Por: Amanda Echevarría Silva. 13/05/2023
La edición 63 del Premio Literario Casa de las Américas acogió entre los miembros del jurado de Cuento al narrador, realizador audiovisual, promotor cultural y editor venezolano Luis Laya. El autor de Set (Premio Teresa de la Parra de Novela, 2005) se ha dispuesto a incursionar en terrenos como el ensayo, la poesía y la crónica, bajo la premisa de contar y construir escenarios de ficción desde distintas posibilidades y géneros.
Su estilo original que dialoga con la crítica, la ironía y el sentido del humor; se revela en los títulos de narrativa Idiotas todos (2000); Feliz viaje, no fume (2007), Historia Natural (2017) o Fractura (2021). Dado que el escritor explora en su obra las complejidades de la narratología y la ficción literaria, su mirada y experiencia resultaron enriquecedoras, ya que la cuentística alcanzó en la convocatoria de 2023 del concurso de la Casa de las Américas una cifra de participantes nunca ante vista.
El Premio Literario Casa de las Américas durante más de sesenta años ha difundido y dado visibilidad a las letras latinoamericanas y caribeñas con la complicidad de notables escritores que han conformado los jurados en los distintos géneros y categorías. ¿Cómo asume la posibilidad de integrar esta tradición y tener la responsabilidad de incidir en el reconocimiento de la obra de un autor?
Parece un cliché decir que es un honor estar como jurado en un premio de tal dimensión, no sólo por lo que significa en cuanto a tradición, sino por la enorme responsabilidad que uno debe asumir para no poner en peligro la rigurosidad, refiriéndome a la mirada atenta y los posteriores veredictos. Pero no tengo más remedio que suscribir ese lugar común, pues considero que para el autor premiado en cada categoría, el recibir tal reconocimiento debe significar un impulso extraordinario, desde la visibilización y su autoconfianza. Ganar el Casa de las Américas debe dejarte mareado. El saber que estás haciendo las cosas bien se hace palpable y tu obra resuena más desde allí. Así que estar llamado a leer, evaluar, incidir en todos esos destinos es una experiencia también riesgosa, aventurera, excitante.
Usted tiene una obra prolífera en cuentos y novelas, aunque ha incursionado en otros géneros literarios y audiovisuales. ¿Cuáles son los principales motivos y temáticas de su creación artística? ¿Puede suceder que para determinados temas o necesidades expresivas es más eficaz la literatura y en cambio para otros lo es más la representación audiovisual?
En el cuento y la narrativa escrita en general, al ser creación, arte, oficio y milagro anhelado a la vez, el motivo o la temática no es lo que me preocupa. El tema puede ser cualquiera, siempre y cuando convoque una emoción, la ilusión quizás fugaz de una revelación, muy honda, profunda, inasible, que te deje estupefacto si es que la obra consigue acumular algún mérito en este sentido. Es un asunto más bien de cómo presentar, de cómo esculpir eso contado. A veces la anécdota casi no me interesa, otras veces sí, pero ésta debe contener algo invocado, poderoso, y comunicarlo fuertemente. Si es posible con alguna maestría o cierta, digamos, alquimia, magia, un decir rotundo.
Lo audiovisual es una vía distinta, porque las imágenes y los sonidos ya están allí. Hay un protagonismo compartido por el autor y los otros elementos que están en el material a través de la fotografía, quizás personas vivas, animales, el paisaje, la música. El realizador hace como en el cuento o la novela, porque escoge los trozos para componer, pero los sujetos bajo su escrutinio dicen mucho más de lo que él se propuso inicialmente. A mí me gusta mucho el cine, pero hasta ahora más allá de fogonazos de guion que permanecen inéditos, he tenido mi mayor experiencia con el documental. En él la gente asume contar su experiencia, vive frente a los ojos del espectador, se eterniza. El valor de lo audiovisual ahí es magnífico, de mucho colorido, traspasa los límites de las letras.

Ha dicho que la creación literaria es el espacio donde el autor puede “descolocar los signos de la realidad” con el fin de afectar la sensibilidad. Teniendo como referentes el “realismo mágico” o “lo real maravilloso” ¿cree que la realidad, por sí sola, despierta en el autor el motivo de la escritura -digamos que demanda ser abordada desde el hecho artístico- o es el autor, inmerso en ella, quien la deconstruye literariamente desde su mirada particular?
Las dos cosas que planteas en tu pregunta están, y se complementan. La realidad, lo que algunos llaman así, es un pedazo que nos asombra de lo vivido, que nos referencia, nos acompaña, y no sólo demanda ser abordada desde miradas alternas, las que da la creación literaria, sino que te reta, te ataca. Uno lo que hace –a veces con cierta necedad- es contraatacar con versiones distintas de esa supuesta realidad y al hacerlo, por supuesto que la vuelve a construir. Esa realidad que desde su confinamiento se pretende unívoca, se convierte en una isla, que te invita a soñar con miles de ellas, diferentes, sugerentes, ignoradas hasta ese momento. Digamos que la narrativa es el archipiélago y la realidad es una sola islita dentro de ese conjunto. Así de pequeña es.
En esta convocatoria del Premio Literario colabora como miembro del jurado de Cuento. ¿Pudiera referirnos aquellos cuentistas latinoamericanos que son referentes o influencias para su trabajo?
No soy de citar. Las influencias se van decantando dentro de uno, se van volviendo parte de tu genética sin que te des cuenta. Surges de ese líquido amniótico, a veces involuntariamente. Y en ocasiones los resultados son terribles. ¿Quién fue primero? Ese autor o tú. “Cuando me desperté el cuentista aún estaba allí”. En fin, Felisberto Hernández, de Uruguay, es uno. Seguro. Otro, también de Uruguay –qué cosas- Mario Benedetti. Y un tercer oriental: Juan Carlos Onetti. De México, Carlos Fuentes, pero no como influencia. Recuerdo al leerlo por primera vez haber quedado perplejo. Juan Bosch, un gigante. Arguedas me conmovió. Como ves, no soy muy contemporáneo en mis gustos. Se me olvidaba, Salvador Garmendia, de mi país, Venezuela.
Coméntenos acerca de las potencialidades del género en la región. Particularmente en su país, ¿cuáles son los autores contemporáneos que le resultan más interesantes?
Es duro. Siempre se me olvida alguien y cuando lo recuerdo es ya demasiado tarde. Recientemente murió uno de los más interesantes –y a la vez ignorados. Lo cito aquí como una referencia obligada que, quienes no lo hayan hecho, necesitan descubrir: Humberto Mata. Uno de los más refinados y contundentes narradores venezolanos, que venía publicando desde los años 70´ del siglo XX y logró adentrarse en el siglo XXI con su obra. De los que siguen activos, dos mujeres: Sol Linares y Esmeralda Torres. Y dos muchachos como yo: Jacobo Villalobos, que ahora vive en Chile, y Wilfredo Machado, con un universo propio insondable, cosa de lo que pocos escritores pueden jactarse.
Nota: La periodista envió las preguntas al entrevistado vía correo electrónico.
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Fotografía: La ventana