Por: Fanny González. 14/03/2025.
La política comercial de Donald Trump ha buscado reconfigurar las cadenas de suministro globales, promoviendo la relocalización de la producción desde Asia hacia América del Norte. En este contexto, México emerge como un candidato natural para sustituir a China como proveedor de manufactura y mano de obra barata para Estados Unidos. Esta estrategia, sin embargo, plantea interrogantes sobre la conveniencia de que México asuma este rol y sobre los beneficios reales del Tratado entre México, Estados Unidos y Canadá (T-MEC) para la economía y la clase trabajadora mexicana.
La estrategia de Trump: México como sustituto de China
La guerra comercial entre EEUU y China, caracterizada por la imposición mutua de aranceles y restricciones comerciales, ha incentivado a las empresas estadounidenses a buscar alternativas para sus cadenas de suministro. México, por su proximidad geográfica, costos laborales “competitivos” (explotación) y su participación en el T-MEC, se presenta como una opción atractiva. La administración Trump ha fomentado esta transición, buscando reducir la dependencia de China y fortalecer la manufactura en América del Norte.
Los argumentos neoliberales a favor del T-MEC y sus defensores, dicen que el tratado ha traído múltiples beneficios a México, como el supuesto Incremento en las exportaciones, sobre todo sector automotriz y agroindustrial; la atracción de inversión extranjera directa (IED) basada en la certidumbre jurídica y la integración económica volviendo al país en un destino atractivo, promoviendo el desarrollo industrial y la generación de empleo; y, el supuesto crecimiento económico, diciendo que la integración al mercado norteamericano ha contribuido al crecimiento del Producto Interno Bruto (PIB) mejorando indicadores macroeconómicos y fortaleciendo la estabilidad financiera.
Sin embargo, desde una perspectiva socialista, cuestionamos la narrativa neoliberal y analizamos las implicaciones reales del T-MEC y de la estrategia de convertir a México en el nuevo proveedor de manufactura barata para Estados Unidos:
- Dependencia económica y pérdida de soberanía: La orientación de la economía mexicana hacia la satisfacción de las necesidades del mercado estadounidense limita la capacidad del país para desarrollar una industria nacional autónoma y diversificada. Esto reduce la soberanía nacional y somete a México a las decisiones políticas y económicas de Estados Unidos.
- Condiciones laborales precarias: La atracción de inversiones extranjeras suele basarse en la oferta de mano de obra barata y en la flexibilización laboral, lo que perpetúa condiciones de explotación y limita el desarrollo de derechos laborales plenos para los y las trabajadoras mexicanas.
- Desigualdad regional y sectorial: los supuestos beneficios se concentran en ciertas regiones y sectores, en especial la frontera norte, profundizando las desigualdades económicas y sociales en el país. Mientras algunas zonas industriales prosperan, muchas regiones rurales y sectores tradicionales quedan rezagados, en especial, el sur del país.
- Impacto limitado en el desarrollo tecnológico: La dependencia de la inversión extranjera y la integración en cadenas de valor controladas por empresas transnacionales limitan la transferencia de tecnología y el desarrollo de capacidades industriales propias, perpetuando una estructura económica dependiente y subordinada.
Por todo lo anterior, nuestro llamado es a SALIR DEL T-MEC. Es imperativo que México salga del tratado como una estrategia para recuperar la soberanía económica y promover un desarrollo industrial autónomo y justo. Esta decisión permitiría al país diseñar políticas industriales y comerciales orientadas a satisfacer las necesidades de su población, diversificar sus relaciones comerciales y fortalecer su mercado interno.
La salida del T-MEC no implica un aislamiento económico, sino la oportunidad de construir alianzas comerciales basadas en la solidaridad y el beneficio mutuo, alejadas de las imposiciones neoliberales y de la lógica del capital transnacional. Es un paso hacia la construcción de un modelo económico que priorice el bienestar de la clase trabajadora y el desarrollo integral de la nación.
No debemos tomar postura a favor o en contra de uno de los polos en la guerra comercial entre Estados Unidos y China. Estar de lado de EEUU es ponernos como su suministro de mano de obra barata, perpetuación de la dependencia económica y darle permiso de generar presiones políticas en el gobierno. Estando de lado de China, corremos el riesgo de generar la misma dependencia económica y tecnológica, riesgo de quebrar nuestra manufactura y soberanía económica; así como generar tensiones geopolíticas por la cercanía con EEUU.
Por eso, la apuesta revolucionaria es sin subordinación, lo implica que México forje su propio camino basado en la autodeterminación, la justicia social y la solidaridad internacional, rechazando las imposiciones de cualquier potencia y construyendo un modelo socialista que responda a las necesidades y aspiraciones de su pueblo, tomando en cuenta al “Programa de Transición” trotskista.
Fotografía: tomada de Facebook