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Las Universidades como simulacro de conocimiento.

por La Redacción septiembre 29, 2020
septiembre 29, 2020
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Por: José María Barroso Tristán. IBEROAMÉRICA SOCIAL. 29/09/2020

Entrevista a Jesús G. Maestro.

Tenemos la oportunidad de presentar una entrevista con Jesús G. Maestro, profesor titular de Teoría de la Literatura y Literatura Comparada en la Universidad de Vigo. Conversamos con él sobre las relaciones entre Conocimiento, Universidad y Ciencia a través de su dilatada experiencia, de más de 20 años en la Universidad, y su estilo refinado y directo en el uso de la palabra. Una excelente conversación sin filtros políticamente correctos.

Iberoamérica Social: La Universidad siempre se ha considerado, entre otras cosas, un espacio para la difusión y el desarrollo del conocimiento. Desde una perspectiva general, ¿qué relación considera que mantiene actualmente el conocimiento con la Universidad?

Jesús G. Maestro: En líneas generales, la relación entre Universidad y Conocimiento es una relación burocrática, administrativa, gestora… Y muy poco relevante. Cuando se habla de Universidad, hay que tener en cuenta ulteriores detalles: si es una Universidad pública o privada, y, sobre todo, sus diferentes Facultades (Traducción, Medicina, Derecho, Economía, Lenguas antiguas o modernas, lenguas inútiles, que en muchos casos se utilizan incluso como lenguas oficiales en algunas zonas de España, etc.). De un modo u otro, hoy, en la Universidad posmoderna, es decir, en las Universidades de las democracias occidentales, europeas y americanas, los conocimientos que se imparten, al menos en materia de Letras, son totalmente ridículos, y en absoluto resultan más útiles de lo que puede ser la audición de cualquier programa radiofónico o la visión de un documental o concurso televisivo. En youtube hay más conocimientos de los que ofrece, y puede ofrecer, la Universidad. Cuestión aparte es saber encontrarlos. Hoy, además, la Universidad está obligada a competir con muchos otros medios, inexistentes hace décadas, medios como internet, que disuelven y reemplazan completamente lo que la Universidad puede ofrecer. En nuestros días la Universidad es una institución que expide visados para acceder al mercado laboral, visados cada día menos valiosos en un mercado laboral cada vez más enturbiado y turbulento. Es una institución fracasada y necrótica, que sobrevive parasitada en una sociedad que sólo la hace posible para disimular sus propias impotencias y deficiencias políticas.

IS: Evidentemente, el conocimiento que hay en el mundo es mucho más amplio que el que se puede enseñar a través de los planes educativos que rigen las diferentes facultades. ¿Qué limitaciones concretas ve al respecto en la actual Universidad? ¿Considera que algunas áreas del conocimiento se ven especialmente perjudicadas por ello?

J. G. M.: Los conocimientos que se imparten en las Universidades son el resultado de lo que la contemporánea sociedad democrática posmoderna vierte sobre el profesorado y el alumnado. Las personas menos inteligentes que conozco trabajan en una Universidad. Podría afirmar incluso que las personas menos inteligentes que conozco trabajan en la enseñanza. Las limitaciones de las Universidades son las limitaciones de los recursos humanos que forman parte de ellas, y me refiero a profesores y alumnos. Hoy en España estamos ante las generaciones de estudiantes peor preparadas de los últimos cien años. Es resultado de nuestra internacionalización. De la disolución de España en Europa. De la asunción del modelo de Universidad de Bolonia. El alumnado no lo sabe cuán deficiente es, y no está en condiciones ni de sospecharlo. Muchos de estos estudiantes ejercen también como profesores gracias a la endogamia y la molicie de todo el sistema. El resultado es de un ridículo espantoso. El infantilismo del sistema educativo es todo un esperpento, en el que todos son felices. Hay también un curioso sector de jóvenes que se cree inteligente, selecto y bien preparado, y sin embargo son jóvenes totalmente inmaduros, torpes y carentes de toda capacidad laboral. Insisto en que no son conscientes de ello, porque con frecuencia viven saturados de sí mismos en redes sociales, fuertemente endogámicas y autoestimulantes, que en lugar de exponerlos a la realidad los aíslan en gremios autistas y marginales. Viven en un tercer mundo semántico y no lo saben. El resultado es con frecuencia una patología psíquica, que la sociedad preserva y evita identificar, pero que da lugar a un problema social de consecuencias imprevisibles. Estamos formando gente inhabilitada psicológica e intelectualmente para el trabajo. A estos hechos hay que añadir otro no menos grave: en apenas una década se jubilarán o morirán los últimos profesores que vertebraron en España las Universidades durante los últimos 40 años. Con la instauración de la democracia, la Universidad en España experimenta un proceso de crecimiento endogámico directamente proporcional a su jibarización intelectual, diseñada esta última a la medida de las comunidades autónomas y gobiernos nacionalistas locales. Esto es una contradicción entre términos, pues la Universidad tiende a lo universal, no a lo local y particular. No hay nada más contradictorio y paradójico que una Universidad nacionalista, por ejemplo. Hay Universidades que imparten para todo el planeta los denominados MOOC, por ejemplo, sobre Cervantes, en español, y sin embargo expiden los certificados de ese MOOC en inglés, y no en español. ¿Se imagina a la Universidad de Cambridge impartiendo un curso sobre Shakespeare y expidiendo certificados en galés? Pues sí, imagíneselo. ¿Esperaba que le dijera que no, verdad? Pues se equivoca. Gran Bretaña es un país que no puede ponerse de ejemplo para nada. No hay ningún país en las democracias occidentales que pueda ponerse, universitariamente hablando, de ejemplo para nada. No es que la Universidad no pueda categorizar o codificar todo el conocimiento disponible, es que ni sabe ni quiere. Sus profesores y sus alumnos no están por esa labor. ¿Para qué? La docencia universitaria es —en materia de Letras— de calidad ínfima, porque no se puede ejercer la más pequeña exigencia de contenidos. Si se es mínimamente exigente, el profesor se queda en un aula vacía. Yo mismo grabo casi el 100% de mis clases en aulas vacías, ante pupitres abandonados. Los alumnos ni siquiera vienen a las clases, porque no quieren intervenir en el aula, ni que nadie los examine o ponga a prueba. El alumnado actual es una caricatura del alumnado que teníamos hace tan sólo 20 años. Y el profesorado lo será en cuestión de menos de dos décadas. Los conocimientos están fuera de la Universidad: están en algunas empresas privadas. En la Universidad sólo hay ideología. Y de la peor calidad.

