Por: Ana Esther Ceceña, Alberto Hidalgo. alai. 07/04/2020
El turismo se ha convertido en una potente base de negocios. Los testimonios de tiempos pasados, que en otro momento tuvieron que ser destruidos o negados para dar paso a la modernidad capitalista con sus aires expansivos de desarrollo y progreso, hoy son espectaculares objetos de disfrute, admiración y rentabilidad. Lo mismo pasa con selvas o parajes naturales, desde exuberantes hasta desérticos, que se venden acompañados de imaginarios exóticos. Pues bien, el sureste de México es un paraje especialmente paradisiaco, rico en cultura y biodiversidad. No faltan monumentos mayas en medio de una selva tupida, ni jaguares o pájaros de múltiples colores. Los modernizadores contemporáneos han imaginado tropicalizar el progreso transmutando cada edificio prehispánico en algunas monedas de oro mediante un tren que irrumpa en la selva llevando cuantos más turistas sea posible a admirar semejantes riquezas. Para ello, como en Chichén Itzá, se habilitan los alrededores con restaurantes y hoteles, y posiblemente antros de venta de alcohol, droga y mujeres, como en todo centro turístico moderno. A veces esos restaurantes, como en Chichén Itzá, están tan cercanos a las pirámides que recuerdan la escena de los conquistadores construyendo catedrales sobre las ciudades indígenas.
La primera oleada colonizadora
Los territorios de lo que hoy es América fueron sometidos a una feroz guerra de conquista. Las estimaciones son difíciles de corroborar porque gran parte del testimonio sobre el pasado precolombino y sobre la propia guerra de conquista fue destruido deliberadamente, tratando de borrar la huella y quizá un posible dejo de culpa. Las evidencias de la enormidad de las civilizaciones que habitaban estas tierras, ampliamente descritas en las crónicas de los conquistadores, exigió un trabajo de negación sistemático. Exterminio, sí, pero también y particularmente un borramiento cultural extendido y profundo, que intentó desenraizar toda la historia anterior.
Los llamados indios, desde entonces, tenían que perder su grandeza para poder ser esclavizados, despojados, inferiorizados y despreciados; para justificar la conquista como misión de salvamento. Los saberes acumulados, las tecnologías propias, los modos de vida, la imbricación ecológica que se sustentaba sistémicamente en la Madre Tierra como base del universo cognitivo y del sentido de realidad, eran fuertes obstáculos frente a la grosera y urgente avidez de los conquistadores/colonizadores.
En el centro de México donde se calcula una población de 25 millones de personas antes de la entrada europea al continente, un año después apenas se acercaba a un millón. Ése fue el tamaño del exterminio que se fue repitiendo en los lugares más representativos de la fuerza societal prehispánica, como en la región andina. Los estudiosos del caso estiman que la merma poblacional del gran territorio continental fue de alrededor de 60 millones, acompañada de destrucción de edificios y utensilios diversos impregnados de historia y cultura.
Evangelización y vaciamiento
La primera colonización fue tan devastadora que sus propios emisarios trataron de ponerle límites. No obstante, lo hacían invocando la ductilidad de los indios para adoptar creencias y modos de vida inculcados por los europeos. Es decir, en la virtud estaba el daño. La evangelización fue un proyecto de disciplinamiento social mucho más ambicioso y efectivo que la propia destrucción física. Implicaba un vaciamiento cultural y la modificación o cancelación de los referentes de ubicación de tiempo, lugar y cosmovisiones. La dinámica social se transformó drásticamente mientras los criterios para entenderla o abordarla ya tampoco eran los mismos. Los religiosos se ocupaban de vaciar y rellenar las mentes, de imponer modos de relación subordinada (puesto que los indios eran por definición inferiores: subhumanos), de las tareas de contrainsurgencia y, sobre todo, de inocular en las poblaciones locales una visión del mundo que las condenaba a la sumisión y a la negación de sí mismas: eso fue la colonización.
