Por: El quinto poder. 20/09/2023
Pareciera que la negación de un sector social a reconocer las violaciones de DD.HH. y su relación con la dictadura sangrienta ocurrida en Chile entre el año 1973 al 1989, ha sufrido un aumento significativo de manera aparente, en comparación, con la conducta social de las décadas pasadas, después de la dictadura, en donde no existía un atrevimiento moral respecto a festejar la desaparición de un otro. El hombre ignorante hoy, tiende a pronunciarse constantemente sin tener argumentos histórico veraces, comprobables y sin pensar en el silencio que caracteriza al hombre sabio.
Existe una exacerbación en la búsqueda de la justificación de la dictadura y los crímenes de lesa humanidad. Esto plantea la necesidad por parte de ellos de (…) presentar a las víctimas como victimarios, con la culpa de haber posibilitado el golpe de Estado
Frente a este aumento, los gobiernos han respondido con una falta histórica de políticas públicas que busquen concientizar sobre la importancia de reconocer las heridas y traumas originadas durante los diecisiete años de dictadura y los más de treinta años posteriores que cimentaron el silencio produciendo una falla estructural en la sociedad chilena. Esta actitud mantenida y persistente que nace bajo el alero de la consigna “avanzar dentro de lo posible” que declara la transición termina produciendo el fenómeno de relativización histórica.
Desde la mirada de la psicología es importante lograr comprender lo que la sociedad actual nos comunica respecto a su nueva norma de valores. En el artículo anterior denominado “El sosiego peligroso de la pulsión de vida frente a la cité”, señalaba que el sujeto es promovido por el deseo de cumplir la meta de salir del apartheid que plantea el actual sistema por medio del consumo que, al mismo tiempo, lo nubla constantemente a pesar de la frustración que pueda experimentar. Por tanto, escoge el camino de la ignorancia que busca como mecanismo de defensa no querer saber para no enfrentarse con esa realidad tan dolorosa. Así pues, el acto de malestar se termina diluyendo en su camino hasta la actualidad. Por otro lado, es importante señalar que respecto a la comunicación que entrega la sociedad, tanto desde ésta línea y otras, se puede aplicar un principio lógico que permita categorizar, producir contrastaciones, observar alguna similitud que puedan contener los fenómenos sociales en el transcurrir del tiempo, para llegar a alguna formulación que permita comprender y ojalá abordar de manera certera dichos comportamientos sociales sin necesariamente tener como objetivo ser una lumbrera sino, más bien, un aporte en el análisis de aquellos fenómenos.
La psicología es también como ciencia responsable de contribuir con los códigos necesarios para comprender los fenómenos actuales. Desde esta crítica, hemos observado que la psicología hegemónica contribuye principalmente a apartar al sujeto de la terapia de su realidad social. Esto puede ser un elemento bastante ventajoso cuando constatamos que es esta misma ciencia la que se ha puesto al servicio de poderes que tratan de alienar las subjetividades sociales colocando en el centro la individuación del sujeto. Pero, ¿Cuál es el objetivo que tienen los mecanismos de control social?
Quizá, deberíamos partir comprendiendo que el sistema estructural busca la construcción de un sujeto social moldeado a esta idea de ser como es, produciendo una forma de pensamiento determinada frente a la realidad, sintiéndola de una manera personalista un poco paranoica, un poco limítrofe, por tanto, actúa de la forma que lo hace en la actualidad con características del todo o nada, todo es blanco o todo es negro, sin poder llegar a un campo de pensamiento reflexivo. Aquí, parece relevante considerar que el ambiente social que envuelve al sujeto es producido por los factores socio culturales que definen el resultado del comportamiento de éste. Entonces, no es impreciso llegar a la conclusión de que hay factores estimulantes que proyectan una verdad y, en tanto, una realidad que no necesariamente es la que tiene relación con la propia historicidad del sujeto.
