Por: Marcelino Guerra Mendoza, Lucía Rivera Ferreiro, Roberto González Villarreal. 10/12/2018
Por fin el nuevo gobierno tomó posesión; ya comenzó la cuarta transformación, nos dicen todos los días por todas partes. El sábado uno de diciembre, se respiraba un ambiente de fiesta en el zócalo capitalino. Muchos ciudadanos visitaron los Pinos, otros tantos colmaron la plancha del zócalo. Muy bien, fue un día de fiesta para los más de 30 millones de mexicanos que votaron por AMLO y su coalición. Llegó el tiempo de cumplir promesas, de tomar decisiones y hacer cambios; en una palabra, es hora de gobernar
Las promesas han sido muchas; quizá la más esperada a ser cumplida, es la cancelación de la reforma educativa. Sobre este tema, el nuevo secretario de educación ha anunciado que será en la segunda semana de diciembre cuando se abrogue la reforma educativa (Abrogación a la reforma educativa, la próxima semana)
Son muchas y muy altas las expectativas de los maestros al respecto. Y no es para menos, durante los seis años anteriores vivieron de todo, se enfrentaron a evaluaciones impuestas, agresiones, campañas negras. Las pérdidas fueron muchas, la principal y más devastadora fue la plaza base.
La plaza representaba estabilidad, certidumbre y seguridad laboral; con la evaluación docente, la pérdida de la plaza vino aparejada al riesgo inminente de perder el empleo. Y no podía ser de otra forma; se utilizó la fuerza policiaca y militar para obligarlos a presentar las evaluaciones. La inseguridad e incertidumbre, ambas pilares de la precariedad, sentaron sus reales. Las dos producen efectos subjetivos.
En el caso de la evaluación docente, la inseguridad y la incertidumbre han funcionado más o menos así:
- Primero surge la inseguridad ante la posibilidad de perder el empleo. Quien no cumpla con sus obligaciones, acatando ciertas normas, reglas y criterios institucionales, se hará acreedor a sanciones.
- Ante la posibilidad de perder el empleo, nadie o casi nadie, querría correr semejante riesgo. Ante esta encrucijada, los maestros comenzaron a anticiparse, buscando evitar las consecuencias negativas de la evaluación, establecidas claramente en las reglas formales; pero también había que evitar las no dichas oficialmente, pero transmitidas, percibidas, construidas y asumidas en la cotidianidad escolar. A muchos les preocupa el estigma de no aprobar
- De forma imperceptible, los maestros fueron interiorizando formas de trabajo acordes con la intención principal de la reforma: la calidad como el máximo logro de aprendizajes. En la práctica misma, la reforma comenzó a fluir por los canales que la evaluación construyó, cual arterias portadores de la sangre que alimenta todo el organismo.
- La incertidumbre se fue instalando como reguladora de las acciones y las relaciones. Por ejemplo, para evitar los riesgos de señalamientos o notas malas en los informes de cumplimiento de responsabilidades profesionales, había que actuar conforme lo esperado, obedecer, cumplir, cumplir y cumplir.
- Gradualmente, las acciones de los grupos e individuos, necesitaron de menos obligación e imposición y, por lo tanto, de menos control, conducción y supervisión externa.
Después de varios años de campañas y garrotazos, de violencia física, institucional y simbólica contra la magisteria, la reforma educativa comenzó a fluir en las escuelas; cumplió muy bien con su función: instalar la precariedad en los maestros, cual virus que se inocula en la sangre. Sirva esta muestra narrativa de un profesor de educación artística en secundaria, para documentar lo que venimos comentando.
