Por: Marcelino Guerra Mendoza, Lucía Rivera Ferreiro, Roberto González Villarreal. Columna: CORTOCIRCUITOS. 24/04/2020
La política sanitaria de Quédate en Casa, como medida de mitigación de la propagación del coronavirus, no dimensiona las circunstancias familiares por las que atraviesa la población al interior de sus hogares. Es una política dirigida en lo individual rompiendo, con ello, la posibilidad del trabajo colectivo en las familias, primero, para extenderlo a la población, después, en la atención y cuidado de unos y otros. Por supuesto que es importante el cuidado personal para evitar los contagios pero más importante es el hecho de pensar y actuar en conjunto para implementar mediadas colectivas de seguridad.
Ya entramos a la fase 3 de la pandemia, los contagios serán mayores, y la política de emergencia sigue igual con su dispositivo establecido desde la primera fase, con la salvedad, de mayor rigor para recluirse en casa y no colapsar el servicio hospitalario. No discutiremos el impacto de esta política que, seguramente, ha tenido efectos importantes de mitigación. Sin embargo, es necesario llevar las decisiones gubernamentales hasta la comprensión de la cotidianidad en las familias nacionales. Una medida homogénea ante contextos heterogéneos, necesariamente, conlleva resultados diferentes por las circunstancias y situaciones particulares que marcan la dinámica en los hogares.
Los momentos de incertidumbre e inseguridad que se viven en los hogares nacionales, durante la emergencia sanitaria, son innegables. Seguramente las familias experimentan distintas situaciones que, altera, modifica y transforma su relación familiar por el hecho de pasar más tiempo de lo acostumbrado en un mismo espacio. Aunque puedan ser espacios amplios, medianos o pequeños los que caracterizan a las familias de nuestro entorno, de una u otra manera, se presentan cambios en las formas y estilos de convivencia familiar.
De este modo, cada familia establece su propia dinámica por lo que resulta muy difícil encontrar hogares idénticos para establecer estrategias únicas orientadas a la atención de los problemas que se enfrentan en la emergencia sanitaria actual. Lo que sí es posible dependiendo de las propias características de la familia, sus integrantes y sus viviendas puedan, es que ellas mismas encuentren las mejores estrategias para pensar y actuar de manera conjunta en la búsqueda del bien común familiar con base en la ayuda mutua.
La emergencia sanitaria que actualmente estamos viviendo nos obliga a pensar en formas distintas a las que hemos empleado en otras contingencias porque, simplemente, no tienen las mismas características, efectos y afectaciones para las familias y población en general. El hecho de un encierro obligado para evitar posibles contagios hace pensar, sentir y realizar cosas que antes ni siquiera nos habíamos imaginado. Determinar que las familias se encierren en su vivienda para no contagiarse abre otras ventanas y puertas para construir formas de relación y atención a los problemas concretos que las familias tienen.
De todos es conocido que al decretar el Quédate en Casa se vino la avalancha de cuestionamientos y críticas sobre lo que significa el deterioro de la economía familiar para el grueso de la población, principalmente, por lo que representa su ingreso diario, semanal, quincenal o mensual con base en su empleo formal o informal. Los datos nos muestran que el 60% de población se desempeñan en el empleo informal de donde depende su ingreso para el sustento familiar. El otro porcentaje, posiblemente, cuente con un empleo formal que le permita contar con un ingreso más o menos estable y permanente en determinados periodos de tiempo. Sin embargo ninguno de los dos casos garantiza de manera definitiva un ingreso seguro para el tiempo que dure la emergencia sanitaria que día a día se extiende más y más.
También es por todos conocidos que existen algunos lugares donde laboran los jefes de familia, madres y padres, que les pagarán mientras dure la contingencia pero, existen otros, que no les pagarán y, peor aún, en muchos casos se cerró el establecimiento sin paga alguna para soportar la crisis económica que todo esto representa. Todo ello establece una incertidumbre e inseguridad por no saber que sucederá al siguiente día, semana o mes porque la familia tiene que contar con un lugar para pernoctar y alimentarse. Las situaciones son diversas y, seguramente, existen muchas más que nos hacen sentir un callejón sin salida y para muchos sí lo es porque donde no hay ingresos no hay formas para refugiase mientras pasa la emergencia sanitaria y, más aún, si se pretenden atender las indicaciones gubernamentales de, Quédate en Casa.
El diseño del dispositivo de emergencia sanitaria se va ensamblando poco a poco; no es solo estar encerrados, con ello, están todas las medidas sanitarias de lavarse las manos y la forma de como hacerlo, el uso de tapabocas, las forma de estornudar para no contagiar y si llega a infectarse algún miembro de la familia aislarlo más para salvaguardar al resto. Del mismo modo, hoy en día, aparecen todo tipo de servicio a domicilio para instaurar las formas de encierro domiciliario pero garantizando el consumo de alimentos, enseres domésticos, artículos de todo tipo, es decir, llevar la sociedad, el consumo, el trabajo y, por supuesto, la educación y la escuela al hogar. Así la familia se encierra y las jefas y jefes de familia se hacen cargo de gestionar la pandemia desde su hogar cuidando a las hijas para sobrevivir , bajo sus magros recursos, con la intención de acelerar el paso del posible contagio en la calle, el trabajo y la escuela lo más pronto posible y, de esta forma, activar nuevamente la escasa productividad nacional.
