Por: Gilberto Dorantes Álvarez. 10/10/2016
Salió de su pueblo con la ilusión de encontrar un mejor porvenir, sus estudios de nivel licenciatura en educación primaria le permitieron obtener un trabajo como docente, al llegar a suelo choapense inundado de una exuberante vegetación, la hizo sentir nostalgia de su tierra adorada, pero su profesionalismo aderezado con las necesidades económicas que se sufren actualmente y su gran vocación, le sirvieron para mantenerse firme en su decisión de quedarse en esta región e iniciar su largo camino que debe recorrer durante su vida laboral.
Entusiasta como toda mujer veracruzana no le importaron los sufrimientos que toda madre siente al tener que separarse forzosamente de su vástago, pues es más apremiante mantenerse firme en su decisión que regresar derrotada antes de iniciar su lucha por la permanencia dentro de las filas del magisterio y de esta manera poder brindarle una mejor oportunidad de vida a su retoño que día a día crece en la inocencia consabida de todo infante. Al arribar a este pueblo violento por demás, sin amigos ni familiares que le recibieran, encuentra almas caritativas que le ofrecen la hospitalidad para pernoctar los días necesarios antes de que se le asigne la institución en la cual deberá prestar sus servicios educativos. Así transcurren varios días, hasta que le establecen el lugar donde debe ir a preparar a los párvulos para fortalecer los conocimientos necesarios e implementar todo lo necesario para mejorar el futuro de una comunidad de nuestro municipio.
Así acontece el tiempo, hasta que un día llega y se presenta el nuevo jefe a la supervisión escolar, un nuevo profesor recién elevado al puesto que ahora exhibe y según los funcionarios del Sindicato que lo traen escoltado hasta su nuevo centro de trabajo, su nuevo lugar se lo ha ganado por sus conocimientos y después de haber aprobado un riguroso examen que le acredita los suficientes conocimientos para poder ostentar el cargo que se le atribuye. En una reunión ex profeso de docentes el nuevo Supervisor escolar se presenta ante todos de una manera inusual, pues antes que nada expone el credo religioso que profesa, y dice ser Evangélico, seguido de su nombre Silvestre Sánchez González; utilizando una retórica propia de quienes practican algún culto de tipo religioso, cautivando a los presentes, ganándose la confianza de quien se piensa es un ser intachable.
Al transcurrir de pocos meses e inicio de un nuevo ciclo escolar, aquella joven maestra que había dejado su pueblo natal y dadas las oportunidades de poder estar en una comunidad más cercana a la ciudad, realiza las gestiones correspondientes prometiéndosele un nuevo cambio de adscripción, pero; los peros que nunca faltan se hacen presentes en casi todos los aspectos situacionales y en esta ocasión, no fue la excepción, pues la mentora fue citada una tarde para entregar documentos referente a su trabajo y al hacerse demasiado tarde y no contar con los medios suficientes para rentar una habitación de hotel, “El jefe” religiosamente le ofreció hospitalidad en su hogar, ofrecimiento aceptado, dada la situación económica por la que atravesaba la docente, aunado al temor por la inseguridad que se vive actualmente en nuestro querido Veracruz. ¡Oh! sorpresa, mientras descansaba en la habitación asignada sintiéndose bendecida y protegida por existir personas de buen corazón que le ayudaban en difíciles situaciones, daba gracias por tantos beneplácitos a su persona cuando en la penumbra saltó el lobo con piel de oveja que desde mucho acechaba a su presa, propiciando éste el momento oportuno para saciar sus más bajos instintos, los cuales no logró perpetrar por la lucha que debió librar “su presa” para conservar su honra.
Debido a los acontecimientos anteriores y después de relatar a sus más allegados y cobijada por compañeros, se hizo lo pertinente y en asamblea general se invitó al “lobo con piel de oveja” a que aceptara o desmintiera los hechos y cómo sintiéndose muy seguro de sí mismo con todo el cinismo del mundo, delante de la agraviada aceptó haber cometido semejante agravante, dándose a conocer que no era el único caso, pues a otras docentes ya les había hecho insinuaciones indecorosas. Al parecer Silvestre padece de graves trastornos de personalidad y sexuales.
Siendo un peligro para las maestras que tienen que tratar asuntos en su oficina, la mayoría de los reunidos le pidieron que abandonara el puesto que tenía y que se fuera.
Así, de esta manera, a Silvestre Sánchez González, que en su presentación antepuso la palabra de Dios y ahora, dejando entrever su potencial delictivo se le tuvo que despedir por “silvestre”. Reflexionemos mientras llega el próximo café.
Fotografía: culturainquieta