Por: Claudio Alberto Escobedo Hernández. 03/03/2024
De acuerdo con los datos sobre escolarización en México presentados por la SEP en el documento “Principales Cifras del Sistema Educativo Nacional 2020-2021” existe una enorme brecha entre el número de alumnos que se inscribieron en educación primaria (13 677 465 alumnos) con respecto a los alumnos que se inscribieron a educación superior (4 030 616 alumnos) lo que nos habla de un proceso permanente de deserción escolar en los diferentes niveles educativos, millones de estudiantes que se van quedando en el camino, excluidos y sin la posibilidad de acceder a un nivel de educación profesional que les ayude a tener en el futuro un trabajo y una vida mejor para ellos y sus familias.
Un escandaloso nivel de deserción escolar que es urgente detener, no podemos seguir alimentando la desafortunada estadística de 100 niños que ingresan a primaria, solamente 24 terminan una carrera profesional, dejando en el camino a 76, principalmente en tercero de secundaria y primer año de bachillerato.
Por lo anterior y teniendo como referencia esta realidad educativa, el contenido de esta ponencia parte de la narración de una lamentable experiencia de vida de una estudiante de nivel primaria, una experiencia que representa solamente una muestra de la vulnerabilidad en la que viven muchas niñas, niños y jóvenes en este país lleno de múltiples problemas y contradicciones estructurales en lo económico y lo social.
Una ponencia que invita a la reflexión profunda de las maestras y maestros de México respecto a su hacer educativo, pero al mismo tiempo es también un exhorto a modificar las formas de enseñanza frías y descontextualizadas que en muchas ocasiones se presentan en la escuela, donde todavía se prioriza el enfoque funcionalista neoliberal y se busca a ciegas y afanosamente la calidad educativa, sin considerar las determinaciones y desajustes sociales en que viven muchos de los estudiantes de la escuela pública mexicana.
Eran las 14:20 horas del martes 10 de septiembre de 2019, precisamente unos meses antes del inicio de la pandemia de Covid, mientras los alumnos de sexto grado realizaban un ejercicio de cálculo mental dosificado en el programa oficial de estudios, como maestro titular del grupo revisaba la tarea del día anterior. Luego de revisar a 3 alumnos de la primera fila, tocó el turno a Mary Carmen, ella era una niña muy tímida, su uniforme se veía limpio pero arrugado, la piel de su rostro era seca al igual que su cabello, su estructura física, denotaba los estragos de la desnutrición y la mala alimentación.
Mary Carmen llegó hasta el escritorio y temerosa me entregó su cuaderno, yo sin medir palabra, al ver su cuaderno le dije sin tener ninguna consideración:
-Quiero que le digas a tu papá que te arregle el resorte de este cuaderno, de lo contrario ya no te revisare las tareas, como es posible que apenas está empezando el ciclo escolar y mira como traes tu cuaderno, necesitas ser más cuidadosa y ordenada con tus útiles escolares.
Y efectivamente, la libreta de Mary Carmen tenía el resorte metálico desalineado, además, las pastas y hojas del cuaderno estaban muy maltratadas, era un cuaderno usado, una libreta del ciclo escolar pasado seguramente. Cuando terminé de hacer la irresponsable observación a Mary Carmen, la alumna nerviosamente tomó su cuaderno y se retiró a su lugar.
A los pocos minutos transcurridos, una compañera de Mary Carmen, Dayana, se acercó a mi escritorio por el lado izquierdo y me dijo con voz baja:
-Maestro, Mary Carmen está llorando.
Al escuchar el discreto mensaje de Dayana, rápidamente reparé en que mi comportamiento hacia Mary Carmen había sido inadecuado, más de 20 años de experiencia y seguía cometiendo este tipo de imprudencias con mis alumnos. Efectivamente, cuando miro hacia el lugar donde estaba Mary Carmen, ella tenía sumida su cabeza entre sus brazos, sobre la paleta del pupitre. En ese instante comprendí la gravedad de mi error, el desacierto de no saber privilegiar el diálogo, la empatía y el buen trato con mi alumna.
