Por: Marcelino Guerra Mendoza, Lucía Rivera Ferreiro y Roberto González Villarreal. Columna: Los Cortocircuitos. 02/09/2020
Lo que estamos enfrentado desde hace casi seis meses en México, es un acontecimiento inesperado que vino a desestructurarlo todo, algo nunca antes experimentado, es una novedad histórica que no puede compararse con ninguna otra pandemia; la Covid 19 nos ha obligado a cambiar rutinas, horarios, espacios, ha alterado nuestras relaciones y condiciones materiales de vida, ha puesto en jaque la existencia misma de la humanidad.
En materia educativa, y a propósito de El mensaje de la maestra Laura y su propuesta de postergar el ciclo escolar ante las dificultades y carencias insoportables de sus alumnos, decíamos que en efecto, sería preferible dedicar estos meses antes del semáforo verde a trabajar en la comprensión de este acontecimiento. Aprovechar la oportunidad de darle un giro a la mala educación que hemos tenido desde ya mucho tiempo; parece difícil, para algunos, tal vez impensable. Pero como decían nuestras abuelas, a grandes males, grandes remedios.
Dedicamos esta colaboración a la apuesta que da título a este texto: la pedagogía del acontecimiento. Primero, realizamos un ejercicio de análisis para aclarar nuestras principales diferencias y argumentos respecto a la decisión gubernamental de reanudar el ciclo escolar, así como los riesgos que advertimos en las opiniones y posturas de quienes se concentran en señalar los pros y contras de las decisiones gubernamentales, particularmente el programa Aprende en Casa II. A partir de este posicionamiento, y con la convicción de que siempre hay otros caminos posibles, delineamos una propuesta abierta al enriquecimiento y la construcción colectiva.
- Nuestro análisis
Desde que se anunció el inicio del ciclo escolar mediante las televisoras comerciales y estatales, se ha insistido una y otra vez, tanto por parte del ejecutivo federal, la SEP e inclusive, especialistas e investigadores, que recurrir a la televisión era la mejor solución posible, dadas las circunstancias pandémicas. Se nos ha machacado una y otra vez, tratando de hacernos creer que no había de otra más que recurrir a la televisión.
El gobierno federal, en tanto administrador del espectro radio eléctrico -un recurso público escaso- , posee facultades para ordenar a las televisoras privadas el uso temporal del espectro radioeléctrico a través del cual se transmite Aprende en Casa II, por motivos de excepcionalidad. En lugar de eso, optó por pagarles 450 millones del erario público por la transmisión de los programas en un periodo que va del 24 de agosto al inicio de las vacaciones de diciembre.
El gobierno de la 4T decidió mantener cerradas las escuelas por lo menos hasta el final de este año, para reducir la movilidad de aproximadamente 40 millones de personas; pero también decidió que aproximadamente 30 millones de niñas, niños y jóvenes regresarían a clases, utilizando la televisión como el medio principal de transmisión. Es una respuesta congruente con una perspectiva que concibe la continuidad de un proyecto educativo utilitario y pragmático, como el problema principal; la fluidez de ese proyecto se vio afectada por una pandemia, es el núcleo, el centro de la cuestión.
Dicho de otro modo: la decisión de reanudar las clases a través de la televisión, no tiene como foco de atención una pandemia que lo alteró todo, desestructuró la vida en todos sus aspectos con múltiples consecuencias, y cuyas secuelas a largo plazo son aún desconocidas. Tal parece que para la SEP y la 4T, la pandemia es solo un evento desafortunado, algo serio, pero que algún día pasará. Por lo tanto, mientras más pronto se regrese a lo de antes, mejor. La Nueva Normalidad es en realidad, un ejercicio de restauración de la vieja normalidad.
La experiencia de maestras y maestros no fue tomada en cuenta para definir las estrategias a seguir. El menosprecio padecido por el magisterio en el pasado reciente, hoy tiene cara de indiferencia; se minimiza su disposición e interés en rescatar el vínculo pedagógico tan necesario en las actuales circunstancias, que no se construye mágicamente a través de la transmisión unilateral de contenidos, como pretenden las autoridades educativas de la 4T. Un amplio sector del magisterio se ha empeñado en buscar, localizar e inventar formas de comunicación con los estudiantes y sus familias; son sensibles a la necesidad socioafectiva por la que atravesamos todos y están haciendo lo imposible por rescatar y reestablecer la relación con sus alumnos, tal como lo hicieron en Aprende en Casa I. Todo ese esfuerzo no ha sido reconocido, mucho menos considerado o tomado en cuenta para potenciarlo sustancialmente en estos tiempos tan difíciles. Y no ha sido así, sencillamente porque desde la lectura gubernamental, esa iniciativa docente hoy desbordada, no conviene a un proyecto educativo neoliberal.
