Por: Sebastian Friedrich, Ingar Solty. 06/10/2024
[Tras las elecciones de Sajonia y Turingia, las del pasado domingo, 22 de septiembre, en Brandenburgo han confirmado la dinámica ascendente del partido recién creado por Sahra Wagenknecht, antigua dirigente de Die Linke. En este último escrutinio, la formación cuyo nombre (provisional) no es otro que el de su fundadora (Alianza Sahra Wagenknecht -BSW) ha obtenido el 13,5% y el tercer lugar, por delante de la derecha demócrata cristiana y aplastando a Die Linke, que ha pasado del 10,7% al 3% y queda fuera del parlamento regional, al igual que los Verdes, con una suerte parecida (del 10,7% al 4,1%).
El avance del partido de Wagenknecht, anunciado desde hace meses por los sondeos y la gran popularidad de su dirigente, ha suscitado un amplio debate sobre su identidad ideológica y su posicionamiento en el espectro político. Sus posiciones sobre los migrantes y sobre las denominadas cuestiones “societales” la colocan a la derecha del tablero político, las de política exterior (en particular sobre Ucrania y Palestina) claramente a la izquierda.
Su programa económico tiene modales socialdemócratas, en realidad más volcado hacia la preservación de un “modelo nacional alemán” de capitalismo, basado en el dinamismo de las PYME (Pequeñas y Medianas Empresas, la Mittelstand), que hacia la reconstrucción de un compromiso social favorable a los asalariados.
En consecuencia, algunos ven la BSW como parte de la familia de las izquierdas, un intento de superar el corte entre la izquierda y las capas populares al tener en cuenta las “preocupaciones” de estas últimas, mientras que otros la consideran como una variante “social” de la AfD (Alternativa para Alemania), la formación de extrema derecha en pleno ascenso electoral, o al menos como una renuncia a oponerse al ascenso del fascismo y la xenofobia en amplias capas de la sociedad.
En Francia, y más en particular en la izquierda, la emergencia de esta nueva fuerza en el paisaje político de la potencia europea dominante ha suscitado reacciones contradictorias. En la última entrega de Le Monde Diplomatique, Pierre Rimbert y Peter Wahl ven en Wagenknecht un “icono mediático austero, elegante, cerebral, encarnación moderna de Rosa Luxemburg”. Manifiestamente seducidos, perciben en la BSW una alternativa de izquierda creible a la estrategia iniciada por Barack Obama en 2008 y teorizada en el famoso informe de Terra Nova, el think tank próximo al Partido Socialista, basado en la alianza entre capas urbanas educadas y minorías racializadas, a la que se habría sumado, según ellos, La Francia Insumisa (LFI).
Por el contrario, en Mediapart, Romaric Godin[1] piensa que lejos de limitarse a sus posiciones sobre los migrantes o a la llamada agenda “societal”, el “conservadurismo” reivindicado por Wagenknecht impregna en profundidad su programa económico. Un examen de este programa muestra que se basa en una visión idealizada del “capitalismo nacional” a la alemana, negando el hecho de que el famoso Mittelstand no es menos ávido de reformas neoliberales que el capitalismo financiarizado de los grandes grupos, señalado como el único adversario.
Siguiendo en Mediapart, Fabien Escalona repasa las afinidades entre el discurso de Wagenknecht y el de François Ruffin -diputado que rompió con LFI- o de la antigua corriente “soberanista” que abandonó LFI en 2018-2019, cuando se produjo el giro del movimiento sobre la cuestión de la islamofobia y el racismo. Concluye sin embargo que lo que triunfa en Alemania se topa con una configuración ideológica diferente de la izquierda francesa, menos inclinada a esta alianza entre “conservadurismo societal” y nacionalismo económico. En concreto, señala que “François Ruffin, aun siendo contestatario de la estrategia de LFI, está lejos de compartir la ‘línea Wagenknecht’”, sobre todo en la cuestión ecológica.
En el siguiente artículo, Ingar Solty y Sebastian Friedrich, investigador de la Fundación Rosa Luxemburg y periodista respectivamente, aportan un análisis crítico de las diversas facetas del proyecto de Wagenknecht. Aclaran la composición de su electorado, las contradicciones de sus propuestas socioeconómicas y el endurecimiento de su discurso sobre los migrantes, pero también el peso decisivo, apenas mencionado en el debate francés, de las cuestiones “internacionales”, en particular la guerra en Ucrania y sus consecuencias (explosión de presupuestos militares, relación con la OTAN, encarecimiento de los precios de la energía, etc.).