En esa circunstancia, esconder o borrar todo vestigio, todo antecedente, toda costumbre era fundamental para desenraizar culturalmente a las poblaciones y para desconcertarlas y fragilizarlas. Ciudades y templos quedaron ocultos, ya sea porque los propios indios buscaban así su preservación, ya sea porque los invasores tapaban de ese modo la referencia a una historia que los minimizaba o por abandono. La historia se ocultó pero no fue borrada. Está inscrita en los monumentos y en las conciencias de los pueblos, pero el neoliberalismo y la avidez de negocios del capitalismo contemporáneo están haciendo su mayor esfuerzo por terminar de vaciar el pasado, transformando esos vestigios en objetos turísticos.
La evangelización del siglo XXI se llama progreso y desarrollo. Llega con monocultivos, agrotóxicos, mineras o industrias de otra gama, turismo y proyectos de infraestructura para la conexión al mercado mundial.
La colonización del siglo XXI
En el periodo reciente se ha llegado a identificar hasta 7.274 ubicaciones arqueológicas en toda la región comprendida hoy en el Proyecto Tren Maya. Solamente en la franja de 10 km a ambos lados de la vía se encuentran 1.288 de ellas, que son parte del atractivo de la ruta trazada.
Chichen Itzá, ciudad sagrada del posclásico maya en relación con la cultura tolteca, fue nombrada en 1988 patrimonio de la humanidad y maravilla del mundo moderno en 2007. Es una ciudad emblemática cultural y turísticamente. En 2019 recibió 2.365.554 visitantes, de los cuáles el 55 % extranjeros. Esto da 6.480 personas diarias visitando el sitio y la pretensión es aumentar la cifra si el tren se echara a andar. Chichén Itzá y Tulum son las ciudades mayas de la zona más promocionadas. A Tulum llegan 1.996.554 visitantes, un promedio diario de 5.470, y Tulum está ubicado al borde del mar donde además los turistas pueden aprovechar las maravillosas playas caribeñas. Cabe mencionar el daño que polos de desarrollo turístico como Cancún han generado en la zona, aunque no fuera más que por la descarga de aguas negras en el mar.
Para que un proyecto como el del tren maya sea pertinente desde el punto de vista económico (rentable), requiere multiplicar y extender la actividad turística. En esa óptica, se está planeando abrir otros sitios arqueológicos equivalentes, de gran dimensión o densidad histórica, para agregarlos a la oferta turística que desarrollará la región. Tres de ellos son significativos para apreciar la dimensión devastadora de esta nueva oleada de vaciamiento cultural e incluso ecológico.
1. Chaltún Há es uno de estos sitios privilegiados, cercano a la ciudad virreinal de Izamal, hoy pueblo mágico, fundada en 1552. Las ciudades virreinales más tempranas decidieron su localización a partir de la importancia que tenían las precolombinas en el mismo lugar y, en este caso realmente modificó la dinámica local mediante el desarrollo de la producción henequenera (fibra natural) que duró hasta 1970. Rafael Burgos Villanueva, arqueólogo encargado de Chaltún Há, menciona que se trata de “…toda una ciudad prehispánica con enormes basamentos que muchas veces no se pueden apreciar a simple vista, se tiene que apreciar más desde el aire porque son estructuras gigantescas”; la pirámide de Kinich Kak Moo “es la estructura más grande y más voluminosa de Mesoamérica, estamos hablando de una ciudad muy importante de la época temprana”. Se trata de un sitio clave para entender y reconstruir la historia que no está completamente restaurado y sería riesgoso ponerlo a disposición del turismo.
2. En plena Riviera maya, al lado de la maravillosa laguna de Bacalar, se encuentra Ichkabal, ciudad del preclásico maya con más de 2.500 años de antigüedad. Según las investigaciones, ésta podría haber funcionado como el primer gran asentamiento y centro político de la región, así como el posible origen de uno de los linajes gobernantes más importantes del mundo maya: el de Los señores divinos de Kanal. Se calcula que abarca cerca de 30 km2 y cuenta con seis grupos arquitectónicos con unos 15 edificios de arquitectura monumental. Dentro de éstos, tres pirámides sobrepasan los 46 metros de altura además de los edificios menores.
