Por: Gilberto González Colorado. 04/04/2016
A propósito de un magnífico artículo del Dr. Hugo Aboites (La respuesta), en el que hace referencia al «Presidente de la comisión del senado», Juan Carlos Romero Hicks, en quien funda alguna esperanza de que la reforma «educativa» sea «echada para atrás», me queda la impresión de que el Dr. Aboites le concede demasiado crédito a un senador del todo insensible y de oídos sordos ante un clamor magisterial que él conoce desde que la misma reforma diera sus primeros pasos.
Y lo digo con conocimiento de causa, porque me tocó en suerte participar en una entrevista del STENV (Sindicato de Trabajadores Normalistas y de la Educación en Veracruz), conjuntamente con las organizaciones sindicales afiliadas a la naciente «Coalición de Sindicatos» de Veracruz, reunidas aquel día en sus oficinas, justo cuando las calles del entonces DF, lucían atestadas de maestros y policías -consecuencia de la agresiva reforma- en las inmediaciones de ese búnker que es el edificio del senado.
Casi al final de la entrevista me animé a plantearle al ampuloso «presidente de la comisión de…», palabras más, palabras menos: «Sr. Senador, seguro que el país requiere a gritos de una reforma educativa, pero por lo que se ve no es ésta la que México necesita…» a continuación intenté explicarle que la visión que los maestros teníamos ya de esta reforma era diametralmente distinta a la que los legisladores a su vez tenían de la misma, toda vez que la cámara de diputados ya la había aprobado y «justo en este día los senadores harían lo propio», como finalmente sucedió.
Pese a la inocultable prisa que R. Hicks tenía para retirarse de esta reunión, todavía me di tiempo para mencionarle que «en estos momentos arde ya el estado de veracruz» aludiendo metafóricamente a las inusuales manifestaciones que el magisterio veracruzano ya sostenía en las distintas ciudades del estado, «siendo ello -continué- la mejor prueba de que esta reforma sin los maestros no pasará».
Todavía me parece ver la alta silueta de ese señor levantándose fríamente de su escritorio para, con gesto malhumorado y mascullando algo entre dientes, sostener con ambas manos un rollo de carpetas con el cual dio unos golpecitos a su escritorio para acomodarlo mejor, saliendo a continuación con aire de importancia y dando amplios pasos de manera apresurada.
Esa es la mejor imagen, tan deplorable, que conservo de un «Secretario Legislativo de Educación» que, me dio la impresión, no sabía gran cosa del asunto tan, tan, trascendente para el país, y debido a lo cual no nos prestó jamás la debida atención, a juzgar por su actitud de no saber escuchar los alegatos y planteamientos que cada organización ahí le hizo, y a los que con parquedad contestó, entre otras cosas, diciendo: «esta no es una reforma educativa: es administrativa» [«¿y entonces?»: yo], por lo que tampoco creo podrá escuchar la solicitud del Dr. Aboites, por la sencilla razón de que a quienes sí presta atención es a las voces «progresistas» que llevaron a la palestra esta pseudorreforma que ha puesto de cabeza el país, como las de «mexicanos primero» y otras de similar corte autoritario y oligárquico.
Siento decirle por tanto, al Dr. Aboites, que tratar de conseguir dar marcha atrás a esta reforma con la mediación de este personaje (y otros de similar talante neo conservador) será como pedirle peras al olmo y, prácticamente, perder su precioso tiempo.
Infortunadamente los cambios serán producto de la inevitable lucha de los maestros, o no serán…