Estas cuestiones, a las que habría que añadir la de Palestina, forman parte de los marcadores históricos de la izquierda alemana desde el final de la última guerra mundial: el rechazo del atlantismo y del militarismo, la lucha por la paz, la solidaridad con los pueblos del Sur. Stathis Kouvélakis].
La creación de la Alianza Sahra Wagenknecht (BSW) suscitó un debate sobre si el nuevo partido ayudaría o dificultaría el ascenso de Alternative für Deutschland (AfD), un partido de extrema derecha. Antes incluso de la creación oficial de la BSW, ya habíamos expresado la esperanza de que el partido de Wagenknecht pudiera ralentizar el ascenso de la derecha y reorientar el debate político alemán hacia las cuestiones socioeconómicas, un terreno donde la izquierda es tradicionalmente la más fuerte.
La BSW existe desde finales del mes de enero y ha participado en tres elecciones, a saber, las parlamentarias europeas y dos regionales en la antigua Alemania del Este (Sajonia y Turingia). ¿Se han materializado esas esperanzas? ¿Ha ayudado la BSW a luchar contra la derecha o ha contribuido a un desplazamiento del paisaje político hacia la derecha?
El análisis de los desplazamientos de votantes en las elecciones europeas de junio sugiere que los resultados de la BSW perjudicaron principalmente al partido de izquierda Die Linke y al partido social-demócrata (SPD) en el poder. Según Infratest Dimap, la mayor parte de los votantes del BSW lo eran antes del SPD y Die Linke: 580.000 antiguos votantes del SPD y 470.000 antiguos votantes de Die Linke se inclinaron entonces por la BSW. Sólo 160.000 de los votantes de BSW habían votado por la AfD en las elecciones federales de 2021. Según este mismo sondeo, la mayor parte de los votantes de la BSW en Turingia y Sajonia el 1 de setiembre provenían también de la izquierda (en sentido amplio) y sólo una pequeña parte de la AfD.
A primera vista, parece evidente que la BSW recoge votos de los partidos de izquierda y apenas merma el electorado de la AfD. Sin embargo, se puede suponer que, debido a la relativa novedad del partido, una gran parte de quienes votaron a AfD en las elecciones federales de 2021, y sobre todo en las regionales de 2019, forman ya parte del soporte electoral del partido de extrema derecha. No debe sorprender que este electorado de derecha radical no se mueva hacia la BSW.
Pero no se puede decir lo mismo de quienes se han orientado hacia la AfD en estos dos últimos años. En los sondeos de comienzo de año, la AfD se situaba en torno al 22% a nivel nacional, pero sólo obtuvo el 16% en las elecciones europeas. Lo que tal vez sea más revelador es que la proporción de votantes que declararon en las encuestas post-electorales haber votado al partido no por convicción, sino por estar decepcionados de los otros partidos, es relativamente elevada -algo menos de la mitad.
Estos electores podrían, en teoría, ser convencidos para cambiar de nuevo de campo si se les propone una alternativa atractiva. Ese enfoque consistiría en proponer medidas de redistribución, para dividir al menos a una parte del electorado de la AfD. Esta estrategia podría seducir en particular a las personas clasificadas por los sondeos post-electorales como “trabajadores” y que votaron a la AfD (33%) en las elecciones europeas, así como a la proporción relativamente elevada de miembros de sindicatos (18,5%) que votaron a dicho partido.
Es posible que el electorado de AfD se proletarice cada vez más, un proceso que se puede observar en las formaciones de derecha radical en Estados Unidos, Francia y Reino Unido y en otros países, pero que no es inevitable. Las fuerzas socialistas pueden y deben dirigirse a estos electores, y no sólo por su propia preservación.
Lenta desaceleración
Un estudio del Instituto de Investigación Económica y Social (WSI), ligado a la confederación sindical alemana, ha revelado que se percibe a la BSW como una alternativa anti-establishment, en particular en Alemania del Este y entre quienes se han orientado recientemente hacia la AfD. Desde un punto de vista socio-estructural, se trata de regiones y comunidades donde era poderoso el PDS (Partido del Socialismo Democrático, uno de los precursores de Die Linke). La BSW es fuerte en aquellas regiones en que la tasa de paro es elevada y donde la población está envejecida. Según el WSI, atrae en particular a electores de rentas bajas y a quienes son pesimistas respecto al futuro y apenas tienen confianza en las instituciones existentes.
