Por: Pepe Escobar. La Pluma. 25/09/2017
Moscú ha trabajado para forjar acuerdos que extenderían la cooperación eurasiática hacia el este. La cuestión es cómo convencer a la RPDC para que entre en el juego.
El voto 15-0 del Consejo de Seguridad de las Naciones Unidas para imponer una nueva serie de sanciones a Corea del norte enmascara de alguna manera el rol crítico jugado por la asociación estratégica Rusia-China (la RC), núcleo de los BRICS.
El presidente chino, Xi Jinping (centro) y su esposa Peng Liyuan dan la bienvenida al presidente ruso Vladimir Putin antes de un banquete durante la cumbre de los BRICS en Xiamen, en la provincia de Fujian, el 4 de septiembre de 2017. Foto Fred Dufour/AFP
Las nuevas sanciones son muy duras. Propugnan una reducción del 30% de las exportaciones de crudo y petróleo refinado a la DPRK; atajan las exportaciones de gas natural a ese país; atajan la exportación textil de Corea del norte (que le reportó un promedio de 760 millones de dólares durante los tres últimos años); e imponen un veto mundial a nuevos permisos de trabajo para ciudadanos de la RPDC (hay más de 90,000 expatriados actualmente).
Pero esto se aleja mucho de lo que la administración del presidente Donald Trump, se proponía, según el borrador de la resolución del Consejo de Seguridad filtrado la semana pasada. Dicha resolución contenía la congelación de activos y la prohibición de viajar a Kim Jong-un y a una lista de altos funcionarios de la RPDC, y cubría además otros «asuntos relacionados con las ADM» (armas de destrucción masiva), al estilo de las sanciones a Irak. Autorizaba también los estados miembros de las Naciones Unidas a prohibir e inspeccionar los barcos norcoreanos en aguas internacionales (lo que equivale a una declaración de guerra); y, en último lugar, pero no menos agraviante, un embargo petrolero total.
La «RC» dejó claro que vetaría la resolución si se formulaba en estos términos. El ministro del exterior ruso, Sergey Lavrov manifestó a Rex Tillerson, secretario de Estado de USA que Moscú aceptaría por único lenguaje el relacionado con «instrumentos políticos y diplomáticos para buscar vías de resolución pacíficas». En relación con el embargo petrolero, Vladimir Putin dijo que «cortar el suministro de petróleo a Corea del norte puede afectar a personas hospitalizadas o a otros ciudadanos ordinarios».
El ministro de asuntos exteriores ruso, Sergei Lavrov. Foto Reuters
Las prioridades de la «RC» son claras: «estabilidad» en Pyongyang; no a un cambio de régimen; no a una alteración drástica del tablero de ajedrez geopolítico; no a una crisis masiva de refugiados.
Esto no impide a Beijing hacer presión sobre Pyongyang. Determinadas sucursales del Banco de China, el Banco Chino de la Construcción y el Banco Agrícola de China, en la ciudad fronteriza del noreste, Yanji, han prohibido a ciudadanos de la RPDC abrir nuevas cuentas. Las cuentas en uso no están congeladas aún, pero los depósitos y los envíos de remesas se han suspendido.
Sin embargo, para ir al fondo de la cuestión, es preciso examinar lo que pasó la semana pasada en el Foro Económico Oriental en Vladivostok –que casualmente se sitúa a poco más de 300 km del área de pruebas nucleares de la RPDC, Punggye-ri.
Todo tiene que ver con el Ferrocarril Transcoreano
En marcado contraste con la retórica belicosa de la administración Trump y del gobierno federal de los USA , la «RC» propone esencialmente negociaciones a 5+1 (Corea del norte, China, Rusia, Japón, y Corea del sur, más los USA ) en territorio neutral, según han confirmado diplomáticos rusos. En Vladivostok, Putin hizo más de lo posible para calmar la histeria militar y avisar que ir más allá de las sanciones sería una “invitación a la tumba”. En cambio, propuso acuerdos comerciales.
