Por Güris J. Fry. ECO’s Rock. 19 de octubre de 2024
Safari (Ulrich Seidl, 2016)
De entrada la estética de esta pieza de corte documental -en lo que corresponde a su puesta en cámara- pareciese simple, llana dentro de los parajes de la sabana africana, pero su perspectiva observacional lo es todo; cuasi una invitación modesta pero profunda a una de las actividades humanas más antiguas y naturales pero que dentro de los contextos socioculturales y sociodemográficos contemporáneos, sea quizá una de las más repulsivas, recalcitrantes y censurables: la caza de animales en el marco del turismo y la recreación. El Safari del título en esta obra de Seidl resulta ser no más que ello: una visita y recorrido, una meta-exploración al fenómeno per se. Si bien nos coloca frente a frente a las actividades de una familia que ha viajado a las estepas de dicha región para matar y asumir un rol de poder y orgullo ante el acecho animal, también les brinda la libertad de emitir sus cavilaciones con respecto a sus diligencias. La congruencia en este ejercicio se centra en la de no emitir juicio desde la voz autoral, permite y se permite la manifestación de intenciones por parte de sus actantes; sean estas correspondidas o no por el espectador.
Ligando texturas con una atmósfera medianamente parsimoniosa, el ritmo del asedio se instaura dentro de la narrativa, pregona su fuerza cuasi invisible pero sugestiva y nos toma cautivos en unas poco ortodoxas vacaciones de un linaje alemán. Todo ello dentro de una demarcación cuyo propósito es el de una lúdica búsqueda, una persecución silente y un ataque a la distancia con el supuesto e irónico fin de la propagación de la fauna local. Varias, pues, son las líneas éticas y sociales que se trastocan dentro del encadenado del realizador austriaco que ha sido descrito por la crítica como incorruptible e instigador. Bajo el pretexto de la expedición consensuada por el gobierno, los propietarios y los consumidores, una ventana/bosquejo se presenta entre los recovecos del encadenado: la presencia de figurantes de raza negra que si bien tienen labores predominantes por hacer (divisar los animales, desollarlos y destazarlos), no cuentan con voz alguna; son caracteres cuya mudez les instaura en rincones a media luz y bañados en sangre -con restos en las manos que habrán de ser parte de su alimento y su paga. El colonialismo actual se hace presente y torna el panorama en una atemporalidad que roza lo absurdo, rústico y obsceno sin, de nueva cuenta, tener una marca de prejuicio.
Cáustico resultaría entonces hablar de fronteras, pero aquí todo tipo de confín se desvanece mediante las voluntades, los empeños y las determinaciones de quienes integran este juego; fúnebre y lúgubre esparcimiento que por muy azaroso e insensato que pueda parecer, cuenta con toda una industrial logística detrás que lo soporta y organiza para un nicho de personas rentadas dentro del privilegio, mismo que se mancilla por momentos cuando los personajes reflexionan sobre el avalúo y valentía de sus distracciones y sus simbólicos logros: fotografías posando frente a los especímenes cazados. Instantáneas que fusionan los rostros de la muerte y el honor moderno.
¿Acaso Ulruch Seidl genera aquí una especie de experimento social? Como posibilidad no puede descartarse; sus pretensiones son claras y hasta cierto punto sencillas: su mirada se enfoca con interés ante los hechos, no fortuitos, y de manera orgánica los presenta con dejos de un minimalismo plástico en el campo de acción, sobre una simetría en la revelación de los testimonios y una contextura gris y áspera en el aspecto del roce racial. La mezcla de estos campos nos expone ante una realidad que pareciese lejana, que se nos hace ajena pero que forma parte del devenir humano. Si bien este tipo de actividades se mantienen ante un alcance muy focalizado, las razones (causas y consecuencias) nos abrazan todos los días: el anhelo por el poder y la gloria sin miramientos mayores que los vilmente personales, o bien los que interesen a nuestro círculo más cercano… Y es que, si bien antes éramos capaces de cazar para sobrevivir, hoy somos capaces de hacerlo para sonreír. Y nos guste o no, eso es una realidad.
Safari de Ulrich Seidl.
Calificación: 2.5 de 5 (Regular)

Fuente:
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Fotografia: Noucinemart.com