Aunque los resultados de la BSW en Turingia y Sajonia perjudicaron sobre todo a Die Linke, probablemente impidieron también que AfD progresara aún más. En estos dos Länder, los sondeos daban a la AfD resultados que llegaban al 35-36%. Según Infratest Dimap, el 26% de los votantes a la BSW encuestados en Turingia declararon que habrían votado a la AfD si no hubieran tenido la posibilidad de hacerlo a la BSW. En Sajonia, esta cifra se elevaría al 33%. Si se compara este porcentaje con el resultado real de la AfD, el partido habría obtenido el 37% en Turingia y en torno al 35% en Sajonia.
Es también poco probable que muchos antiguos votantes de Die Linke que se han pasado a la BSW habrían votado al partido de izquierda, porque su cota de popularidad ya estaba a la baja antes del ascenso de la BSW. La esperanza de algunos estrategas de Die Linke, que pensaban que la salida de Wagenknecht del partido permitiría llegar a una nueva capa de votantes o renovarla, quedó frustrada.
En términos puramente numéricos, la BSW ha estado en condiciones de ralentizar algo la subida de la AfD, aunque en ningún caso ha sido un paliativo. ¿Qué se puede decir de su impacto en el debate político y la retórica de los medios de comunicación en Alemania en general? ¿El éxito relativo del partido, como pretenden amplios sectores del espectro de la izquierda y de la izquierda liberal, forma parte de un deslizamiento general del horizonte político hacia la derecha?
¿Lealtad hacia la parte alta o baja de la escala social?
En materia de política económica y social, la BSW ha hecho sentir claramente su presencia. Una de las primeras demandas de su grupo parlamentario, compuesto por antiguos diputados de Die Linke, ha sido aumentar el salario mínimo. La BSW ha reclamado también un aumento de las pensiones. Al mismo tiempo, el partido no deja de hablar de la promoción de las pequeñas y medianas empresas (PYME) bajo la consigna de “racionalidad económica”.
Esta orientación es contradictoria. El antagonismo entre el capital y el trabajo es especialmente fuerte entre las PYME y los asalariados. Las pequeñas empresas implantadas en regiones económicamente poco dinámicas consideran que una posición anti-sindical firme es esencial para resistir a la competencia capitalista nacional e internacional. Las fuerzas de izquierda de la BSW ponen el acento en una política económica basada en una “alianza antimonopolista” a corto plazo. Según su visión de la situación económica actual, el gobierno federal -compuesto por el SPD, los Verdes y los neoliberales del FDP- realiza una política industrial favorable a las grandes empresas que falsea la verdadera competencia capitalista. En esta crítica, la BSW comparte de hecho una visión cercana a la del FDP.
Sin embargo, a medio plazo, la contradicción entre las promesas hechas a las PYME y las hechas a los asalariados amenaza con crear tensiones. Por un lado, la BSW se opone a un aumento de los impuestos sobre el capital y apoya sanciones más severas contra parados para obligarles a aceptar empleos de inferior calidad, mientras que, por otro lado, reclama jubilaciones más elevadas y una política industrial y estructural más fuerte en nombre de la ayuda a los trabajadores.
Por otra parte, es poco probable que asistamos a una vuelta a la cooperación energética ruso-europea y a los bajos precios de la electricidad industrial derivados de la misma. Al contrario, para los próximos años hay que esperar una intensificación de las batallas industriales. Habrá que ver cómo se posicionará la BSW ante reivindicaciones cada vez más apremiantes del capital alemán: semana de 42 horas, aumento de la edad de jubilación (al menos) hasta los setenta años, restricción del derecho de huelga en el sector público y reducción del impuesto sobre sociedades. Este conflicto contiene los gérmenes de una potencial escisión.
Para Die Linke, la orientación de la política económica de la BSW y sus posiciones en materia de política social, sobre todo sobre el asilo, prueban que la salida de Wagenknecht de las filas de Die Linke fue una escisión puramente de derechas. La propia BSW insiste también en que no quiere ser una “Die Linke 2.0”. Muchas de sus figuras destacadas han estado notablemente dispuestas a tomar distancias con su antigua visión del mundo, por razones de pragmatismo electoral o por convicción real.
La principal candidata del partido en Sajonia es uno de los ejemplos más flagrantes. Sabine Zimmermann, exdirigente de Die Linke, ha situado a BSW “a la derecha del SPD y a la izquierda de la CDU (cristiano-demócratas)”. La noche de las elecciones, Zimmermann subrayó en la cadena de televisión pública alemana ARD que existían importantes “solapamientos” políticos entre CDU y BSW, sobre todo en los ámbitos de “la educación y la política migratoria”.
