Por: Juan Alberto Flores Rosales. 03/01/2013
Ha concluido el año 2015, año de zozobra e incertidumbre en las filas del magisterio nacional a raíz del autoritario y fatal cumplimiento de plazos fijados unilateralmente por una burda legislación laboral, dizque “educativa” que ha pretendido mostrar a los amos del Universo que el régimen príista sí cumple en imponer a rajatabla la llamada reforma estructural de la educación mexicana, en consonancia con los dictados macroeconómicos del imperio.
Ha concluido un período en el cual, la noble profesión de la enseñanza ha sido vilipendiada, denigrada, sentada en el banquillo de los acusados, señalada con índice de fuego, execrada con engolada voz por los puntillosos papagayos de enarcadas cejas y seño fruncido, que en toda tribuna, espacio, o medio de comunicación avieso, han convertido a todo profesor(a) en culpable irredento no solamente de la tragedia educativa nacional, sino de todos los males habidos y por haber que aquejan a la sociedad.
2015, año terrible, en el cual se han esfumado frente a la masa inerme de educadores nacionales, por obra y gracia de una clase política mediocre y mendaz, los derechos y prestaciones que durante épicas jornadas de lucha gremial los trabajadores de la educación habían obtenido, y que ahora, en un santiamén, las cúpulas sindicales negociaron ante el “patrón” para mantener los beneficios de las camarillas que pastorean a los docentes en el país desapareciendo de un plumazo las aportaciones económicas que un trabajador de la educación entregó puntualmente al estado mexicano durante una vida de trabajo fecundo y creador.
2015, sin embargo, pese a la grave traición de los seudo líderes que se apoderaron y medran con las cuotas sindicales y las canonjías del régimen; pese a la guerra mediática inmisericorde desatada por el duopolio televisivo en contra de los maestros, aún con la incomprensión e ingratitud de una sociedad embrutecida por los medios de comunicación comerciales, los maestros mexicanos hemos dado un salto cualitativo de gran trascendencia: Hemos tomado conciencia de nuestra propia fuerza.
Tal vez, fue necesario tocar fondo, sangrar la sangre digna y sagrada de los maestros mexicanos, conocer la negra noche del autoritarismo ruin y perverso, tal vez fue necesario mostrar los excesos de la soldadesca enviada en contra de los educadores de la nación, para tomar conciencia de que sólo nuestra básica y esencial unidad es nuestra arma poderosa, era necesario llegar a la conclusión de que nadie hará por los maestros que los maestros no podamos y queramos hacer por nosotros para defendernos del feroz embate que se perpetra en contra de la clase que tiene una gran influencia en la sociedad, a pesar de todo.
En los últimos meses del año 2015, después de meses de tensión, de temor, de angustia arribamos a la toma de conciencia clara, a un conocimiento cierto, una definición existencial básica e indispensable: SOMOS MAESTROS, SOMOS MAESTRAS, y ese noble título obtenido no únicamente en las Instituciones formadoras de docentes, sino en la práctica cotidiana, al frente de los grupos de niños, en colaboración con nuestros pares, nos da la plena identidad y conciencia de clase, para arrostrar sin desmayo ni tibiezas, el difícil momento histórico que nos ha sido dado vivir.
Frente a una clase política que ha sacrificado al pueblo mexicano, a cambio de un plato de lentejas ante el imperio, estamos los maestros, las maestras, dispuestos/as a defender la patria, a caminar con la sociedad entera para recuperar lo que es nuestro: Nuestra esperanza, Nuestro sueño de una patria para todos, nuestra grandeza histórica y social, sí, Nuestro País.
Fotografía: elmetropolitano