“Actuar es mi manera de servir”
Jorge Salazar García. 27/04/25
Mi interés por platicar con ella nació durante el lanzamiento de la serie de Netflix “Madre de Alquiler” (2023), en Xalapa. Su disposición para atender a todos quienes se le acercaban, me atrapó. De mediana estatura, pelo largo negro, morena tipo jarocho, de sonrisa contagiosa, actitud notablemente franca y sencilla: así es Shaní Lozano Hernández. Hasta el momento, venciendo las distintas formas de discriminación vigentes en México, también ha logrado someter la patología narcisista que corroe el alma de algunos famosos. Su nombre, de origen mexicano, significa “mujer respetable” o que enseña (Xahni) y eso, precisamente, se percibió durante la conversación. Probablemente, de ese espíritu vivo derivó su decisión de realizar un video en apoyo a quienes aseguran que la instalación de una mega granja avícola en Palmas de Abajo, municipio de Actopan, contaminará la laguna “La Mancha” https://www.facebook.com/reel/1311382153338411. Aunque el gobierno suspendió la construcción, dado el gran poder económico y corruptor de esas empresas, pocos creen que se cancele definitivamente pronto. Incluso, los lugareños han constatado que la empresa, en abierta violación a la clausura temporal decretada, continúa realizando algunos trabajos.
Volviendo a Shaní, esta joven es xalapeña de nacimiento, jarocha de corazón, y actriz por vocación. Interpretó a Yeni, personaje central en la serie antes mencionada; drama que encabezó la lista de los más vistos el año pasado. Con el interés de saber más de ella se le solicitó una entrevista, sin formato preconcebido. –Claro que sí, eso me gustaría- Contestó amablemente. En cuanto tuvo espacio, no sólo cumplió, fue pródiga con su tiempo. Conozcámosla.
¿Quién es Shaní?
S: Nací en 1996, tengo dos hermanos (Demian y Sarah). Mi padre es originario de Fortín de las Flores y mi madre de esta ciudad capital. Ambos, psicólogos, nos inculcaron valores y formas honestas de vivir.
Háblanos de tu inicios artísticos
S: Empecé en el teatro haciendo un voluntariado en el Rincón de los Títeres, donde me ocupé de todo: limpié baños, operé la iluminación y la música como técnico del teatro. Luego ingresé a la facultad de teatro de la Universidad Veracruzana (UV). Ahí busqué relacionarme con las generaciones más arriba de la mía con las cuales empaticé. Me invitaron a participar en sus montajes y desde el primer semestre ya estaba compitiendo en los festivales de teatro universitario tanto de la Universidad Veracruzana como en la UNAM. Algunas de mis obras más destacadas fueron “Dios Entre Mortales” (2014) y “Erase una vez un rey” (2018). Con las dos ganamos el primero lugar en diferentes ediciones de la FITU (Festival Internacional de teatro Universitario).
Todo iba muy bien en mi vida de estudiante universitaria porque realmente no sabía lo que era dedicarme de lleno a la actuación. No es lo mismo hacer teatro siendo estudiante, que ser actriz en el mundo profesional. Fue poco antes de la pandemia que nació mi primer crisis. El teatro se volvió “virtual” las obras empezaron a adaptarse al “Zoom” (plataforma de video-llamadas); y a mi, eso me parecía una aberración. ¿Qué clase de ritual era ese si no existía el contacto con el público y el convivio escénico? Sabía que algo me faltaba y que mi hambre por estar en escena, de algún modo, había desaparecido.
Un día tomé la decisión de soltar la idea de querer seguir siendo actriz. Me imaginé sentada en la esquina de un teatro mientras literalmente pronunciaba estas palabras: “Ni tu me estás llenando a mí, ni yo te estoy alimentando a ti. Vamos a soltarnos y el tiempo dirá si debemos volver”
Fue una especie de ruptura de relación con mi carrera; y, entonces, me adentré a un viaje en mi silencio.
