Por NICHOLAS CASEY y MAGGY AYALA. NYT. 20 de febrero de 2017
QUITO — Durante la mayor parte de la vida adulta de Luis García, un solo hombre dominó la política de este pequeño país andino: Rafael Correa, líder de la Revolución Ciudadana de Ecuador.
Pero cuando García fue a votar el domingo, Correa no estaba en la boleta electoral. Insatisfecho con las opciones que le quedaban, García, un músico de 33 años que votó por primera vez por Correa en 2006, decidió simplemente garabatear sobre su boleta e invalidar su voto.
“Ahora no me siento representado”, dijo.
Ese sentimiento de malestar entre sectores de izquierda se ha esparcido por toda América Latina, luego de que una generación de líderes icónicos ha abandonado el escenario político por diversas circunstancias: vencidos por la muerte, las elecciones, los juicios políticos o, en el caso de Correa, por los límites del mandato. Fueron conocidos como la Nueva Izquierda y tantos otros nombres más, y gobernaron buena parte del continente con promesas grandes y personalidades más grandes aún.
Al tratar de continuar el legado de las revoluciones sucedidas en las décadas de 1960 y 1970, esos líderes ampliaron la educación, aumentaron los subsidios a los pobres y construyeron caminos, carreteras y hospitales. Pero a menudo se burlaban de aquellos que trataban de controlar su poder, desde jueces hasta prestamistas internacionales.
Y ahora, casi todos se han ido.
Hugo Chávez, el célebre líder venezolano, murió de cáncer en 2013 y dejó en el poder a Nicolás Maduro, un sucesor mucho menos popular. El país entró en colapso económico a medida que los precios del petróleo cayeron y en 2015 los ciudadanos eligieron a la oposición para liderar la Asamblea Nacional. Maduro ha intentado controlar el país por medio de una creciente represión.
En 2015, los votantes argentinos eligieron como presidente a Mauricio Macri, un empresario amigo del libre mercado para remplazar a Cristina Fernández de Kirchner, de talante populista, cuyos programas sociales eran apreciados entre los pobres y la clase trabajadora.
Al año siguiente en Brasil, Dilma Rousseff fue destituida por un juicio político y remplazada por Michel Temer. El Partido de los Trabajadores, su agrupación política y la de Luiz Inácio “Lula” Da Silva, se enfrenta a numerosas denuncias de corrupción, mientras que en Argentina, Kirchner se defiende de una acusación por delitos financieros.
En noviembre pasado, murió el patriarca de la izquierda de la región: el cubano Fidel Castro.
“Estos no son eventos aislados; es un gran retroceso”, dijo Gabriela Rivadeneira, presidenta de la Asamblea Nacional ecuatoriana, controlada por el partido de Correa, Alianza País, que durante años aprobó sus reformas casi sin cuestionamientos. “Ahora la región nos está observando para saber qué es lo que viene”.
Correa ha sido una figura política dominante y contradictoria: es un economista formado en Estados Unidos que solía moverse entre la retórica de un ardiente populista y el pragmatismo de un tecnócrata.
Los índices de pobreza y desigualdad disminuyeron en Ecuador cuando Correa canalizó los ingresos del petróleo en todos los ámbitos: desde elevar los salarios de los maestros hasta reconstruir las carreteras del país y ampliar las clínicas en la región amazónica. Eso fue posible debido a que los precios del petróleo se mantuvieron arriba de los 100 dólares por barril durante buena parte de su gobierno. La riqueza fluyó hacia Quito, cuyas calles se llenaron de autos y camionetas nuevas mientras empezaban las excavaciones para un nuevo sistema de metro.
Correa también catapultó a su pequeño país a la escena internacional, haciéndose eco de las viejas denuncias de Castro contra el capitalismo y la globalización. En 2012 le concedió asilo a Julian Assange, fundador de WikiLeaks, en la Embajada de Ecuador en Londres, lo que molestó al gobierno de Estados Unidos. Assange permanece allí.
No está claro qué pasará con la agenda de izquierda de Ecuador cuando Correa abandone el cargo. Los bajos precios del petróleo sin duda serán un factor importante.
