Por: Laura Villadiego. 28/04/2025
El historiador reflexiona sobre el auge de la derecha en el mundo y el impulso que ha supuesto la vuelta de Donald Trump a la Casa Blanca. «Hay una ruptura de una época histórica. El orden liberal internacional está moribundo”, asegura
El historiador Steven Forti (Trento, 1981) ya avisaba en su libro ‘Extrema derecha 2.0. Qué es y cómo combatirla’, publicado en 2021, que la nueva ultraderecha había superado los obstáculos conceptuales del fascismo y el populismo y que se había convertido en una de las mayores amenazas para las democracias liberales. Y que, lejos de los visión tradicional que hay sobre los movimientos conservadores, son ideologías que se han renovado y que ahora se caracterizan por el peso de las nuevas tecnologías y la existencia de redes transnacionales. La vuelta de un Donald Trump más radicalizado a la Casa Blanca es una muestra de que la amenaza ya no es sólo teórica y que, ya desde dentro, su objetivo es ahora erosionar las estructuras democráticas, como Forti analiza en su último libro ‘Democracias en Extinción. El espectro de las autocracias electorales’. Hablamos con él sobre el auge de la extrema derecha, el impulso que ha supuesto la llegada de Donald Trump a la Casa Blanca, y sobre las estrategias para hacer frente al desmantelamiento de la democracia antes de que sea demasiado tarde.
Pregunta. Hace dos años, coordinaste, junto a la Fundación 1º de Mayo, el libro ‘Mitos y cuentos de la extrema derecha’ en el que escribías que «las nuevas extremas derechas son la mayor amenaza existente para las democracias liberales y pluralistas en las que vivimos». ¿Cómo han evolucionado desde entonces?
Respuesta. La extrema derecha sigue siendo una amenaza real y no sólo porque ahora tengamos a Trump en la Casa Blanca. Ahora estamos viendo una tendencia de crecimiento electoral de la extrema derecha, pero no es algo que empezara el año pasado. Viene de más atrás, aunque se ha acelerado. Y ahora vemos el riesgo que representa la extrema derecha con caras y ojos, porque están en los palacios de poder de algunos estados, inclusive de una superpotencia como Estados Unidos. Y vemos lo que realmente comporta su propuesta política, cuáles son sus objetivos y cómo actúan desde el poder. No olvidemos que hasta hace tres años aproximadamente la extrema derecha estaba en el gobierno en muchos menos países. En el último lustro, dejando de lado la primera presidencia de Trump, que fue distinta a esta que estamos viendo ahora, y Brasil, donde luego perdieron las elecciones, sólo teníamos a Hungría y Polonia. En Polonia es cierto que la extrema derecha perdió después. Pero luego se han sumado Italia, los Países Bajos, donde la extrema derecha ha entrado en el gobierno, y otros países de Europa Oriental. Y además Argentina y Estados Unidos. Y luego está el caso de Israel, que tiene sus peculiaridades. Entonces sigue siendo una amenaza, un enemigo de los valores democráticos. Ahora lo vemos con mucha más claridad, porque está en más puestos de poder que hace unos años.
P. Y como apuntas en tu último libro, estarían ya desmantelando los sistemas democráticos…
R. Sí, lo están haciendo, no cabe ninguna duda. Y lo vemos cada día en Estados Unidos, donde el plan de Trump no es solo vencer a las izquierdas y a los progresistas, sino debilitar la separación de poderes, el Estado de Derecho, el pluralismo informativo y además atacar duramente los derechos de las minorías y a los pilares de lo que es un modelo democrático liberal. Pero esto lo viene haciendo Orbán desde 2010 en Hungría. A su manera lo está haciendo Milei desde que ha llegado al poder en Argentina. Y también Netanyahu, y no sólo ahora con la guerra de exterminio y de genocidio en Gaza del último año y medio. Y Giorgia Meloni en Italia, aunque sin levantar tanto la voz ni gritar como están haciendo algunos de estos líderes, e intentando más bien mostrarse como una líder seria, pragmática y moderada, cuando de moderada no tiene nada.
