Por: Ferran Vallespinós Riera. 27/09/2022
Los combustibles fósiles eran un tesoro que la Tierra había escondido durante cientos de millones de años, procedente de grandes cantidades de biomasa, sobre todo vegetal, almacenada en su interior. Pero el uso de los combustibles fósiles ha liberado grandes cantidades de carbono a la atmósfera, en forma de CO2, que es un gas de efecto invernadero y principal causante del cambio climático
Quizás alguna vez se ha preguntado qué nos hace diferentes (a los hombres y las mujeres) del resto de especies animales. No es ni el volumen de cerebro (otras especies lo tienen mayor), ni andar de pie (los gorilas también lo hacen), ni el habla (muchos animales emiten sonidos que sin duda les permiten la comunicación) ni tampoco la capacidad utilizar utensilios (algunos cuervos utilizan pequeñas ramas para acceder a la comida) ni siquiera la construcción de infraestructuras (los castores pueden construir auténticas presas). Lo único que realmente nos diferencia de todo el resto de animales es nuestra capacidad para utilizar energía externa.
La humanidad descubrió el fuego, la primera energía externa que utilizó, con un poder que permitía no sólo vivir bajo condiciones extremas sino a la vez deforestar con rapidez grandes espacios para cultivar y dejar de ser simplemente recolector-cazador, oficio con muchas incertidumbres para obtener alimentos. Más adelante aprendió a utilizar la energía del agua y del viento, que además de mover utensilios fantásticos (molinos para hacer harina, por ejemplo) le permitió viajar y descubrir nuevas tierras. Y finalmente descubrió los combustibles fósiles, primero el carbón hace unos 400 años (aunque parece que los chinos ya lo utilizaban hace 2.000 años) y después el petróleo, unos 160 años atrás.
Los combustibles fósiles eran un tesoro que la Tierra había escondido durante cientos de millones de años, procedente de grandes cantidades de biomasa, sobre todo vegetal, almacenada en su interior y transformada por complejos procesos bacterianos. Los combustibles fósiles eran un inmenso reservorio de energía y al mismo tiempo de carbono que había sido retirado de la atmósfera y secuestrado en el interior de la Tierra.
Tanto el carbón como el petróleo eran baratos, fáciles de utilizar y que además tenían un elevado poder energético. Y como si fuera una droga, la civilización quedó enganchada al uso de los combustibles fósiles y su uso masivo explican el gran crecimiento económico desde la revolución industrial. La humanidad se convirtió en dependiente de los combustibles fósiles por todo: por el confort (no pasar ni frío ni calor), por la industria de producir bienes, por moverse e incluso por obtener nuevos materiales nunca soñados (los plásticos, por ejemplo).
Tanto ha sido así que, como explicaba el profesor Margalef, a pesar de que toda nuestra energía interna (la procedente del metabolismo que nos permite estar vivos) apenas supone unos 150 vatios, cada uno de nosotros somos capaces de movilizar grandes cantidades de energía externa (repase sus consumos de electricidad, gas y gasolina o gasóleo y se dará cuenta de la gran cantidad de kilowatios que utilizamos). Por tanto, el hombre (y la mujer) somos unos animalitos estrambóticos: tenemos poca energía interna (endógena) y nos hemos montado un sistema de vida que depende del consumo de grandes cantidades de energía exterior (exógena). Y en esa capacidad, única en el mundo animal, radica el éxito de nuestra civilización medido en términos de un crecimiento continuo del PIB.
Pero, de repente, todo está tambaleándose. En un mundo finito, nada puede ser infinito y, por tanto, habría un momento en que los combustibles fósiles se agotarían; no ha sido necesario llegar a este escenario para tener graves problemas, basta con acercar la situación de peak (cuando la demanda supera la oferta, aunque todavía tengamos existencias) anunciada por los expertos hace años. La consecuencia ha sido un fuerte encarecimiento de los precios (desgraciadamente estamos al inicio) y la guerra en Ucrania no lo ha puesto fácil, pero no es la principal causa que está detrás de todo.
Además del problema económico, tenemos otro aún más grave: el uso de los combustibles fósiles ha liberado grandes cantidades de carbono a la atmósfera, en forma de CO2, que es un gas de efecto invernadero y principal causante del cambio climático: ha pasado de unos 300 ppm en la época preindustrial a 419 ppm en 2021. Es decir, hemos soltado la bestia que los combustibles fósiles tenían dentro. Los resultados ya los estamos sufriendo: veranos cada vez más cálidos, oleadas de calor más fuertes y prolongadas, sequías, tormentas cada vez más extremas, afectación a la vida en la Tierra, etc.
Es evidente que el propio elemento responsable del desarrollo humano está poniendo en peligro la vida en la Tierra: el uso de la energía fósil. ¡No me negará que es una paradoja que parece increíble!
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Fotografía: Revista XQ