Por: Alejandro Ruiz. 29/07/2024
Con información de Heriberto Paredes
Una semana después de que Santa María Ostula celebrara la recuperación de sus tierras, integrantes del crimen organizado atacaron la comunidad a balazos. Un recordatorio de que la autonomía se defiende, y los territorios están en disputa
Ciudad de México– Desde las tres de la tarde de este 3 de julio los balazos comenzaron a escucharse en la encargatura de La Cofradía, perteneciente a la comunidad de Santa María Ostula, Michoacán.
A partir de ese momento, la Guardia Comunal de Ostula aplicó los protocolos de resguardo en la comunidad, donde habitan, mayoritariamente, mujeres, niños y personas de la tercera edad. Después, comenzaron a repeler el ataque.
Sin embargo, los embates de los grupos criminales aumentaron en intensidad, y comenzaron a disparar armas de grueso calibre contra escuelas y casas. También lanzaron explosivos usando drones. Uno de esos explosivos cayó sobre la cancha de la comunidad.
Este asedio no es nuevo en Ostula, pues meses atrás, el 1 de febrero, 50 personas atacaron la comunidad, incendiando mobiliario e hiriendo a un integrante de la Guardia Comunal.
Avisaron a las autoridades federales y estatales. Pidieron que llegara la Guardia Nacional, el Ejército, la Marina o la policía, pero no llegaron. Esto, aunque en un municipio cercano, en Coalcomán, se encuentra el 65 Batallón de Infantería de la Sedena, así como diversas bases de la Marina y la Guardia Nacional.
Si embargo, durante toda la madrugada, ninguna de estas corporaciones llegó a la comunidad, quienes pasaron la noche entre balazos y detonaciones, pues los grupos criminales nunca se quedaron sin municiones para continuar los ataques.
Llegaron hasta la tarde del 4 de julio, concretamente personal del 65 Batallón de Infantería, bajo las órdenes del coronel Dámaso Solis, acompañados por dos camionetas de la Guardia Nacional. Se presentaron formalmente ante las autoridades de la comunidad de Ostula y explicaron el trabajo que realizarían para replegar a los miembros del CJNG que estuvieron atacando a la comunidad. Eran poco más de 100 elemento fuertemente armados, quienes trabajarán junto a la Guardia Comunal.

El asedio a Santa María Ostula
Los ataques contra Santa María Ostula no son nuevos, sin embargo, en las últimas semanas se han intensificado.
Los motivos de este asedio no sorprenden a nadie, pues Ostula, además de tener unas hermosas playas, también es rico en recursos minerales como el hierro, oro y titanio. Además, es un poblado que comunica distintos puntos de la sierra-costa michoacana, muy cercano a Colima y Jalisco.
Es decir, el asedio a Ostula es para despojar del territorio a los comuneros. El mismo que recuperaron el 29 de junio de 2009, cuando decidieron armar su Guardia Comunal y expulsar a los Templarios, el grupo criminal que controlaba la zona.
La historia es así:
A mediados del siglo XX, migrantes provenientes del sur de Jalisco, Colima y otras zonas de Michoacán comenzaron a invadir la zona de “La Placita”, perteneciente al territorio ancestral de la comunidad nahua de Santa María Ostula.
De acuerdo con los testimonios que integran la investigación Tierra de Xayacates, realizada por el periodista independiente Heriberto Paredes, la población mestiza que ocupaba el territorio de Santa María Ostula despreciaba mediante a las y los indígenas nahuas de la costa-sierra michoacana.
La comunidad originaria entonces comenzó a organizarse para la recuperación de tierras; y en la década de los cincuenta presentaron una demanda agraria en donde exigían el reconocimiento de las 25 mil 580 hectáreas que comprenden el territorio de Santa María Ostula desde hace siglos.
Los tribunales, sin embargo, no reconocieron el derecho a la comunidad a tomar posesión de su territorio; y comenzó una disputa legal que hasta el momento no ha cesado.
Desde ese momento, la comunidad ha vivido bajo asedio. Primero de Los Templarios, después de La Familia Michoacana, y más recientemente del Cártel Jalisco Nueva Generación.
De 2009 a 2014 se contabilizaron 35 personas asesinadas –entre ellas dos menores de edad– y la desaparición de seis más. Todas ellas habitantes de la comunidad, la mayoría dirigentes, maestros o autoridades comunitarias.
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Fotografía: Heriberto Paredes