Por: Engracia Martín Valdunciel. 03/08/2024
Alguien podría pensar, como nos ha transmitido la escuela, que la filosofía es un asunto de hondo calado, lo suficientemente encorsetado como para que un libro que verse sobre pensamiento filosófico no encaje en una lectura veraniega. Desde mi punto de vista, se equivocan quienes así piensan, porque el tiempo de ocio es ideal para volcarse en lecturas que permitan volar no sólo la imaginación sino también la reflexión.
Cuando cayó en mis manosLa Filosofía contemporánea desde una perspectiva no androcéntrica* —una obra colectiva coordinada por Alicia Puleo y publicada por el Mec en 1993— me pareció uno de esos libros que a una le hubiera gustado conocer, rumiar, debatir… en la enseñanza secundaria. Incluso en algún momento en la universidad. Pero muchas, creo, no hemos tenido tanta suerte. Ha llovido desde que el texto vio la luz pero no importa porque, salvo el capitalismo, ¿quién puede sostener que lo “viejo”, es, por definición, obsoleto? He vuelto a él y me gustaría compartir con lectoras y lectores su interés, al menos, por tres motivos.
El primero, porque el libro permite reflexionar sobre el sistema de enseñanza en nuestras sociedades. La publicación del documento define, de alguna forma, una época en la que, al menos en teoría, la administración educativa suscribía objetivos igualitarios y se articulabanmedidas ad hoc, como elaborar materiales sobre diferentes materias destinados al profesorado. Otra cuestión, por supuesto, sería plantear la obligatoriedad y los medios que se pusieron para llevar a cabo desde los 80 una educación no sexista, que se desarrolló, aunque de forma no sistemática ygracias a la voluntariedad de muchas profesoras. Habría que preguntarse también hasta qué punto se ha utilizado y/o utiliza este sugerente trabajo ( y otros del mismo tenor) en las aulas… Porque ¿cómo es posible que habiendo pasado por diferentes niveles de enseñanza la mayoría de la ciudadanía apenashaya oído mención alguna al concepto androcentrismo? Y es que el asunto no es ninguna fruslería… Hablamos de una usurpación, nada más y nada menos que de la identificación del ser humano masculino, con “lo humano”. Esa posición androcéntrica obvia a la mitad de la humanidad cuando no, directamente, la desacredita: supone un punto de partida que sesga el conocimiento en cualquier rama del saber. Ahí se encuentran las raíces de la violencia que se sigue ejerciendo sobre las mujeres; en la cultura y el conocimiento (androcéntricos) subyace la legitimación social de suopresión…Indigna que poco o nada se haya explicado al respecto, que se siga obviando tema tan fundamental para investigadores/as, profesorado o para el conjunto social. Resulta especialmente preocupante en un contexto educativo tecnócrata y mercantil en el que propuestas como la que comentamos parecen no tener cabida; más bien, campan a sus anchas prácticas y discursos perversos que borran el horizonte de igualdad entre chicos y chicas mientras la violencia sobre las mujeres se renueva…
Por tanto, es un asunto crucial cuyo debate habría que reclamar porque, ante la ausencia de relatos que validen la presencia de la mitad de la humanidad en el conocimiento, ¿qué ha ocurrido? Como explica la historiadora Gerda Lerner, las mujeres han aprendido a pensar sobre ellas mismas como personas que no han hecho contribuciones significativas en la sociedad, porque eso es lo que —erróneamente— cuenta la historia oficial. En realidad, cualquier disciplina … Porque a las mujeres se les ha negado el poder de definir, generar y compartir construcciones mentales que puedan explicar y ordenar el mundo desde su experiencia. Este hecho no es baladí, tiene importantes implicaciones en el presente: la ausencia de las mujeres en la historia, en el conocimiento, en general, refuerza la falta de autoridad femenina en ámbitos intelectuales y supone, también, que su voz no se respete adecuadamente en la esfera pública; por ejemplo, cuando reclama medidas de calado contra la violencia y el terrorismo patriarcal…
En segundo lugar, porque las lectoras/es encontrarán exposiciones claras, lúcidas, planteamientos pedagógicamente expuestos que re-colocan el legado filosófico que nos ha transmitido la educación formal. Las autoras ponen el foco de atención en ideas y textos de las cabezas más brillantes —“grandes hombres” de los siglos XIX y XX— que sancionaron con sus aportaciones la jerarquía sexual que provenía de credos religiosos, costumbres, mitos…Ya lo apuntaba Celia Amorós: la filosofía da cuenta de diferentes visiones sobre el mundo —progresistas, reaccionarias, emancipadoras, alienantes—… pero “siempre son producidas por varones que no han puesto en tela de juicio el orden patriarcal”. En suma, las diferentes aportaciones desmontan, en palabras de Ana de Miguel, “la doble verdad” de parte del pensamiento filosófico que se construyó a partir de la modernidad, periodo del que somos herederos/as:
Amelia Valcárcel aborda la misoginia de Hegel, Schopenhauer, Kierkegaard y Nietzsche, reacción, en parte, al poderoso movimiento sufragista del siglo XIX:
“Los románticos, a la vez que construyen en la ficción a la mujer ideal, dejan a las mujeres reales sin derechos, sin estatus, sin canales para ejercer su autonomía y todo ello en nombre de un pensamiento democrático patriarcal que construye la igualdad relativa entre los varones a costa del rebajamiento de las mujeres” (p. 15).
