Por: Carmen Sigüenza. 21/12/2021
«Desde Eva, la culpa tiene nombre de mujer (…) La mujer es madre, cuida, ama y desea y es condenada por ello a la culpa ¿Podemos afirmar que esto es ya el pasado? ¿Qué huellas perduran?» se pregunta la psicóloga clínica y psicoanalista Piedad Ruiz Castillo en su libro «La culpa en la mujer. Una emancipación pendiente«.
Una obra publicada por Síntesis «dirigida a todas las mujeres en general y a las victimas de la violencia de género en particular, y a todos los profesionales que desde los distintos dispositivos institucionales acogen a estas mujeres, ya sea en los servicios sociales, en la atención psicológica o en el ámbito policial o judicial». Así lo explica Ruiz Castillo quien precisa que en el caso de las mujeres maltratadas la culpa puede entorpecer su salida del maltrato e incluso su poder de recuperación.
Efeminista ha hablado con Ruiz Castillo quien dice que el hecho de que las las mujeres puedan amar «sin el daño de esa carga milenaria de la culpa y la vergüenza y puedan gozar de su sexualidad sin confundir el apego con el maltrato, es todavía una emancipación pendiente».
P.- “La culpa en la mujer. Una emancipación pendiente”. Podría explicar el título del libro y este subtítulo. ¿Cuál sería la emancipación pendiente?
R.- La culpa por ser mujer, por tener un cuerpo de mujer, atraviesa la historia de la humanidad y la vida de cada mujer. Esa determinación sociocultural milenaria que el sistema patriarcal ha impuesto a la mujer se manifiesta en toda su crueldad en las víctimas de violencia de género. La mujer maltratada, no siendo en absoluto culpable del maltrato del que ha sido víctima, sin embargo, ha de tener el valor de enfrentar qué culpas han recaído sobre ella, no sólo aquella que proviene de su medio sociocultural y de la culpabilización sistemática implícita en el maltrato y no sólo aquella que procede de su propia familia y entorno, sino además de aquella que le es más singular y que tiene su origen en cómo ha respondido a la culpa en sus vivencias más personales.
En mi libro nombro con la palabra “afán” la vehemencia incansable del sistema patriarcal en atribuir “el dominio, la razón y el poder” al hombre y el “apego y la responsabilidad de la vida afectiva” a la mujer. Las mujeres, gracias a la lucha también incansable de los movimientos feministas, han cuestionado la primera atribución, pero nos queda mucho que luchar respecto de la segunda.
«Que las mujeres puedan amar sin el daño de esa carga milenaria de la culpa y la vergüenza, que puedan gozar de su sexualidad sin confundir el apego con el maltrato, es una emancipación pendiente».
P.- El sentimiento de culpa ha recorrido la vida de las mujeres a lo largo de la historia. ¿Hasta qué punto este concepto de culpa que analiza hace que una mujer no pueda salir del maltrato?
R.- La razón por la que he escrito este libro es precisamente para advertir a las mujeres en general y, sobre todo, a las maltratadas y a todos los profesionales que las atienden institucionalmente, que es necesario que una mujer discrimine todo ese cúmulo de culpas, pero sobre todo que pueda distinguir entre esa culpa sociocultural que Freud llamó culpa superyoica con una fuerte carga persecutoria y la culpa que cada sujeto, hombre o mujer, ha de tomar a su cargo por el hecho mismo de desear en su condición moral y que el psicoanalista Francisco Pereña denomina culpa subjetiva. El problema es que la mujer al haber sido anulada en su deseo, ha quedado sólo en manos de la culpa superyoica que ha recaído sobre ella por el hecho de ser mujer, con su terrible carga de deberes persecutorios.
P.- ¿Es el apego y esa capacidad de comprensión atribuida a la mujer a lo largo de la historia una trampa? Usted se pregunta ¿podrán las mujeres no confundir su afán de apego con el daño y el maltrato sufrido en nombre del amor?
R.- Como acabo de decir, la culpa superyoica como aliada del sistema patriarcal privilegia la idealización y la pertenencia. Cuando la mujer es anulada en su deseo no le queda otra salida que idealizar al hombre y su poder de protección, mientras ella sostiene la vida afectiva como su único lugar en el mundo y lo que da sentido a su vida. De ahí, la importancia que cobra la lucha por la igualdad de derechos para que una mujer pueda encontrar su lugar en el mundo y desarrollar todas sus capacidades intelectuales, creativas y sociales y, sobre todo, su deseo que no es otra cosa que su capacidad de elección para no quedar atrapada en las innumerables tramas de dependencias en las que la culpa bascula de la deuda al castigo y al daño.
