Por: Luca Manucci. El diplo. 27/08/2019
Las elecciones legislativas de marzo en Italia sumergieron al país en la incertidumbre. Dos partidos autoproclamados “antisistema” obtuvieron los mejores resultados pero ninguno alcanza la mayoría para gobernar. Convertido en muy poco tiempo en el partido más importante del país, el Movimiento 5 Estrellas presenta rasgos que lo vuelven inédito en Europa.
El resultado del Movimiento 5 Estrellas (Movimento Cinque Stelle, M5S) en las últimas elecciones legislativas en Italia provocó una avalancha de reacciones incrédulas. Es sin embargo un efecto predecible de una prolongada crisis política y económica. Dirigido a la clase política, a los periodistas y a las instituciones europeas, el gesto de “fuck-you” que dicho partido adoptó como símbolo, sirvió como válvula de escape al enojo de millones de electores. Los italianos parecen apreciar su dimensión catártica.
En un estudio publicado en 2016, los economistas Guglielmo Barone y Sauro Mocetti mostraban que las actuales familias más ricas de Florencia tienen el mismo apellido o pertenecen a los mismos linajes que aquellas cuyas inmensas fortunas daban ya de qué hablar en el siglo XV (1). La inamovilidad de los detentores del poder económico explica quizás, en parte, por qué once millones de italianos optaron por el M5S. Los grandes partidos que gobiernan Italia desde hace veinte años son responsables de un crecimiento débil, de un alto nivel de desempleo (sobre todo entre los jóvenes) y de una deuda pública descontrolada (2). Combinado con la serie de escándalos de corrupción en relación con la omnipresencia de la mafia, ese balance calamitoso destruyó por completo la confianza de la población hacia sus dirigentes. El M5S es pues percibido por muchos como una escapatoria, una promesa de venganza contra un aparato político asimilado a una “casta” que sólo se preocupa por sus privilegios.
Motivos del rápido ascenso
Guiseppe (“Beppe”) Grillo, el fundador del movimiento, en 2014 había advertido en su blog que el M5S pensaba combatir tres categorías de adversarios: “Los periodistas que se cubren mutuamente para proteger a la ‘casta’ (y sus propios ingresos), los industriales del régimen, siempre dispuestos a devolverle el favor (o a garantizarle un paquete de votos) a cambio del derecho de acceso a los mercados públicos y a las concesiones estatales y, por último, los políticos, que valen menos que las prostitutas”. Luigi Di Maio, de 31 años, candidato del M5S al puesto de primer ministro, aplaudió los resultados del 4 de marzo último y prometió la llegada de una “Tercera República de ciudadanos”, sobre las ruinas de la actual Segunda República. A su vez, ésta había nacido de las cenizas dejadas por los escándalos de corrupción que acompasaron la historia política de Italia hasta que, en 1994, los principales partidos políticos surgidos en la posguerra se hundieran con la llegada al poder de Silvio Berlusconi. Cuando el M5S se presentó por primera vez a elecciones nacionales, en 2013, prometía abrir el Parlamento “como una lata de conserva” para divulgar secretos, artimañas y acuerdos. Actualmente, Di Maio afirma que su bando está dispuesto a gobernar y que los otros partidos deberán negociar con él. Fundado en 2005, el cyber movimiento de Beppe Grillo creció a una velocidad fenomenal. Hoy en día es el partido más importante del país.
Dicho fenómeno se explica ante todo por el sistema de herramientas informáticas que elaboró el partido para facilitar la participación de sus simpatizantes e instaurar una democracia directa, con la posibilidad de elegir a candidatos y representantes, determinar los posicionamientos del partido sobre tal o cual tema o celebrar referéndums. El M5S promueve una concepción de la democracia basada en el principio de deliberación online, la cual conferiría a sus decisiones una mayor legitimidad. Su utopía digital –organizar la consulta de los ciudadanos por medio de foros en Internet– ya produjo un cambio en la vida política. Todos los italianos pueden actualmente expresar su opinión o estado de ánimo con un simple clic sin la mediación, considerada forzosamente como detestable, de un partido, de un sindicato o de un diario.