Neus Campillo analiza las falacias subyacentes al discurso de la “excelencia” de las mujeres procedentes de autores como August Comte y los Sansimonianos:
“El rasgo romántico, que implica la exaltación de la diferencia de las mujeres, al unirse a una defensa organicista de la sociedad, sanciona una necesaria desigualdad de la que dependen la estabilidad social y el mismo orden moral” (p. 36).
Ana de Miguel expone las ideas de igualdad que (excepcionalmente) desarrollaron John Stuart Mill y Harriet Taylor :
“(…) la familia patriarcal se constituye en una auténtica escuela de desigualdad e injusticia. Es la propia estructura desigualitaria de la familia la que ejerce una labor socializadora paradójicamente antisocial” (p. 52).
Alicia Puleo examina el pensamiento filosófico de dos escuelas de la sospecha, el materialismo histórico y el psicoanálisis (Marx, Engels, Freud… ) doctrinas que, sin embargo, no sospecharon de la jerarquía sexual.
“La cuestión de la relación entre los sexos sólo es un tema secundario en la teoría de Marx y Engels que se halla centrada en el antagonismo de clases” (p. 66).
“( …) al menos en lo que se refiere al tema de los roles sexuales, la doctrina freudiana continúa adhiriéndose a valores sumamente conservadores” (p. 68).
Teresa López explicacómo Simone de Beauvoir fue una de las primeras pensadoras en analizar la conceptualización de la diferencia —“la otra”— como jerarquía:
“No se nace mujer, se llega a serlo. Y se llega a serlo a través de una educación específica y diferencial para niños y niñas que impone a las mujeres, desde muy temprano, la asunción de una serie de valores, normas y pautas de conducta que harán de ellas esos seres secundarios, oprimidos y dependientes de los varones” (p. 85).
- Luisa Cavana estudia la polaridad sexual o la “complementariedad” de los sexos en la obra de Simmel y Ortega:
“La preponderancia de los varones consiste en que lo masculino no se presenta como tal, es decir, en su condición de pertenencia a un sexo y, en este sentido, en el mismo nivel que lo femenino, sino que el pensar masculino se eleva a sí mismo a la categoría de lo humano universal negando su propia condición sexual” (p. 102).
Cristina Molina pone en evidencia las insuficiencias de las influyentes teorías del poder de pensadores de la famosa Escuela de Frankfurt:
“El proyecto ilustrado de emancipación dejó fuera a la mitad de la Humanidad, y la crítica a las relaciones de dominación que hacen los francfortianos es también una crítica incompleta en cuanto no tuvo suficientemente en cuenta la relación de dominación más inmediata, antigua y pertinaz: la relación entre los sexos” (p. 120)
Por su parte, M. José Agra se encarga de establecer las contradicciones de las teorías neocontractualistas a partir del carácter político de la dicotomía esfera pública/privada:
“El discurso liberal-contractual, al aceptar sin más la dicotomía público/privado, (…) nos muestra la incapacidad para reconocer la importancia e influencia de las relaciones de género-sexo culturalmente constituido en la vida social, política y económica” (p. 130).
Por lo demás, la obra, ideada como material educativo para el profesorado de secundaria, ofrece, también, interesantes sugerencias didácticas, bibliografía para ampliar lecturas y un glosario.
Por último —frente al presentismo al que, no por casualidad, nos abocan las fuerzas del capital actual— los análisis que recoge el libro son de interés porque es fundamental para cualquier grupo social que busca la emancipación saber de dónde viene, comprender las raíces ideológicas —tan invisibles y tan poderosas— de su subordinación material, de la posición de inferioridad normalizada que ocupa, como es el caso de las mujeres en las sociedades que conocemos. Ese conocimiento del pasado permite realizar una mejor radiografía del presente y, por tanto, nos hace más fuertes y capaces para enfrentar estrategias a seguir. Pero, sobre todo, la propuesta didáctica debería interpelar a las jóvenes generaciones de enseñantes, al menos las más inquietas, porque textos como el comentado incitan a practicar una necesaria sospechasobre cómo se construye el conocimiento, a ensayaruna imprescindible racionalidad crítica y un debate profundo de ideas muy influyentesque han jugado y juegan un papel clave en la organización social.
Efectivamente, la cultura en su conjunto es sesgada porque la mitad de la humanidad no ha podido formar parte de su construcción hasta época reciente. Esa impactante constatación coloca a las mujeres en una situación ambivalente ante el fraudulento saber-poder patriarcal… Así, junto a la impugnadora propuesta de Carla Lonzi y la Rivolta Femminile —escupamos sobre Hegel— Celia Amorós propone la crítica a la razón patriarcal ysugiere la sospecha como método, cuestionar el legado de los “grandes filósofos”, desconfiar de los constructores de esencialismos… Este libro invita a ejercitar —y enseña a practicar— el pensamiento crítico y la duda, claves para recuperar una educación no sexista y una praxis transformadora socialmente… A mi entender, una sugerente lectura de verano.
* Pueden encontrarse ejemplares en numerosas bibliotecas, tanto públicas como académicas o escolares; También, adquirirse en librerías de segunda mano. Además, cuenta con una edición en formato electrónico
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Fotografía: Tribuna feminista.
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