P. Y mencionabas antes que este mandato de Trump está siendo diferente al anterior. ¿En qué percibes que es diferente?
R. No creo que la ideología de Trump sea distinta a hace cuatro o siete años, sino que la experiencia de Trump es distinta. Cuando Trump ganó las elecciones en 2016, fue una sorpresa. No tenía ninguna experiencia en política, y todavía no controlaba al partido republicano. Los cuatro años de su primera presidencia le han otorgado unos conocimientos de cómo funciona un Estado. Y ahora llega con un plan muy claro de qué se tiene que hacer, cómo tiene que hacerlo y dónde se tiene que actuar. Y, de hecho, los nombramientos que ha hecho en las secretarías de Estado y en otros puestos apicales de la administración, incluyendo en lugares como la CIA o el FBI, son de personas absolutamente fieles a él, evitando cualquier figura, como ocurrió en la primera administración, que ya estuviera en esos ámbitos. Porque entonces actuaron de una forma u otra como un freno a las pretensiones de Trump, sobre todo en el ámbito de la defensa y de la seguridad. Ahora tenemos un Trump más envalentonado, que se auto incensa como una especie de elegido por Dios y que en parte se ha radicalizado como reacción también a la derrota electoral de 2020 y a los juicios que ha tenido en estos últimos años. Sería un Trump 2.0, con un control ya absoluto del Partido Republicano, algo que en 2016 no estaba claro. Y un último dato importante es que el plan de Trump también bebe del trabajo que hacen fundaciones y think tanks que se han radicalizado paulatinamente en los últimos ocho años y que no lo estaban tanto en 2016 ó 2017. Me refiero, por ejemplo, al famoso Project 2025 de la Fundación Heritage que Trump está aplicando al pie de la letra y que se ha presentado justamente para su campaña electoral del año pasado.
P. ¿Cómo va a ser este Trump 2.0?
R. Siempre es difícil prever el futuro. Y preverlo ahora, con los cambios que estamos viendo en todos los ámbitos, es muy difícil. Lo que podemos hacer es plantear unas hipótesis teniendo en cuenta lo que está pasando, pero las incógnitas son enormes. Y aquí hay que subrayar que hay una ruptura de una época histórica y de las reglas del juego que teníamos desde la Segunda Guerra Mundial. Es decir, el orden liberal internacional ha sufrido ataques por tierra, mar y aire que lo han dejado prácticamente moribundo. Y evidentemente eso abre una nueva etapa, de la cual no entendemos todavía bien cuáles serán sus rasgos y sus características. Pero lo que parece es que hay un total menosprecio de las reglas diplomáticas internacionales, y un escenario donde las relaciones son relaciones de fuerza según la ley de la jungla, donde ya no hay líneas rojas de ningún tipo, como ha demostrado la humillación en directo de Zelensky en el Despacho Oval de la Casa Blanca, o las declaraciones de Trump sobre Groenlandia, Canadá, o Panamá. En cuanto a política interior, las líneas son las de reforzar el Ejecutivo frente a los otros dos poderes, el judicial y el legislativo, y es lo que se está haciendo ya con los primeros decretos ejecutivos. Por otro lado, también quiere debilitar y reducir notablemente la administración federal. Esto no quiere decir que la administración federal no tendrá competencias y poderes, pero estas serán limitadas en algunos ámbitos y estarán vinculadas al Ejecutivo. Esta es la voluntad del despido masivo de funcionarios y de la incorporación de funcionarios fieles. Por otro lado, estamos viendo también, y eso también es una gran incógnita de cara al futuro, una poderosa y preocupante alianza antidemocrática entre la extrema derecha y los que se han venido llamando tecnoligarcas, como el mismo Elon Musk. Pero hay muchos otros como Peter Thiel (fundador de Paypal), o los jefes de Amazon o Meta, Bezos y Zuckerberg, que al final se han arrodillado frente al nuevo rey de la Casa Blanca. Esta alianza comporta una menor regulación en muchos ámbitos donde tienen intereses empresariales estas empresas, un debilitamiento de los derechos de los trabajadores y, una legislación muy laxa en cuanto a fiscalidad de las empresas. Entonces, lo que estamos viendo es una nueva versión del neoliberalismo que sigue la senda del tatcherismo y del reaganismo, pero que claramente se ha quitado la máscara sobre algunas componentes progresistas en cuanto a derechos civiles, igualdad racial o de género, o defensa de una sociedad abierta, y que es expresamente autoritario y antidemocrático, considerando la democracia un estorbo y un sistema fallido y fracasado. Estas son algunas líneas claves, pero no son nuevas. Trump ya las había utilizado en buena medida en el primer mandato, las ha repetido en la oposición y las ha utilizado en campaña electoral, y ahora las está aplicando a rajatabla con una radicalidad mucho mayor de lo que muchos se podían esperar. En cuanto a política exterior e internacional, Estados Unidos sigue siendo todavía la primera superpotencia a nivel mundial y tiene una influencia notable. Y las líneas que estamos viendo son las de un menosprecio y un ataque durísimo a las reglas del juego internacional existentes hasta esta época. Ahora parece que no existen líneas rojas y se está entrando en la ley de la jungla, del homo homini lupus (el hombre es un lobo para el hombre), como dijo Hobbes, de la ley del más fuerte. Y además con unos enemigos claros que, por parte de Trump, no parecen ser tanto Rusia, de momento, sino la Unión Europea, o países como Canadá y México. Pero es muy difícil, mucho más que antes, poder prever lo que pasará, porque es una nueva época con muchísimas incógnitas y no sabemos cuáles serán exactamente sus características. Además, por otro lado, hay también un elemento que es importante tener en cuenta, que es el carácter bastante impredecible de Trump.
