Por: Egbert Méndez Serrano. 14/04/2024
A continuación, compartimos las notas de la presentación del libro Crónicas intempestivas. Historia del ascenso del EZLN en la Facultad de Arquitectura el 11 de abril, en el marco de los 52 años de autogobierno.
Hola. Buen día a las y los presentes.
Agradezco la invitación para participar en esta conmemoración de los 52 años de autogobierno en la Facultad de Arquitectura de la UNAM.
Valoro estos eventos porque son espacios de las luchas y las resistencias, no hay logos de los gobiernos. Y es que así emergió el Ejército Zapatista de Liberación Nacional (EZLN), no en los grandes escenarios en los que luego se montaron diversos personajes afines a rectores o exrectores, gobiernos y patronales o partidos políticos capitalistas.
Antes de comenzar con la presentación del libro, es importante condenar tantas veces sea necesario el genocidio que lleva a cabo el Estado de Israel contra el pueblo Palestino, un pueblo que ha resistido más de 70 años una criminal ofensiva.
Dicho esto, comencemos con la charla. Tenemos aquí el libro titulado Crónicas intempestivas. Historia del ascenso del EZLN 1987-1994. Un libro que contiene material inédito, que pone en entredicho las fantasías de algunas interpretaciones sobre esta guerrilla, que a 30 años del levantamiento rayan en frivolidad. En este tiempo la ofensiva del capitalismo avanzó, cercando a las comunidades neozapatistas de militares (militares ayer aliados al PRI, PAN y PRD, hoy aliados a Morena y que muchos que se decían de izquierda hoy les lavan la cara) y estas comunidades también están asediadas por el narcotráfico.
En este sentido no es un libro fácil de digerir ni de aceptar, tiene la intención de remover la pasión y la razón. Tampoco está en la lógica del panfleto priista de Carlos Tello Díaz y su Rebelión de las Cañadas. A tantos años de distancia, pensamos que es tiempo de soltar ese pasado, guste o no. Es tiempo de mostrar que las Fuerzas de Liberación Nacional (FLN) realizaron una política marxista exitosa en la selva chiapaneca, y eso no es del agrado a quienes habían sostenido en su momento que el EZLN era la prueba que el marxismo estaba caduco.
El texto también da suficientes elementos para probar que la separación entre aquellas Fuerzas de Liberación Nacional y el EZLN es un mito, un mito que tuvo su rendimiento político. Una separación retórica dada al consumo de una élite intelectual deslactosada con la que se realizó una alianza táctica pero posiblemente catastrófica. Eso el tiempo lo seguirá mostrando: que la elitización de los movimientos sociales solo le sirve al reino del capital y a las altas burocracias para administrarlos y desarmarlos, reducirlos a centros especializados de la memoria. Las comunidades neozapatistas siguen en resistencia, pero al parecer muchos están urgidos en llevarlas a un museo, por supuesto no a uno del pueblo, sino a uno de los organismos oficiales.
Es así que Crónicas intempestivas va a contracorriente, pone sobre la mesa consideraciones de primera mano, no de fuentes secundarias ni de interpretaciones externas. El hilo central de los relatos fue elaborado con el testimonio de quien hace muchos años fuera el profesor Andrés, encargado de fundar la escuela guerrillera del EZLN en 1989, y que en 1993 fue electo para presidir la subsecretaria popular, que era parte del comité central del partido marxista Fuerzas de Liberación Nacional, que se creó en el Congreso Nacional de 1993, realizado en aquella escuela, en la localidad de El Prado, Chiapas. En ese Congreso, las Fuerzas de Liberación Nacional hicieron un giro de 180 grados, excluyendo al entonces comandante Rodrigo, principal dirigente de la organización, dejando a otra dirección, al frente del Subcomandante Marcos.
Seguro lo que acabo de decir son palabras raras, Congreso Nacional, partido marxista, purgas. Es pues esa parte del neozapatismo que las interpretaciones oficiales, de la élite intelectual, quieren dejar en segundo plano, y han querido imponer una versión idílica, mágica.
He dicho que el romanticismo puede ser una forma de vacuna contra lo totalitario de la razón moderna, que pretende ser única y acusa a lo demás de desviación, pero desconfío del reverso romántico: la desilusión y la conversión política. ¿Cuántos ex simpatizantes neozapatistas ayer decían ser consecuentes y hoy son parte del partido oficial? En ese romanticismo pusieron figuras ideales que no pudieron alcanzar, son conciencias desventuradas que a la larga se derechizaron. Ahora nos hablan en nombre de la Realpolitik, ellos mismos nos dicen que esto y aquello no se puede realizar. Para hablar de la imposibilidad nos hablan en nombre de la realidad y hasta se toman fotos con los militares.
Por eso el texto pretende también romper con esa desdicha, realizando un ejercicio crítico, mostrando el esfuerzo para levantar un ejército en la selva chiapaneca, de una organización de carácter nacional, no local, como los mitos fantásticos han pretendido imponer. Vuelvo a poner énfasis en que para hablar del EZLN se tiene que hablar de las luchas de carácter nacional, no por nada el apellido de esta guerrilla: “de Liberación Nacional”.
