Por Güris J. Fry. ECO’s Rock. 17 de mayo de 2025
Conclave/Cónclave (Edward Berger, 2024)
¿Podría decirse, acaso, que la búsqueda por el poder es algo trivial, mundano? Sin duda resulta algo tan humano como emocional; nativo y aspiracional por parte de todo aquel que se mueve entre las arenas sociales –y no sólo las contemporáneas; el fenómeno se documenta desde los albores de la humanidad– mismas en las que Edward Berger se cobija para plasmar dicho lance y pesquisa, en su longevidad que nos describe y enmarca de manera tajante. Y es que el prestigio y la potestad son un estado de confort que todos rastreamos a cualquier nivel. La lucha por el poder resulta una manía, un manto de morbo que nos gusta presenciar, más cuando la secrecía y el velo de la incógnita forman parte de su ministerio. La fantasía colectiva de lo que sucede en las esferas más altas y arcanas es sin duda un combustible para sobrellevar la pena de no alcanzarlas. Si hay alguna industria que gusta de explotarlas en todo sentido es Hollywood; la instalación popular y masiva que caracteriza su firma idealiza también horizontes más altos y robustos, donde la confabulación pueda ser tan controlada como aceptada a nivel global. La ensoñación por el salvoconducto culminante, por la venia más agraciada, forma parte de su sistema; desde una condición quimérica hasta su posición proyectista no sólo de pertenecer sino de encabezar; visto esto desde su ensimismada vigilancia moral, su representación superlativa de poderes y seres fantásticos, su músculo militar y su enfoque en ser el centro geopolítico –no sólo terrenal sino universal.
La perorata, pues, en que Berger converge aquí forma parte de dicha prédica. Aboca su pluma y visión a la percepción propia de un sistema que no por primera vez explora los vicios y vacíos del Vaticano. En este caso el tacto roza una tesitura mucho más dramática que inventiva y/o presuntuosa como las entregas pasadas de Ron Howard (mero divertimento conspiranoico). Su tono se concentra plenamente en la intriga política y lo conspirativo, en la incertidumbre y el ardid de aquellos que ostentan y anhelan el dominio y la autoridad divina. Lo celestial se coloca en el plano humano; lo fútil, lo mortal, el lucro, el usufructo y la alevosía. Entre pasillos, habitaciones, grandes y adornadas salas y bóvedas, así como los recovecos del fuerte en que se convierten los espacios cerrados de este estado/nación, podemos ser testigos –más que formar parte– de las ocultas articulaciones de la ambición más secular.
Los elementos de la ilusión aquí expuesta no distan mucho del mito colectivo; los rincones claroscuros de los espacios externos, pero sobre todo los internos en los roles que se presentan apuntalan una atmósfera de reserva y sigilo, un clima y ambiente que mantiene la tensión de manera eficiente, algo que en realidad no termina por explotar del todo y no se le podría llegar a considerar del todo verosímil. El planteamiento del primer acto obvia el contexto combativo entre ideologías que después intenta darle giros a la trama sin terminar por encajar de manera orgánica. La apuesta claramente se revela en el trabajo histriónico; el campo en el que la película se sostiene es este, la fuerza y presencia de sus personajes mantiene la trama en un punto estable por gran parte del metraje. Sus protagónicos y secundarios son firmes en su status y logran que la película tenga un ritmo y un dinamismo de interés.
El Cónclave de Edward Berger termina por funcionar, sin matices de por medio e intentando señalar aquello tan humano y trivial que encadena la decisión más relevante de un impalpable sistema de fe y creencia ciega. Su óptica no es crítica, es más bien una estimación de los valores y fuerzas que chocan ante la suposición de poder. Del anhelo tan gustado y apetecido que forma parte de nuestro código social más normalizado… Ya sea en las alturas o las medianías, en los silos de nuestros pensamientos o en el terreno más llano, habremos (y nos hemos de), sentir más fuertes o elevados que otro de nuestro similares por simple apariencia y trazo banal. Para algunas personas, claro, eso es algo tan sagrado que todo es y puede ser permitido por los siglos de siglos.
Conclave de Edward Berger
Calificación: 3 de 5 (Buena)

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Fotografia: Mymovies.com