Por: Unideversidad. 15/09/2022
En el marco de la entrega del doctorado Honoris Causa en la UBA, la teórica chilena aseguró que el camino feminista está permanentemente en estado de emergencia y se volcó por construir alianzas con las diversidades y los grupos que sugieren “modelos de subjetividad menos opresivos”. La clave en la solidaridad trasandina.
Nelly Richard es francesa y reside en Chile desde 1970. Estudió Literatura Moderna en La Sorbona y se destaca como teórica cultural, crítica, ensayista y fundadora de la Revista de Crítica Cultural. El doctorado Honoris Causa que le entregará la UBA constituye, según sus palabras, un “hecho relevante en las relaciones entre Argentina y Chile“, donde la crítica, la política y la estética entretejen su pensamiento desde y sobre nuestras realidades, más allá de la academia.
Ante la embestida conservadora contra el aborto y otras conquistas que se produce en distintos países, hace unos años escribía que el feminismo se encontraba en estado de emergencia. ¿Considera que esa situación se profundizó?
Efectivamente, el feminismo se encuentra siempre en estado de emergencia. Un largo aprendizaje nos ha enseñado que no se avanza en línea recta, y que el camino de los avances está lleno de desvíos y bifurcaciones. Por un lado, es indiscutible que el feminismo ha logrado una visibilidad estratégica en las calles del mundo entero gracias a la determinación de los colectivos de mujeres y que ha incidido con sus puntos de vista en la conformación del discurso público; en la visibilización del tema de la violencia y los abusos sexuales; en deconstruir el modelo tradicional de familia; en la confección de leyes con perspectiva de género; en introducir el tema de la igualdad salarial en el mundo del trabajo; en cuestionar la jerarquía masculina del conocimiento,y en remodelar saberes y disciplinas dentro de la universidad; en desmontar el relato patriarcal de la tradición y la cultura, etc.
Por otro lado, estos logros, que son percibidos como amenazantes, desataron la contraofensiva conservadora y autoritaria que lidera la ultraderecha en varios países. Para mí, en todo caso, es deseable que el feminismo salga de la autorreferencialidad de género del “nosotras-las-mujeres” y establezca coaliciones con otros grupos de identidades que entren en complicidad con su deseo de luchar por modelos de subjetividad menos opresivos que los que nos imponen los sistemas de fuerza o control. Justamente porque los enemigos del feminismo son tan poderosos es que hace falta, más allá del sujeto “mujer”, construir alianzas suficientemente amplias y transversales.
¿Pueden Chile o Latinoamérica permitirse mirarse a sí mismo y a la región relegando pensamientos y políticas culturales del norte occidental?
No creo que haya que prescindir de la producción teórica internacional, tampoco condenarla por el simple hecho de provenir del “norte occidental”. Estamos inmersos en un proceso de apropiaciones, desapropiaciones y contra-apropiaciones de materiales de cita que, desde América Latina, podemos seleccionar y combinar con absoluta libertad. Si bien toda construcción de pensamiento está hecha de intersecciones entre saberes de distinta procedencia, se sustenta en el fortalecimiento de un sitio de enunciación que compromete a la teoría (una teoría “ubicada” y “posicionada”, tal como lo reivindica Donna Haraway) con su propio contexto de producción y recepción. En nuestro caso, el contexto se llama “América Latina” y, más precisamente, “Cono Sur”, ya que compartimos la trágica experiencia de las dictaduras militares y los dilemas de los procesos de reconstrucción democrática en países traumados por los golpes de estado. Me quiero valer de tu pregunta para insistir en la importancia del diálogo teórico, artístico y crítico entre Argentina y Chile como una forma, también, de reforzar la densidad del intercambio entre producciones intelectuales que guardan relaciones de proximidad y afinidad.
En este sentido, es muy significativo para mí que sea la Universidad de Buenos Aires (máximo símbolo latinoamericano, para nosotros, de lo que debe ser una “universidad pública”) la que me entrega esta distinción Honoris Causa. Y, en especial, que esta entrega provenga de la Facultad de Letras y Filosofía. La historiadora del arte Andrea Giunta –que ha estado en el origen de este reconocimiento– ha sido una de las primeras lectoras argentinas de mis primeros textos en la década de los ochenta, y me parece emocionante que sea ella la que, cuarenta años después, me presente en la ceremonia oficial del próximo jueves. También es significativo que todo esto ocurra en la misma facultad por la que transitaron dos queridas amigas mías –Ana Amado y Leonor Arfuch– que, tristemente, ya no están para acompañarnos. Todas nuestras discusiones –con ellas y varias otras– sobre memoria, cine, imagen, arte, feminismo y política son parte de los “nudos” latinoamericanos que hemos ido deshaciendo y rehaciendo entre todas. Esta solidaridad y complicidad transandinas en el diálogo artístico y político-intelectual latinoamericano es clave para contraponer a la hegemonía académica e institucional del “norte” nuestras propias elaboraciones críticas. Son elaboraciones que rechazan el academicismo como refugio, a salvo de las vicisitudes y dilemas de la vida social y política, y que tienen más que ver con las fronteras entre saberes que con las disciplinas propiamente tales. Nos une el practicar travesías entre el intramuro y los extramuros de la universidad.
LEER EL ARTÍCULO ORIGINAL PULSANDO AQUÍ
Fotografía: Unideversidad