Por: Miguel Ángel Elorza Morales. 04/04/2016
Los hombres y mujeres se pasan toda la vida aprendiendo, aprender no es privativo de una edad, o de un determinado lugar, el aprendizaje es inherente a la condición humana. Los nuevos aprendizajes además de contribuir al desarrollo cognitivo, preparan al hombre para vivir plenamente su cotidianeidad. Es en lo cotidiano en donde los hombres y mujeres hacen su vida, enfrentan y resuelven sus problemas, construyen su cultura.
Cada sujeto recrea sus aprendizajes de acuerdo a la cultura y las condiciones en las que se desarrolla, de la misma manera en que la cultura define las necesidades humanas.
La sociedad capitalista orienta el aprendizaje hacia el consumo y la ganancia, el trabajo fuente imprescindible para la generación de conocimiento es considerado como un valor de cambio. “La potencialmente ilimitada fuerza humana de creación se encuentra atrapada en los límites de la forma mercancía” (Holloway, 2014, p. 440).
Lo que se aprende en esta sociedad tiene una lógica económica de alta rentabilidad, sin freno, sin límites, de tal forma que el conocimiento sólo es reconocido cuando va acompañado del éxito y la riqueza. Aquí cobran sentido los enfoques sobre competencias en educación. Lo que es útil para el capital es lo que tiene valor para la enseñanza.
¿Qué son las competencias sino aquellos comportamientos que garantizan la reproducción capitalista? La enseñanza basada en competencias no busca transformar el estado de cosas, sino mantenerlo. De ahí que en esta sociedad tengan tanta importancia los curricula basados en este enfoque. Estos garantizan la reproducción del sistema neoliberal. Las competencias para determinada área son el equivalente a la cualificación, es decir, ser apto para desarrollar la función o funciones que te encarga el sistema.
La vida no sólo de una persona, sino de la sociedad se restringe a ser productivo, quien no es productivo se reduce a ser marginal. En esta sociedad sólo es productivo quien está incorporado al mercado, la producción solidaria o para el autoconsumo son consideradas como un desperdicio de energía.
Fotografía: adesmontevideo