Por: Alternativa Socialista. 07/11/2024
El triunfo electoral de Sheinbaum influyó en la conciencia de millones de trabajadores que mostraron su fuerza en las urnas contra los partidos de la moribunda oposición. Por ello, el triunfo debe ser analizado para trazar las próximas tareas de la izquierda revolucionaria. La actual conciencia general de la clase trabajadora ofrece oportunidades para desarrollar luchas decisivas, extendiendo los alcances de la 4T y superando sus contradicciones. Las y los socialistas deben estar preparados para comprender esta situación y avanzar en el proceso por construir una fuerza independiente de clase.
Nadie puede ignorar que este fue un triunfo sin precedentes en la historia moderna de México. A pesar de los análisis sobre el desgaste de la marea democrática del 2018 y los escaños y municipios perdidos en las elecciones intermedias del 2021, Morena ganó la presidencia de la República con más de 35 millones de votos, que son resultado del ánimo de las masas por la política de bienestar del sexenio y de una revancha contra la elitista, racista y agónica oposición. Incluso este resultado electoral rebasa el resultado electoral de Andrés Manuel en 2018 por más de 5 millones de votos. Es así que Claudia Sheinbaum logra convertirse en la primera mujer presidenta, nada menor en un México machista, arrasando a la derecha por una diferencia de casi 30 puntos.
Morena logró ganar la simpatía de sectores bastos entre la clase trabajadora, siendo las amas de casa, trabajadores industriales y de servicios, estudiantes e incluso profesionistas que votaron masivamente por la izquierda. A diferencia de otros procesos electorales, se puede afirmar que el voto a Morena no solo fue resultado de una acción pasiva del electorado en las urnas. Sino de una actitud muy consciente por la defensa de las conquistas sexenales en materia de programas sociales, aumento salarial y reformas a la actual Ley del Trabajo y contra las mentiras esparcidas por la derecha mediática. Igualmente, fue un voto de confianza por las próximas reformas como la legislación de las 40 horas de jornada laboral, el nuevo sistema de pensiones y la extensión de créditos sociales y prestaciones de ley. El carácter progresivo de estas conquistas ya se vió reflejado en la mejora de algunos sectores de la clase trabajadora, a la par, de la reducción inflacionaria post pandemia y el aumento al cobro de grandes fortunas.
Los beneficios actuales de los proyectos de bienestar son resultado del combate contra los privilegios de los altos funcionarios y el aumento de la recaudación tributaria a grandes fortunas. Esto ha logrado algunos avances significativos en términos sociales como la extensión del sistema de salud, las becas para estudiantes de primaria y preparatoria, la construcción de nuevas universidades federales, la recuperación de la industria nacional petroquímica, la realización de 5 megaproyectos federales y la creación de una nueva bolsa de pensiones.
Estos son los motivos por los que Morena continúa siendo un partido que aglutina a las mayorías hacía la continuidad de la 4T y el nuevo periodo que Claudia Sheinbaum define como “el segundo piso” de la transformación. Pesé a los límites propios de la política reformista de Obrador, los logros por pequeños o mayores que sean, se vieron apoyados en las urnas con la famosa consigna “amor con amor se paga”.
Sin embargo, cabe señalar que la obtención de estas conquistas también se vieron amenazadas en muchas ocasiones por las actitudes conciliadoras de Obrador con la burguesía mexicana y extranjera en los aún pendientes, errores y vacilaciones de la 4T. Las huelgas contra la patronal fueron una marca constante de este gobierno: los trabajadores petroleros de Tabasco, los maquiladores de Matamoros, los maestros de la CNTE en Oaxaca, los trabajadores de la Audi y Volkswagen en Puebla y los telefonistas a nivel nacional, demostraron en muchas ocasiones que la clase trabajadora estaba devuelta en las calles y piquetes para protestar contra los acuerdos incumplidos entre la patronal y el gobierno federal en materia de aumento salarial, la eliminación de la subcontratación y el aumento de las prestaciones de ley. La Secretaria de Trabajo logró mediar, saldando los conflictos con una victoria amarga para las y los trabajadores.
Las huelgas fueron acompañadas, a su vez, por la explosión de movimientos sociales que se encontraban más a la izquierda del propio Obrador y Morena. Como lo fueron las masivas protestas feministas contra la actual crisis de violencia de género que azota al país y las injusticias de un sistema judicial que exime a los violadores y enjuicia a las mujeres. La lucha de los pueblos campesinos e indígenas contra el despojo de sus recursos por la extracción de empresas transnacionales. Y las huelgas universitarias que se extendieron dramáticamente en Ciudad de México, Hidalgo, Coahuila, Xalapa, Chihuahua y Guadalajara contra el aumento de los costos de vida para las y los estudiantes. Cada movimiento demostró que aún la propia 4T tiene muchos defectos y puede ser rebasada a la izquierda por el cada vez más llamativo auge de movimientos con potenciales de lucha contra el reformismo y el capitalismo.