Ampliamente silenciado por los medios sistémicos occidentales, lo que ocurrió en Vladivostok es realmente innovador. Moscú y Seúl se pusieron de acuerdo en una plataforma comercial trilateral que implica a Pyongyang de una manera crucial, con el fin último de invertir en conectividad entre la península coreana entera y el Extremo Oriente ruso.
El Primer Ministro sudcoreano Moon Jae-in propuso a Moscú construir no menos de «nueve puentes que comprenden los puentes del gas, los ferrocarriles, la Ruta Marítima del Norte, la construcción naval, la creación de grupos de trabajo, la agricultura y otros tipos de cooperación».
Fundamentalmente, Moon añadió que la cooperación trilateral atañería a proyectos conjuntos en el Extremo oriente ruso. Sabe que «el desarrollo de aquella región promoverá la prosperidad de nuestros dos países y ayudará a cambiar a Corea del norte y a sentar las bases para aplicar los acuerdos trilaterales».
El presidente ruso Vladimir Putin y su homólogo sudcoreano Moon Jae-in visitan la feria de la Calle del Lejano Oriente en la isla Russki en Vladivostok. Foto: Sputnik / Mikhail Klimentyev
Para redondear el acuerdo, el ministro de asuntos exteriores japonés Taro Kono y el ministro de asuntos exteriores sudcoreano Kang Kyung-wha ambos hicieron hincapié en la «cooperación estratégica» con la «RC».
La geoeconomía complementa la geopolítica. Moscú también ha abordado Tokio con la idea de construir un puente entre las naciones. Este puente uniría físicamente Japón a Eurasia –a la gran noria de mercados e inversiones ofrecidos por las Nuevas Rutas de la Seda, también conocidas como «Belt and Road Initiative» (Iniciativa de la Franja y la Ruta, BRI por sus siglas en inglés) y a la Unión Económica de Eurasia (UEE). Además complementaría el plan audaz de unir un Ferrocarril Transcoreano con el Transiberiano.
Seúl quiere una red ferroviaria que la conecte físicamente con el vasto Puente Terrestre Eurasiático, lo que no carece de coherencia comercial para la quinta economía exportadora del mundo. Obstaculizada por el aislamiento de Corea del norte, Corea del sur está efectivamente separada de Eurasia por tierra. La respuesta está en el Ferrocarril Transcoreano.
Moscú es favorable, Putin señaló que «podríamos entregar gas ruso a Corea en pipeline e integrar las líneas eléctricas y las redes ferroviarias de Rusia, la República de Corea y Corea del norte. Implementar estas iniciativas aportará beneficios económicos y ayudará, además a construir la confianza y la estabilidad en la península coreana».
Como la de Beijing, la estrategia de Moscú consiste en conectividad: la única manera de integrar Pyongyang es mantenerles implicados en la cooperación económica por medio de la conexión Transcoreana -Transiberiana, de los oleoductos y del desarrollo de los puertos norcoreanos.
La delegación de la RPDC en Vladivostok pareciera estar de acuerdo. Pero hay un pero. Según el ministro de asuntos exteriores económicos, Kim Yong Jae: «No estamos en desacuerdo con la cooperación trilateral [con Rusia y Corea del sur], pero la situación no es la apropiada para llevarla a cabo». Esto implica que para la RPDC la prioridad es la mesa de negociaciones del 5+1.
Aun así, el punto fundamental es que tanto Seúl como Pyongyang fueron a Vladivostok, y hablaron con Moscú. Se podría decir que la cuestión clave —el armisticio que no acabó con la guerra de Corea— tiene que ser abordado por Putin y los coreanos, sin los usamericanos.
Mientras el juego de las sanciones fluye y refluye, la estrategia más amplia de la «RC» está clara —un impulso a la conectividad eurasiática—.La cuestión es ¿cómo convencer a la RPDC para que entre en el juego?
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Fotografía: La Pluma