Entre el martillo y el yunque
Aunque la BSW se sitúe claramente a la derecha de Die Linke en términos de política económica y de política de asilo e inmigración, la imagen de una escisión puramente de derechas no resulta tan clara en una cuestión central para la BSW: la paz y una política exterior de distensión. Los diputados del Bundestag que abandonaron Die Linke con Wagenknecht lo hicieron sobre todo por su descontento ante lo que percibían como una relajación de las posiciones del partido en materia de paz y de política exterior. Una de las principales razones de su salida es la indecisión del partido en su crítica de la política ucraniana de Occidente.
No es una coincidencia que muchos miembros del grupo parlamantario del Bundestag que abandonaron Die Linke sean especialistas en cuestiones de política exterior. El rechazo de Die Linke a adoptar una actitud pro-OTAN y conciliadora respecto de la alianza occidental fue durante mucho tiempo un factor decisivo que impedía la participación del partido en un gobierno federal. Wagenknecht, así como el diputado Sevim Dagdelen y otros, habían mantenido siempre una posición interna de oposición a la coalición “rojo-rojo-verde” [SPD-Verdes-Die Linke], una estrategia que fracasó en la campaña de las elecciones federales de 2021.
Teniendo esto en cuenta, es fácil comprender por qué muchos miembros de base y electores de Die Linke se han pasado a BSW. Sobre todo en el Este, aunque no sólo, la transferencia del electorado tradicional de Die Linke y del SPD hacia la BSW se explica por las posiciones de la BSW en materia de política exterior. Precisamente por estar la cuestión de la paz estrechamente unida a la crítica del “oportunismo” de Die Linke, la BSW puede ser percibida todavía como una fuerza anti-establishment, aunque esté claramente a la derecha de Die Linke en las cuestiones socio-económicas así como sobre el asilo y la inmigración. Die Linke sigue siendo la fuerza más anti-establishment del Bundestag alemán, pero aparece como un apéndice inofensivo, apenas algo más a la izquierda, del establishment SPD y Verdes.
La inmigración es otra cuestión que se impone cada vez más como una preocupación central de la BSW. En el momento de creación del partido, esta cuestión fue minimizada. Cuando Sahra Wagenknecht anunció la creación de la BSW en una conferencia de prensa, en octubre del año pasado, no hizo más que una breve alusión a la inmigración. Más tarde, durante la conferencia de fundación del partido en Berlín a finales del mes de enero, sólo un puñado de oradores la mencionó.
Sin embargo, durante estos últimos meses, el foco se ha desplazado: la inmigración se ha convertido en uno de los principales temas de discusión, al mismo nivel que la guerra en Ucrania y las cuestiones sociales (en particular las jubilaciones), sobre todo por parte de la propia Wagenknecht. Hace diez años calificaba al Deutsche Bank de “bomba de relojería”, hoy dice lo mismo de los migrantes. A mediados de julio escribió en Twitter/X, después de que un demandante marroquí de asilo de 18 años hubiera empujado supuestamente a un hombre en las escaleras de una estación de la ciudad de Uelzen, en el norte de Alemania: “¡Detened la migración incontrolada que hace entrar en el país semejantes bombas de relojería!”.
Wagenknecht no es la única en la BSW que pone el acento en esta cuestión: cuando Sabine Zimmermann comentó oficialmente los resultados tras las elecciones en Sajonia, citó la limitación de la inmigración incontrolada como el primer objetivo de un cambio de política. La educación y la paz vienen después.
En su conjunto, la BSW puede ser clasificada a la izquierda en lo que se refiere a las jubilaciones, el mercado de trabajo y la política exterior, y a la derecha en lo que se refiere a la seguridad interior y a la inmigración. Sin embargo, si se observa el desarrollo del debate en campañas electorales hasta ahora, es difícil afirmar que la BSW haya hecho evolucionar el discurso hacia la derecha. El partido ha seguido la tendencia general del deslizamiento hacia la derecha, no la ha creado.
Por consiguiente, incluso en las cuestiones en que está más a la derecha, la BSW se sitúa, tanto en el plano programático como retórico, más o menos al mismo nivel que los cristiano-demócratas y una gran parte del SPD: en el centro de la derecha -no más, pero tampoco menos. Esto significa que el partido no es una “organización pantalla de AfD”, como ha afirmado recientemente Oliver Nachtwey en el Frankfurter Allgemeine Zeitung.