Encasillarse en el modo gubernamental de concebir los problemas o en la aceptación acrítica de las decisiones, estrategias y acciones que de ello se desprenden, no es opción. Tampoco criticar el discurso y las acciones oficiales, limitándose a señalar lo que sirve y lo que no, lo que falta y lo que sobra, lo que falla y lo que funciona, manteniendo intocada la propia racionalidad gubernamental que decidió seguir determinado camino, ignorando otras posibilidades, ensalzando en el discurso a las y los “insustituibles” maestros que termina ignorando.
Este tipo de crítica que no busca romper la narrativa oficial imperante, sino únicamente corregirla, plantea a su vez, otras dificultades. Una es terminar ratificando, tal vez sin querer, la perspectiva gubernamental del problema, reafirmando su propia lógica. En la medida en que las críticas son capturadas por el poder gubernamental, terminan por servir a aquello que se cuestiona, haciendo fluir en este caso, sin mayor restricción, obstáculo o resistencia, la disposición de servirle en charola de plata a las televisoras, la formación de las nuevas generaciones, las mismas que históricamente han tenido un papel determinante en la promoción y difusión de la ignorancia, las que encabezaron una feroz campaña de desprestigio contra las maestras y maestros, las que han lucrado -y continúan haciéndolo- con la escuela pública.
Con estas determinaciones, la ignorancia seguirá imperando en la niñez y adolescencia. La intensificación de actividades sin sentido a las que se les somete son claro ejemplo de ello. La engañifa de “enseñar” contenidos que no corresponden a los planes y programas vigentes, es un atentado contra los derechos de los niños y adolescentes a una educación de calidad y excelencia que la misma 4T planteó en el artículo 3° constitucional, recientemente reformado. Desde hace tiempo se les utiliza como bandera para la defensa de derechos, pero en realidad no se piensa en ellos para decidir el rumbo que la educación debe tomar; prevalece la concepción de que solo son mercancías, donde se depositan competencias, útiles al mejor postor, cuando concluyan el ciclo básico y, si alcanzan a llegar, media superior y superior.
- Nuestra propuesta
Pensamos que nada pasaría si el ciclo escolar no hubiera iniciado, el tiempo se recupera de una forma u otra; la comprensión de la realidad para preservar la vida y la salud, difícilmente. También creemos que si en lugar de iniciar el ciclo escolar de un modo por demás atropellado, se hubieran destinado recursos de todo tipo para generar acciones orientadas a la comprensión de la crisis sanitaria que estamos padeciendo, seguramente, estaríamos ganado terreno en la mitigación a corto plazo de los contagios evitando la circulación, pero, en el mediano y largo plazo la contención, convivencia y erradicación del virus respectivamente. Mientras, preparar el regreso a clases presenciales para cuando fuera posible sería el trabajo permanente.
Afortunadamente, y lo celebramos en gran medida, la magisteria revoltosa está mostrando la forma en que deben ser tomadas las riendas del Sistema Educativo. Desde antes del inicio del ciclo escolar se dio a la tarea de localizar y contactar a los estudiantes con quienes trabajarán durante el ciclo actual, ideó, y continúa haciéndolo, formas diversas de acercarse a los estudiantes, desde el diseño de ambientes agradables para hacer atractivo el acercamiento de los contenidos, hasta pensar en actividades realizables de acuerdo con sus condiciones. Pero sobre todo, y lo queremos resaltar, la magisteria ha puesto por delante su preocupación por estar cerca y atenta a las necesidades y carencias de los estudiantes, la base de todo vínculo socioafectivo que logra dotar de sentido a la educación y la escuela, es el motor que impulsa todo proceso pedagógico y hace que rinda frutos más allá de los aprendizajes instrumentales esperados, los condicionamientos conductuales llamados competencias, las evaluaciones estandarizadas, las certificaciones y mediciones.