IS:Si establecemos una clara diferencia entre conocimiento y ciencia, ¿considera que la situación actual del conocimiento en la Universidad afecta al desarrollo de los conocimientos científicos? Si fuese así, ¿de qué forma?

J. G. M.: El desarrollo de las ciencias no tiene nada que ver con la Universidad. La actividad científica y tecnológica discurre completamente al margen de lo que ocurre en las universidades. La Universidad está muy por detrás de las vanguardias de las ciencias, cuyo ámbito es el laboratorio y el taller de la empresa privada, no las bibliotecas de las facultades. Es un error identificar Universidad e investigación científica. Las ciencias están fuera de las Universidades. Nunca ha sido de otro modo, y hoy lo es menos que nunca. Las Universidades son un simulacro de conocimiento. Su objetivo es dar trabajo al que no sirve para otra cosa. Y mantenerlo, además, en un estado de engreimiento manifiesto y de esterilidad irresponsable.

IS: Desde hace varios años se instaura en la Universidad española el sistema de evaluación de los profesores según sus publicaciones en revistas de determinadas indexaciones. Esto se expande también como obligación para los doctorandos. ¿Qué consecuencias cree que tiene este sistema de evaluación para la Ciencia? ¿Y para la Universidad?

J. G. M.: Todo eso de las revistas de calidad es un timo. Son procedimientos administrativos y burocráticos para domesticar al profesorado, y convertirlo en un conjunto de trabajadores mediocres, entretenidos en fingir lo que no pueden ya llegar a ser de ninguna manera: profesionales competentes. El que lo es de veras no trabaja en la Universidad, se larga de ella. Cuanto más mediocre es el profesorado más le gusta gestionar su curriculum en el formato de las denominadas revistas indexadas. Ese tipo de revista, al menos en el ámbito de las denominadas humanidades, publica siempre lo mismo. No ofrece ninguna novedad en décadas. Estimulan la ansiedad del profesorado por publicar de forma mecánica e improductiva. Casi patológica. Se publica para las agencias de evaluación, no para el desarrollo de las ciencias. Se trata de artículos que nadie lee, y que, de hecho, no sirven para nada relevante científicamente. Internet está lleno de plataformas donde estos artículos se hacen públicos, dominios internáuticos que constituyen, de derecho, una violación de la propiedad intelectual e industrial, es decir, una demostración impune y global de piratería informática. Después de lo que ocurrió con el artículo de Sokal en la revista Social Text, en el corazón del mundo académico anglosajón, ¿cómo es posible que alguien todavía pueda confiar en ese tipo de publicaciones? Todo eso es un monumento a la mediocridad universitaria. Y un negocio para quienes lo gestionan desde la cima de la pirámide.

IS: Estos índex están dirigidos por dos grandes empresas, como son Thomson Reuters y Elsevier, las cuales reciben grandes sumas de dinero por parte de los Estados para que liberen a los científicos el acceso a los artículos. ¿Qué le parece que la ‘calidad’ de la Ciencia dependa de dos grandes empresas?

J. G. M.: Desconozco qué empresas se dedican a esas prácticas. No me interesa saberlo, y no necesito saberlo para definir el pecado, es decir, el procedimiento, al margen del pecador, esto es, de tales o cuales sociedades económicas. Porque en tales casos, la presunta calidad de la ciencia no depende de empresas cuyo objetivo sea la calidad de la ciencia, sino el beneficio económico de la gestión administrativa del mundo académico. Es una actividad totalmente prostibularia. Y científicamente irrelevante. Por lo que he dicho antes: porque la ciencia no está en la Universidad. Está fuera de ella, está en lugares emancipados de estas prácticas. Las ciencias se desarrollan en una geografía no intervenida por la Universidad. Entre otras cosas porque la Universidad no interviene absolutamente en nada que resulte relevante. La Universidad es un lugar cuya finalidad es entretener mantenidos a los profesores y mantener entretenidos a los alumnos. Es un lugar al que la gente va a vivir lo más alegremente posible y a ser feliz. La adolescencia se debilita al salir de la Universidad, y entonces el ser humano busca formas de perpetuarla, a través de internet, facebook, o demás redes sociales, interactuando de modo tremendamente infantil junto a otras personas con las que comparte una forma de vida débil, fragmentada, invertebrada, emocionalmente subdesarrollada e intelectualmente estéril. El éxito de las redes sociales es resultado de millones de vidas humanas irreversiblemente fracasadas. La ciencia es otra cosa. Las ciencias circulan actualmente por caminos que los universitarios no transitan.

Jose María Barroso Tristán: Doctor en Difusión de Conocimiento por la Universidad Federal de Bahía, Brasil. Doctor en Educación por la Universidad de Sevilla, España. Licenciado en Pedagogía por la Universidad de Sevilla.

LEER EL ARTÍCULO ORIGINAL PULSANDO AQUÍ

Fotografía: IBEROAMÉRICA SOCIAL.

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