A diferencia de otros sexenios, este se presenta en un escenario internacional de desglobalización y un conflicto interimperialista entre China y Estados Unidos, poniendo a México en el mapa como un nuevo actor central en la lucha hegemónica de estas dos fuerzas imperialistas. Ya se deja entrever esta dinámica a mitades de sexenio con la relocalización de los procesos productivos, en especial aeronáuticos y de semiconductores a la frontera norte del país y las implicaciones ambientales y laborales que van afectar la condición de vida de las y los trabajadores. Esto sumado al temor generalizado de un retorno de Trump a la presidencia de los Estados Unidos y un recrudecimiento de los ataques contra migrantes mexicanos.
Ya la bancada de Morena ha propuesto un paquete de 15 reformas para legislar en septiembre de este año. Hay reformas no contempladas en el paquete y muy necesarias como la reforma fiscal, las reformas estatales para garantizar el aborto gratuito, legal y seguro, la reforma para impulsar la nuevas leyes en beneficio de la comunidad LGBTQ+, la legislación por la jornada laboral de 40 horas de la que Sheinbaum se ha mostrado más vacilante, la legislación para el control de rentas contra la especulación hipotecária y la serie de legislaciones para echar abajo las reformas estructurales de la época neoliberal.
Toda realidad es compleja, y aún con los pendientes y errores, Morena sigue avanzando y fortaleciéndose como la principal fuerza política de México con mayores simpatías entre la clase trabajadora. Por ello, la situación nacional ofrece una serie de tareas que las y los socialistas no pueden ignorar si quieren de verdad ganarse un espacio en el movimiento vivo de la clase trabajadora, con la responsabilidad política que eso implica.
Después de las elecciones, las perspectivas cambiaron respecto al estado interno de Morena. Es muy posible que en los próximos meses se den nuevas batallas por recuperar el partido del control burocrático que ejerció la derecha en el, degenerando la democracia interna en beneficio de los oportunistas y los acuerdos cupulares con la política del viejo régimen. Las cuentas no quedaron saldadas, pues en varios comités estatales el peligro de las rupturas y la polarización interna fueron y seguirán siendo latentes. Por ello, si los simpatizantes y militantes de Morena, en su mayoría trabajadores que fundaron el partido, quieren dar la batalla nosotros debemos acompañar este proceso. Mostrando que nuestras perspectivas y críticas pueden darle un nuevo impulso a las demandas de miles de militantes que quieren recuperar su partido. Mientras logremos discutir en espacios es posible, a su vez, construir una fuerza independiente de clase que no le deba nada ni a las estructuras burocráticas de Morena ni a los personajes oportunistas y arribistas que en ella se encuentran.
Contra el enemigo en casa: los oportunistas y arribistas en Morena
El cierre de los Comités de Base por Yeidckol Polevnsky en 2018 y la política de “puertas abiertas” de Mario Delgado en 2021, iniciaron el proceso de degradación de Morena y mantuvieron secuestrados los espacios democráticos del partido donde fluía la discusión y participación activa de sus militantes en la construcción de su proyecto. El bloqueo de la militancia permitió la apertura del partido para una serie de elementos oportunistas y arribistas del PRI, PAN, PRD. Caciques en su mayoría y colaboradores del antiguo régimen de corrupción. Personajes detestables como Armando Guadiana, Manuel Espino, Alejandro Armenta, Javier Corral, el clan Monreal, entre otros empezaron a ocupar los espacios de representación popular, producto de los acuerdos cupulares con la burocracia del partido y la persecución contra los intentos de revuelta por la imposición de candidaturas.
No por nada, resultado de la polarización interna por los grandes desacuerdos, Morena lanzó la consigna de “Unidad” que se traducía en una política electoral sin principios. Preocupándose por ganar el poder, ignorando con quién se gane el poder. Es así que la lógica de algunos dirigentes fue la de utilizar rostros viejos y llamativos de la política electoral antes que impulsar los cuadros morenistas con trayectoria en el movimiento. El desencanto fuera del partido se tradujo inmediatamente en las elecciones intermedias de 2021 con una abstención considerable del voto de la clase trabajadora por personajes que ya conocíamos de escándalos políticos pasados. En otros casos, la clase trabajadora salió a votar con desconfianza, obteniendo triunfos amargos al votar por candidatos morenistas que tienen más en común con la derecha opositora que con el propio proyecto obradorista.