Con base en lo anterior, consideramos necesario darnos a la tarea de proponer una estrategia pedagógica que se distancia de la tradición curricular y de una enseñanza basada en contenidos, mediante un currículo base nacional que busca homogeneizar la formación de una población infantil y juvenil que vive en contextos y condiciones, a menudo diametralmente distintas.
Es hora de reivindicar y rescatar todo este trabajo realizado por parte de la magisteria revoltosa, para avanzar en otra dirección que efectivamente, nos permita hacer frente a la crisis sanitaria, a sus afectaciones económicas, laborales, familiares, alimenticias, sociales y de salud, cada vez son más evidentes.
Nuestro razonamiento es el siguiente: si la pandemia es un acontecimiento que vino a cimbrar nuestra existencia, necesitamos una Pedagogía del Acontecimiento centrada en la pandemia, pues como explicamos en el apartado anterior, las autoridades educativas han optado por restaurar la vieja normalidad disfrazada de nueva, priorizando el interés mercantil y los compromisos adquiridos, en lugar de una educación para la comprensión de la contingencia y la mitigación de sus consecuencias en nuestras vidas. Todo indica que es más importante el interés y orientación mercantil de la educación, que la recuperación de su sentido humano y social.
Si la pandemia es el problema, la pandemia tendría que ser el motivo central de una educación interesada en preservar y proteger la vida, la salud, el medio ambiente, la alimentación, la seguridad, el cuidado y el bienestar de las comunidades que habitan el territorio educativo, no solo la escuela. Una educación enfocada en la pandemia recuperaría su razón su razón de ser, combatiendo el aislamiento y la desconexión del conocimiento con los contextos naturales y sociales en los que interactúa el ser humano y las diferentes especies que habitan el universo.
Para hacer frente a la pandemia y sus atroces consecuencias, el proceso educativo tendría que situarla al centro, dando un viraje sustancial a los contenidos, métodos y estrategias educativas tradicionales que han mostrado su ineficacia a lo largo de los años, en la formación comprometida de la población por un bienestar común en la población y sus comunidades.
En estos meses de encierro obligado, aprendizajes ha habido, y muchos, en distintos planos, algunos muy dolorosos por cierto. Las mujeres, hombres, niñas y jóvenes, maestras y maestros, han tenido que enfrentar de manera particular y singular, la pérdida del trabajo, de un ingreso que les permita contar con lo indispensable para mantener su salud, alimentarse, subsistir. No han faltado los gestos nobles, las acciones de apoyo, la solidaridad de quienes ofrecen comida, internet, un espacio donde estudiar; todas esas micro acciones contribuyen a mantener vínculos interpersonales, relaciones y contacto directo con los otros, tan necesarios para seguir existiendo. Todo eso tendríamos que reconocerlo y potenciarlo como la acción pedagógica que es.
También habría que reconocer la fuerte presencia de esos valores enquistados desde hace varias décadas entre nosotros, que nos llevan al aislamiento, balcanización y mantenernos en estancos separados, donde el individualismo y la competitividad introyectada, orientan nuestros pensamientos, sentimientos y comportamientos.
Una Pedagogía del Acontecimiento nos la imaginamos como un esfuerzo por construir conocimientos articulados con nuestros pensamientos, sentimientos, comportamientos, actitudes y valores, para comprender la realidad y actuar en consecuencia. Esta construcción es necesariamente colectiva.
Por ahora, y para resumir, los puntos clave de la estrategia propuesta son:
- Considerar la pandemia como un acontecimiento que por sus características y procedencia, ha detonado una gran cantidad de afectaciones, y muy probablemente, está provocando efectos en cadena, cuyas dimensiones desconocemos. No se trata de una epidemia nacional, no es pasajera, llegó para quedarse, no sabemos hasta cuándo pueda contenerse y extinguirse, su impacto es mundial, se ha trasladado de un continente a otro, a través de la circulación de los seres humanos, ha trastocado nuestra vida familiar, la situación laboral, económica, social y, por supuesto, educativa, de millones de personas en el mundo; México no es la excepción. En nuestro país, las cifras de contagios y fallecimientos por Covid-19 se incrementaron de manera alarmante y no ceden; las medidas gubernamentales no han logrado contener la pandemia.