P. En los últimos meses hemos visto algunos movimientos de oposición a este auge de la extrema derecha (protestas en Argentina, abandono de la red social X). ¿Crees que estos movimientos tienen alguna capacidad de erosionar esta tendencia alcista de la extrema derecha?
R. Ojalá. Pero siendo realista, me parece todo muy verde. Mencionabas la gente que ha dejado X. Claro que ha habido gente que ha dejado X, inclusive algunas instituciones o medios internacionales de relevancia. Pero me parece que todavía son la grandísima minoría. Y aunque ya se han ido algunos millones de personas, muchísimos siguen estando en la antigua Twitter. Ha habido protestas contra Elon Musk también por el tema de Tesla y se dice que han bajado las ventas. Ha habido algunas acciones muy valientes, desde un punto de vista también de política-espectáculo, con proyecciones en la fábrica Tesla de Alemania, pero no estamos hablando de movimientos de masas estructurados, estamos hablando de pequeños grupos o individuos. Es una señal sin duda positiva, pero a mí me parece todavía todo muy verde.
P. ¿Cuál crees que va a ser la respuesta de Europa? ¿Crees que es consciente de que se está convirtiendo en el enemigo de Europa?
R. Aún está por ver. Una cosa son las declaraciones, otra es ver efectivamente si en Europa hay realmente una toma de conciencia de esto, y si hay una voluntad política y una correlación de fuerzas a nivel político que permita tomar decisiones valientes. No olvidemos que en muchos países que son miembros de la Unión Europea, como Italia, Hungría, Eslovaquia, Finlandia, Bélgica o Países Bajos, la extrema derecha está en sus consejos de ministros. Entonces, ¿cómo se tomarán las decisiones en el Consejo Europeo? Es muy difícil. Sin contar que yo no creo que Ursula von der Leyen tenga del todo claro que la Unión Europea tiene que ponerse las pilas y trabajar intensamente, rápidamente, para una autonomía estratégica. Y esta autonomía no debe ser solamente una autonomía en el ámbito de la defensa y, conectada con el rearme, que es casi lo único de lo que se está hablando ahora, aparte del tema de los aranceles. Aquí se trata de un reto enorme y una amenaza que es global, porque la extrema derecha está también dentro de Europa. Y la respuesta de la Unión Europea no me parece que sea una respuesta contra la extrema derecha. Es una respuesta porque se ha dado cuenta de que Trump quiere destruir a la Unión Europea, convertirla en irrelevante. Pero entre los miembros que están en la ecuación está también Giorgia Meloni, que es uno de los caballos de Troya del trampismo en Europa y que gobierna un país miembro importante como Italia.
