Por: Andrea Bárcena. La Jornada. 18/08/2020
Hay que proteger a los niños de los efectos emocionales del encierro, de la comida chatarra, de la televisión y el uso excesivo de dispositivos cibernéticos; hay que salvarlos de tanto Alí Babá con sus 40 asesores haciendo negocios con salud, mente y corazón de la infancia. Hay que salvar a la niñez de las infamias de la austeridad, dela ignorancia y de las equívocas nociones sobre educación que hoy se vuelven negocio de televisoras.
Decir televisión educativa es un oxímoron, porque la televisión puede ofrecer información y entretenimiento, mas no educación. Lo anterior tiene incluso fundamentos neurológicos. Frente al televisor el cerebro humano registra actividad eléctrica de ondas alfa, que son precisamente las opuestas a las de mayor intensidad de actividad neuronal, las ondas gamma y las beta, que aparecen cuando hay conciencia, concentración, alerta y memoria, es decir, cuando ocurren actos intelectuales y de aprendizaje. Frente al televisor, el cerebro está semidormido. Y si algo han hecho los niños durante cinco meses de encierro ha sido ver horas y horas de televisión, así que no es buena noticia para ellos ni para sus madres que ahora la escuela venga por tv (¡sin la maravillosa hora de recreo en el patio!).
¿Por qué no se hizo una consulta con niños, maestros y padres antes de favorecer, con 450 millones de pesos, a las televisoras comerciales para que jueguen a la escuelita? ¿Cuántas otras cosas mejores se podrían hacer con esos millones? Educadores y artistas estamos llenos de ideas al respecto. La escuela son los otros. Nadie aprende solo –insistía el gran pedagogo Paulo Freire–. “Nadie educa a nadie, nadie se educa a sí mismo, las personas se educan entre sí con la mediación del mundo… Las maestras y maestros democráticos cultivamos el diálogo con el educando, quien al ser educado también educa a su educador”. No hay educación sin experiencia, sin acción, sin diálogo y sin preguntas.
Quienes eligen el mal menor olvidan con rapidez que están eligiendo el mal –advierte Hannah Arendt.
Están faltando, además: libros de texto gratuitos (braille) para niños invidentes, que se cancelaron en la actual administración; vacunas básicas, medicinas para niños con cáncer y –ya dicho–, auténtica democracia y creatividad en proyectos educativos.
Fotografía: The New York Times.