Al igual que en Argentina, Venezuela y Brasil, los programas sociales de Ecuador que sacaron a millones de personas de la pobreza fueron financiados por el auge de las materias primas. Los ingresos disponibles del gobierno ecuatoriano durante el alza de los precios del petróleo, alrededor de 25.000 millones de dólares anuales, se han reducido a menos de la mitad ubicándose en unos 11.000 millones de dólares por la disminución de los precios del crudo.
Eso ha dejado al país con grandes deudas con China. El año pasado la economía ecuatoriana se estancó luego de crecer, en promedio, un 4 por ciento anual entre 2006 y 2014.
“El modelo ha llegado a su fin porque se acabó el dinero”, dijo César Robalino, banquero del Colegio de Economistas de Pichincha, en Quito.
Robalino dijo que el próximo presidente de Ecuador, sin importar su filiación política, debe implementar una línea más estricta en el gasto, reducir el número de trabajadores públicos y recortar subsidios como los que reducen los precios del gas para todos los ecuatorianos.
Esa es la postura defendida por el candidato de oposición Guillermo Lasso, un banquero de Guayaquil que terminó de segundo en las últimas elecciones contra Correa en 2013. Lasso promete revertir el gasto público mientras elimina más de una docena de impuestos, lo que significaría la pérdida de miles de millones de dólares de las arcas estatales.
“Lo que un gobierno debe hacer es facilitar el espíritu empresarial”, dijo Lasso en una entrevista televisada durante la campaña, y añadió que creía que Correa generaba demasiados empleos a través de cargos en el sector público.
Lenín Moreno, el principal candidato de izquierda, ha prometido hacer más con menos y pedir prestado cuando sea necesario. Moreno dijo que a pesar del colapso de los precios del petróleo, Correa había evitado recortar los programas sociales y los subsidios de gas para los pobres. El candidato asegura que continuará con esa política si llega al poder.
Con más del 80 por ciento de los votos escrutados, Lenín Moreno, de 63 años y aliado de Correa, lideraba con un 39,12 por ciento, apenas por debajo del umbral del 40 por ciento que es necesario para no ir a la segunda vuelta en abril. Los analistas sostienen que si se mantienen esos números Lasso, que está en segundo lugar con 28,31 por ciento, podría recibir el resto de los votos de la oposición y tener la oportunidad de llegar a la presidencia.
Si Moreno gana, enfrentará el desafío de diferenciarse de su predecesor y su legado. Correa dijo que se mudará a Bélgica después de que termine su mandato, pero algunos sostienen que si la izquierda permanece en el poder, Correa tratará de influir en la política.
“Yo mando, yo dirijo, así es como piensa”, dijo Jorge León, experto en Ciencias Políticas de la Universidad Central del Ecuador.
León señaló la racha autoritaria de Correa, la misma que se convirtió en el sello distintivo de los mandatarios de izquierda de otros países suramericanos. Después de cambiar la constitución —una medida que le permitió ser reelegido en dos oportunidades— el presidente propuso otra reforma para poder postularse por cuarta vez pero abandonó sus aspiraciones cuando quedó claro que la opinión popular no lo apoyaba.
Correa también trató de hacerle la vida difícil a sus opositores. Criticó a los periodistas, endureció las leyes de difamación e incluso se hizo cargo de los canales de televisión cuyos propietarios no apoyaban su gestión. Más recientemente, trató de cerrar una organización ambientalista que encabeza la oposición a una mina de cobre planeada en el Amazonas.
Al sucesor de Correa le corresponderá decidir si construye sobre su legado o si escoge otra estrategia. Pero los que han intentado forjar un camino diferente en la región, se han enfrentado a muchos problemas.
Mauricio Macri prometió revitalizar la economía de Argentina con políticas orientadas al mercado, pero ha tenido problemas para atraer inversiones a su país, señaló Franklin Ramírez, profesor del Instituto Latinoamericano de Ciencias Sociales en Quito. El presidente de Brasil, Michel Temer, ha sido perseguido por acusaciones de corrupción similares a las que derribaron a sus predecesores.
“Es muy pronto para hablar del final del ciclo de la izquierda”, dijo Ramírez. “La hegemonía de la izquierda ha terminado”, dijo, pero añadió que no estaba claro qué nuevo modelo se impondrá.
Foto: donquijote