Por Güris J. Fry. ECO’s Rock. 20 de marzo de 2021
Zamani Barayé Masti Asbha
Un Tiempo para Caballos Borrachos (Bahman Ghobadi, 2000)
Feroz, cruento, salvaje pero al mismo tiempo bello, profundo y, sobre todo portentosamente real, resulta este retrato sobre la perdida de la infancia y las consecuencias a vivir después de una guerra en dicha etapa de crecimiento; las imposibilidades de una existencia esencial para subsistir: cicatrices que marcan un temperamento ofusco y endeble en cuyo tratamiento Ghobadi nos regala un aire esperanzador y nostálgico bajo la batalla diaria, la no rendición y la eterna búsqueda por el bienestar de quienes menos pueden. En el trayecto que nos presenta este eficaz realizador iraní, la fe y la energía no se discuten; siempre emanan y se revelan de manera humana y carnal, con ganas, con ahínco por lograr un objetivo; sin la asistencia de un conveniente milagro sino de una realidad que debe ser fabricada paso a paso, esfuerzo a esfuerzo. Y aunque esta realidad pueda parecer del todo imposible ante los ojos de un adulto, estamos ante la mirada de inocencia y candor de un infante, que en todo pueden creer y por todo pueden luchar; ¿quién dice que no? Es por ello que el resultado es más crudo y mordaz al tiempo que nos otorga un volumen de inquietud y voracidad del que nadie puede salir vacilante.
Un refinado grado de sencillez y amplia claridad se hace presente desde el inicio. A manera de prologo/introducción una especie de entrevista en off –sobre pantalla en negros con los créditos iniciales– escuchamos las respuestas de una niña: su padre trafica productos en la frontera entre Irak e Iran para ganar algo de dinero, su madre ha muerto dando a luz a su hermano más pequeño, la mayor de las hijas ha quedado en dicho rol y además de ella tiene otros dos hermanos, uno de ellos con una discapacidad. El entorno, pues, no puede parecer más hosco para estos personajes. Y si bien apenas nos estamos internando ante un núcleo familiar que parece siempre estar cerca de la tragedia, las cosas se pondrán un par de tonos más ásperas e inclementes, como el helado clima que les rodea en su aldea ubicada en las altas montañas. Tras quedarse cuasi solos, se enteran que su hermano enfermo está en una situación límite y requiere obligadamente de una operación; comienza entonces la siempre vil e indomesticable carrera contra el tiempo, aquella donde el sacrificio es solo una mísera parte de la solución: la inherente y cínica ironía del cotidiano vivir. Gohbadi centra aquí, mayormente, la pelea central en el hermano mayor, aunque regresa casi milimétricamente a los otros para no perder un balance entre todos sus personajes; sufrientes de un horizonte tan ambiguo como severo. Pareciera que el mundo les da la espalda, que el olvido les abraza sofocantemente pero no por ello dejan de indagar, de escudriñar con uñas y dientes todas las posibilidades, todos los recovecos que tienen, a su escasa edad, para percibir el animo de la convalecencia.
Apoyado de una poderosa y natural fotografía a cargo de Saed Nikzat, el trazo que enmarca Ghobadi es de una fuerza mayor, el ruedo expuesto es terrible, sí, pero siempre atisba un dejo de convicción. A ello ayudan de sobremanera la partitura de Hossein Alizadeh, que polariza la luz, la oquedad y el regionalismo. De la misma forma podemos hablar del montaje de Samad Tavazoee, que permite el libre paso del tiempo para el juego histriónico, al cual hay que aplaudir de sobremanera pues se trata de una dirección actoral que logra con muchas creces el realizador con infantes no actores. Un resultado inmejorable.
La silueta final, entonces, de este notable y valioso filme es plenamente neorealista; puro, fresco. Se deja respirar a pesar del dolo que lo amolda. Y aunque su ilación dramática está centrada en una zona específica, sus tópicos son universales y nos pertenecen a todos; de igual forma rompe diversas barreras, desde el idioma utilizado: el kurdo, prohibido en las aulas de Irán hasta 1940. El Tiempo para Caballos Borrachos de Bahman Ghobadi es, pues, al final, una conmovedora y lastimera estampa de lo que acontece en este tan presuntuoso mundo moderno, sobre nuestra debilidad social y nuestra lacónica energía para intentar llegar más lejos de lo que nos imponen las bogas. Como ejemplo esa acción última con la que cierra el filme: ese joven, muy joven, ser que, a pesar de ver poco tiempo atrás el camino truncado de su posible destino, no se hecha para atrás, para nada, continúa dando los pasos firmes y convincentes hacía lo que le ha de otorgar más combates. Y es que los caminos siempre han estado ahí, siempre han estado abiertos… Claro, quizá no lleguen hasta donde hemos pensado y eso nos anuda un miedo en la visión, pero para eso están, para andarlos y confirmarlo caminándolos; ir descubriendo sus encimas centímetro a centímetro.

Un Tiempo para Caballos Borrachos de Bahman Ghobadi
Calificación: 3.5 de 5 (Muy buena).
Fuente:
https://www.facebook.com/100036159626395/posts/382268882988429/?d=n
Fotografía: Filmaffinity