Pero la BSW tampoco es, como ha afirmado el sociólogo Wolfgang Streeck en una entrevista en Die Zeit, la única fuerza que “plantea las cuestiones adecuadas”. En materia de política de asilo y de inmigración, la BSW ha seguido la tendencia general de la derecha sin convicciones claras. Si esto viniera motivado por una táctica electoral, la BSW podría en algún momento dado tomar conciencia del hecho de que este acercamiento con la AfD sólo beneficia a esta última. En efecto, los votantes que consideran la limitación de la inmigración como su prioridad absoluta se inclinan a preferir el original antes que su copia.
Al mismo tiempo, hay que felicitarse de que la BSW reclame, por ejemplo, un referéndum sobre el estacionamiento de misiles nucleares de alcance medio en Europa, una escalada contra la cual cuatro millones de ciudadanos alemanes ya habían firmado el “Llamamiento de Krefeld” en los años 1980. Con su decisión, el canciller Olaf Scholz ha hecho que se pasen más votantes todavía del SPD a las filas de la BSW. El ascenso del partido de Wagenknecht -además de la mala situación en la guerra por poderes en Ucrania, la retirada progresiva de los americanos y el creciente cansancio de la población ucraniana respecto de la guerra- es probablemente la razón decisiva por la que Scholz, e incluso Omid Nouripour (copresidente de los Verdes), llamen repentinamente a negociaciones con Rusia.
Un futuro incierto
La futura trayectoria de la BSW dependerá en buena medida del clima político nacional e internacional. Debido a su eclecticismo, la BSW es muy tributaria de los ciclos económicos externos. Un fenómeno similar ya fue observado con el Movimiento 5 Estrellas en Italia. Las próximas décadas se caracterizarán probablemente por una nueva guerra fría contra China, que será legitimada con el poco convincente discurso de “las democracias contra las autocracias”.
Para la BSW, la prioridad concedida a una política de paz orientada hacia la distensión es probablemente la cuestión que la distingue de todos los demás partidos alemanes y podría ser la principal razón de su existencia. La importancia creciente de esta nueva confrontación de bloques abrirá a la BSW un campo de acción permanente sobre uno de sus temas centrales, sobre la que mantiene además posiciones relativamente coherentes. El partido llena así un vacío en el espectro político. En el futuro, es probable que este vacío no deje de crecer a causa de las evoluciones en la AfD y Die Linke. Esto es particularmente cierto si la corriente en el seno de Die Linke que propone una posición menos crítica respecto de la Alianza Atlántica vence en la conferencia del partido en octubre de 2024.
En el otro lado del espectro, si la AfD quiere convertirse en una fuerza de gobierno en Alemania y a nivel europeo en los próximos años, crecerá la presión por adoptar posiciones cada vez más conciliadoras hacia la UE, el euro, la alianza con Estados y la OTAN. Como fuerza de derechas y racista, la AfD estará sin embargo en condiciones de formar alianzas con los otros partidos burgueses en Alemania sobre la base de su compromiso firme a favor de la alianza occidental y la “defensa de nuestros valores” en la lucha de “las democracias contra las autocracias” y contra los “enemigos” interiores (los musulmanes, así como aquellos que se oponen a las políticas de confrontación imperial).
Los partidos de extrema derecha modernizadores en Italia y en Francia, que hasta ahora han excluido a la AfD de su grupo parlamentario en Europa, han evolucionado desde hace tiempo en esta dirección. Aunque la dirección y parte de la base rechacen esta estrategia, una melonización [en referencia a la primera ministra de Italia, Meloni] del partido es la única vía de la AfD hacia el poder.
La evolución de la política exterior será decisiva para las perspectivas de futuro de la BSW, y podrá incluso asegurar su futuro como elemento permanente del paisaje político. Sin embargo, aunque su política de distensión inquebrantable presenta un atractivo cierto, su futuro es incierto a causa de la confusión que reina en otros ámbitos políticos, en particular su deseo contradictorio de servir a los intereses de los asalariados por una parte, y del capital por la otra.
Sebastian Friedrich y Ingar Solty
Artículo publicado originalmente en Jacobin (USA), 20/09/2024.
Traducción de su reproducción en francés por Contretemps: viento sur
[1] https://vientosur.info/alemania-alianza-sahara-wagenknecht-un-conservadurismo-de-izquierda-sobre-todo-conservador/
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Fotografía: Viento sur