“Te cuento una historia de incoherencia y contradicción, de convocatorias de desarrollo profesional que sólo son una simulación. Un docente de artes con seis horas clase es su servidor, el cual siguió las reglas establecidas por un gobierno vividor. En siete ocasiones en sus exámenes participé, con la firme convicción de poder crecer, resultados idóneos y destacados su servidor tenía, en horas de secundaria de vacantes que siempre había, pero para obtener un incremento a mi base debía renunciar, sin importar las gestiones que realizaba sin cesar. Lo mismo me ocurrió en educación media superior, mismas normas aplican al igual que en el nivel educativo anterior. No importa si concursas en tu nivel o en uno diferente, la regla de despojo a tu base es siempre inminente. Si tienes menos de 19 horas frente agrupo, ascender es una vía que no tiene cupo, ya que aspirar a concursar por puestos mejor pagados, es un camino que el sistema ha truncado, no importa que desees ser supervisor, ATP o director, si no superas las 19 (horas) te quedarás sólo como espectador. Lo curioso de estas convocatorias de ingreso o incremento, es que son maleables como el más fétido excremento. Porque mientras para muchos que luchamos, el desarrollo nos han negado, para algunos privilegiados sin hacer examen alguno, las plazas les han regalado. Decepcionado de convocatorias miserables con estatutos abusivos, mendigar interinatos fue mi siguiente objetivo, y aunque la materia de artes con el nuevo modelo educativo sea lo más requerido, las vacantes de las mismas han quedado al olvido”
En este relato, son muchos los indicios y las huellas de la precariedad provocada por una evaluación docente obligatoria y permanente: imposibilidad de contar con un ingreso digno y suficiente para vivir; frustración por los obstáculos enfrentados para ascender o contar con más horas contratadas; desánimo ante el descubrimiento de que esas normas que prometían reconocer el mérito, en realidad sirvieron para justificar atropellos de todo tipo; impotencia ante la imposibilidad de defensa.
Entonces, la precariedad no es nada más una cuestión de inseguridad en el empleo. En todo caso, la situación misma de inseguridad, produce una incertidumbre constante ante el peligro de quedar fuera, ser desafiliado, desterrado del mundo del trabajo, de las relaciones con los otros y de la profesión misma. En tanto incertidumbre y exposición constante al peligro, abarca la totalidad de la existencia. Como dice Lorey en Estado de inseguridad. Gobernar la precariedad, la precarización es amenaza y constricción, significa vivir con lo imprevisible, con la contingencia, con la desprotección, con el miedo constante ante lo imprevisible, pero también representa una oportunidad para cambiar.
Cualquiera que se enfrente a la inseguridad constante de perder el empleo, no nada más se sentirá vulnerable ante la incertidumbre; reaccionará ante el temor, las amenazas, los peligros y riesgos sin fin. En esas reacciones podemos ver los efectos subjetivos de la precariedad; el relato aquí compartido da cuenta de eso.
Al respecto pensamos que:
- La evaluación docente cumplió uno de sus objetivos no declarados: instalar la incertidumbre y la inseguridad de por vida, en los maestros. Esto aplica por igual para los nuevos maestros y los de la vieja guardia. Se ejerció el control, orientación, dirección y conducción de la magisteria de diferentes formas, pero sin duda alguna, la posibilidad del despido por los malos resultados fue una de las más efectivas. En los maestros con antigüedad había que transformar sus prácticas de años, mientras que a los nuevos se les tenía que mostrar el sendero para potenciar el máximo logro de aprendizajes en los estudiantes.
- La evaluación funcionó a la perfección como medio para convertir a los maestros en defensores de la normatividad establecida para la implementación de la reforma y ahora del modelo educativo. Mientras los cuestionamientos se enfocaron avasalladoramente en la idea de que la evaluación era punitiva, se perdió de vista la normatividad, los programas, las acciones, las máximas como “La escuela al centro del sistema”, las decisiones que afectan directamente la organización y funcionamiento cotidiano de las escuelas, que de hecho se condensan en el NME. La normatividad ha sido garante del máximo logro de aprendizajes en los estudiantes, pero de manera paralela, la autonomía de gestión, la ruta de mejora y el programa Escuela al Centro, con su normalidad mínima, llegaron a la escuela primero por separado, después de forma articulada a través del NME, pasando a ser parte central del trabajo cotidiano, sin mayores obstáculos. El propio diseño de las pruebas estandarizadas para evaluar a los maestros, estuvieron basadas en la normatividad, la ruta de mejora, la normalidad mínima de la escuela, aspectos todos ellos ahora exigidos en las escuelas
- La evaluación preparó el terreno de la precarización, sembró la semilla, propició la fluidez de la reforma en la escuela. De esta forma, cuando apareció en escena el nuevo modelo educativo, ya prácticamente nadie se ocupó de analizar, organizar foros, encuentros o debates. Simplemente comenzó a aplicarse sin mayores resistencias ni complicaciones para el sistema.