Otro elemento a considerar: el M5S es, al menos por ahora, el único partido de Italia que puede valerse de estar (casi) limpio de antecedentes penales. Los asuntos político-financieros son tan comunes en el país que uno sucede al otro sin producir más efecto que el de arruinar aun más la credibilidad de los partidos. El atractivo del M5S deriva en parte de este postulado elemental: un ciudadano sin experiencia política será siempre más honesto que cualquier “profesional” del régimen anterior. No hay mitin del “5 Estrellas” en el que, en el momento oportuno, los militantes no se pongan a entonar su cántico favorito, “¡Onestà, onestà!” (“¡honestidad, honestidad!”), que se ha convertido en el emblema sonoro del movimiento.
El ascenso del M5S puede también vincularse con la promesa de instaurar un salario mínimo universal. Si bien éste sería relativamente modesto, tanto por su monto (780 euros) como por la duración de su atribución, las performances electorales del movimiento están estrechamente relacionadas con la cantidad de desocupados. En el sur del país, donde la tasa de desocupación entre los jóvenes es la más alta de la Unión Europea, obtuvo más del 40% de los votos. A nivel nacional, salió primero entre los desocupados, obreros, empleados, amas de casa y estudiantes. Además, presentó un programa social generoso –más dinero para las escuelas y hospitales, aumento de las jubilaciones, etc.–, junto con la promesa de bajar las retenciones fiscales. Pero esto no le alcanzó para distinguirse de sus rivales: en las elecciones de marzo, todos los principales partidos proponían aumentar el gasto público y reducir los impuestos…
Un discurso elástico
El enfoque post-ideológico del partido también puede haber jugado a su favor. En la medida en que no carga con una línea preestablecida ni con un sistema de creencias, el M5S goza de una flexibilidad programática infinita y puede dirigirse a donde lo lleve el viento. Esto le permite reunir bajo su ala a electores con puntos de vista diametralmente opuestos. La estrategia de comunicación del partido refuerza esta tendencia. Mientras el ruidoso Beppe Grillo y su acólito Alessandro Di Battista seducen a los electores más radicales, el serio y conciliador Luigi Di Maio les da tranquilidad a los más moderados. El politólogo Ilvo Diamanti compara al M5S con un autobús que, en la primera parada haría subir a pasajeros de izquierda para luego, en la estación siguiente, hacer subir a bordo a pasajeros de derecha o de extrema derecha, convirtiéndose así en un vehículo de recolección de protesta antipolítica (3).
“El M5S no es de derecha ni de izquierda: está del lado de los ciudadanos –afirmaba Giuseppe Grillo en 2013 en su blog–. Firmemente populista. Si una ley es buena, la votamos; si es mala, no la votamos”. En esta visión del mundo, se condena de la misma manera al fascismo que al comunismo, como así también a los partidos tradicionales, considerados como reliquias. Muchos italianos comparten este punto de vista, razón por la cual ahora en el país el término mismo de “ideología” es percibido como una mala palabra. La idea de que hay que probar otra cosa, “superando las diferencias”, gana cada vez más terreno.
El M5S evita generalmente tomar posiciones claras sobre temas sensibles como los derechos de los homosexuales o la inmigración. En una investigación que realizamos junto a Michi Amsler, intentamos medir la elasticidad del discurso del M5S a partir de los posteos publicados durante diez años en el blog de Grillo, que funciona como canal de comunicación oficial (4). Su producción pletórica –un texto por día – aborda una variedad impresionante de temas. Allí se ve más un metadiscurso sobre una cierta concepción de la democracia directa que una toma de posición respecto de los temas evocados. La mayoría de las veces, se repite una visión del mundo maniqueísta que opone un pueblo puro a elites corruptas.
Incluso las “cinco estrellas”, que supuestamente simbolizan las prioridades del movimiento –servicio público del agua, transportes públicos, desarrollo sostenible, acceso a Internet gratuito para todos y protección del medio ambiente– fueron de a poco perdiendo su significado. Ubicadas en el centro del discurso en 2005 y 2006, volvieron a usarse en 2011 y 2012 para luego desaparecer nuevamente.
Pero es sobre todo a través de la cuestión europea que el M5S muestra su capacidad de adaptación. Luego de haber sido considerado como un asunto de poca importancia en 2005 y en 2013, surgió como un tema central en vísperas de las elecciones europeas de 2014, cuando el partido se lanzó a la batalla reclamando que Italia saliera de la zona euro –una reivindicación olvidada a la mañana siguiente de las elecciones–. El propio Beppe Grillo lo explicó en ese momento: al no tener “ni doctrina ni soporte ideológico”, el M5S tiene un posicionamiento “muy claro y adaptable: podemos tanto conservar el euro como romper con él, según los intereses de la nación”.
