Por: Juan Felipe Duque Agudelo. Lanzas y Letras. 06/11/2018
Durante todo este fin de semana se realizará en Medellín el Encuentro Nacional de Estudiantes de la Universidad Nacional de Colombia. Este evento busca, en el momento más caliente de la movilización estudiantil, articular acciones conjuntas a nivel de universidad y hallar esa Universidad Nacional oculta y mutilada.
La Universidad Nacional de Colombia, la de Camilo Torres y de Fals Borda. La de Gonzalo Bravo Pérez, Jorge Eliecer Gatián y Uriel Gutiérrez. La del 8 y 9 de junio, la de 1971, la que le abrió sus puertas a Gerda Westendorp Restrepo, primera mujer universitaria del país. La misma Universidad Nacional de Colombia que hoy tiene toda la atención de los medios de comunicación por abrazar a los agentes de una institución como el ESMAD y realizar bloqueos que no bloquean con movilizaciones que no incomodan. Precisamente es esa Universidad Nacional de Colombia que debe comprender que su historia —por gloriosa o bochornosa que sea— no es toda su historia.
Y es que una universidad que se precie de ser —signifique lo que signifique eso— un proyecto de nación con más de nueve sedes dispersas por la geografía estatal, no puede reducir su historia a la historia de la sede ubicada capital de la República. Más aún, un movimiento estudiantil que busque disputar el sentido nacional de lo que significa la educación pública, debe rechazar enfáticamente un doble centralismo: el centralismo de la Universidad Nacional dentro de las dinámicas de país, y el centralismo “interno” que la sede Bogotá ejerce sobre el resto de las sedes.

A este respecto, el actual contexto de movilización universitaria nacional presenta dos alegrías. La primera, la construcción amplia (política y geográficamente) de una plataforma de coordinación estudiantil a nivel nacional como la Unión Nacional de Estudiantes de la Educación Superior (UNEES) que, por ejemplo, realizó uno de sus encuentros en la Universidad de la Amazonía en Florencia, Caquetá. La segunda, que en el marco de los encuentros de la UNEES, los estudiantes de la Universidad Nacional hayan logrado consolidar la propuesta de un encuentro nacional que se debían, al menos, desde el último contexto de agitación producido por la intentona de reforma al estatuto estudiantil en el primer semestre del 2017.
INICIA EL ENCUENTRO NACIONAL
“La movilización fue enorme en Leticia”, “en Manizales ya están acampando”, “la gente de Palmira está firme”, “en Medellín el paro va para dos meses”. El monopolio de la movilización estudiantil de la Nacho ya no lo tiene Bogotá. Felizmente, y no por un absurdo regionalismo, los estudiantes de la Nacional se están mirando a sí mismos, tratando de hallar su historia en los márgenes de la historia oficial (y si se quiere, también de la historia oficial de la rebeldía estudiantil) y, lo más importante en este contexto, ampliando su repertorio de acción política y potenciando sus exigencias en todas las escalas posibles.
En esta línea, el día de hoy inician las actividades del Encuentro Nacional de Estudiantes de la Universidad Nacional que sesionará en Medellín todo el fin de semana. Se espera que asistan más de 700 estudiantes de todo el país con el fin de “articular a todas las sedes en torno a un accionar conjunto frente a las directivas de la Universidad, y generar los espacios de comunicación necesarios”, según comentó Laura Arboleda, una de las estudiantes que integra la Comisión Estudiantil que en la sede Medellín se ha encargado de sostener un paro de unas dimensiones inesperadas para una sede típicamente “conservadora”.

Sin embargo, la idea de un encuentro de estudiantes de la Nacional no es del todo propia de esta coyuntura. Hace ya más un año —como ya lo había insinuado— los estudiantes intentaron viabilizar un encuentro de este tipo luego de un proceso de movilización que obligó a las directivas a declinar en su propósito de llevar a cabo una reforma, en muchos aspectos nefasta, al Estatuto Estudiantil. Con el paradójico estilo de los estudiantes de la Nacho, que en aquel momento de relativa calma no lograron consolidar dicho encuentro, el punto más caliente de la actual coyuntura de movilización estudiantil va a ser el entorno en el que los estudiantes de la Universidad Nacional se den tan anhelada cita.
Según Andrés, otro de los miembros de la Comisión Estudiantil, “las primeras relaciones que empezamos a tejer con los compañeros de las otras sedes se dan gracias a los Encuentros Nacionales de Estudiantes de la Educación Superior (ENEES). A través de estos espacios hemos logrado dar algunas discusiones sobre cuáles son las necesidades que tenemos como Universidad y qué problemática tenemos como universidad”. Para todas y todos es evidente que este evento significa una oportunidad única para darle un vuelco a la universidad desde su estamento más dinámico, los estudiantes. El que se dé en medio de la calentura de la coyuntura le pone y no le quita: permite construir apuestas de mediano y largo plazo a nivel de la Universidad Nacional que vayan más allá de los problemas económico-presupuestales que dan razón —legítima— a este proceso de movilización.

¿Y EL MOVIMIENTO UNIVERSITARIO?
Algo llamativo de esta coyuntura —a diferencia de la vivida hace un año por cuenta de la reforma al Estatuto Estudiantil— está en el acercamiento que han tenido otros miembros de la comunidad universitaria con las consignas del movimiento estudiantil. Profesores, administrativos y contratistas han dado un relativo apoyo a estudiantes y trabajadores en sus mecanismos de movilización. Incluso, la nueva rectora Dolly Montoya y su equipo promovió la participación de la comunidad universitaria en la marcha del 10 de octubre. Algo nos decía que existía la posibilidad de construir un potente movimiento educativo que superara, de una vez por todas y a fuerza de movilización, la infantil situación de estar lloriqueando cada cuatro años por plata. Sin embargo, el puzzlecomenzó a desbaratarse.
Hace apenas unos días, las rectorías de algunas de las universidades públicas del país firmaron un mal acuerdo con el presidente Iván Duque con el propósito de desmovilizar las universidades. Un intento fracasado. La situación, incluso acotándola al aspecto meramente presupuestal, es tan grave, que dicho acuerdo no pasó de ser un —nuevamente— mal saludo a la bandera.

Luego de firmados estos acuerdos, el profesor Leopoldo Múnera, en una carta dirigida a la rectora, renuncia a su participación dentro del Grupo Asesor de Educación Superior —convocado por la rectora Dolly— para volver a su trinchera en la “Mesa de Profesores y Profesoras de la Universidad Nacional de Colombia y en el movimiento universitario”. Los motivos, aunque implícitos, son claros: no se puede pasar por alto a la comunidad universitaria con una mesa entre las rectorías y el Ejecutivo, no solo no es razonable, es ingenuo.
También es ingenuo pensar que en su posición, la rectora asumirá una defensa a ultranza del mecanismo de paro nacional, el movimiento estudiantil y sindical y los bloqueos.

De ahí que las la riqueza del Encuentro Nacional de Estudiantes de la Universidad Nacional se multiplique. Es la posibilidad de unir con pegamento, o por lo menos con la saliva de unas exigencias internas, un movimiento universitario de la Universidad Nacional que el Gobierno Nacional ha procurado en fracturar.
Esperemos que sea la rectora, superando el talante de las anteriores administraciones, quien esta vez tome la iniciativa de escuchar y hacer sinergia con la razón de ser de cualquier universidad: los estudiantes.
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Fotografía: Lanzas y Letras