La destrucción de una estructura democrática, así como la sustitución de la base militante y sus comités de base, son serias dificultades para las y los militantes de base quienes no cuentan con espacios reales de discusión y decisión para impulsar la recomposición de Morena desde la base. Esta es una cuestión clave, pues implica una táctica específica para impulsar una política de izquierda dentro de Morena. Por ello, y por mucho más, nuestra crítica debe ser implacable contra aquellos elementos de derecha que se cuelgan de los triunfos populares para su propio beneficio. El objetivo inmediato de los próximos meses será la lucha sin cuartel contra los oportunistas, que son el rostro de empresarios, ex-priistas, burócratas, gangsters y mercenarios que se visten de guinda. El resultado de la no confrontación ya lo tenemos claro con la degeneración y desaparición de un partido de izquierda como lo fue el PRD. Por ese motivo debemos organizar a la militancia combativa en nuevos espacios que permitan la discusión y movilización interna de las bases.
Los últimos acontecimientos debido al proceso de cambio en la dirigencia nacional han mostrado el temor de la burocracia por perder el control frente a la creciente crítica de las bases. Uno de los casos más llamativos fue el llamado que hizo Rafael Barajas, el “Fisgón”, director del INFP, a que los militantes se callaran y maduraran por su descontento con la integración de oportunistas como Sergio Mayer como diputado plurinominal.
La batalla contra los arribistas y el oportunismo no solo es una batalla por los espacios y las candidaturas, es sobre todo una batalla política contra la derecha dentro de Morena. Esta batalla sólo puede impulsarse mediante la organización y la movilización de las bases del partido, exigiendo que sean respetadas las estructuras y la democracia interna contra la imposición y los dedazos. Pero también diferenciándose de ella, y no caer en la trampa de la unidad que no es más que la aceptación de las imposiciones del ala de derecha. Es necesario agruparse dentro y fuera de Morena para dar una batalla sin cuartel contra los oportunistas, pero para ello es necesario armarse con un programa que no solo exige se respeten los estatutos de Morena, sino que se plantee la radicalización del programa de Morena y de la Cuarta Transformación.
Nuestras tareas
Tras el fortalecimiento electoral de Morena, el partido tendrá serias transformaciones en los próximos años, con el cambio de dirigencia y el aún virtual y necesario Congreso Nacional. El periodo va estar marcado por cambios, nuevos cuadros y personalidades que ascienden en una estructura corporativa y la entrada de nuevos militantes que aumenten el tamaño de las bases obradoristas. Nuestra atención debe estar enfocada en el segundo fenómeno. Pues es un mensaje claro, y un deseo sincero, de miles de trabajadores que quieren recuperar su partido y extender las conquistas alcanzadas en la 4T. Si los trabajadores aún luchan por Morena ¿quiénes somos nosotros para apartarnos de esos deseos? Nuestro deber es encontrar un lugar en esta lucha y ganarnos su apoyo con nuestra crítica, nuestro programa y nuestros métodos de combate.
Aceptando las tareas concretas, debemos priorizar la discusión con esta nueva capa de militantes y denunciar de forma abierta a los oportunistas y chapulines que se esconden tras la política de unidad. El llamado tiene que ser a la confrontación y depuración de estos elementos que le hacen más daño que bien a la vigencia de la 4T. Ya perspectivas como la nuestra se comparten en algunos espacios del ala de izquierda que llaman a la “autocrítica” del partido de forma local donde nuestra organización tiene presencia. A nivel nacional, Citlalli Hernandez ha sido la figura más destacada que ha convocado este proceso, en un periodo post electoral que impulsa una necesaria reflexión y discusión interna. Incluso proponemos adherirnos formalmente a la convocatoria de Citlalli Hernandez y participar como una fuerza independiente en las próximas discusiones en el seno del partido. Sin embargo, su declinación en favor de Alcalde como secretaria general del partido deja mucho que desear, quedando las denuncias en la simplicidad de las palabras. No resulta descabellado, que nuestras perspectivas se usen para plantearlas de forma seria de cara a un posible Congreso Nacional. Un evento de importancia dónde la correlación de fuerzas entre la derecha y la izquierda del partido puede cambiar. Y esta resulte beneficiosa para envalentonar a las y los militantes contra su dirección.
Las rupturas, las denuncias y las revueltas contra la dirección nacional, en el periodo precampaña, son muestra de una política independiente de clase que por momentos desafía a la burocracia del partido. Esta independencia se presenta como proceso y no como un hecho acabo. Nuestra tarea consiste en la intervención constante y metódica en los espacios de la militancia, dándole forma al proceso y clarificando ideas entre las bases que ofrezcan un nuevo programa más a la izquierda, socialista y combativo. Solo de esta forma rebasaremos a la 4T, ocupándose de las situaciones, muchas veces adversas y contradictorias, para la izquierda revolucionaria.
No se puede decir, a ciencia exacta, si en el proceso la clase trabajadora abandonara su partido por una nueva formación política más combativa. Pero lo cierto es que las y los socialistas no se pueden quedar de brazos cruzados. O avanzamos junto con los acontecimientos que se presentan, o seremos arrollados por los mismos.
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Fotografía: Alternativa socialista