Apagué mis redes sociales por tres meses cuando todo en la pandemia era contacto virtual. Ya no quise saber nada de nadie ni figurar ni ser partícipe de la dinámica de hacer teatro para las personas detrás de una cámara. Opté por sentarme a leer algunos libros viejos que encontré en casa. Entre ellos estaba la biografía de Charles Darwin, cuentos de Edgar Allan Poe y uno muy especial llamado “El Viaje del Éxito” (John C Maxwell, 2000). Éste último pareció relacionarse muy atinadamente con mi decisión de soltarlo todo. Poner en duda mi camino para reencontrarme con mi verdadera intención de alma: ¡fue maravilloso! Entendí que en el mayor número de fallos entendidos está la fórmula del éxito. No se trata de no equivocarse sino de fallar y aprender hasta que un día llegues al otro lado. Claro, si no aprendes, seguirás repitiéndolo hasta que entiendas o morir sin entenderlo. También me habló sobre qué personas debían acompañar mi viaje y de cuáles otras era tiempo de despedirme. ¿Cuáles eran mis objetivos? ¿Cuáles eran mis habilidades? ¿Cuál es mi súper poder y qué bien podría sacar al reconocerlo? ¿Qué escenarios y a cuántas personas podría llegar al descubrir mi servicio en esta vida?
Así fue como, poco a poco, la actuación resurgió en mí. Sacaba a pasear a Dobby (mi perrhijo) y les actuaba a los árboles, a las nubes, a la nada. Era como si sintiera que estaba siendo observada pero no por ojos humanos, porque estaba sola. Yo sentía que había gigantes observándome y que estaban orgullosos al darse cuenta de que había entendido. ¡Volví a ser actriz! O quizá nunca dejé de serlo, y solo necesitaba reencontrarme.
¿Cuéntanos de tu ingreso a Netflix?
S: Nunca tuve la intención de salir en la tele. Ni siquiera había hecho casting alguno. Fue como si esos “gigantes de la pandemia” me hubiesen dicho: “Ok, ya entendiste esto” ¡Entonces estas lista para algo más grande! – Y así recibí mi primer protagónico.
Dado que nunca estuve interesada, al principio dije: “¿Puedo pensarlo? Es que no me gusta la televisión”. Por supuesto estaban sorprendidos ¿Quién le dice “no a Netflix? Yo misma me río de eso ahora. No obstante, eso le gustó aún más a la escritora y me eligieron para el papel. “Yeni” era mía y yo era de ella. Ahí entendí perfectamente a lo que se refiere la frase: “Cuando te toca, te toca; y cuando no, aunque te pongas”
¿Alguna anécdota sobre tu primer contrato?
S: Recibir ese protagónico sin saber lo que es actuar para la televisión, rara vez sucede en el medio. Lo “normal” es llegar poco a poco, trabajando aquí y allá, para alcanzarlo. El mío llegó a pesar de mi duda inicial. Me llevaron con muchísimas atenciones a la ciudad de México, me hospedaron en una suite bellísima en Reforma, frente al Ángel de la independencia. Me asignaron un auto con conductor para mí sola y así mi vida dio un giro inesperado.
¿Qué significa para ti actuar, ahora?
S: Actuar es estar al servicio de crear historias, de dar vida a personajes que conecten con las personas, de experimentar la libertad de construir a partir de uno mismo la inacabable ficción. Actuando cedo mis emociones, cuerpo y concentración para nacer personajes que de algún modo ayuden a las personas a descubrir algo y a entenderse con sus historias, identificándose o no con ellos. Dando vida a los personajes me siento recíproca con ellos y con el público. Ambos, me dan liberación y satisfacciones. Actuar es mi manera de servir. Por ejemplo, alguien me dijo: “no sabes lo que significa para mi encontrarte. Tú lograste algo muy importante en mi vida, vas a ser muy bendecida”. Esta gratitud invaluable me paralizó. No sé, me pareció como si fuese un Ángel hablándome. Por ello creo que con las personas ocurren cosas muy bellas que ignoramos. Ese poder de servir me hace sentir muy afortunada: ¡Es una bendición!
¿Has tenido más ofertas de trabajos?