Si bien los cambios de rumbo constantes, justificados por las consultas online, pueden ser electoralmente rentables a corto plazo, parecen poco sostenibles en el tiempo. Si al M5S se le confiara la dirección de un gobierno, debería adoptar una posición sobre temas que dividen la opinión, a riesgo de provocar el descontento de una parte de su electorado. Por otro lado, el principio que consiste en seleccionar a los candidatos en función de su honestidad más que por sus competencias no presenta sólo ventajas. Alessia D’Alessandro, la “economista” que Di Maio decidió sumar a su equipo de expertos, podría tener que explicar algún día que, en realidad, no tiene ningún título o diploma en Economía, sino un vago interés por la materia (“En mi vida privada, leo The Economist”, comentó). La seguidilla de traspiés y de escándalos en los que se vio envuelta Virginia Raggi desde que fue electa alcaldesa de Roma en junio de 2016, confirma asimismo que unos cuantos clics en Internet no alcanzan para elegir a los mejores candidatos ni para garantizar una perfecta transparencia.
Los electores del M5S tienen muchas razones para sentirse traicionados o desencantados ante la situación de su país. Este resentimiento no es, por cierto, una especificidad italiana. Los partidos “post-ideológicos” son cada vez más influyentes en otros países de Europa. En todas partes, los partidos socialdemócratas declinan, mientras que los conservadores ven cómo una parte de su base deriva hacia la extrema derecha. En esta fase histórica, abjurar de cualquier ideología puede aparecer como la fórmula mágica para obtener un amplio consenso electoral.
Se vuelve cada vez más difícil clasificar a los partidos políticos según la lógica derecha-izquierda. Una agrupación puede mostrarse de derecha en el terreno identitario o cultural, haciendo campaña contra la inmigración o el casamiento homosexual, mientras promueve medidas progresistas en el ámbito económico y social. Por ahora, el Movimiento 5 Estrellas sigue siendo un caso inédito en Europa. Ningún otro partido tiene en su quintaesencia un nivel tan alto de post-ideología. En España, Podemos también nació de un movimiento participativo contra la desigualdad y la corrupción (los “indignados”) y comparte con el M5S el entusiasmo por la democracia directa. Sin embargo, se ubica claramente a la izquierda. En el lado opuesto, el Frente Nacional de Marine Le Pen en Francia o el Partido por la Independencia del Reino Unido (UKIP) de Nigel Farage repiten que no son ni de derecha ni de izquierda, mientras que sus discursos nacionalistas invitan a clasificarlos, sin ninguna duda, en la extrema derecha.
A fin de cuentas, el M5S debería más bien ser comparado con los Partidos Piratas que prosperaron durante algún tiempo en Suecia, Alemania, República Checa o Islandia. Ellos también elogiaban la democracia directa, la transparencia, la libertad de informar y la lucha contra la corrupción, antes de derrumbarse, en algunos casos, por falta de una dirección fuerte y coherente, y de una base social suficientemente amplia y popular. Puesto que Italia ha sido siempre un laboratorio para el resto de Europa (fascismo en los años 1920, inestabilidad política en los años 1960, gobierno de expertos en los años 1990…), otros deberían inspirarse, para bien o para mal, en la estrategia del M5S.
1. Guglielmo Barone y Sauro Mocetti, “Intergenerational mobility in the very long run: Florence, 1427-2011”, Working Papers, N° 1060, Banco de Italia, Roma, abril de 2016.
2. Véase Andrea Fumagalli, “El gran bluff de Matteo Renzi”, Le Monde diplomatique, edición Cono Sur, Buenos Aires, julio de 2016.
3. Ilvo Diamanti, “M5s, né destra né sinistra: il partito ‘pigliatutti’ che punta ai delusi della politica”, La Repubblica, Roma, 10-4-17.
4. Luca Manucci y Michi Amsler, “Where the wind blows: Five Star Movement’s populism, direct democracy and ideological flexibility”, Italian Political Science Review, Vol. 48, N° 1, Cambridge, marzo de 2018.
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Fotografía: El economista