El ejido de Bacalar, donde se encuentra el conjunto, es de enorme importancia para el cuidado de la biodiversidad y se caracteriza por la existencia de una red hidrológica que, según el Programa de ordenamiento ecológico local del Municipio de Bacalar, emitido por el Gobierno del estado de Quintana Roo para 2011-2016, “…permite la interacción y la conectividad entre ecosistemas y especies terrestres con el sistema lagunar de Bacalar. Además la parte occidental de este ejido queda comprendido dentro del AICA denominada Corredor Calakmul Sian ka´an en la cual se registra al menos el 58% de las aves en Quintana Roo, y el 49% en la península de Yucatán”. Los ejidatarios se han opuesto a la mercantilización de Ichkabal y a la venta de las hectáreas en que se encuentra asentado.
Aún antes de la construcción del tren maya, los proyectos de reterritorialización han aumentado en gran cantidad la infraestructura turística, así como el avance sobre la reserva de Tulúm y Sian Ka’an, poniendo en riesgo la zona selvática y la kilométrica red acuífera que se encuentran llenos de vestigios arqueológicos de gran peso histórico. Ejemplo de ello es el reciente descubrimiento en la cueva submarina de Chan Hol de tres esqueletos de entre 13 y 10 mil años de antigüedad, identificados por el investigador Wolfgang Stinnesbeck como uno de los tres más antiguos esqueletos paleoindios encontrados en el continente americano y, por sus elementos morfológicos, este descubrimiento, que queda en la ruta de los proyectos turísticos, abre la hipótesis de la convivencia temporal de dos diferentes poblaciones paleoindias coexistentes durante el pleistoceno tardío-holoceno temprano, de acuerdo con el mismo investigador. No se olvide que esta fue la region donde cayó el meteorito que terminó con la era de los dinosaurios en la Tierra.
3. Calakmul es uno de los sitios arqueológicos abiertos al público de mayor importancia. Con más de dos mil años de historia, está ubicado en la profundidad de la reserva de la biosfera del mismo nombre, integrante del corredor biológico mesoamericano que une las selvas tropicales del norte y del sur del continente a través del istmo centroamericano, y de enorme importancia por el tipo y la variedad de especies que alberga. En 2019 pasaron por Calakmul 48.086 visitantes pero el proyecto del tren maya pretende ampliarlos a tres millones. Semejante afluencia en un ecosistema ya fragilizado por el turismo actual tendría repercusiones ambientales gravísimas e irreversibles, además del daño al patrimonio cultural. En las inmediaciones de Calakmul, se proyecta abrir al público una ciudad prehispánica aledaña, Nadzca’an, apenas descubierta oficialmente a fines del siglo XX. Tantos miles de años guardando las evidencias del recorrido de la humanidad en estas tierras y hoy que por fin podría enriquecer la reconstrucción de las raíces culturales del pueblo maya, se quiere convertir en objeto del consumo turístico, quitándole toda su fuerza cultural y contribuyendo al borramiento de la memoria histórica en esta nueva fase de la colonización capitalista, que coloca a los pueblos mayas en la vitrina como objeto del pasado cuando se encuentran vivos y en resistencia frente a la amenaza de corrosión acelerada del neoliberalismo.
Si el mundo está preocupado por la catástrofe ambiental en curso y la sociedad se moviliza para detenerla, lo mismo pasa con la devastación cultural. Las raíces históricas de los pueblos de América y del mundo son mucho más largas y profundas que el capitalismo, pero la capacidad y velocidad desestructuradora y arrasadora que éste tiene amenaza con ganar la carrera.
Ana Esther Ceceña es coordinadora del Observatorio Latinoamericano de Geopolítica (OLAG) en el Instituto de Investigaciones Económicas de la Universidad Nacional Autónoma de México y presidenta de la Agencia Latinoamericana de Información (ALAI).
Alberto Hidalgo es miembro OLAG. Estudiante de la licenciatura de Estudios Latinoamericanos e integrante del colectivo Cine Presente.
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Fotografía: alai.