no lo tiene.
- En el Protágoras de Platón, Sócrates contrasta la filosofía como búsqueda colaborativa de la verdad con el uso sofista de la retórica para imponerse en debates por mor de la fama y el dinero. Veinticinco siglos después, así son exactamente el investigador asalariado y el académico moderno apegado a su cátedra. Progreso.
- En los libros normales, lee el texto y sáltate las notas; en los escritos por académicos, lee las notas y sáltate el texto; y en los libros empresariales, sáltate el texto y las notas.
- No debe considerarse fracasado a ningún escritor hasta que empiece a enseñar a otros a escribir.
- Los escritores agotan su alma cuando la contribución marginal de un libro nuevo es menor que la del anterior.
- Cuando los fracasados hacen comentarios sobre la obra de alguien claramente más digno de admiración, se sienten obligados a rebajarlo innecesariamente expresando lo que no es («no es un genio, pero…»; «aunque no es Leonardo…») en lugar de expresar lo que es.”
- Hay nombres, como «economista», «prostituta» o «asesor» a los que una caracterización adicional no añade información.
- Para tener un gran día: 1) sonríe a un desconocido, 2) sorprende a alguien diciéndole algo inesperado y agradable, 3) presta una atención sincera a una persona de edad avanzada, 4) invita a un café a alguien que no tenga muchos amigos, 5) humilla públicamente a un economista, o genera una profunda ansiedad a un profesor de Harvard.
-Taleb, El lecho de Procusto
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Fotografía: Fundación filosófica