Por: Marcelino Guerra Mendoza, Lucía Rivera Ferreiro, Roberto González Villarreal. Columna: CORTOCIRCUITOS. 20/05/2020
En la presentación de avances y resultados de los programas de bienestar el 18 de mayo, el secretario de educación afirmó, que proporcionar educación a toda la población se realiza con base en dos grandes pilares: la equidad y la excelencia, “porque queremos una educación de calidad para todas nuestras niñas y niños (Avances y resultados de los programas de bienestar y reactivación económica).
¿Será que la obsesión por la calidad es el leit motiv del señor secretario para continuar insistiendo en que el ciclo escolar se concluirá de manera presencial con todo y evaluación incluida? Ahora ya no insiste en una fecha, pero no quita el dedo del renglón.
No parece haber mayor preocupación por el bienestar de la población, mucho menos cuando se presenta el plan “Nueva Normalidad”, en el que se establecen etapas y fechas para la reapertura de los oportunistamente llamados “Municipios de la Esperanza”; se anuncia también que a partir del 1 de junio, mediante un sistema de semáforo por regiones, se definirá la reapertura de actividades sociales, educativas y económicas. De inmediato se observó una reacción de relajamiento de las medidas de distanciamiento por parte de la población; en distintas entidades, en plazas y sitios públicos se observaron aglomeraciones, a tal grado que un desesperado López Gatell, hizo un llamado a seguir respetando la Jornada Nacional de Sana Distancia (El 1 de junio no volveremos a la normalidad)
En este contexto desconcertante, donde desde dentro del gobierno federal unos echan campanas al vuelo mientras otros indican que no hemos pasado lo peor, nos parece fundamental comenzar a pensar por nuestra propia cuenta, acciones distintas a las planteadas por las autoridades educativas, para reorientar la formación de las nuevas generaciones; hoy más que nunca precisamos de una insurrección pedagógica que nos permita construir una educación para el bien común de la población de manera colectiva.
Para ello, la práctica educativa y orientación de las maestras en esta insurrección pedagógica es imprescindible; su creatividad e imaginación son los cimientos en la definición de propuestas para que la población estudiantil y familiar asuma acciones tendientes a búsqueda del bien común. Si la practica educativa de las maestras cambia, la formación de las nuevas generaciones se transforma.
Para que eso ocurra, es necesario variar sustancialmente las formas y estilos de trabajo docente, en este tiempo de pandemia, que el ejercicio del poder ha pretendido encerrar obligadamente al salón de clases en el hogar. Ya planteamos algunas cuestiones en una entrega anterior (Construir el común empieza en casa) para acercarnos a la comprensión de los problemas que tenemos para un trabajo colectivo de apoyo y ayuda mutua desde la familia.
Es hora de asomarnos a mirar por la ventana con el lente de la insurrección pedagógica, para emprender un intercambio entre las familias, de experiencias, sentimientos o problemas enfrentados durante esta pandemia y de este modo tener elementos para trazar conjuntamente estrategias que sean posible compartir y traducir en un bien común. Es así que proponemos:
- La siguiente fase para construir el bien común por la propia población, necesariamente, parte de lo que en el hogar se fue formando en cada uno de los miembros de la familia para pensar, organizar y actuar colectivamente en la transformación de las formas y los estilos establecidos en la tradición de la dinámica familiar para potenciar la ayuda y apoyo mutuo de manera cada vez más de mediano y largo alcance.
- En el proceso de construcción del bien común en casa recordemos la importancia que tiene, tanto, reconocer los problemas a los que nos enfrentamos para un trabajo colectivo en el momento actual y las situaciones y hechos que han llevado a establecer estas formas de relación en la familia, como, arribar a la comprensión del encierro obligado que demanda formas diferentes de relación para enfrentar el Quédate en Casa de la mejor manera.
- Es necesario tener la confianza suficiente de que si lo anterior lo fuimos orientando y potenciando al interior de los núcleos familiares, primero, a partir de trabajos individuales con las jefas de familia y las estudiantes para expresar lo que se piensa y siente para comportarse de tal o cual manera y , después, se generaron acciones para sugerir formas de intercambio compartidos en lugares y espacios del propio hogar se contará con una base de lo que significa el bien común construido desde los propios problemas por quienes los enfrentan en la cotidianidad. Con esta base es importante pasar a la comprensión de los problemas que suceden fuera del hogar para trazar estrategias colectivas que nos permitan enfrentarlos, junto con los integrantes de otras familias, formas y estilos de relación orientadas a transformar la dinámica social en la comunidad para construir su propio bien común.
- No son situaciones aisladas y únicas, sino que se ensamblan con otras que corresponden a otros actores sociales como lo son, por supuesto, los estudiantes y sus madres de familia, pero también las personas alrededor de la escuela, trabajadores y gente que participa cotidianamente de esos contextos. La emergencia sanitaria tocó la fibra sensible de todos los miembros de la comunidad por lo que buscar posibles soluciones, solamente, en los maestros, alumnos o maestros de manera aislada volvería a segmentar a la población sin restablecer el tejido social que se ha desvanecido a lo largo del tiempo como una afectación y producción del propio neoliberalismo.
- Asomándonos por la ventana es posible recuperar el contacto con las personas y sus familias que forman parte de nuestra comunidad y, ya sea que preguntemos o demos rienda suelta a nuestra imaginación, podamos construir explicaciones de la forma en que están enfrentando la pandemia. Habrá, seguramente, casos extremos de pérdidas de algún familiar; tal vez, el contagio de alguno de ellos que se encuentre en el hospital o, bien; la pérdida de empleo de las jefas de familia y, sin ser menos grave; la posible reducción de salario o de plano suspensión total de ello hasta el regreso de actividades laborales. Por supuesto, sin dejar de pensar en quienes han sido obligados a continuar trabajando a pesar de las disposiciones oficiales del Quédate en Casa.
- Situaciones, las anteriores, que nos dan la posibilidad de incursionar en la comprensión de problemas que pueden ser similares en algunos casos, pero en otros, tal vez, sean de mayor o menor magnitud. Esto, necesariamente, nos lleva a pensar de manera distinta cada situación para tratar de trazar estrategias comunes que atiendan las necesidades de la comunidad para un mejor vivir juntos. Lo importante es poder contar con estos elementos para, por un lado, no perder contacto con nuestra comunidad y, por otro, configurar el panorama cada vez mas amplio y articulado de los problemas y necesidades que se tienen para que de una u otra forma encontrar estrategias comunes que nos permitan enfrentarlos.
- Pronto nos encontraremos nuevamente juntos en la calle, esquina o lugares de convivencia cotidiana para intercambiar problemas, situaciones y experiencias personales, familiares, o comunitarios que requieran de nuestra intervención para mejor la dinámica de relación cotidiana. Mientras salimos con mayor confianza a la calle es fundamental que el trabajo educativo en casa nos permita llegar a fomentar y potenciar las distintas formas de expresión corporal, oral, artística o escrita para relatar o contar historias de lo que percibimos a través de la ventana. Un trabajo educativo de manera conjunta que es posible con las madres e hijas, pero, orientado por la creatividad e imaginación de las maestras. Empezar a vislumbrar los problemas y necesidades que existen fuera del hogar en los miembros de nuestra comunidad es la forma central para iniciar la cimentación del bien común en la comunidad con base en tres grandes bases: el cuidado, el apoyo y la ayuda mutua.
Fotografía: pabak