Sin evidenciar alarma ante tal acontecimiento, seguí con las actividades que ya tenía programadas para esa mañana de trabajo, por cierto eran actividades sustentadas en el avance programático que llevaba en los libros de texto. Al poco tiempo y con discreción me acerqué a Mary Carmen y el pregunté el por qué lloraba, ella solamente me escuchó, no respondió ni hizo ningún movimiento, continúo sollozando silenciosamente. Y así siguió toda la mañana, hasta la hora de recreo, cuando faltaban dos minutos para que los alumnos tomaran su descanso, solicité a todos los niños que salieran del salón de clases de manera ordenada, así también dije en voz alta, solamente se quedará Mary Carmen, necesito hablar con ella.
Y así sucedió, cuando todos habían salido del aula, tomé mi silla y la puse a un lado del pupitre de Mary Carmen, ya en la quietud del salón vacío le pregunté el porqué estaba llorando, ella me contestó:
-Ya no voy a venir a la escuela maestro.
-¿Pero por qué Mary Carmen? (le pregunte rápidamente)
-Yo no tengo quién me arregle mis cuadernos, mi papá no está en casa, tiene como 2 años que nos abandonó a mi mamá y a mis hermanos.
Al escuchar el testimonio de Mary Carmen, inmediatamente intenté enmendar mi desacierto:
-No te preocupes, yo voy a arreglar tu cuaderno, a partir de este momento te voy a apoyar en lo que necesites Mary Carmen, cuenta con ello.
Mientras conversaba con la niña, llegaron hasta el salón los dos hermanos de Mary Carmen, Lupita de cuarto grado y Luisito, el hermano menor de Mary Carmen, que cursaba primero. Ella sacó de su mochila 2 lonches envueltos en papel canela, 2 jugos de cajita y se los entregó a Lupita, ellos tomaron los alimentos y se marcharon.
Después de la interrupción, continué preguntando:
-A ver Mary Carmen, ¿cómo está eso de que tu papá los abandonó?
-Sí, mi papá se juntó con otra mujer de Gómez, él ya tiene otra familia.
-No te preocupes (le dije) yo te voy a ayudar.
Al escuchar esto la niña me pregunta:
-¿De veras me quiere a ayudar?
-Por supuesto que sí, cuentas con todo mi apoyo de aquí en adelante (le dije firmemente a Mary Carmen)
Al terminar de expresarle mi interés de apoyarla, Mary Carmen me dijo:
-Quiero que me ayude con otra cosa maestro (la voz de la niña era algo temblorosa)
-¿En qué puedo ayudarte? (le respondí)
-Lo que pasa es que mi mamá trabaja en la maquila, en el turno de 4 a 12 de la noche, pero mi mamá tiene un novio, él todos los días va a la casa a las 9 de la noche a darnos una vuelta para cuidarnos, pero ese señor siempre me está molestando, me toca y me pide una y otra vez que me acerque a él cuando mis hermanitos están viendo la tele, ya estoy cansada, todos los días es lo mismo, ya no aguanto.
Cuando escuché el desgarrador y desesperado testimonio de Mary Carmen me quedé perplejo, no lograba asimilar rápidamente la crudeza de realidad que estaba viviendo Mary Carmen a sus escasos 11 años.
-Pero eso no es todo maestro (continuo la niña) también quiero que me ayude en otra cosa, en ocasiones mi mamá se dobla de turno en el trabajo y no llega hasta las 7 de la mañana, yo tengo mucho miedo en la noche, me da miedo la obscuridad y tengo mucho temor que alguien se meta a la casa, porque las ventanas de atrás no tienen rejas y las bardas están muy bajitas, tengo miedo que alguien entre y les haga daño a mis hermanitos.
¿Qué hacer ante este desgarrador testimonio? ¿Qué hacer ante tanta vulnerabilidad de 3 niños indefensos? ¿Qué hacer ante la invisibilidad de un problema social que tiene de rehén a un grupo de niños que no cuentan con protección alguna? ¿Qué hacer ante una problemática de grandes dimensiones que rebasa lo que la escuela y sus maestros pueden hacer?
Aun así, el director y algunos maestros de la escuela nos enfocamos a buscar solución a este problema, la alternativa judicial era inevitable para atender este caso, pero también, ante tales circunstancias iniciamos un proyecto de atención a los alumnos, para ello, empezamos a realizar un diagnóstico minucioso de la situación socioeconómica de todos los alumnos, era importante conocer el grado de vulnerabilidad en que vivían nuestros niños.
