Por: Ángel Olaz. 18/06/2025
Antes de intentar responder a esta cuestión o, mejor dicho, responderse a esta comprometedora pregunta, parece necesario precisar a qué se refiere uno cuando habla de «sonambulismo» o, mejor aún, a quién puede tildarse de sonámbulo.
Según la Real Academia Española, el término sonámbulo —proveniente del latín somnus «sueño» y ambulāre «andar»— se relaciona con el de funambŭlus «funámbulo», refiriéndose a una persona «que, mientras está dormida, tiene cierta aptitud para ejecutar algunas funciones correspondientes a la vida de relación exterior, como las de levantarse, andar y hablar».
De modo agregado y en clave social, una «sociedad sonámbula» se caracteriza porque en ella sus actores principales (los ciudadanos) desarrollan una serie de automatismos o comportamientos reglados o, si se prefiere, normalizados e interiorizados, que los llevan a reproducirlos de forma individual y/o colectiva, sin llegar a reparar en que se encuentran actuando en una realidad paralela a la de otros, quienes han pensado cómo deberían conducirse las personas, sus grupos de interés y la sociedad en su conjunto. En otras palabras, puede darse la sensación de encontrarse «sumergidos» en el sueño de alguien que nos sueña.
Este escenario motiva que la persona sonámbula interactúe con el medio en el que se encuentra, desarrollando un conjunto de comportamientos, acciones y emociones, aunque muy posiblemente distantes de los de otra realidad cercana que les envuelve.
Por otro lado, las coordenadas en las que habitualmente nos movemos las personas vienen condicionadas, y hasta determinadas, por nuestros sentidos que, en ocasiones, distorsionan la propia percepción de las cosas.
También la memoria, según Verónica O’Keane, es falsa o, al menos, en gran medida. Pensemos por un momento en cómo nuestro cuerpo es un gran receptor de sensaciones y cómo, a partir de esas sensaciones, se crean recuerdos en la memoria, gracias a la cual, una vez quedan alojados, moldean a las personas. Los recuerdos humanos son algo muy vivo, forjándose en el momento presente. Siguiendo el razonamiento de esta autora, los recuerdos no son unidades de información que dan lugar a una memoria fija que el cerebro conserva en sus registros para cuando sea necesario echar mano de ellos, sino algo que se forja en el momento presente; algo vivo y que, en definitiva, es lo que somos.
Además, por si fuera poco, ha de contarse también, en este intento explicativo de lo que es esta sociedad sonámbula, con la presencia del imaginario colectivo que, según el sociólogo francés Edgar Morin, hace referencia a cómo un conjunto de mitos y símbolos funcionan como una «mente social colectiva». Este imaginario se va retroalimentando a través de los medios de comunicación y se identifica con productos de consumo y personalidades que ejercen una importante influencia mediática. Bajo este esquema, es momento de hablar de cómo la sociedad crea y recrea —posiblemente inventa— un conjunto de escenarios y esquemas de actuación que den sentido a qué se hace y cómo han de realizarse las cosas, en un intento por remediar el miedo a la incertidumbre y, lo que es más importante, construir socialmente la realidad.
Y es que la realidad es posible construirla socialmente, tal y como señalaron Berger y Luckmann al hablar de la construcción social de la realidad, sin olvidar el peso de los grandes medios de comunicación social conectados con centros de poder.
Si a estos ingredientes se suman los tan temidos juicios de valor por los que, de un modo subjetivo, se caracteriza y, en ocasiones, se caricaturiza a una persona, idea, situación, etc., en base a estereotipos, puede que esta sociedad sonámbula a la que se está refiriendo se vaya anclando y normalizando en la vida de las personas.
Cuando esto es así, buscar remedio a un entorno que nos robotiza no se convierte en tarea sencilla, pero no es menos cierto que tomar consciencia de las limitaciones que ello puede provocar es un punto de partida para mitigar el peso y el impacto que esta situación tiene en nuestra vida personal, familiar y laboral, por citar solo algunos planos de nuestra existencia.
Ahora bien, ¿realmente vivimos en una sociedad sonámbula o acaso estamos hablando de una alucinante realidad colectiva? Pueden contestarse, si lo desean, y tratar de explicar(se) si vivimos en una sociedad sonámbula.
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Fotografía: Dialektika. Freepik