S: Después de “Madre de Alquiler” mi segunda serie para Netflix fue “Accidente”. Esta vez interpretando a la poderosísima Yolanda Cuenca (Yola). Ella llegó a desarmar mi mundo. Su ira irrevocable y su ambición herida me han hecho entender la injusticia que ha vivido y el hambre de salir adelante por supervivencia: Yola es tormenta y estruendo. Hasta el momento es mi personaje favorito en la televisión. Crearla fue un reto, y sostenerla, un verdadero disfrute.
Por supuesto, también me han llegado otras ofertas, casi siempre enfocadas a los cliché de mujer morena con rasgos indígenas. Esos personajes, por congruencia personal, los rechacé. No porque no tenga trabajo voy a aceptar cualquier cosa. Es algo que no he hecho nunca, nunca. Mis personajes deben tener trascendencia sin fomentar estereotipos. Por ejemplo Yola; a pesar de ser la trabajadora del hogar, es una cabrona que rompe el estereotipo de sumisión. Eso es interesante.
¿Cómo afecta la fama tus relaciones sociales?
S: Mi introspección en la pandemia me hizo entender que la fama y el actuar también son pruebas como la del personaje de Ofelia en la película “El laberinto del Fauno”. Aunque todo es visiblemente abundante y muy bello, no caigo en la seducción. Me gusta mucho porque doy brincos de realidad y en cualquiera me siento muy bien. Puedo ir a un evento muy ostentoso, estar ahí jugando el juego glamoroso y disfrutar de ello, así como también disfruto mucho ir al tianguis o a la paca a comprar ropa. Cualquier escenario es disfrutable. Puedo ser todo-terreno. Me siento muy fuerte en eso. –Eso es respetarse a si misma (le interrumpo)- Que bueno que lo diga. Mi nombre significa “mujer respetable”. Es bello saber que hay algo de destino implícito en los nombres.
¿Que es el éxito?
S: Lo que todo mundo llama logro, en realidad es una expectativa impuesta socialmente. Los éxitos son paradas, no llegadas. El éxito se agota cuando “se alcanza”, cuando crees que ya llegaste, porque no son destinos fijos. Siempre hay que estar en movimiento. El fracaso, para mí, es el que te abre camino, es el maestro que va formando el carácter. Duele, pero te enseña y te impulsa a caminar. Siendo auténticamente derivados del deseo de crecer, fracaso y éxito, son procesos complementarios: no existe uno sin el otro.
Tu más reciente trabajo?
S: En marzo empecé a grabar la segunda temporada de “Accidente”. Y el año pasado grabé, entre pescaderías y fuertes calores, la película “Alvarado Espectacular”, que esperamos verla este año en Cinépolis. Está muy chida. Empieza siendo comedia pero no se queda en la risa; da un giro muy padre y contiene un mensaje fuerte. La dirigió, escribió y produjo Carlos Santos, director de Chilangolandia.-Va estar el lenguaje florido de Alvarado– Si va estar; jajajajaja. Es la poesía del alvaradeño.
¿Reconocimientos…?
S: Un Óscar en el futuro jajajajajja . ¡Claro, si! Si se trabaja para ello…,
No hay duda, en Shaní, existe una rebelde que reconoce el precio y la grandeza de la vida. La aborda con inteligencia, venciendo hasta ahora el narcisismo panfletario exhibido por los actores cosificados. Del internamiento pandémico y deconstrucción, Shaní obtuvo su libertad, rebeldía y pasión para actuar. Descubrió que no hay mañana, sólo hoy. Aceptó protagonizarse a si misma alejándose del futuro fantasioso que ofrece la sociedad de mercado. Vive el presente conscientemente, por eso se le ve dichosa. De ahí que su espontánea risa sitie sus labios amenazando hacerlo con el rostro entero. No persiguió la fama, la aceptó bajo sus propias condiciones.
Para terminar, hay que señalar, según última información, que la gobernadora Rocío Nahle también mintió: las actividades de el empresa siguen viento en popa. Ya se ve a quiénes sirve. Igual que la presidenta que hasta perdón pidió a la CocaCola (por la prohibición de comida chatarra en escuelas) son harina del mismo costal.