El estudio socioeconómico nos arrojó datos muy importantes sobre el número de integrantes de las familias, nivel adquisitivo, condiciones de la vivienda, trabajo infantil, abuso y maltrato de infantes, familias disfuncionales, problemas de alcohol, drogas o prostitución, entre otros muchos datos. Información valiosa que cada uno de los compañeros maestros utilizó para conocer la realidad de los estudiantes de su grupo, sus limitaciones y posibilidades educativas.
Cuando tuvimos la radiografía completa de las condiciones socioeconómicas de los estudiantes de la escuela, diseñamos una ruta académica que se ajustará lo más posible al nivel de aprendizaje de los alumnos, al nivel de atención de los alumnos en casa y a las posibilidades culturales a las que tenían acceso. Una ruta que definitivamente tuvo que tomar un rumbo y ritmo diferente con relación a la ruta curricular oficial, puesto que las problemáticas socioeconómicas de la gran mayoría de los estudiantes requerían un contenido y una enseñanza más pertinente a su realidad, una enseñanza situada a la realidad de las niñas y niños. Hicimos una ruptura curricular.
Pero la decisión más importante que se tomó, fue hacer una transformación radical en los procesos de interacción de los maestros con los alumnos, no podíamos seguir siendo omisos, ajenos e indiferentes a las necesidades de nuestros alumnos. Hubo la necesidad de un mayor acercamiento con los estudiantes, una comunicación mucho más fluida, sobre todo, diálogos que tuvieran que ver con el interés de los maestros por lo que estaban viviendo los alumnos en sus familias.
El status de autoridad del maestro tuvo que ser removido por una figura de apoyo, de aceptación al otro, de reconocimiento del alumno y las capacidades que pueden lograr desarrollar a pesar de su realidad adversa. Los maestros concluimos que el trato cercano, los diálogos respetuosos y la colaboración estrecha con los alumnos ayudan a generar confianza, autoestima, seguridad, sentido de pertenencia e interés por el trabajo escolar.
Y lo más importante, ayuda a identificar, prevenir y solucionar problemas graves de las niñas y niños de la escuela pública. La práctica pedagógica basada en el saber escuchar al alumno y acompañarlo, contribuye a neutralizar abusos y excesos que comenten algunos adultos contra los grupos vulnerables, allí está la clave. Un estilo pedagógico que obliga a desprenderse de los estándares académicos impuestos, de la calidad educativa sin rostro, de los perfiles de egreso fríos, tan comunes en las perspectivas educativas neoliberales.
Una intervención que intenta resaltar a manera de reflexión crítica, que el caso de Mary Carmen y sus dos pequeños hermanos, es sólo una muestra de otros miles de ejemplos que viven en condiciones de peligrosa vulnerabilidad en este país, casos que nadie atiende, casos que quedan silenciados por la indiferencia de una sociedad que se hunde en sus problemas cotidianos. El caso de Mary Carmen al igual que otros muchos que hay en nuestra nación, merecen una atención urgente, merecen que al menos sean visibles para que todos los sectores de la sociedad puedan intervenir y buscar soluciones y la escuela debe ser la primera en participar en esta gran tarea.
Un problema terrible el de Mary Carmen, un problema que estuvo a punto de hacerse mucho más grave y desbordarse con consecuencias devastadoras e inimaginables para ella y sus pequeños hermanos. Un abuso múltiple que no se concretó gracias a la intervención de Dayana que alertó sobre el llanto de su compañera, y de mi interés forzado por profundizar en el caso de Mary Carmen, después de haber cometido una indolencia en el trato hacia la niña.
Por todo lo anterior, considero oportuno rescatar y valorar la gran enseñanza que deja el caso de Mary Carmen, y lo digo, porque muchos de nosotros los maestros estamos enfocados al cien por ciento en el desarrollo de la temática de la programación curricular, heredado por un sistema de escolarización neoliberal y difícilmente nos detenemos a observar y analizar lo que viven y sufren nuestros alumnos, no prestamos atención a sus problemas y necesidades de carácter social y emocional, no enfocamos con nitidez la mirada a la cotidianidad de los niñas y niños que atendemos diariamente en nuestros salones de clases. Vivíamos abrumados por el avance programático, la planeación de clase, por alcanzar los aprendizajes esperados que el modelo educativo funcionalista nos demandaba constantemente y que todavía a pesar de la Reforma de la Nueva Escuela Mexicana, no hemos podido superar.