Por un lado, los elementos históricos son un debate abierto, de algo que ocurrió y quedó en el pasado. Su importancia tiene. Sin embargo, un texto es un pretexto. He enfocado el trabajo hacia otro lado, hacia el futuro. Es decir, usarlo como pretexto para abrir el diálogo sobre los desafíos que tenemos desde las luchas del trabajo.
En este sentido, preparé una segunda parte con reflexiones filosófico políticas, desde donde pretendo seguir consideraciones propuestas por el profesor Carlos Pérez Soto, una crítica hacia el vanguardismo marxista, que, con su centralismo democrático, lo que ha logrado es abrir la ruta a los totalitarismos posibles. Es ahí que retomo la propuesta de un marxismo hegeliano.
Hegeliano porque pone de relieve la complejidad de la modernidad, a saber, que los resultados enajenantes no son producidos por engaños o malas direcciones, sino de determinaciones de la individualidad moderna, que no logra mediar la libertad y al querer imponerla, en sus mejores intenciones, termina arrojando procesos extraños, en los que no se reconocen los creadores, o son devorados, como el hijo de Saturno. Es decir, rompo de tajo con las interpretaciones lineales, que suponen un Subcomandante Marcos reformista y de ahí deducen que por eso el neozapatismo es reformista. Esta linealidad, casi conspiranoica, renuncia a lo complejo del análisis. Se puede suponer una dirigencia revolucionaria, así como a cada uno de sus miembros y no obstante el resultado de sus actuar, la obra de todos y cada uno, es extraño (Fremden). Se sabe que el tipo de proceder lineal tiene una carga retórica más que analítica.
Y es marxista por la crítica al capitalismo, modo de producción que estructuralmente genera un contexto de opresión y explotación, en el cual no es posible el reconocimiento de la alteridad, de la otretad. La violenta desigualdad que genera el sistema social en su totalidad, siempre termina generando exclusión, explotación, pobreza, desempleo, precarización laboral.
Estas propuestas subyacen la manera en la que redacté el trabajo. Tengo la esperanza de que se pueda notar.
Por lo mismo busqué rebasar la escolástica del marxismo, aquella que pretende legitimarse en la cita de autoridad de “lo dijo Marx”, “lo dijo Engels” o “lo dijo Lenin”. Me interesa poco, o casi nada, defender una herencia o tradición. Lo que pongo en el fundamento no es una palabra sagrada, bien o mal traducida, bien o mal interpretada, sino una voluntad histórica, la de los pueblos. La teoría es una manera en que se vehiculiza aquella voluntad. Algunos la racionalizamos con las propuestas de Marx, por eso somos marxistas, retomamos la idea de lucha de clases, de violencia en la historia; un horizonte comunista que acabe con la lucha de clases; y la crítica estructural al capitalismo, una crítica que supera moralizar al burgués como malo o bueno. Otros vehiculizan su voluntad con otras teorías, cómo el anarquismo, el sindicalismo o el autonomismo. Se trata de la Gran Izquierda, no de líneas correctas, ni de teorías únicas. No se trata de cualquier voluntad, sino de una voluntad anticapitalista, porque hay muchos especialistas en Marx, expertos en sus borradores (Grundrisse), y eso no deviene en que necesariamente sean marxistas, porque su voluntad puede no ser anticapitalista, su voluntad puede estar signada por sus condiciones de clase (intereses de clase).
Lo que intenté poner en juego en el trabajo son esas ideas, por ejemplo, no moralicé sobre el EZLN, no me interesó afirmar si Marcos es o no reformista, para de ahí obtener una deriva política. Lo central es poner a los actores en una práctica política que desplegaron como marxistas, para luego hacer giros inesperados al enfrentar las determinaciones históricas que se les iban presentando.
Al tirar varios mitos, confieso que uno de los objetivos del libro es humanizar a los personajes y de esa manera acercarlos a nosotras y nosotros. Quienes levantaron el EZLN fueron personas tales como las que aquí podemos estar presentes, como quienes se organizan para luchar por mejores condiciones laborales, o quienes formaron estás experiencias de autogobierno.
Si ayer pudimos levantar un ejército popular, hoy podemos seguir organizándonos, en otras formas de lucha, ya no clandestinas, porque aunque sea a cuentagotas, hemos ganado espacios contra la represión política a cómo se vivía en los setenta y ochenta, no fue un regalo de AMLO, de su gobierno capitalista o de algún otro político, sino de las luchas de abajo y a la izquierda, no de las luchas de las corrientes del PRI donde fueron formados muchos de los dirigentes del partido MORENA, sino luchas de la clase trabajadora. Y seguimos luchando para que no nos obliguen a luchar otra vez en las sombras. Tenemos derecho a luchar contra el derecho que nos violenta, tenemos derecho a luchar por la humanidad y contra el capitalismo. Queremos un mundo mejor, dónde quepan muchos, luchamos para ganarlo.
Fotografía: Egbert Méndez Serrano