P. ¿Cómo interpretas los resultados de las últimas elecciones en Alemania?
R. No ha habido grandes sorpresas respecto a lo que nos decían los sondeos. La única sorpresa ha sido un mejor resultado por parte de Die Linke, porque se ha activado un voto, en buena medida joven y femenino, de rechazo a la AfD. Pero que la AfD iba a superar el 20% lo venían diciendo más o menos todos los sondeos desde hace meses. Entonces, por un lado no me sorprende, porque lo de Alemania responde a unas dinámicas que son europeas y globales de auge de las extremas derechas. Por el otro, hay que tener en cuenta el contexto alemán y el impacto económico que ha tenido la guerra en Ucrania. No perdamos de vista que Alemania, que debería ser el motor de Europa, ha estado en recesión varios trimestres. Todo eso impacta. Por otra parte, la AfD no es algo totalmente nuevo porque, aunque se creó en 2013, en los últimos años ya había conseguido resultados preocupantes. Claro que ahora ha subido más, pero en el 2021 obtuvo el 10%. En 2017, todavía con Merkel al frente de la CDU y del gobierno, más del 12. Ya era un resultado considerable. Pero sí que ha habido un elemento de novedad, el apoyo explícito de la administración Trump y de Elon Musk a través de cualquier tipo de canal, no solo online. Y todo eso, evidentemente, ha sumado. Por otra parte, se ha dado la ruptura del cortafuegos o cordón sanitario, como se llama en Alemania, por parte de la CDU de (Friedrich) Merz, con esa votación en el Parlamento para endurecer las políticas de asilo y contra la migración. Eso ha sido un globo sonda y se ha visto que una buena parte de la sociedad alemana rechaza fuertemente esto. Y esto ha llevado al tema de que muy probablemente se formará, como finalmente se ha formado también en Austria, un gobierno de coalición entre populares, socialdemócratas y veremos si los verdes también y la AfD se quedará fuera del gobierno. Ahora bien, el gobierno tiene delante unos retos enormes. Porque, no perdamos de vista que, si la extrema derecha está mejorando en muchos países es porque los partidos que están en el gobierno, sean de un color u otro, no están consiguiendo dar respuestas a muchas de las reivindicaciones, de las demandas, las insatisfacciones, la rabia, la frustración de una parte de la ciudadanía. Entonces, el reto que tiene este Gobierno no es solo ahora tener los números y tomar posesión, sino conseguir, de aquí a las próximas elecciones dentro de cuatro años, resolver algunos de los problemas que existen en Alemania a nivel de demanda de la población. Porque si no, la próxima vez la AfD sí que tendrá las puertas abiertas para entrar en el gobierno. Porque los cordones sanitarios no son nunca la solución, son un paliativo necesario, pero que por sí solos no resuelven nada, postergan solo un problema si no se ofrecen respuestas a los problemas reales. Además, los cordones sanitarios, excepto en el mundo alemán y con varios matices, casi ya no existen en ningún otro país. Es decir, la derecha tradicional, democrática, se ha subido ya hace tiempo, en muchas latitudes, al carro de la extrema derecha.
P. Y has comentado que los cordones sanitarios no son la solución, pero ¿cuáles serían las soluciones? ¿Cómo podemos revertir esta tendencia de la extrema derecha?
R. Yo creo que aquí hay dos grandes ámbitos donde se debería trabajar y sin los cuales no vamos a ningún lado. Uno es reconstruir las redes desde abajo. La extrema derecha ha podido avanzar y ganar en algunos casos en los últimos años porque estamos en sociedades que están atomizadas y deshilachadas. Esto es una consecuencia en buena medida del neoliberalismo, y también del impacto de las nuevas tecnologías, Internet y las redes sociales, que fomentan sociedades más individualistas y competitivas entre sus miembros. Y esto es un terreno abonado para la extrema derecha. Cuando no hay una sociedad civil fuerte, ahí es donde se tiene que actuar, porque si no se le da la vuelta a la tortilla, va a ser prácticamente imposible frenar a largo plazo a la extrema derecha. Se podrán ganar unas elecciones, como ha pasado por ejemplo con Biden en 2020 o con Lula en 2022, pero la extrema derecha seguirá ahí. Lo que se tiene que hacer es romper esto. Y el segundo es que hay que volver a dar la batalla cultural, porque la extrema derecha muchas veces está ganando porque ha conseguido ganar en buena medida la batalla cultural, ha conseguido que sus ideas, antes inaceptables, se hayan convertido en sentido común. Se tiene que mostrar que la deshumanización de los migrantes o todo lo que estamos escuchando sobre varias cuestiones como el género, el clima, la nación o los impuestos, no puede ser aceptable. Y esto es algo que no se consigue en dos días. Y hay otra cuestión muy importante, y sobre la cual debería haber una toma de conciencia profunda por parte de la mayoría de la sociedad, que es la lucha por la democratización del espacio digital. No puede ser que haya grandes oligarcas, sean de extrema derecha como casi todos ahora, o aunque fuesen progresistas, que hagan y deshagan a su antojo con total opacidad y además divulgando justamente estas ideas. Ahí tiene que haber un control público del espacio digital. Y este no es un tema baladí. Esto es algo que dentro de unos años, las futuras generaciones mirarán atrás y dirán, “¿pero en serio durante tantos años esta gente no intentó poner unas reglas del juego, democratizar ese espacio y lo ha dejado durante tantos años como un un territorio comanche donde vive la ley de la jungla?”. Pues esa es una batalla clave, porque esta batalla además se conecta con el tema de los datos. ¿Quién posee los datos? ¿De dónde se sacan los datos? Y los datos son clave; son el petróleo del siglo XXI.
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Fotografía: Por experiencia. Steven Forti durante el congreso ‘Sociedad, derechos y extrema derecha’ organizado por la Fundación 1º de Mayo en 2023. / Tania Castro