Cuando me pongo a pensar en la posibilidad de no haber tomado con seriedad el llanto de Mary Carmen, sí no hubiera profundizado en el diálogo con la niña, sí no hubiera indagado del porqué de su llanto, seguramente, el grito desesperado de Mary Carmen no hubiera sido escuchado, se hubiera ahogado en la indiferencia y creo firmemente que la violación sistemática hacia ella y sus hermanos se hubiera consumado, eso es lo grave del asunto.
No quiero ni pensar que eso pudo haber sucedido, si me hubiera mantenido acartonado, indiferente y sumido en la dinámica de lograr los objetivos educativos que proponen las autoridades educativas oficiales. El desenlace del caso de Mary Carmen habría sido fatal sí no hubiera escuchado el grito desesperado de la niña, la destrucción de la vida de Mary Carmen y sus hermanos sería un hecho consumado en este momento.
Por eso considero más que urgente direccionar el hacer de los maestros en las escuelas, creo que debemos de ser más humanos, creo que debemos ser más sensibles, creo que debemos ser menos indiferentes ante el llamado de auxilio de nuestros alumnos. No podemos ni debemos omitir la determinación social, económica y contextual de nuestros alumnos, sobre todo en un país donde el 43.9 % de su población (55 millones de personas) viven en la pobreza y pobreza extrema según los datos reportados en febrero de 2022 por el Coneval (Consejo Nacional de Evaluación de la Política de desarrollo Social)
No podemos ni debemos sobre poner la consecución de objetivos educativo sobre los llamados urgentes de nuestros niñas y niños, especialmente, cuando tenemos una violencia doméstica hacia la mujer tan brutal y escandalosa según la Organización de las Naciones Unidas, que concluye que este tipo de violencia afecta a 1 de cada 3 mujeres en México y el mundo.
De allí la importancia de empezar a reconstruir la perspectiva pedagógica de maestras y maestros, la realidad social de nuestra escuela pública está inmersa en complejas problemáticas que demandan el involucramiento y la cercanía de la escuela y sus maestros en esta truculenta manifestación de violencia y desatención que afectan a millones de niñas y niños de nuestro país. El desamparo que viven muchos de nuestros alumnos no puede ser borrado ni mucho menos desplazado por fines y competencias educativas. Tenemos que ayudar a hacer visible los problemas, tenemos que fomentar el diálogo en la escuela, generar la confianza en los alumnos para que logren expresarse, promover y practicar la solidaridad y la justicia con aquellos que sufren abuso de poder, exclusión y pobreza.
Perfectamente entiendo que hemos sido formados en los últimos años para educar para competir, que consideramos que la escuela es el espacio de construcción de conocimiento y que los alumnos son responsables de sus aprendizajes, que el aprendizaje logra el perfil idóneo y éxito educativo en los estudiantes “la educación de calidad se convierta en una plataforma para que los niños, niñas y jóvenes de México triunfen en el siglo XXI” (aprendizajes clave, 2017) una perspectiva educativa heredada por el neoliberalismo y que sigue arraigada en el hacer de las maestras y maestros de México.
La gran pregunta ¿podemos vivir tranquilos sabiendo que en la búsqueda incesante de aprendizajes idóneos y la educación de calidad vamos olvidando y dejando atrás a muchas niñas y niños que no están en condiciones de seguir los ritmos de aprendizajes que el diseño curricular demanda?
Por eso creo firmemente que las maestras y maestros de México tenemos que repensar nuestro hacer pedagógico en las escuelas, es necesario reflexionar en torno a lo que estamos enseñando y la forma en que lo estamos haciendo, no podemos seguir avanzando como si nada pasara, no podemos seguir la misma ruta que ha dejado millones de niños y jóvenes en la deserción escolar, en la reprobación, en el rezago educativo, ni mucho menos avanzando repartiendo culpas. Definitivamente NO, hay que hacer un alto en el camino y analizar detenidamente los procesos de escolarización que dirigimos.