Es necesario volver a retomar los elementos planteados por la medica psiquiatra Paz Rojas, premio nacional de DD.HH. el año 2011, quien planteó en el seminario en donde ella comparte “algunas reflexiones sobre los efectos de la sociedad represiva en la salud mental” del año 1981. En este encuentro ella plantea como forma de condicionamiento de la población el fenómeno de manipulación psico-ideológica que corresponde a la guerra psicológica que manipula las consciencias de las personas exacerbando, creando o distorsionando los sentimientos básicos con el fin de producir respuestas primarias. Lo que se produce son estímulos provocadores del miedo colocando un enemigo interno, peligroso, perverso, o generador de violencia. Esto lo hacen a través de estímulos visuales, auditivos, biológicos y afectivos de manera simultánea, provocando una reacción bio-psico-ideológica primaria de terror y pánico. Como resultado de esta estrategia de manipulación encontramos que las personas se dejan dominar por los sentimientos anulando su capacidad de análisis, reflexión y razonamiento lógico que los saca de la objetividad frente a la realidad.
Además, existe una exacerbación en la búsqueda de la justificación de la dictadura y los acontecimientos de rompimiento de la democracia y crímenes de lesa humanidad. Esto plantea la necesidad por parte de ellos de, como dice la doctora Paz Roja, presentar a las víctimas como victimarios, con la culpa de haber posibilitado el golpe de Estado. Este fenómeno responde a una doctrina elaborada por medio de la alienación subjetiva de la sociedad. Sin embargo, las personas no saben y no reconocen que se encuentran dentro de un campo simbólico que altera la realidad produciendo el miedo a las transformaciones porque producen, según ellos, inseguridad respecto al futuro de las personas. Entonces, sólo se adhieren a discursos que parecen racionales, sin merito algunos en sus argumentos y que producen reactivaciones emocionales al hablarle de sus vidas como si fueran una verdad real y material.
Con estos antecedentes, queda clarificada la realidad de una sociedad patologizada, tanto de manera individual, como a manera de estructura. En la medida que no consideremos la importancia que tiene el marco psicológico en las cuestiones de manipulación psico-ideológica que producen, como dijo la medica psiquiatra Paz Rojas, una reacción bio-psico-ideológica como parte de una manipulación de consciencias que lleva como resultado el apoyo a propuestas fascistas que se sujetan del populismo nacionalista falso, encontraremos una sociedad dispuestas a la extinción del otro social como mecanismo de solución a los grandes conflictos de la actualidad.
Creo que la psicología chilena por lo menos debiera cumplir con tres fuentes fundamentales que la relacione profundamente con respeto y promoción a los DD.HH. La primera, sería la cercanía y contribución de los profesionales de salud mental a las organizaciones y los movimientos sociales permitiendo que estos sean lugar de encuentro saludables en donde prevalezca el interés humano. Segundo, debemos ser actores que influencien a la sociedad en la búsqueda de bienestar social y desarrollo de soluciones que se sincronicen con el derecho irrestricto de las personas como seres humanos que somos. Tercero y último, debemos presentar y vivir una ética profundamente ligada a los DD.HH. y, además, un rechazo claro y fuerte a los mecanismos de represión políticas que lleven al Estado a violar los derechos fundamentales de las personas. Más aún, ha no vernos involucrados con grupos organizados que busquen la destrucción del Otro social.
Hoy, más que nunca, debemos plantear la necesidad de proponer políticas públicas que tengan como objetivos la Rehabilitación Social frente a los mecanismos de guerra psicológica que imponen sistemáticamente los sectores reaccionarios, tanto a nivel políticos, como a nivel organizacional de grupos poderosos. Es necesario mantener un compromiso profundo con la vida sana de una sociedad en materia de Salud Mental.
Por último, señalar que la historia acusa que en los contextos de tortura, muerte y desaparición de personas, hubieron profesionales que no sólo aceptaron o toleraron aquellas acciones, sino que además, alentaron ya sea moral, ideológica o técnicamente, que estos hechos se llevarán a cabo en dictadura. Por tanto, es nuestra responsabilidad como ciencia no repetir la historia y aportar en el desarrollo de un país que pueda ver definitivamente la modernidad.
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Fotografía: El quinto poder