Ante este panorama, pensamos que, sin negar la necesidad del cuidado, atención y prevención de contagios masivos, es necesario proponer estrategias que muestren otra cara de lo gubernamentalmente establecido para meter a todo mundo en sus casas, como si estuvieran en el trabajo o en la escuela, sin otras alternativas de atemperar los efectos y afectaciones de la pandemia. Romper el círculo vicioso del encierro para encontrar ventanas y puertas que nos lleven por otros senderos no solo para sobrevivir a la pandemia sino para construir formas diferentes para el bien común familiar y de la población con base en la ayuda mutua.
Sin obviar la gran problemática que representa los magros ingresos y la carencia de ellos, en muchos casos, es factible utilizar este panorama para la construcción familiar y social de un pensamiento autónomo en sus integrantes que, posteriormente, pueda extenderse a otros escenarios fuera de casa. Por ejemplo, la economía familiar tradicionalmente está en manos de los jefes de familia, madre y padre, porque son los que llevan el ingreso para el sustento del hogar que, además, de la vivienda se tienen que cubrir el costo de los servicios y, por supuesto, la alimentación de todos los integrantes. Aunque en muchos hogares los hijos también trabajan para completar el gasto familiar quienes gestionan y administran los recursos económicos para satisfacer las necesidades familiares son las y los jefes de familia.
Las hijas, difícilmente, participan de esta administración y gestión de recursos por lo que en algunos casos no saben de dónde, cómo y por qué llegó el recurso a la familia que cubre sus necesidades. En ocasiones no se enteran, preguntan o se les informa si les pagarán a las madres o los padres durante la emergencia sanitaria, si les pagarán solo una parte, si no les pagaron o, peor aún, si los despidieron. Situación que es necesaria compartirla entre padres e hijos para que pueda comprenderse la situación económica de la familia. Se trata de vislumbrar una práctica cotidiana distinta en donde los hijos participen activamente de la gestión y administracion de los recursos para atender las necesidades familiares que van desde la vivienda, los servicios y la alimentación, hasta, los imprevistos que suelen presentarse.
Con lo anterior vendrán otros cuestionamientos; algunos pueden ser los siguientes: ¿de dónde vienen los recursos económico para sostener nuestra vida familiar? ¿en qué trabajan las jefas y jefes de familia? ¿por qué trabajan tanto tiempo y no nos alcanza para la comida y los servicios? ¿Por qué se paga tanto de luz, agua y gas? ¿cómo distribuyen los recursos económicos las jefas de familia para que podamos ir a la escuela? ¿en qué puedo ayudar a mi madre con los quehaceres del hogar y preparar la comida? ¿de dónde sacan fuerzas para descansar poco y trabajar mucho? ¿cómo podría organizar el gasto familiar?
Propiciar mas preguntas con los hijos será tan importante como dar respuesta colectiva a ellas conforme van apareciendo. En estos momentos de encierro obligado es factible abrir las puertas de otros senderos para transitar juntos a construir el bien común desde la familia. Despertar la curiosidad, imaginación y creatividad en las hijas e hijos siempre será más importante para su bienestar que estar frente a la pantalla de la computadora o televisión realizando las tareas escolares de carácter presencial para que sean desarrolladas en casa de manera virtual bajo la supervisión de las jefas y jefes de familia sin saber las condiciones económicas de los entornos en dónde viven las niñas y niños; así como el grado de incertidumbre e inseguridad en la que se encuentran junto con sus padres.
Reunidos en algún espacio del hogar puede abrirse la plática para ir encontrando estrategias diversas para enfrentar la emergencia sanitaria dentro del hogar, primero, y después poder compartirla con otras familias cercanas del barrio, colonia, calle, edificio o vecindad. Compartiendo preguntas, respuestas y comentarios es posible que las hijas e hijos comprendan la situación económica por la que atraviesa la familia para que, además de compartir algunas actividades domésticas, se den a la tarea de gestionar, administrar y organizar el gasto familiar para establecer formas distintas de convivencia que atiendan sus necesidades básicas.
El hecho de darse cuenta y comprender lo que representa el trabajo para contar o no con un ingreso, gestionarlo para la vida familiar, organizar y participar en actividades domésticas comunes, valorar la importancia del descaso y distraimiento, como formas fundamentales de convivencia familiar, son fundamentales para la construcción del bien común en tiempos de pandemia.
Fotografía: elsiglodetorreón