Los maestros conocieron, experimentaron, e hicieron suya, de una forma u otra, la evaluación, pero los que no la presentaron también. Se instaló en muchos la idea de que aprobar una evaluación es la mejor manera de demostrar que se es capaz, digno merecedor del empleo. Para muchos, ser idóneo o destacado, es un motivo de orgullo. Y si no lo son, quieren serlo, eso forma parte de las aspiraciones de muchos maestros.
Por eso decimos que ya no hace falta obligar a los maestros a evaluarse. Ya interiorizaron que la evaluación es necesaria. Además, ahora la evaluación orienta la práctica dentro y fuera de la escuela.
Ser reconocido como idóneo, es de hecho el modo de reconocimiento del sistema educativo hacia los “buenos maestros” Un buen maestro es aquél que posee un gran conocimiento de la normatividad; en contraste, el mensaje para los no idóneos es que serán recibidos en el paraíso de la idoneidad si cumplen con la obligación de aprenderse, asumir como suya la normatividad no solo para presentar las evaluaciones, sino de manera sustantiva, como parte central de su trabajo docente.
De esta forma, una buena maestra es aquélla que cumple con las normas establecidas para obtener un contrato de trabajo. Para mantenerlo hay que hacerlo bien, demostrar méritos, hacerlo bien y mejor que otros. La evaluación ya le mostró a cada maestro que la idoneidad es el camino. Y quien no reúna las características para ser idóneo, tendrá que demostrar cuáles son los méritos que debe demostrar para alcanzar a serlo.
La evaluación obligatoria cada cuatro años, representó la pérdida inmediata de la plaza, es decir, de la estabilidad y seguridad. Pero el asunto no quedó ahí; se instaló en los maestros la idea de que hay que prepararse, y no de cualquier modo ni sobre cualquier cosa, sino sobre aquello que será objeto de evaluación. Ahí están como muestra los miles de maestros que acudieron a la evaluación de permanencia en noviembre pasado, pese a que su desaparición estaba más que anunciada
Ante este panorama, pensamos que aunque se cancele la evaluación a los maestros, en las prácticas docentes ya está instalada la lógica del mérito, el desempeño, la demostración de resultados. En este proceso, gracias al ensamblaje de diferentes programas, normas y acciones, tales como la normalidad mínima, la autonomía de gestión, la gobernanza y la autonomía curricular a través del NME, la reforma educativa neoliberal fluye en la escuela, en las aulas, entre los maestros, directivos y padres de familia.
Sin duda alguna, la evaluación funcionó como un dispositivo de control, de normalización y, por lo tanto, de disciplinamiento; instaló la precariedad en los maestros. Se ha anunciado que desaparecerá, pero sus efectos subjetivos ya se miran, se perciben, se palpan, como vimos en el relato aquí incluido. No sabemos si desaparecerán.
Por lo pronto, si no se introduce ningún cambio en las escuelas, el NME mantendrá viva y andando la reforma educativa neoliberal. Hasta ahora, ni los legisladores, tampoco AMLO ni Esteban piensan en eliminarlo; ninguna de las iniciativas para cancelar la reforma educativa contempla el asunto. Increíblemente, tampoco los maestros del SNTE, la CNTE, Maestros por México, Movimientos Magisteriales de Base, piden su desaparición.
El tema amerita una revisión cuidadosa, porque en las escuelas están ocurriendo muchas cosas. Será en otra entrega que comentaremos el tema de los efectos del Nuevo Modelo Educativo en los maestros y directivos, y argumentaremos por qué pensamos que debe desaparecer.