- El confinamiento ha provocado desempleo, sobreexplotación, falta de ingreso para alimentación, vivienda y salud. La violencia intrafamiliar, según reportan organismos internacionales, se ha incrementado en forma alarmante, al igual que las violaciones, los feminicidios e inseguridad. Y por si este cóctel no fuese suficiente, ahí está el alto índice de agresiones contra el personal de salud, la segregación y discriminación de personas contagiadas; todas estas producciones de la pandemia y el modo en que se ensamblan, requieren ser comprendidas en su complejidad.
- Así las cosas, la pandemia tendría que ser el motivo para trazar las coordenadas pedagógicas que nos lleven a su comprensión y eventualmente, a enfrentarla colectivamente, de un modo distinto. La comprensión de la realidad vendría a ser la columna vertebral, el proceso central para definir los ejes de formación de las poblaciones infantiles y juveniles de nuestro país. La absurda repetición y mecanización de unos “aprendizajes esperados”, unos contenidos, planes, programas promovidos por el SEN y las instancias que lo configuran, no tienen cabida un proceso de potenciación de la comprensión. Su lugar tendría que ser ocupado por la indagación, organización, sistematización, análisis, reflexión y valoración de la información sobre la pandemia, construir juicios propios y fundamentados, partir del debate, discusión y confrontación de ideas colectivas que posibiliten el pensamiento crítico y autónomo en cada uno de los estudiantes. De esta manera, como lo comentamos en otras entregas (Educar para el bien común 1; Educar para el bien común 2; Educar para el bien común 3), podría arribarse al trazado de estrategias compartidas que permitan afrontar la realidad y llegar a su transformación para el bien común de las comunidades y población en general.
- Preguntar tendría que ser una de las herramientas fundamentales para poner en práctica la pedagogía del acontecimiento: ¿qué es una pandemia?, ¿cómo surge?, ¿cuáles son sus características?, ¿qué la causa?, ¿cómo se enfrenta?, ¿cómo podemos cuidarnos?, ¿qué necesitamos saber?, ¿cómo aprender e intercambiar interpretaciones, debates y confrontación de ideas, según la edad y el grado escolar?, ¿cómo extender este conocimiento a la sociedad? Los más pequeños, no por el hecho de serlo deben estar aislados, ajenos a su realidad, al contrario. La magisteria revoltosa sabe cómo, tiene la experiencia, los recursos, las formas y estilos para propiciar la participación permanente de los más pequeños. Las preguntas perfilan la indagación que los estudiantes tendrán que realizar para obtener información que requiere ser organizada y sistematizada para la construcción de su conocimiento y pensamiento autónomo.
- La indagación, organización y sistematización constante de información, es la base para estar en posibilidad de avanzar en una comunicación compartida. De igual modo, el trabajo individual y colectivo siempre están presentes durante este proceso de construcción. No es ocioso pensar que el lenguaje y comunicación verbal, corporal y escrito podría potenciarse considerablemente con la intervención de la magisteria revoltosa. Propiciar ambientes de confianza, en donde escuchar y expresar las interpretaciones propias, de manera cotidiana, sea un ejercicio constante de ida y vuelta, mostraría a los estudiantes la importancia de considerar al otro en el proceso educativo. Entender que hay puntos de vista diferentes al propio, es fundamental para pensar y sentir que no se está aislado y solitario en esta aventura educativa.
- Los contenidos escolares pueden funcionar como instrumentos para el abordaje del acontecimiento, pero no como el centro del proceso educativo. Los datos, hechos y situaciones indagados, organizados y sistematizados para su reflexión y análisis, requieren de los contenidos disciplinares, sean matemáticos, geográficos, históricos, biológicos, etc. Su uso sería en el sentido más amplio posible para fortalecer la comprensión de la realidad. Por ejemplo, al rescatar de la enseñanza matemática el razonamiento lógico- matemático, más allá de la simple memorización de tablas de multiplicar, conlleva a la estructuración y organización del conocimiento para entender las relaciones y ensambles de diferentes aspectos y situaciones de la propia realidad. Convertir a los contenidos de las asignaturas en instrumentos de trabajo más que en el centro del aprendizaje y su evaluación es el reto para la comprensión y transformación de la realidad.
Este es, por ahora, nuestro primer acercamiento a lo que hemos llamado Pedagogía del Acontecimiento. De lo que estamos segurxs es de la necesidad de una educación distinta a la que había antes de la pandemia. En tanto acontecimiento desestructurador de la vida, demanda un proceso educativo basado en la construcción de ensambles que orienten el trazado de estrategias colectivas para preservar la vida, la salud y el bien común.
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