Es indudable que tenemos que cambiar de rumbo, probablemente el camino trazado necesita nuevas coordenadas, donde podamos encontrar espacio para una enseñanza de contenidos contextualizada, una enseñanza que practique más la inclusión, que promueva la solidaridad y el respeto entre todos, una enseñanza donde prevalezca el amor y la amistad entre alumnos y maestros, una enseñanza que estimule la expresión de las emociones, el aprendizaje comunitario, una enseñanza que ayude a fomentar el trabajo entre iguales, el trabajo cooperativo, una enseñanza que respete a todos los alumnos, que les de su espacio, que ayude a todos por igual, que sea realmente democrática y contribuya a construir destinos para todos los alumnos, no solamente para unos cuantos.
Para ello es importante reconstruir y redirigir los procesos de escolarización que se llevan a cabo en la escuela, es importante escuchar a los alumnos y conocer sus necesidades, aspiraciones y sueños, las maestras y maestros tenemos que transformar el objetivo educativo, la meta de logro, la aspiración funcionalista que sólo ha servido para dejar atrás a muchos. Decía Freire “Es importante que vivamos la experiencia equilibrada y armoniosa entre hablarle al educando y hablar con él” (Freire, 2002, p. 109) hay que hablar con las niñas y niños no solamente para dar indicaciones e instrucciones, necesitamos hablar con ellos para entender y saber lo que piensan, lo que sienten, lo que desean, para de esa manera proyectar contenidos de enseñanza que realmente les ayuden, es necesario empezar a trabajar el aprendizaje situado, como lo afirma Barriga 2006, para que los alumnos le encuentren sentido y utilidad a lo que hacen y aprenden en la escuela, un aprendizaje que debe nacer de la interacción afectiva y respetuosa entre alumnos y maestros, un aprendizaje que germine a partir de las necesidades del contexto y bajo procesos de interacción basados en el amor entre los alumnos y los maestros.
Educar a todos para vivir mejor, debe ser la prioridad del Sistema Educativo Nacional, como sociedad no podemos ni debemos seguir generando procesos de exclusión en las escuelas, la escuela es de todos y para todos. Una sociedad que es capaz de brindar educación integral a todas las niñas, niños y jóvenes, es una sociedad con futuro, una sociedad con proyecto, es una sociedad mejor. Porque la manera más correcta de enfrentar los retos económicos y sociales del mundo global del siglo XXI, es consolidando una base social con conocimiento y capacidades, una base social informada, con capacidad crítica, con expectativa de mejora colectiva, y eso, solamente lo podemos alcanzar cuando logremos tener una escuela que empiece a enseñar de manera diferente, una escuela que enseñe a pensar, a conocer más, una escuela que escuche, que permita la libre expresión de ideas y emociones, una escuela que trabaje la colectividad, una escuela que sea realmente democrática y con equidad, una escuela para todos.
Por supuesto que la base epistemológica y pedagógica de la Nueva Escuela Mexicana contempla en la autonomía curricular, en el plan analítico y el codiseño muchas de estas aspiraciones, sin embargo, no olvidemos que la inmensa mayoría de los maestros hemos sido formados y profesionalizados bajo enfoques educativos neoliberales, los cuales han dejado millones de estudiantes excluidos y sin esperanza. El poder asumir una perspectiva educativa y pedagógica más humana e incluyente implica empezar a construir una nueva identidad profesional, una nueva visión pedagógica, un nuevo rostro de la escuela pública y eso lleva tiempo, requiere seguimiento, demanda compromiso del magisterio nacional, tenemos que empezar a caminar nuevos caminos, para llegar a nuevos destinos, a lugares donde haya esperanza para todas y todos los estudiantes de México.
Referencias bibliográficas.
Aprendizaje Clave para la Educación Integral: Plan y programas de estudio para la educación básica. SEP. 2017. Página 3.
CONEVAL, 2022. Consejo Nacional de Evaluación de la Política de Desarrollo Social. Febrero. 2022. www.coneval.org.mx
Díaz Barriga, 2006. “Enseñanza situada. Segunda edición, México. Mc. Graw Hill.
Freire, Paulo. 2002 “Cartas a quien pretende enseñar” Séptima carta: de hablarle al educando a hablarle a él y con el: de oír al educando a ser oído por él. Ed. Siglo Veintiuno, página 109.
ONU, MUJERES, MÉXICO. Violencia doméstica durante la Covid-19. Mexico.onuwomen.org/es/digiteca/publicaciones/2020-nuevo/junio-2020/violenciadomestica
Principales Cifras del Sistema Educativo Nacional 2020-2021, SEP, 2021. Dirección General de Planeación, Programación y Estadística Educativa.