Por: Mauricio Argüelles. 03/01/2024
Nunca un personaje de gran influencia política es reflejo fiel de la propia sociedad en que se ha formado. Samuel García no representa a Nuevo León en su historia e idiosincrasia, pero el ascenso de su figura sí puede obedecer en parte a lo que hemos permitido como sociedad en los últimos años: la banalización de los asuntos de interés público, la anteposición de los intereses privados al bien común.
Samuel García no es responsable de que Nuevo León haya sido comandado en los últimos dos sexenios -el suyo incluido- por personajes construidos con base en la popularidad del estilo influencer -como lo fue su antecesor, el malogrado “Bronco”- sino que pudo ser provocado por el hartazgo que la sociedad tuvimos con esa “vieja política” que muy atinadamente en un principio Samuel mismo señaló; esa vieja política que por décadas no atendió cabalmente los problemas que ya se cernían sobre Nuevo León y que en estos años han venido a explotar en nuestras propias manos: el desabasto crónico del agua, el colapso del transporte público, la contaminación y devastación medioambiental, la violencia creciente, la sobrepoblación en una región llena de accidentes naturales y con un clima hostil que no hacen lógica con la creciente llegada de migrantes nacionales y cada vez más internacionales.
En medio de una crisis política y todavía con una historia que no ha terminado y que supera cualquier guion de una serie político-dramática, Nuevo León es noticia nacional ya no porque desde el gobierno estatal se presuma la llegada de grandes inversiones extranjeras como Tesla y otras compañías, sino por el zafarrancho protagonizado por las fuerzas políticas del congreso y el ejecutivo estatal propiciado por el empecinamiento de Samuel García por seguir los pasos de su antecesor y enemigo político, “El Bronco”, en dejar el cargo en manos de un interino y así ir por “la grande”, la presidencia, queriendo así emular quizás los logros de la generación de políticos norteños que lograron llegar a la silla presidencial en la época revolucionaria (Madero, Carranza, Calles, Obregón).

Nuevo León se ha convertido en este contexto en un perfecto reflejo de la pugna política que parece crecer en su tenor conforme nos acercamos a la siguiente elección presidencial, y que se gesta casi a diario entre las fuerzas del partido en el poder y lo que se ha conformado como una oposición hecha a la Frankenstein, con una increíble alianza entre PRI, PAN y PRD, otrora partidos políticos antagónicos y que aduciendo una estrategia pragmática y cortoplacista, anteponen sus intereses electorales al respeto de su ideario político. Este pragmatismo también lo ha replicado Samuel (en contubernio con sus asesores, que se supone los debe tener), y donde presumiblemente en favor de lograr prebendas de mayores recursos financieros federales para Nuevo León y con la presión que implica la puesta en marcha de importantes proyectos públicos (líneas nuevas del metro, proyectos viales, programas sociales en marcha) habría jugado de falsa oposición en la boleta electoral para desviar votos de la mayor amenaza de Sheinbaum (Xóchitl Gálvez, candidata de unidad del Frente Amplio por México y quien de por sí ya se encontraba muy por debajo de las preferencias electorales) para garantizar el triunfo de la candidata de Morena, además de seguir incrementando su popularidad y volver como un “ganador” a la gubernatura de Nuevo León, una vez pasada la elección de junio de 2024.
El ascenso meteórico de Samuel se explica por su carisma explotado en las redes sociales, donde auxiliado por su esposa, Mariana Rodríguez, practican el esquema propio de los youtubers, quienes van sopesando acciones y dichos con base en el impacto que esto tendrá en seguidores y likes, lo que al final se supondría elevaría los bonos de popularidad y capital político de García. Esa es la lectura que podemos hacer de situaciones que podrían incluso parecer aberrantes para la imagen de Samuel. Por ejemplo, podemos recordar aquel famoso video que él mismo permitió que se filtrara y donde se mostraba en una actitud evidentemente controladora de la imagen física de su propia esposa -en ese tiempo prometida- al señalar que su cuerpo era todo para él y mientras -casi siguiendo un guion preestablecido por un asesor de imagen- ruñía trozos de carne de un hueso como para reforzar su imagen ruda y decidida, casi como si supiera que con esto no haría más que afianzar la afinidad que despertaba en quienes caen (o caemos) en la desafortunadamente famosa “idiosincrasia” típica del macho regiomontano.
El Bronco insistió en aspirar a la presidencia aunque esto implicara comprometer a su propio personal y en horario laboral en la recolección de firmas para avalar su candidatura, todo lo cual le llevó a una condena que aunque fue efímera, manchó para siempre su imagen de “superhéroe”, del en ese entonces alcalde “entrón” que salió airoso incluso de atentados contra su vida por parte del crimen organizado, del que tumbó la “oligarquía” del PRI y del PAN en el estado una vez que compitió por la gubernatura y alimentaba las esperanzas de cambio con las candidaturas “independientes”. Samuel García ha querido seguir este modelo del “chapulineo” pero de manera más calculadora que “El Bronco”, con alianzas a nivel nacional y con otros partidos. No obstante, en su afán por ganar popularidad en la campaña presidencial y al mismo tiempo mantener el control político del estado, ha abdicado prematuramente de sus aspiraciones presidenciales en cuanto vio amenazado su regreso (que se habría dado una vez realizada la elección y habiéndose confirmado lo que para él habría sido el hipotético logro de arrebatar el segundo lugar en la votación a Gálvez, resultado también hipotético pero previsible si las tendencias electorales se mantuvieran de aquí a junio del próximo año).

Foto: Info7
Y así como ya lo fue en las últimas dos elecciones, está previsto que en la siguiente elección también serán los jóvenes quienes decidan el rumbo de país. Y quizás así suceda no sólo en 2024 sino en 2030, año que Samuel ya ha advertido no dejará pasar para intentar de nuevo ser candidato. Y probablemente en la elección del 2030 rondará en la mente de más de uno la “maldición” del péndulo político que se ha dejado ver por todo el planeta en los últimos años, maldición traducida en la amenaza de que una vez que una sociedad se ha decepcionado con un gobierno de izquierda, existen altas probabilidades de que para la siguiente elección la ciudadanía tienda a radicalizarse y se apoye una opción de extrema derecha para dirigir el rumbo de un país. Los Trump, los Bolsonaro, los Milei, los Wilders, pueden ser el ejemplo de lo que puede venir -o no- para México. Si Samuel García se salva del patíbulo del juicio político o del juicio moral de la ciudadanía, ya está apuntado para ser la carta fuerte de la oposición en la boleta electoral, y sus posturas no serían para nada parte del ideario de los gobiernos de izquierda que tienen ahora el poder presidencial en México -con 22 gubernaturas incluidas y varias centenas de alcaldías- y muy probablemente lo repetirán al menos en la elección siguiente.
Quizás Samuel García no es un fenómeno aislado. Quizás no es Samuel sino somos nosotros; esta sociedad que ya no sabe cómo solucionar sus problemas y que sólo nos hemos convertido en la audiencia de un espectáculo que ha superado por mucho a la ficción y del que -ojalá- no tengamos que decir un día que esto apenas comenzaba y no tenía ya marcha atrás.
5 de diciembre de 2023
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Fotografía: Academicxsmty43. Eduardo Zamacois Zabala, La educación de un príncipe