La psicóloga clínica y psicoanalista Piedad Ruiz Castillo.
P.- ¿Qué deben hacer las instituciones?
R.- Se ha avanzado mucho en la creación de dispositivos institucionales que atienden a las mujeres maltratadas en los distintos ámbitos de intervención: policial, judicial, servicios sociales, atención psicológica, etc. pero nunca se insistirá bastante en la necesidad de una formación continuada de los profesionales para no incurrir en la revictimización institucional, ya que como representantes de toda la comunidad tienen a su cargo el reconocimiento público de los hechos traumáticos que produce la violencia de género. Las instituciones son la puerta de entrada a la recuperación y por lo tanto la acogida es el primer objetivo de esta recuperación para que una mujer maltratada pueda salir del estado de pánico y confusión, es decir, indefensión.
Un acogimiento fallido anula cualquier tipo de intervención y vuelve a dañar a la víctima. Ahora bien, siendo estas intervenciones imprescindibles para salir del maltrato, terminan tocando otro “techo de cristal terapéutico”. Me refiero a la posibilidad de una psicoterapia individual en la que se pueda elaborar la particularidad de cada experiencia traumática, sin la cual es probable que no exista una suficiente recuperación y que se pueda repetir una relación de maltrato. Esto abre el debate sobre el estado de la salud mental en España y sus deficiencias escandalosas, pues la mayoría de mujeres no tienen los recursos para una atención privada.
«La adolescencia un momento vital en el que se puede encontrar el germen del adulto maltratador y de la víctima maltratada»
P.-Dedica un apartado a los jóvenes y la violencia de género, “ya que juega un papel decisivo en la clínica del maltrato”, dice. Hábleme de ello. Y el consumo de pornografía entre jóvenes, que cada vez es mayor, ¿cómo lo valora?
R.- La adolescencia es la encrucijada más trascendental desde el punto de vista psicológico, de hecho se trata de “crisis” por la que todo ser humano transita y supone una reorganización psíquica de la infancia que ilustra de manera paradigmática todos los elementos del conflicto psíquico. Todo eso hace de la adolescencia un momento vital en el que se puede encontrar el germen del adulto maltratador y de la víctima maltratada. Y por eso es en esta etapa donde se tienen que concentrar todos los esfuerzos educativos en la igualdad de derechos y en la formación sobre la violencia de género. El último Informe de Save the Children titulado “No es amor. Un análisis sobre la violencia de género entre adolescentes” debería ser estudiado en todas los centros escolares y universitarios y comentado en todos los medios de comunicación.
En cuanto al problema del elevadísimo consumo actual de pornografía en los adolescentes, las estadísticas evidencian que se está convirtiendo en una referencia sobre la sexualidad aberrante que puede arrasar con el gran esfuerzo que realiza una sociedad por erradicar la violencia de género, ya que la pornografía convierte a la mujer en un objeto sexual que puede ser dominado, abusado y violentado.
P.-¿Cómo ve el tratamiento que hacen los medios de la violencia machista?
R.- No deberían reducirse sólo a dar información cuando se producen casos de violencia machista, sino precisamente deberían publicar más artículos que se ocupen de la violencia machista, es decir, convertir en objeto de estudio al hombre violento, hablar de las distintas formas de agresividad que conducen al acto violento y, por supuesto, cuestionar sin paliativos cualquier ideología reaccionaria que pretenda cuestionar la violencia de género o la igualdad de derechos de hombres y mujeres. Creo que vuelven tiempos difíciles para las mujeres, íbamos consiguiendo conquistar derechos laborales y sociales que ahora pueden estar en peligro cuando aún no nos hemos librado de la culpa subyacente en nuestra subjetividad, por eso pienso que los medios de comunicación tienen que implicarse más y mejor.
P.-¿Por qué cree que desde la extrema derecha y el negacionismo se ataca tanto al feminismo? ¿Cómo lo explica?
R.– Responderé a esta pregunta con dos citas, la primera del prólogo de Francisco Pereña: “El movimiento feminista se ha extendido como movimiento social y político de emancipación. Se podría incluso decir que hoy constituye o representa un movimiento de emancipación que en otras épocas estaba representado por el proletariado, por el movimiento obrero. El movimiento feminista es por donde aún respira el anhelo emancipatorio. De ahí el odio que suscita en los sectores sociales más reaccionarios o abiertamente fascistas”. La segunda de Celia Amorós: “Las mujeres han de ser incluidas en lo genéricamente humano, lo cual, ni en su tiempo, ni siquiera ahora -¡no se olvide¡- es algo que pueda darse por obvio”.
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Fotografía: Editorial Síntesis